Cómo Fidel Castro y cómplices secuestraron al "Cuarto Poder" en Cuba
Cómo Fidel Castro secuestró al "Cuarto Poder" en Cuba
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Joven periodista cubano investiga los meses de 1959 a 1960, en que se dio el golpe maestro para secuestrar el denominado “Cuarto Poder”. El ensayo está disponible en internet y fue escrito dentro de la isla.
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Martinoticias.com
febrero 11, 2016
El libro de ensayo La imposición del silencio: Cómo se clausuró la libertad de prensa en Cuba acaba de salir al mercado de internet, a cargo de la editorial madrileña Hypermedia.
Su autor es el joven periodista Waldo Fernández Cuenca quien, desde La Habana, realizó una minuciosa búsqueda de datos en hemerotecas, las pocas que sobre el tema se pueden consultar en Cuba. El tema de la censura férrea que estableció la denominada Revolución cubana desde sus inicios es difícil de documentar, pero no imposible, según acaba de demostrar Fernández Cuenca.
Antes de este volumen, existían centeneras de artículos que trataron de poner “en blanco sobre negro” cómo fue el proceso de redireccionamiento de los medios hacia un partido único, pasando por un periodo de transición que duró pocos meses a partir del inicio de 1959.
Entrevistado por el programa Contacto Cuba, de Radio Martí, Fernández Cuenca, de 31 años, comentó que siempre tuvo la duda de cómo fue ese proceso de secuestro del llamado “Cuarto Poder”. Mientras estudiaba Comunicación Social (antiguamente la carrera se llamaba Periodismo) en la Universidad de La Habana, tomó nota de cómo enfocaban los planes de estudio para convertir al comunicador en un propagandista, argumentó el investigador.
Cubierta de Hypermedia para el libro de ensayo de Waldo Fernández Cuenca.Cubierta de Hypermedia para el libro de ensayo de Waldo Fernández Cuenca.
Luego de graduarse, Fernández Cuenca se abstuvo de trabajar en medios oficiales (los únicos permitidos en la isla), pero ejerció el Periodismo de manera independiente en medios como Espacio Laical, Palabra Nueva y Diario de Cuba, este último editado en el exterior.
En la presentación o preámbulo del libro, el autor expresa lo siguiente:
“Este libro es un intento por repasar más de medio siglo después los acontecimientos que llevaron a la rápida muerte de la libertad de prensa en Cuba, con la llegada de Fidel Castro al poder en 1959. Como en toda sociedad cerrada, la labor de un periodista en Cuba —desde esa fecha hasta la actualidad— ha encontrado innumerables escollos, que van desde un difícil acceso a las fuentes hasta la imposibilidad de abordar y debatir los temas más candentes de la realidad nacional con plena libertad. Al estar todos los medios de comunicación controlados por el gobierno, solo existe una versión de los hechos: la gubernamental”.
El periodo que investigó va de 1959 a 1960, según se puede leer en un epígrafe interior del volumen. En ese año, aparentemente, se dio el golpe maestro.
Preguntado por cómo la revista centenaria Bohemia pudo ser secuestrada por los barbudos, Fernández Cuenca recordó que esa publicación siempre simpatizó con la figura de Fidel Castro, a quien veía como un joven rebelde atractivo. Luego el director, Miguel Ángel Quevedo, se dio cuenta del giro de Castro hacia el totalitarismo y no le quedó más remedio que abandonar “el barco”.
Así sucedió con otras publicaciones, sin contar las que fueron directamente clausuradas. En estas páginas se puede encontrar cómo fue que desapareció el influyente y conservador Diario de la Marina, que incluso, recuerda el autor del ensayo, al principio sufrió el mismo encantamiento con el dictador que venía de camino.
Por ahora, comenta el autor, sería muy difícil publicar el libro en Cuba. “Aunque se editen libros como el de Orwell, 1984, éste habla directamente de Fidel Castro, y hablar mal de Fidel sigue estando prohibido”.
