Alexis Jardines Chacón: El embargo no puede ─ni debe─ derrocar al gobierno, pero su levantamiento sí puede salvarlo del derrumbe. La política de la diplomacia comercial y su verdadero destinatario
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Tomado de http://www.cubanet.org/
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El embargo no puede ─ni debe─ derrocar al gobierno, pero su levantamiento sí puede salvarlo del derrumbe
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Por Alexis Jardines Chacón
mayo 5, 2015
MIAMI, Florida -El presidente de los Estados Unidos ha sintetizado su doctrina de la diplomacia comercial en las siguientes palabras: “Washington está apostando y esperando que, con una mayor apertura económica y un mayor compromiso diplomático, la reforma política sea eventualmente el siguiente paso en la Isla”.
De momento, hay dos rectificaciones que hacer aquí: 1. los cambios políticos son la clave de los cambios económicos, no a la inversa; 2. los tímidos cambios políticos, avistados en el contexto de las reformas raulistas, nada tienen que ver con el restablecimiento de las relaciones Cuba-USA. El cronograma de los mismos es algo que ya discutió el Partido y que este deberá ir rectificando a medida que se van implementando los Lineamientos. Si no se observa nada sustancial en este punto es porque lo que está sujeto a actualización, por definición, es el modelo económico.
Como puede verse, también la actualización raulista comparte la ilusión de la economía como factor condicionante, mientras la realidad muestra que la superficialidad del empeño, así como el estancamiento en su implementación obedecen, justamente, a ese prejuicio economicista de origen marxista. No puede haber reformas estructurales en la economía si no se toca el fundamento político que sostiene a esta última. No en balde, lo que se llamó restructuración (perestroika) en la antigua URSS comenzó por el Partido. Aquellos que ponderaron la política raulista por su empoderamiento del trabajo por cuenta propia se equivocaron de plano: los Lineamientos están pensados, precisamente, desde la perspectiva de la transmutación de la economía estatal y en detrimento del sector privado realmente independiente. Todo lo que se hizo con respecto a este último no pasó de la legalización del mercado negro.
No son pocos ya los que se vienen preguntando, después del 17 de Diciembre, qué le va a exigir, finalmente, el presidente Obama a Raúl Castro a cambio de tan dadivosas concesiones. Tras el anuncio del restablecimiento de las relaciones entre ambos países el problema parecía ser que el gobernante cubano no tenía qué ofrecer a modo de trueque. Hoy se ve claro que el 17 de Diciembre no ha alterado ni alterará el curso de las reformas raulistas, cuyo cronograma se ejecuta sin pausa, sin prisa y, ahora sabemos, sin intromisión exterior. Obama, a su vez ─y esta es la peor parte del cuento─ no tiene la menor intención de estropear su relación con el dictador exigiendo retribución.
La médula de la doctrina de la diplomacia comercial es la fe en que la eliminación del aislamiento, combinada con la inversión de capital norteamericano, traiga no solo prosperidad económica sino libertades políticas para los cubanos. El argumento que sostiene tal creencia es tan trivial como retórico: si haces lo mismo durante 50 años sin obtener resultados, es hora de cambiar e intentar algo nuevo. Pero, en nuestro caso, se cambió lo que funcionaba para no intentar nada o, a lo sumo, practicar un ejercicio rooseveltiano de diplomacia sadomasoquista.
Cuba, lejos de estar aislada, tiene tratados comerciales bilaterales con el resto del Planeta ─para no hablar ya que es el propio EE. UU su mayor proveedor de alimentos─ y, aun así, terminó colapsando económicamente. Por la influencia del castrismo se arruinó la economía, la salud y la educación en Venezuela sin estar sometidas a embargo comercial alguno. Es el modelo político el que no sirve y en el caso cubano el embargo funciona, simplemente, porque no oxigena y no porque estrangule. Dicho de otro modo: por definición, el embargo no puede ─ni debe─ derrocar al gobierno, pero su levantamiento sí puede salvarlo del derrumbe. Consecuentemente, sí funciona y este es el momento de demostrarlo. Sin la diferenciación antes aludida cualquier argumentación a favor o en contra del embargo solo siembra confusión. Y me temo que de no desactivar el sistema político terminaremos pagando un elevado precio por la prematura asistencia al régimen de La Habana.
