Al parecer en Venezuela se ha
producido una división de poderes en la que el presidente de la Asamblea
Nacional, Diosdado Cabello, cumple el rol de cazador y verdugo.
Cabello ha asumido sin dificultades ese patrón, porque su manera de
hablar, gestos y conductas, se corresponden perfectamente con un
sicario, o con más precisión, con un gorila cuartelario de esos que
acostumbraban a interrumpir la vida política de América Latina al ritmo
de sus bayonetas.
Poco después de la muerte de Hugo Chávez, se especuló mucho sobre la
eventualidad de que sus herederos se despedazaran por el poder, pero no
ocurrió, al parecer acordaron repartirse el país, porque a fin de
cuentas es mejor una parcela de la hacienda que perderla por completo.
Entre Nicolás Maduro y Cabello se ha forjado una alianza. Perder el
poder en el mejor de los casos significaría largos años de encierro y el
destape de todas las tropelías, robos y fraudes en los que los jerarcas
del chavismo, incluido el difunto y su familia, han incurrido en todos
estos años.
Cabello es el gran protector de las formulas chavistas para conservar
el poder. Es un inquisidor. Es consciente que la mejor manera de
controlar el país es pugnando contra todos los molinos y, en caso de que
no existieran, está convencido que habría que inventarlos.
Diosdado es agresivo, intolerante y sectario. Un individuo nocivo que
disfruta de atemorizar. Por su condición de histórico del chavismo es
el mejor custodio de la malévola herencia del desaparecido caudillo.
El prontuario de Cabello en el chavismo no tiene igual. Fue alumno
del gran depredador. Participó como teniente en la intentona golpista de
febrero de 1992. Ministro de la secretaria de la Presidencia,
vicepresidente de la Republica, gobernador del estado de Miranda,
ministro del Interior y Justicia,
director de la Empresa de
Telecomunicaciones del Estado y aparte de presidir la Asamblea Nacional,
es vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela.
(Diosdado Cabello)
El déspota del Mazo, así se llama su programa de televisión, fue
ascendido por el presidente Maduro a capitán siendo asambleísta. Por
otra parte es el único legislador en el orbe que cuenta con el respaldo
expreso de las Fuerzas Armadas de su país.
Lo habitual es que las fuerzas armadas expresen su apoyo al
mandatario, no a quien dirija la asamblea legislativa, lo que avala la
opinión de muchos analistas de que el hombre que tiene el control de los
militares en Venezuela es Diosdado.
Cabello ha sido acusado de promover la violencia en los predios del
legislativo. En una ocasión el diputado Alfonso Marquina le dijo que
dirigía la Asamblea como si fuera un cuartel, un señalamiento válido si
se tiene en cuenta que el personaje es capitán, y que en varias
ocasiones ha vestido el uniforme siendo legislador.
El líder de la Asamblea, quien tiene muchas similitudes con el
cancerbero del castrismo Ramiro Valdés, dijo que mantenía un operativo
de seguimiento de la oposición, que sabía qué hacía, con quiénes se
reunía y hasta qué comían, algo que debe violentar hasta la precaria
legalidad chavista, porque la oposición a la que se refería está
representada en la Asamblea Nacional.
Su proyección de inquisidor no conoce límites. Actúa como si todavía
fuera ministro del Interior y Justicia. Afirma que la muerte de policías
y guardias nacionales es un complot en el que están involucrados los
paramilitares. En su programa, vestido de militar, no de civil, denunció
otro complot castrense, una nueva bufonada del chavismo.
Pero Diosdado, amén de policía, militar y legislador por
conveniencia, no por vocación, es un gran corrupto que no ha dudado
involucrarse en el narcotráfico, según numerosas denuncias, para
incrementar un patrimonio mal habido.
Una persona que estuvo muy próxima al legislador, Leamsy Salazar,
capitán de corbeta, jefe de seguridad y ayudante personal, acusó a
Cabello de ser el jefe del Cartel de los Soles, un importante cartel del
narcotráfico controlado por generales de las Fuerzas Armadas
Bolivarianas.
La corrupción de Diosdado en proverbial. El diario ABC informó que
tiene una casa de un millón trescientos mil dólares y Enrique Capriles
Radonsky, dirigente de la oposición, acusó al militar parlamentario de
ser el mayor corrupto del país y que cuando dejó la gobernación del
estado de Miranda los daños patrimoniales superaban los 300 millones de
dólares.
Cabello acusó de difamación a directores de 22 medios de
comunicación del país, por citar las denuncias de corrupción de Salazar,
pero la ONG Human Right Wacht -al tanto de lo que pasa en Venezuela-
declaró que los procesos penales por difamación impulsados por Diosdado
Cabello desnudan tanto el “carácter represivo de régimen” como la
existencia de un poder judicial “obediente", una realidad que conocen
ampliamente todos los venezolanos.
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