De momento, dice Fernández Cuenca, existe la opción de descarga digital y de unos envíos por correo electrónico que Hypermedia hace a la isla.
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JOSÉ IGNACIO RIVERO Y EL VALOR DEL EJEMPLO
Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
Han pasado 51 años desde el 10 de mayo de 1960 en que los vándalos del castro-comunismo desataron su furia primitiva contra aquel templo de la verdad, la ética y el servicio que se llamó Diario de la Marina. Quienes fuimos testigos de la borrachera de adulación y de histeria de la Cuba de 1959 con su secuela de intimidación y violencia contra quienes se enfrentaban al entonces pichón de tirano no podemos por menos que sentir una gran admiración y un profundo respeto por José Ignacio Rivero. El vio tormenta donde otros veían fiesta y no tuvo miedo de dar la voz de alarma aún al riesgo de convertirse en víctima de la hostilidad y la maledicencia de las masas enardecidas.
Sintió la tierra sacudirse bajo sus plantas y no le temblaron las piernas. Vio su seguridad personal amenazada por la violencia y enfrentó el reto con la paz interior de los creyentes y los predestinados. Supo que seria despojado de sus bienes materiales y optó por perder la bolsa antes que perder el honor. Eso señores es ser un periodista digno, un cubano patriota y un hombre de cuerpo entero. Es ser nieto de su abuelo Nicolás y ser hijo de su padre Pepín Rivero quienes siempre consideraron al periodismo, mas que una profesión, un sacerdocio. Es tener el coraje, la vergüenza y el sentido común de predicar con el ejemplo.
Comenzando en el Siglo XIX, tres generaciones de Rivero dedicaron tiempo, dinero y esfuerzo a hacer del Diario de la Marina un periódico moderno, moderado y elegante en impresión, redacción y estilo. Sus lectores sabían que en ese periódico no había espacio para el escándalo ni para la diatriba sino para la información veraz, la denuncia justificada y el comentario razonado. Con plumas de la categoría de Jorge Mañach, Paco Ichaso y Gastón Baquero existían sobradas razones para que se le bautizara como el “Decano” de nuestra prensa escrita. Una especie de Ceiba majestuosa y centenaria que daba sombra y abrigo al Liborio y al Juan Bimba contra las veleidades de políticos corruptos y el hostigamiento de tiranuelos de turno.
(José Ignacio Rivero)
Esa es precisamente la principal labor de una prensa libre y digna que no es, como dicen algunos, “el cuarto poder” sino el primero de todos los poderes en una república democrática a la hora de proteger al ciudadano frente al estado todopoderoso. Porque, en esa república democrática, el ciudadano es el soberano y, sin ciudadanos, no hay ni estado ni razón alguna para su existencia.De hecho, la libertad ciudadana comienza y termina en la libertad de prensa porque sin libertad de prensa no hay libertad ciudadana. Y como ha quedado demostrado desde tiempos inmemoriales la primera víctima de todos los tiranos es el derecho de los ciudadanos a ser informados y a formular quejas contra los abusos de poder. Eso pasó en Cuba, esta pasando en Venezuela y, aunque algunos lo duden, podría pasar en los Estados Unidos gracias a una prensa sin pudor ni equilibrio en su adoración a un falso Mesías sagaz en su prédica y escurridizo en su estilo.
Volviendo a la Cuba de 1959, fueron pocos los periodistas y menos los periódicos que supieron cumplir su función de guardianes de la libertad. Una de esas excepciones fue Prensa Libre y uno de esos adalides fue mi amigo Humberto Medrano. En un artículo titulado Los Enterradores y publicado el 14 de mayo de 1960, con motivo del entierro simbólico del Diario de la Marina en la escalinata de la Universidad de la Habana, el Subdirector de Prensa Libre escribió: “Es doloroso ver enterrar la libertad de pensamiento en un centro del cultura. Es como ver enterrar un código en un Tribunal de Justicia….Pero lo mas doloroso es ver como con esos entierros vergonzosos de la libertad de expresión están enterrando los principios por los que tanta sangre se ha derramado en nuestro suelo desde la Guerra de Independencia…..Y como, si siguen por ese camino, terminarán enterrando la Revolución”.
