viernes, mayo 15, 2015

Eugenio Yáñez: : Monsieur le Président y su “momento histórico”. ¿Dónde quedaron los valores de la Revolución Francesa cuando visitó a Fidel Castro?


Monsieur le Président y su “momento histórico”
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¿Dónde quedaron los valores de la Revolución Francesa cuando visitó a Fidel Castro?
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Por Eugenio Yáñez
Miami
14/05/2015

No soy de los que se preocupa si un gobernante milita en un Partido Socialista de su país, siempre que respete el Estado de Derecho, la Constitución y las leyes de ese país. Como hicieron François Mitterrand, Olof Palme, Willy Brandt, Felipe González, Mario Soares, José Mujica, Michele Bachelet, y otros. Como ha hecho hasta ahora François Hollande.

También entiendo que cada gobernante vela por los intereses de su país, y ante este objetivo supremo todo lo demás es secundario. De no ser así, flaco servicio estaría brindando a sus ciudadanos, hayan votado a su favor o no.

No tengo caras feas si el presidente de Francia visita Cuba, condecora al Cardenal Jaime Ortega, inaugura una nueva sede de la Alianza Francesa en La Habana, camina por el Paso del Prado saludando cubanos, se reúne con estudiantes y profesores universitarios, participa en foros de empresarios en el Hotel Sevilla, promueve negocios y actividades comerciales, apoya a las empresas de su país, deposita ofrendas florales en el monumento a José Martí, recibe honores militares en el Palacio de la Revolución, se entrevista con Raúl Castro, y posteriormente comparte cena oficial con su anfitrión caribeño: todo eso es parte de su trabajo como presidente de todos los franceses.

Tampoco me molesta si está contra el embargo de Estados Unidos al régimen de los hermanos Castro: “Siempre ha sido la posición de Francia el levantamiento del embargo que traba el desarrollo de Cuba”. Sin embargo, no creo que “trabe” el desarrollo de Cuba, ni que es de las medidas “que tanto perjudicaron”, como si fuera causa fundamental de las penurias de los cubanos. No obstante, tiene derecho a su opinión y expresarla libremente.

Entendería incluso sus calabazas a reunirse con disidentes y opositores, si considera que no tienen suficiente peso específico o arrastre en la población para justificar arriesgarse a un encontronazo con la tiranía. Que lo entendiera no significa que lo apoyara ni que lo justificara. En los primeros momentos, ¿qué peso específico tenían quienes terminaron posteriormente asaltando La Bastilla, o los que se organizaban en La Resistencia para combatir a los nazis cuando invadieron Francia? Es decir, todos aquellos que forjaron los valores fundamentales e inconmovibles de la Revolución Francesa y todos sus aportes a la cultura política del mundo occidental. No tenían demasiado peso en los inicios. Aun así, podría entender a Monsieur le Président Hollande por asumir una posición de realpolitik y no de sentimentalismos, aunque emocionalmente no me hiciera gracia.

Hasta aquí. Porque lo que me cuesta mucho trabajo entender es que el presidente de una nación que atesora desde su nacimiento al mundo moderno valores fundamentales y decisivos de la cultura occidental y las libertades políticas, una nación con la que recientemente los demócratas del mundo se solidarizaron total y absolutamente cuando un grupo de energúmenos fanatizados masacró caricaturistas en París, pretendiendo aplastar la libertad de expresión, se me hace difícil entender, repito, que el presidente de Francia, tras reunirse por 50 minutos con lo que queda de Fidel Castro, personaje que fue siempre la negación de todos los valores que hicieron grande a la Francia moderna, declare plácidamente que había “deseado vivir este momento histórico”.

Porque aquí ya no estamos en campos del protocolo u obligaciones del cargo, pues en estos momentos lo que queda de Fidel Castro no ocupa ninguna posición de gobierno o partido que justifique ir a rendirle pleitesía entre sembrados de moringa, de espaldas a la realidad de los cubanos de a pie. Choca que Monsieur le Président de la République Française declare que “tenía delante mío un hombre que ha hecho historia”, y que “viniendo a Cuba yo deseaba reunirme con Fidel Castro”.

Calígula, Nerón, Atila, Gengis Khan, Hitler, Stalin, Mussolini, Mao, Ceaçescu, Pol Pot, Milosevic, Honecker, Kim Il Sung, Trujillo, Somoza, o Franco, hicieron historia, y eso no necesariamente implica que personas decentes estuvieran ansiosas de reunirse con ellos. ¿O sí?

