(Moros y cristianos con chicharrones o congrí oriental)
El derecho de comer
Por Nicolás Águila
22 de junio de 2015
El derecho de comer es el derecho fundamental número uno del ser humano. Una obviedad, seguramente, pero hay verdades que por obvias no se dicen y como no se dicen se olvidan. Comer es el más impostergable de los derechos humanos precisamente por ser el menos humano. O sea, el que más tiene que ver con la condición biológica del hombre en tanto que criatura del reino animal. Y el que tenga dudas que se lo pregunte a Pánfilo, el gran reivindicador de “la jama, asere”.
Evidentemente los derechos humanos más ennoblecedores no son los que nos recuerdan que el Homo sapiens es un ser biológico antes que un ser social, sino los que tienen que ver con la libertad de conciencia y de expresión. Por lo que cuando se le quita a todo un pueblo el derecho de decir libremente lo que piensa en la calle y en los medios de comunicación, así como en la asamblea, en la cátedra y en el templo, eso provoca más indignación que una larga relación de penurias y calamidades económicas.
Ahora bien, se nos podrá prohibir hablar en voz alta y en público, pero no que uno piense y diga lo que
siente en privado. Es que ni siquiera en el aislamiento de la celda le pueden tronchar a un preso político su vocación de libertad e impedirle ser mucho más libre —y desde luego más digno— que sus verdugos, aun cuando lo puedan moler a palos. O matar de hambre y de sed, que son dos formas de tortura muy usuales en las cárceles cubanas.
Mas si la falta de libertades políticas puede hallar como compensación al menos el retraimiento subversivo, cuando el mal es de comer no valen cuentos de hadas. La comida deja de ser una preocupación sólo cuando no falta, y es entonces que la mente puede ocuparse de asuntos más elevados. "Ganado tengo el pan: hágase el verso," dejó dicho Martí con muy buen sentido de las prioridades vitales.
De ahí que, cuando no hay nada que poner en la mesa, la comida se vuelve una obsesión desde que uno
se levanta hasta que se acuesta. O si no, que lo digan las madres cubanas que mandan a sus hijos a la escuela dándoles por todo desayuno una ración de "sopa de gallo", o sea un vaso de agua con azúcar,
que es el socorrido recurso de la miseria socialista para engañar el estómago por un rato hasta que se dispare de nuevo la alarma del apetito.
El hambre se puede entretener, se puede aguantar y hasta se puede sublimar, pero no admite sustitutivos. Y genera tal grado de ansiedad que hace a la gente concentrarse más en su hambre y la de su familia que en los graves problemas del país. Se ha podido constatar incluso que la
agudización de los desabastecimientos en Cuba es utilizada como un mecanismo represivo más para que el ciudadano no piense en otra cosa y se comporte como un ser primario resolviendo la comida.
Y ésa es la otra tiranía, la del inevitable verbo resolver que, en su nueva acepción de lucha angustiosa por la supervivencia, se conjuga en todos los tiempos y personas en un país que no es fácil. Es decir, donde la vida cotidiana se ha vuelto un drama totalmente centrado en la busca desesperada del alimento y de las cosas más simples de este mundo.
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Nota del Bloguista de Baracutey Cubano
Ese plato era quizás el más tradicional de todos los platos cubanos antes de la llegada del Castrismo al poder een Cuba.
A mi padre le gustaba el bistec de palomilla cubierto por una buena cantidad de papas fritas ¨a la juliana¨. Murió en Hialeah a los 93 años de nada relacionado con el colesterol y su mente estaba clarísima.
En la casa de Cuba antes de la Revolución los hijos nos poníamos contentos cuando no teníamos bistec de palomilla o bistec de riñonada en el almuerzo o la comida y teníamos sardinas con huevo y papas salcochadas o spaguetis con jamón y queso o pollo en alguna variante o picadillo de res. El bistec era diario y casi siempre mañana y tarde; no recuerdo haber comido filete salvo el filete de puerco, la langosta la comimos en dos ocasiones; los camarones eran cada 15 días aproximadamente; nunca comimos calamares por ser muy caros y a mis padres no les gustaba los alimentos enlatados salvo las sardinas. Nosotros eramos clase media baja de La Habana. Los más pobres del barrio consumían ¨recortes¨ de tasajo o de bacalao que era lo que quedaba cuando despachaban tasajo o bacalao o consumían picadillo. El hueso para la sopa lo daban gratis y la falda (carne de segunda) para hacer sopa, ropa vieja, carne con papa, etc. era entre 25 y 35 centavos la libra aproximadamente. Había proteinas para todos los bolsillos.