Si de apelar al sentido común se trata ─y no a la ciencia política─ como ha hecho Obama: ¿no sería más sensato, toda vez que se han esperado 57 largos años, esperar 5 más tras la investidura de Díaz-Canel para que este termine su mandato en un ambiente ya post Castro? Ese escenario ofrece dos serias garantías. La primera es que Cuba ahora mismo, probablemente, no aguante un año más sin el auxilio de los EE. UU; la segunda, que la generación histórica no aguanta 5 años más en el poder. El período de mandato de Díaz-Canel, habida cuenta que no salga relecto, será decisivo para que los miembros de la nomenklatura (de segunda y tercera generación) se conviertan en los ricos del mañana. Es a esto último a lo que está contribuyendo la política de la diplomacia comercial ─tal vez, ¿sin saberlo?─ en el momento crucial en que el país parece entrar en una situación de ingobernabilidad a causa de una debacle económica, pero también política, moral, social e institucional. El gobierno cubano estaba rendido y Obama, su salvador, cargó con la derrota. ¡Vaya paradoja!
Veamos de cerca los resultados de la doctrina de la diplomacia comercial, la cual, supuestamente, apoya en eso distinto que el presidente estadounidense promete inaugurar con cada crítica a la política de aislamiento (policy of isolation). Apenas iniciado el proceso de restablecimiento de las relaciones entre ambos países Cuba materializó o está en camino de materializar los siguientes resultados: la liberación de los espías de la red Avispa que, además, calificaban como terroristas; la eliminación de la lista de países patrocinadores del terrorismo; la flexibilización y el levantamiento del embargo; la devolución de la Base de Guantánamo; el cierre ─que, probablemente, cristalizaría antes bien en una venta al sector privado─ de Radio y TV Martí; la reducción y casi eliminación de los fondos federales de asistencia a los programas sobre Cuba; la apertura a los mercados y al sistema crediticio, etc. Por si todo ello fuera poco, está en camino la liberación de la súper espía Ana Belén Montes.
Los Estados Unidos, por su parte, solo consiguieron a un Alan Gross notablemente envejecido y sin dientes. Se habló también de un espía que, de tan importante, ni noticia es. En cuanto a la extradición de la asesina Joanne Chesimar (Assata Shankur) hay que decir que, hasta ahora, no pasa de ser una petición. No me voy a referir a los presos por motivos políticos liberados en Cuba porque algunos de ellos iban a la calle de todos modos, mientras otros, en rigor, todavía no son libres. En cuanto a lo que está en proyecto es solo esto: no estropear la Luna de Miel y dejarle a la comunidad internacional la tarea de presionar a Cuba con el tema de los derechos humanos y las libertades fundamentales. Es decir, algo que dicha comunidad viene haciendo ya por 50 años sin resultado alguno, pero en cuyo caso la fórmula de Obama ─obtenida de la apropiación de una de una frase apócrifa─ no se trae a cuento.
Si lo que el presidente estadounidense busca al acercarse a Castro es fortalecer la seguridad nacional en la región y hasta puedo entender que un intermediario para apaciguar al temible Putin, no debería apelar a prácticas totalitarias como la falta de transparencia e, incluso, el secretismo; la marginación de la prensa; el condicionamiento (¿manipulación?) de la opinión pública. Asimismo, no debería afirmar que quiere empoderar a la sociedad civil cubana y al sector privado cuando en realidad sabe que los norteamericanos negocian y negociarán solo con el gobierno, los militares y los cuadros del Partido; no debería justificar una negociación sin resultados con un apoyo popular dentro de Cuba que a todas luces es equivoco. La parte incuestionable de la encuesta de Bendixen & Amandi, por ejemplo, es el rechazo mayoritario del pueblo al sistema de Partido único. ¿Cómo creen que los cubanos le pedirían a Obama que beneficie a Castro a estas alturas?
Si la encuesta de Bendixen & Amandi se hubiera realizado antes del 17 de Diciembre ¿hubiera arrojado el mismo resultado? Me atrevo a asegurar que sí. El alto porcentaje que muestra la simpatía por el presidente Obama y por la normalización debemos leerlo como un plebiscito, que refleja la poca aceptación que goza entre los ciudadanos el gobierno revolucionario, el Partido Comunista de Cuba y, particularmente, la figura de Raúl Castro. Para los cubanos en la Isla resulta más cómodo decir “simpatizo con Obama” que decir “no simpatizo con Raúl Castro” aunque, en esencia, están respondiendo lo mismo. Los resultados en este punto hay que leerlos al revés de cómo fueron presentados: probablemente, algo más del 40 % simpatice con Obama. Pero, con seguridad, el 80 y tanto % de los simpatizantes de Obama, según la encuesta, está enviando un mensaje: no queremos a Castro.