Visita de pleitesía al exdictador cubano que solamente sirvió para escucharle disparates o incoherencias, porque el mismo presidente francés dijo que Castro “habló mucho” (lo mismo que en su momento dijo Mitterrand). En cincuenta minutos, si Fidel Castro “habló mucho”, y hubo traducción de por medio, ¿qué quedó para Monsieur le Président? Pas beacoup. No mucho. Quizás solamente alabarlo y embelesarse ante su presencia.

Tal vez ni el mismo presidente francés del país que proclamó la libertad, igualdad y fraternidad como sus paradigmas se haya dado cuenta, pero lo que hizo de caminar algunas cuadras por el Paseo del Prado y el Parque Central, y que vecinos y transeúntes cubanos se le acercaran a saludarlo y le dieran la mano en señal de respeto y afecto, sin que su escolta personal cayese en paranoias o aspavientos, es algo que los cubanos de a pie no han vivido desde hace muchísimos años, ni con Fidel Castro primero ni con Raúl Castro posteriormente. Esa es una de las muchas diferencias entre un líder democrático y un dictador totalitario.

Naturalmente, no hay que decirle al presidente francés lo que debería hacer y lo que no. Emocionarse con el tirano jurásico y rendirle pleitesía en Punto Cero es asunto suyo.

Yo, por mi parte, me emociono mucho más con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, documento seminal de la Revolución Francesa de 1789, y no admirando personajes siniestros como Fidel Castro, quien nunca respetó los ideales y principios de esa declaración ni tampoco los de la mismísima Revolución Francesa.

A quien por seguro la historia nunca absolverá, ni tampoco a sus admiradores fogosos.

© cubaencuentro.com

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Gafas de sol y sombre
Por Raul Rivero
Mayo 9 de 2015

Los políticos que trabajan para vivir en los laberintos eternos del poder suelen usar espejuelos y audífonos especiales para asomarse a la realidad. Después, con el paso del tiempo, cuando sus opiniones puntuales sobre ciertos asuntos no armonizan con el curso de la historia y los giros de la actualidad y sus agendas los obligan a decir lo contrario, tienen que recordar y citar a la fuerza para alcanzar un poco de tranquilidad aquellos versos del maestro Walt Whitman: "¿Me contradigo?/ Pues bien, me contradigo/ (soy inmenso, contengo multitudes)".

Sería pertinente que el socialista François Hollande repasara una buena traducción de ese poema del viejo Walt mientras el avión en el que viaja desciende esta noche estrellada sobre La Habana para realizar la primera visita de un jefe de Estado de Francia a Cuba.

Hollande viaja con una comitiva de importantes empresarios de su país, se entrevistará con Raúl Castro y, desde París, anunció su ilusión de tener un encuentro con "la figura emblemática" de Fidel Castro, ahora jubilado y dedicado a cultivar plantas alimenticias.

El viajero le lleva una condecoración al cardenal Jaime Ortega, abrirá una nueva sede de la Alianza Francesa, se reunirá con estudiantes en la Universidad y no tendrá ningún contacto con representantes de la oposición pacífica interna.
(François Hollande paseando y saludando por el Paseo del Prado habanero)

La visita responde, ha dicho la cancillería, a la coherencia de la política francesa que reclama, desde 1991, el levantamiento del embargo de Estados Unidos, al interés por abandonar la llamada posición común propuesta en 2003 por José María Aznar y a la necesidad de trabajar con Cuba, "uno de los principales actores de la región".

El presidente que aterrizará hoy en la capital cubana había escrito hace 12 años una nota en la que atacaba el embargo norteamericano y hacía este retrato del régimen: "Poder personal, incluso familiar, rechazo a cualquier tipo de elecciones libres, censura, represión policial, encarcelamiento de disidentes, campos de trabajo, pena de muerte, en suma, el arsenal completo de una dictadura".

La foto de Hollande es exacta; no hay cambio. Unas horas antes de la llegada de la comitiva francesa la policía política le daba una golpiza a la dama de blanco Sonia Garro y uno de los jefes gritaba: "Esta negra no escarmienta. Dale duro".

Cuando regrese de su visita histórica el líder socialista podrá firmar otra vez su artículo. Y volver a leer a Whitman.