EL HOMBRE SIEMPRE CONTRA EL HOMBRE.
Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
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"Y así, me apalearon y me echaron fuera/Y su risa fue como un agua hirviente, /y entre mis entrañas revivió la fiera,/y me sentí lobo malo de repente;/mas siempre mejor que esa mala gente". Rubén Darío, Los Motivos del Lobo.
Ciento cincuenta y dos años después de firmada la Proclama de Emancipación de los esclavos por Abraham Lincoln en enero de 1863, cincuenta y un años después de entrar en vigor la amplia e integral Ley de Derechos Civiles de 1964 y seis años y medio después de la elección de su primer presidente negro, los Estados Unidos siguen asediados por el fantasma de la intolerancia entre las razas. Los blancos contra los negros y los negros contra los blancos, porque el odio y la intolerancia en estos Estados Unidos de 2015 son como un río revuelto que corre en ambas direcciones.
De hecho, en vez de crear armonía entre las razas, la elección de Barack Obama ha exacerbado las pasiones y aumentado la grieta que divide a blancos y negros. Los negros han visto caer sus ya paupérrimos niveles de vida y siguen cautivos de un sistema educacional arcaico impuesto por los sindicatos de maestros alineados con el Partido Demócrata. Los blancos han escuchado a un presidente culparlos de las miserias de los negros y designar como sus representantes a líderes negros que han hecho de la confrontación racial un negocio personal. Los incidentes de los últimos seis meses en que ciudadanos negros han muerto a manos de la policía, ya fuera en forma justificada o en violación de la ley, han dado marcha atrás al reloj de la armonía entre las razas en este país.
Ante esta deplorable situación se imponen varias preguntas: ¿Cuál es el origen de esta animosidad entre hombres de distintas razas? ¿Está limitada dicha animosidad a diferencias raciales? Y ¿cuál sería una fórmula perdurable para lograr una sociedad capaz de vivir en armonía? Vayamos por parte.
El origen se remonta a los primeros pasos del hombre sobre la Tierra. La esclavitud era una situación aceptada y a menudo esencial para la economía y la sociedad de todas las civilizaciones antiguas. En la antigua Mesopotamia, India y China utilizaron esclavos en los hogares, en el comercio, en la construcción a gran escala y en la agricultura. Los antiguos egipcios los utilizaron para construir palacios reales y monumentos. Los antiguos hebreos también utilizaron esclavos, pero su religión les obligaba a liberar a los de su misma etnia en determinadas fechas. En las civilizaciones precolombinas (aztecas, incas y mayas) también se utilizaba a los esclavos en la agricultura y en el ejército. En el siglo VII, el islam reconoció la institución de la esclavitud que aplican hasta el día de hoy los endemoniados del Estado Islámico.
En el siglo XVI, numerosas pueblos, como los ashanti de Ghana y los yoruba de Nigeria, tomaron parte del comercio de esclavos, llevando a cabo guerras contra otros estados africanos para capturar personas y venderlas como esclavos a ingleses, españoles y portugueses. Estos infelices eran transportados como ganado a través del Atlántico para trabajar en minas y cultivos del recién descubierto Continente Americano. Entre los siglos XVI y XIX , los totales que ofrecen diferentes autores son escalofriantes: entre 15 y 20 millones de personas llegaron como esclavos a América, en unos 55 mil viajes de barcos negreros.
Ahora bien, ni todos los esclavos han sido negros ni la esclavitud ha sido la única forma en que un grupo étnico ha reclamado superioridad sobre otros grupos considerados como inferiores. En los mismos Estados Unidos, la persecución y casi exterminio de los hombres de piel cobriza representa una mancha sobre la historia de un país poblado por inmigrantes y estructurado sobre sólidos principios jurídicos y morales.
A principios del siglo XX les tocó el turno de ser discriminados a irlandeses e italianos que escapaban de la miseria de sus respectivos países. En la actualidad, inmigrantes procedentes de México y de otros países al sur del continente confrontan una situación similar. La ambivalencia y la hipocresía de la clase política han minado las posibilidades de lograr una solución legal y moral a una crisis migratoria que amenaza tanto a la economía como a la seguridad nacional.