Confieso que tengo ciertas reservas con algunos resultados de la encuesta. Por ejemplo, la opinión de los cubanos sobre el sistema de salud es, según Bendixen & Amandi, mayormente positiva. No me explico de dónde pudieron los encuestadores obtener semejantes resultados. Toda una vida dentro de Cuba me indica, como en el caso anterior, lo contrario. Si quieren saber cuál es la opinión que tienen los cubanos de su sistema de salud véanla aquí. Y esta yo la certifico 100%. Aclaro, incluso, que son criterios muy mesurados.
De los resultados relacionados con el sistema de educación se podría decir lo mismo. Por mi parte, 28 años como profesor universitario en Cuba es una razón más que suficiente para poner en duda los porcentajes de la encuesta también en este parámetro.
Es risible, porque la salud y la educación son de los sectores más deteriorados del país y el pueblo lo sabe y lo padece. Si lo que pretendió el presidente Obama fue darle credibilidad a su política de acercamiento al régimen de La Habana, hay que decir que consiguió el resultado contrario: dejarle saber al mundo que los cubanos no quieren unipartidismo ni Secretario General del Politburó que encabece normalización alguna. O, si se prefiere, quieren normalización sin la Seguridad del Estado, el PCC, los CDR; quieren educación con calidad y sin adoctrinamiento marxista; los médicos dentro de Cuba; los hospitales, que hoy llamamos mataderos, con las condiciones del Cira García, el CIMEQ y la Clínica de 49.
¿Qué el 97% de los cubanos apoya la normalización? En rigor, a ningún cubano le interesa particularmente el diálogo entre Obama y Castro y ─a casi nadie─ la prosperidad del país. Si se pregunta como es debido se obtendrá de ellos la respuesta correcta: los cubanos quieren relaciones comerciales ventajosas con cualquier nación del mundo siempre que el resultado de las mismas llegue a sus mesas y a sus bolsillos. Ese alto porcentaje es indicativo, exclusivamente, de que los cubanos buscan oportunidades ─no importa de donde vengan─ para salir de la miseria.
Ah! y un consejo sabio para los encuestadores: si quieren saber lo que realmente piensa un cubano, no le pregunten.
No sé por qué cuesta tanto entender, fuera de Cuba, que en la Isla la aplastante mayoría de los ciudadanos no está al tanto de los temas políticos, no les interesa, rechazan la política de cabo a rabo en la casa, en la escuela, en el trabajo. Por otra parte, no parece haber más principio, ni ley ni valor ─de un extremo a otro de los estratos sociales─ que el dinero. Si se sabe leer esta peculiar circunstancia, que en ocasiones es descrita como “daño antropológico”, se descubrirá en ella una estrategia de supervivencia; es la respuesta de la sociedad y el individuo ─enraizada en el más profundo de los instintos humanos─ ante un medio hostil y amenazante: el castrismo, metabolizado en la Isla como Revolución. Esto es Cuba, el resto es solo distracción.
Nota del autor: Luego de terminado el presente artículo vi un video de Estado de Sats en el que Antonio Rodiles, ante una pregunta del periodista independiente Iván García sobre el apoyo mayoritario de los cubanos a la normalización, expresó: “Mi impresión es que la gente quiere salir de la miseria”. La coincidencia literal en este punto entre Antonio y yo es muy elocuente.
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Alexis Jardines Chacón
Alexis Jardines Chacón. Licenciado en Filosofía por la Universidad Estatal de San Petersburgo (Rusia), con especialización en Historia de la Filosofía. Tiene un M.A. en Filosofía por la misma Universidad, así como un Doctorado en Filosofía por la Universidad de La Habana, institución de la que fue profesor por más de 15 años y en la que alcanzó, como catedrático, la categoría máxima de Profesor Titular Principal. En el año 2011 se exilia en Puerto Rico y trabaja como Profesor Conferenciante en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras. Actualmente es Académico Distinguido Pérez Bengochea en la Universidad Internacional de la Florida (FIU).
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