Por Esteban Fernández
Marzo 24 de 2016
Ya he leído más de 20 escritos sobre el viaje de Barack Obama a La Habana. Casi no hay nada que agregar. Prefiero simplificar las cosas y decir que -como todo el que tiene dos dedos de frente sabía y pensaba- ¡FUE TREMENDA BASURA!
El renacuajo con ínfulas de general que recibe a cuanto mequetrefe llega a Rancho Boyeros brilló por su ausencia. Y yo le pregunto a quien desee justificar el desaire de esta alimaña ¿Qué cosa tan importante tenía que hacer en ese momento un tipejo que manda absolutamente en Cuba y puede suspender en cinco minutos cualquier compromiso adquirido? Pero vamos a ser justos porque dicen las malas lenguas que estaba muy ocupado con un moreno bien dotado del barrio de Pogolotti.
El tirano mayor (aunque hoy parezca un enano decrépito y jorobado retirado del Gran Circo Santos y Artigas) tampoco se dignó a darle la bienvenida en Punto Cero. Y que nadie me diga que su senilidad le impidió la entrevista porque él recibe a cuanto buchipluma considere importante desde Nicolás Maduro hasta el drogadicto Diego Armando Maradona.
Desde luego, fue una salvación para Obama que la bestia está en tan malas condiciones porque antiguamente hubiera barrido el piso con él y hubiera mapeado la Plaza Cívica con un vestido de Michelle. La burla hubiera sido de mayores proporciones.
Al otro día logró reunirse con “la china loca” y este se dio el gusto en varias ocasiones de “tirarlo a mondongo” El discurso de Obama fue diciendo las cosas que “le gustaría que sucedieran en Cuba” sin atreverse a decir: “¡Y si no suceden no van a recibir de USA ni un sólo billete verde con la foto de Washington!” Y el discurso de Raúl se puede concretar de la siguiente manera: “Aquí vamos a hacer lo que a mi hermano y a mí nos salga de las entrañas, y ya tengo casi listo a mi hijo Alejandro para que siga la tradición familiar”
La pregunta que yo les hago es: ¿Cuándo ustedes han visto al presidente Barack Obama asistiendo a un partido de pelota? Contadas veces. Lo de él es el básquetbol y el golf. Entonces ¿qué hacía en ese maldito juego haciendo “la ola” y congraciándose con quien solamente unas horas antes le había quitado soberbiamente la mano cuando guataconamente intentó pasársela por encima al tirano sustituto? (Ver foto que encabeza este artículo)
Y además de eso ¿por qué en lugar de estar comiendo lo que pica el pollo en el “estadio latinoamericano” no suspendió su ignominioso viaje y partió para Bruselas donde verdaderamente su presencia era requerida?
Y también me gustaría enterarme ¿quiénes fueron los que escogieron a los disidentes que se reunieron e intentaron congraciarse con él? Porque yo les voy a decir algo: si yo los hubiera escogidos los primeros para hablar con el presidente hubieran sido Oscar Elías Biscet y Jorge Luis “Antúnez” que al igual que Obama son negros y a diferencia me parecen ser unos verdaderos anticastristas.
Y para terminar ¿existe algún tonto útil que sinceramente crea que estas cortas vacaciones de Obama, acompañado ridículamente por su mujer, sus hijas y su suegra con lujosos atuendos ayudará a que nuestra Patria se libere próximamente del yugo castrista? ¡Qué no me hagan reír que se me arruga un colmillo!
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La visita de Obama a Cuba
Por Dr. Darsi Ferret
De terremoto político podría definirse la presencia del mandatario norteamericano, Barack Obama, en Cuba. Su lapidario discurso al pueblo cubano dejó al desnudo la obsolescencia del régimen castrista. LLevó al plano de intragable la falacia de la cúpula gobernante de seguir apelando a la retórica de la plaza sitiada y el enemigo externo para justificar el total fracaso del modelo totalitario impuesto en 1959, aún vigente.
Obama hizo gala de sus dotes como brillante orador. También fue incisivo en mostrarse conciliador no solo con el gobierno y sus dirigentes, sino al extenderse a la relación con representantes del pueblo llano. Así lo ilustra su cena en una paladar de Centro Habana, el encuentro con varios opositores, o su participación en el programa humorístico de “Panfilo”.