Cuba tenía en 1957 0.97 res por habitante y era uno de los países que consumía más carne en el mundo. Las terneras en Cuba eran sacrificadas para que no bajara el precio de la carne de res que era de 45 centavos la libre cuando era carne de primera.
El potaje de frijoles negros no los hago como la receta propuesta, pues me gusta sin puré de tomate o muy poco, bastante oregano, una hoja de laurel, ají cachucha, un chorrito de vino seco , más lo que dice la receta: sal, azucar, cebolla y ajos.
Los plátanos maduros fritos los hago pelando los plátanos, picándolos dejándolos un ratico en agua con un poquito de sal y después de un rato freirlos; después de fritos echarles una pizca de sal.
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Bistec de palomilla cubano con arroz blanco, frijoles negros y plátanos maduro fritos
Ingredientes:
1 bolsa (1 lb.) de frijoles negros secos (también se pueden usar frijoles rojos)
3 tazas de arroz blanco (yo uso una olla de arroz)
1/2 de una cebolla mediana, picada
1/2 de una cebolla grande, cortada en tajadas redondas
1/2 de un pimentón verde, picado (también se puede usar pimentón rojo)
6 dientes de ajo, picados
1 lata de salsa de tomate
1 cucharada de azúcar
Bistec de palomilla (u otro corte delgado)
1 caja de plátanos maduros fritos (comprada en tienda)
Sal y pimienta al gusto
Preparación:
1. Primero que todo, hay que empezar con los frijoles negros. Estos demoran un tiempo para estar, por eso siempre uso una olla a presión. Abrir la bolsa de frijoles y verter su contenido en una olla a presión. Agregar agua (NO AGREGAR sal, pues los frijoles no se cocinarán bien). Dentro de la olla, hay 2 marcadores mostrando hasta donde llenar la olla de agua. Siempre lleno la olla hasta el nivel más alto, pues me gustan mis frijoles con más caldo. Usar menos agua si los prefieres más espesos. Sellar la olla a presión y ponerla sobre fuego alto. Una vez que se active el sello de presión, dejar que los frijoles se cocinen durante 30 minutos.
2.Mientras que los frijoles se cocinan, prepara el sofrito. Este se lo añadirás a los frijoles después de que estén cocidos. Primero, saltear la cebolla picada por unos minutos. A mí me gustan bien dorados. Luego, añade el pimentón picado y saltea todo jungo. Una vez el pimentón esté bien cocinado, agrega la mitad del ajo picado (aproximadamente 3 dientes). Saltear todo otro minuto más, y apagar el fuego. Poner a un lado.
3. Mientras tanto, deja que el bistec se marine un rato. Este paso se puede hacer antes de empezar a cocinar los frijoles o inmediatamente después. Usar las rebanadas de cebolla, el ajo restante, y jugo de limón para marinar el bistec por lo menos 30 minutos (o lo puedes dejar de un día para otro en el refrigerador).
4. Cuando los frijoles estén cocidos (detalles abajo), cocinar el bistec. Sacar del regrigerador el bistec ya marinado, sacudir la cebolla y el ajo; poner a un lado. En una sartén pequeña, añadir aceite y fritar el bistec por 3 a 5 minutos por cada lado o hasta que esté bien cocinado. Como el bistec es bien delgado, se cocinará rápido. Recomiendo esperar hasta casi antes de servir la comida para cocinar el bistec. Sazonar al gusto.
5. Una vez el bistec esté ya cocido, verter la cebolla en rebanadas y lo que resta del ajo (lo que estaba en el marinado), fritar todo hasta que esté bien dorado; esto hace un delicioso aderezo para el bistec.
6. Para terminar los frijoles negros, apagar la olla a presión después de 30 minutos sobre el fuego, y dejar que enfríe hasta que la presión se calme. Alguas personas dejan ponen la olla bajo agua fría para bajar la presión más rápido. Cuando la presión haya bajado, destapar y usar una cuchara para revolver y amasar los frijoles negros un poco. Volver a poner la olla ahora destapada sobre fuego medio, y agregar la lata de salsa de tomate y el sofrito. Revolver bien y sazonar al gusto. Al final, agregar la cucharada de azúcar (¡es un secreto cubano!).
7. Después de saltear el sofrito y antes de cocinar el bistec, debes haber fritado los plátanos maduros. Lamentablemente, no pude encontrar maduros buenos en mi tienda local; compré una caja de maduros ya fritos. Están bien, pero definitivamente quiero hacer mis propios maduros para la próxima.
¡Y ya estás listo para comer! Servir en un plato con el arroz blanco, los frijoles negros encima, el bistec con el sofrito de cebolla y los maduros a un lado. Este plato es el típico plato cubano. ¡Buen provecho!
Imagen vía Irina Gonzalez
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