Palabras proféticas sobre una pesadilla de la cual no hemos salido todavía después de medio siglo de lágrimas, sangre y martirio. La semana pasada, José Ignacio Rivero, como tantos otros cubanos, falleció en el destierro. Sus restos recibieron cristiana sepultura lejos de la tierra amada pero su pensamiento y su ejemplo seguirán iluminando la obra de la reconstrucción moral de la patria que tendrán que emprender muy pronto las nuevas generaciones de cubanos.
No podríamos culpar a quienes, ante el panorama desolador de estos largos y dolorosos años, opten por abandonar toda esperanza y darse por vencidos. Pero los adictos al optimismo vemos oportunidades en los retos y esperanza en la desesperación. Quienes creemos en un futuro esplendoroso para Cuba y su democracia estamos convencidos de que la página heroica escrita por José Ignacio Rivero cobrará vigencia con el transcurso del tiempo y servirá de enseñanza a las futuras generaciones de periodistas cubanos. Junto a las técnicas de reportaje, los estilos de redacción y los métodos de administración de periódicos, el programa de nuestras futuras escuelas de periodismo debe incluir una cátedra de Etica Periodística donde se destaque la función del periodista como guardián de los derechos ciudadanos. Su nombre obligado y justo será Cátedra José Ignacio Rivero, el hombre, el cubano y el periodista que en los momentos más críticos de nuestra historia nacional predicó con el valor del ejemplo dándonos el ejemplo de su valor.
Por Humberto Medrano
INTROITO
Uniéndonos al sentir del Dr. Horacio Aguirre y el DIARIO LAS AMERICAS, con esta reproducción de nuestro artículo “Los Enterradores”, rendimos este homenaje póstumo al Dr. José Ignacio Rivero, entrañable amigo y compañero de muchas batallas por la libertad de Cuba. Tras la confiscación del DIARIO DE LA MARINA, las turbas castristas, disfrazadas de estudiantes, realizaron un entierro simbólico del mismo al pie del Alma Mater de la Universidad de La Habana el 13 de mayo de 1960.
Al día siguiente, 14 de mayo de 1960, publicamos en PRENSA LIBRE nuestra protesta, “Los Enterradores”, que por sí sola se explica. A los dos días, 16 de mayo de 1960, PRENSA LIBRE corrió la misma suerte.
A continuación,
Por Humberto Medrano
La Habana, Cuba
14 de mayo de 1960
Es doloroso ver enterrar la libertad del pensamiento en un centro de cultura. Es como ver enterrar un código en un Tribunal de Justicia. Porque lo que se enterró anoche en la Colina no fue un periódico determinado. Se enterró simbólicamente la libertad para pensar y decir lo que se piensa.
Doloroso es también que en ese Centro se profieran insultos, y se calumnie y se amenace a periodistas honorables que han dedicado una vida al cumplimiento estricto de sus deberes profesionales y ciudadanos, sin traicionarlos jamás. Y que jamás han empleado el insulto, ni el denuesto como arma polémica, ni han denigrado a nadie por el hecho de no pensar como ellos. Pero desgraciadamente ha llegado hasta la Universidad la ola de odio que nos bate. Claro que no a la mayoría de los estudiantes. Pero sí a algunos líderes de apresurados y tardío expediente, que se prestan a servir de marionetas para contribuir a la demolición de nuestras libertades.
Pero lo más doloroso es ver cómo con esos entierros vergonzosos de la libertad de expresión están enterrando los principios por los que tanta sangre se ha derramado en nuestro suelo desde la Guerra de Independencia.
Cómo traicionan y entierran el sacrificio de nuestros mambises, el ejemplo de Martí, la inmolación de tantos mártires. Cómo entierran las aspiraciones legítimas de un pueblo noble y heroico. Y cómo, si siguen por ese camino, terminarán enterrando la Revolución.
