De la marca “The Rolling Stones” y de un pueblo matungo y obediente. Zoé Valdés sobre el concierto de The Rolling Stones en La Habana Cuba
Por Zoé Valdés
Marzo 26 de 2016
Allí estuvo el pueblo cubano, tarde, pero que muy tarde, en una cita con The Rolling Stones, mi grupo predilecto, el que oía de manera escondida en mi juventud. En esta ocasión tampoco pude verlos en vivo en esa Habana donde nací y crecí soterrando, disimulando todo lo bueno, que sólo por ser bueno tenía que ser ilícito, vedado. No estuve en esa cita tardía porque soy una cubana verdaderamente exiliada, mis libros están prohibidos en Cuba, por cualquier parte donde, incluso fuera de Cuba, asomo la cabeza, el régimen castrista trata de tumbármela. Y continúan pretendiendo silenciarme. A eso se han prestado también gran parte de los escritores que viven adocenados al régimen cubano, aunque se empeñen en demostrar lo contrario. Muchos de ellos, cómplices al fin, hablan mal de mi a mis espaldas o sencillamente evitan nombrarme. Lo mismo sucedía y sucedió durante décadas con The Rolling Stones, no existían, de ellos no se hablaba, o se hablaba para mal. En ningún libro ninguno de esos escritores los nombran. Para la gran mayoría de ese pueblo que anoche fue a aplaudirlos y a bailar gratis su música no servía, era la música del “imperialismo yanqui”, del capitalismo “decadente”, por muy ingleses que ellos hubieran nacido. O sea, por todo eso no estuve allí, porque además tampoco me apetece entregarle mi presencia a una dictadura, y menos a la castrista. Entre otras cosas, principalmente para ser libre, me largué de Cuba para oír y ver en vivo a los músicos que he querido, y he pagado con mi dinero por ello, como se hace en el mundo normal. Así ha sido.
The Rolling Stones se negaron a tocar en la Sudáfrica del Apartheid, pero aceptaron hacerlo en el Apartheid castrista. Babalú blog escribió sobre el tema, yo lo reproduje en este blog. Me cuentan mis amigos desde Cuba que por imponerles les impusieron hasta los músicos, un coro más revolucionario que el otro más Papista (por cierto, el Papa intentó prohibir el concierto). Y ellos se dejaron que les impusieran el coro. Tenían que dar el concierto, de patria o muerte.
Viendo las imágenes en vídeo de ese pueblo cubano, medio millón dicen unos, trescientos mil aseguran otros; bailando desenfrenados, aunque medio matungos y bastante flojos cuando Mick Jagger se dirigió a la multitud en español, y se refirió a la “prohibición” y los “cambios”, me digo que ahí tuvieron un regalo que no se merecen. Un concierto gratis de los abuelos del rock a un pueblo confabulado durante más de medio siglo con el régimen en contra de esa misma música. Un pueblo que lo mismo apalea que aplaude. Los que en una época se resistieron, que los hubo, fueron a dar con sus huesos a la cárcel o al exilio. Estoy segura que tampoco los que se resistieron pudieron ni quisieron asistir al concierto de anoche en La Habana. Por una simple razón, para ellos -que sí se lo merecen-, el concierto no era gratis. Según he sabido por personas que viajaron a la isla para presenciar el fenómeno, el paquete por persona, con el viaje, el hotel y el concierto incluido costaba tres mil euros, desde Europa, que es lo que yo conozco porque es donde vivo. Gran cantidad de extranjeros pagaron sin embargo para estar en ese concierto (o sea que no todos eran cubanos), aunque puedo imaginar que una parte de los cubanos que viven “quedaditos” en el extranjero hicieron lo mismo, pagaron por asistir. O sea, de gratilandia nada de nada. Y eso, si los consulados cubanos no les negaron la visa de entrada a su propio país.
Y claro, como a los cubanos sólo les ha costado más de medio siglo de prohibición, cárceles y exilio para algunos, y para colmo carecen de memoria, ya están reclamando, es más ya están exigiendo, la presencia gratis e inmediata de otros músicos. Como mismo veían las películas robadas por Omnivideo y como mismo vieron las películas de Pedro Almodóvar porque él las regaló al ICAIC, y como mismo han leído, si es que lo han leído, Memorias de Adriano, sin pagarle derechos de autor a Marguerite Yourcenar, que murió y no dejó descendencia. Lo mismo con El Monte de Lydia Cabrera. O sea, todo lo que sea gratis y aprobado o robado por el régimen, ese pueblo tibio, lo recibe eufórico, “disciplinado”,cumpliendo obediente con las orientaciones del Granma. ¿Vio alguien algún cartel reclamando libertad y democracia? Y eso que era el momento de sacarlo.
Pero vamos a contestarle a Mick Jagger, que parece se cree eso, sí, cómo no, de que en Cuba están cambiando las cosas sólo porque a ellos los invitaron a tocar gratis (aunque no tan gratis, me cuentan que la televisión extranjera que los filmó pagó dos millones de euros para conseguir el derecho de hacerlo), y ellos más cerca de la Coca-Cola (marca al fin) que de los músicos rebeldes que una vez fueron, allá viajaron y actuaron. Contestémosle entonces: Mientras The Rolling Stones tocaba en Cuba para medio millón de carneros, que asistieron al concierto como mismo asisten a la Plaza de la Revolución a aplaudir al tirano, a otros grupos de rockeros y de opositores la policía política les impidió salir de sus casas. Hubo detenciones, o sea hubo una vez más represión. ¿A eso se le puede llamar cambios? De ninguna manera.
El concierto fue “histórico”, se jactan algunos, pero la verdad es que su estancia en la Cuba de los Castro y el concierto mismo frente a un pueblo aletargado empañaron los principios de libertad que ellos han defendido en el pasado con su música y sus abanderadas posiciones políticas. Un pueblo amodorrado, sí, démosle el beneficio de la duda, que como muñecones de cuerda lo mismo batuquean el culo al son de un reggaeton que entran en trance (aclarando por si acaso que lo de ellos no es el rock) y pasan el muerto del pasado a través de sus maltrechos cuerpos y desnutridas mentes. Como dice Blázquez Mijares: “Hasta la escoba de la casa fue al concierto”. Y esta vez obligada, digo yo. ¡P’a lo que sea Rolling Stones, p’a lo que sea! Por el momento.
Lo que trajo el barco.
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