Comenzando en 1933, el ensañamiento de los nazis contra los judíos produjo el saldo aterrador de unos 6 millones muertos en la orgía satánica del Holocausto. A estos se le sumaron víctimas gitanas, eslavos, homosexuales, testigos de Jehová, comunistas, y otros grupos "no arios". Asimismo, hace escasamente 20 años que las fuerzas serbias de la región de Kosovo llevaron a cabo una limpieza étnica contra grupos albaneses que culminó con el desplazamiento masivo de la población hacia países vecinos, en donde se instalaron en condiciones precarias, sin agua ni alimentos en campos de refugiados. Únicamente la intervención oportuna de los Estados Unidos impidió el exterminio de los albaneses.
Por otra parte, la persecución por razones religiosas ha sido otra muestra de la crueldad del hombre contra el hombre. El Nuevo Testamento dice que los primeros cristianos (comenzando por el propio Jesús) sufrieron persecución a manos de los jefes judíos de esa época. El emperador Nerón convirtió a los cristianos en chivo expiatorio por el incendio de Roma para escapar la ira del pueblo contra aquel acto barbárico.
En España, desde 1934 a 1939 (periodo que va desde la revolución de octubre hasta la Guerra Civil española) se contabilizaron alrededor de 10 mil católicos (sacerdotes, religiosos y laicos) asesinados por motivos religiosos. En el presente, se registran ejemplos de intolerancia o persecución hacia cristianos particularmente en países de África, entre ellos, Egipto, Marruecos, Nigeria, Kenia, República Centroafricana, y en Asia, en países como Pakistán, Indonesia, regiones de la India, Laos, y hasta en Arabia Saudita, donde la apertura de templos cristianos está prohibida.
Ahora bien, si el ataque del hombre contra el hombre es repulsivo el abuso del hombre contra la mujer es indignante. De mujer venimos y a todas ellas debemos de contemplar como hermanas de género de nuestras madres. Por desgracia, el mundo está lleno de fanáticos, de ignorantes y de mal nacidos. En África y en el Oriente Medio, a las mujeres le realizan la "ablación" de clítoris, que es la mutilación de los genitales internos femeninos para evitar que sientan placer sexual. En Irak, las mujeres sufren agresiones en plena calle a manos de los hombres. En Marruecos, la mujer cobra por su trabajo menos de un tercio de lo que cobra el hombre. Y en la India, donde las vacas valen más que las mujeres, las familias casan a sus hijas con hombres de edad mucho mayor a cambio de dinero.
Después de este breve recorrido por la historia de la maldad del hombre contra el hombre, nadie en su sano juicio podría negar que los Estados Unidos se encuentran a la vanguardia del mundo en lo relativo a la armonía social y al respeto de los derechos humanos. Sin embargo, todavía queda mucho trabajo por hacer para lograr aunque sea una semblanza de armonía entre las múltiples piezas del rompecabezas social y demográfico norteamericano. Son muchos los intereses en juego para los bandos que insisten en prolongar el conflicto, tanto blancos como negros, hombres como mujeres, ciudadanos como extranjeros.
Se impone, por lo tanto, un gran diálogo nacional entre todos los segmentos de la sociedad norteamericana. Los sectores más prósperos--principalmente los blancos--deben sentarse a negociar teniendo en mente que el problema es de todos y que la injusticia contra cualquier grupo minoritario pone en peligro la seguridad y la prosperidad de todos los ciudadanos. Los grupos minoritarios tienen que desistir del ritornelo de proyectarse como víctimas, dejar de demandar indemnizaciones por injusticias ancestrales ya superadas, admitir sus errores y asumir la responsabilidad por sus problemas familiares, educacionales y morales. Tarea gigantesca por ambas partes pero imprescindible si queremos preservar las bondades de la democracia, la libertad y la libre empresa de esta nación excepcional. Una nación que, aunque imperfecta, es un paraíso de donde nadie quiere irse y adonde todos quieren venir, hasta los propios enemigos de los Estados Unidos.
5-5-2015
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