Y no se diga que esa es la acción del pueblo. Los escasos miles de curiosos que allí se congregaron en son de fúnebre “pachanga” no pueden representar la voluntad del pueblo. Consternados quedarían os promotores de ese carnaval macabro si pudieran conocer la opinión de los millones de cubanos que no asistieron y que sintieron repugnancia por tan amarga bufonada.
No se engañen. La multitud de ayer, junto a las multitudes que convocaban y reunían Hitler, Mussolini y Perón, son una mera “fiestecita familiar”. Sin embargo, recuerden cómo la humanidad entera execra su memoria. La voz del pueblo, su verdadera voz, está en las inmensas mayorías que no asistieron y que condenaron en silencio esos intentos de regresar a la bárbara etapa del predominio de la fuerza bruta sobre las jerarquías del espíritu.
Colofón obligado de ese acto ha sido el comentario del periódico “Revolución”. El título de ese comentario lo dice todo: “Prensa Libre en el camino de La Marina”. No tenían que decirlo. Todo el mundo lo sabe. Como sabe que nadie más interesado en colocarnos en él que los magnates de “Revolución”, para apoderarse de nuestros talleres y rotativa. Ese es el único periodismo –aparte de insultar y calumniar sin recato- que saben hacer.
Con la estrategia de Goebbels y la táctica dialéctica del comunismo tuercen nuestra actitud. Y dicen que estamos con La Marina. No, señores piratas, nosotros no estamos con La Marina, como no estamos con ningún periódico.
Estamos con Cuba y con PRENSA LIBRE. Pero estamos contra el procedimiento empleado para silenciar ese diario.
Estamos contra el empleo de la fuerza para acallar la voz de cualquier ciudadano, sea periodista o no. Estamos contra el sistema de taparle la boca al adversario, porque ese es el sistema de los más abominables totalitarismos.
Y estamos contra esa clase de periodistas que callan los desmanes de algún funcionario o de alguna autoridad. Si por ustedes hubiera sido, nadie hubiera sabido los maltratos perpetrados contra los presos políticos en La Cabaña, que dieron origen a una denuncia de un Magistrado del Tribunal Supremo y a una investigación por parte del Gobierno. Ni se hubieran sabido los intentos de coacción a los magistrados de la Sala Quinta. Ni se hubiera sabido la verdad de la agresión armada por elementos comunistas en el recibimiento del Dr. Sánchez Arango.
Ustedes nos plantean la disyuntiva que hay que estar con o contra la Revolución. Pero habrá que preguntarles con cuál Revolución. Si con la Revolución Cubana que depuso a un tirano y planteó de inmediato la liquidación del peculado, la reparación de viejas injusticias y la afirmación de nuestras esencias patrias, o la Revolución de los excesos, de las mentiras, del odio, de los asaltos a periódicos independientes. Porque junto a la primera estamos y está el pueblo de Cuba. Pero junto a la segunda no están más que ustedes y un grupito de comunistas que quieren transformar la primera para saciar sus apetitos y propiciar sus planes de perturbación.
De lo que pueden estar seguros es que no daremos un paso atrás. Que vemos como aumenta el acoso. Cómo se va cerrando el cerco. Cómo avanzan inexorablemente los planes de exterminio. Ustedes cuentan con todos los resortes. Para eso han copado las dirigencias de todos los sectores. Nosotros no tenemos más que el inmenso poder de la verdad desarmada. Eso nos basta. Porque junto a la verdad está la inmensa mayoría del pueblo. Y ésa es la que cuenta. Como cuentan los ideales de Dios, Patria, Familia, libertad y justicia que a toda costa defendemos.
Mientras tanto, aquí estamos. Librando una batalla desigual. Pero firmes y serenos.
Armados de nuestras convicciones. Las mismas por las que hemos arriesgado todo tantas veces. Las mismas por las que, pase lo que pase. No daremos un paso atrás.
Con Dios, Con Cuba, con la Libertad.
La Habana, Cuba
14 de mayo de 1960.
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