En relación con Cuba, ¿qué otra carta le queda a la máxima figura de la Casa Blanca por jugar? Prácticamente ninguna, todas las de calado han sido puestas sobre la mesa. Ahora la pelota está, sin lugar a dudas, en el campo de los Castro. Le toca al octogenario Raúl decidir si se arriesga y avanza de la mano de EEUU hasta el despeñadero, o si se aferra al inmovilismo que le garantiza un peor y más rápido final.
Y es que la Casa Blanca se puede dar el lujo de que las negociaciones con la dictadura de La Habana se aborten a la larga. EEUU tendría poco que perder, más allá del esfuerzo infructuoso de pasar página a un conflicto bilateral que dura desde hace cinco décadas.
Si la normalización de relaciones diplomáticas llega a feliz puerto, desembocando en la implementación gradual de aperturas y reformas democráticas, entonces el Departamento de Estado de los EEUU podría desechar los planes de contingencia para responder militarmente a un posible desplome abrupto de los Castro.
El vacío de poder e inestabilidad en la isla sería una amenaza directa a la seguridad nacional del vecino del Norte. Se verían obligados a lidiar con un éxodo masivo de cientos de miles de cubanos tratando de llegar de modo irregular a la Florida. Lo peor es que la isla pudiera ser utilizada como refugio y base operativa por el narcotráfico y el terrorismo internacional a escasas 90 millas.
Por lo pronto, ya Obama consiguió con sus acciones sumar un componente importante al legado que exhibirá cuando finalice su mandato el próximo año. También desarmó de golpe y dejó sin argumentos el antiamericanismo propagado en América Latina por los gobernantes populistas y representantes de la izquierda.
En materia de política exterior, las medidas adoptadas para Cuba representan un innegable triunfo del presidente afroamericano. Hecho muy distinto al balance en el manejo realizado por su administración en el caso de las crisis desatadas en el Medio Oriente y el Norte de África. O el cuestionado acercamiento con Irán. Y su débil actuación frente al desafío de la beligerante Rusia. Además de su pésima estrategia en la lucha contra el terrorismo islámico.
En cambio, Raúl Castro no tiene alternativa. Salió corriendo a dejarse caer en brazos de su antiguo enemigo como única tabla de salvación. Está presionado por la indetenible caída del chavismo en Venezuela, la profunda recesión económica que sufre China, la desfavorable situación financiera de Rusia, la grave crisis y amenaza de desplome del gobierno de Rousseff-Lula en Brasil, así como el atolladero en el que se encuentran sus demás aliados populistas latinoamericanos.
La sustentación del régimen castrista lo constituye primordialmente el subsidio que aún le saca a la Patria de Simón Bolívar. El monto se calcula entre 8 y 10 mil millones de dólares anuales. Estas voluptuosas cifras corresponden al pago chavista por la prestación de servicios médicos y de otros profesionales cubanos. Incluyen los beneficios por concepto de reventa en el mercado internacional de una cantidad importante de los cien mil barriles de petróleo que diariamente recibe La Habana.
Las demás entradas de divisas al país representan un complemento. Tal es el caso de las remesas familiares que se estiman anualmente en unos 1.700 millones de dólares. El turismo apenas recoge 1.800 millones por año, lo que deja de ganancia neta unos 700 millones, no más que eso. La venta de níquel, tabaco, ron, medicamentos y alguna que otra bobería restante no llega a los 3.500 millones.
Y es que similar a la dinastía de los Kim en Corea del Norte, los Castro nunca tuvieron talento para construirse una economía que los hiciera autosustentables. Según datos publicados en el 2013 por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), el déficit comercial de la isla, representado por exportaciones-importaciones, era de 9.500 millones. Hoy el cuadro es más caótico, porque ha seguido decreciendo la producción para las exportaciones y aumentando las necesidades de importación.
Si se quedan parados en el andén y dejan pasar el tren norteamericano, los Castro pierden su última oportunidad de sostenerse por más tiempo en el poder, de salvar el pellejo y garantizar la conservación para sus herederos de gran parte de las riquezas usurpadas al pueblo cubano. Cayendo el tambaleante gobierno de Nicolás Maduro desaparece de golpe el subsidio. Sin ese dinero, para Cuba llega el colapso económico y financiero que empujará al estallido social. No hay otro derrotero.
Hasta ahora, la fórmula que utiliza el mandamás dueño de la finca castrista se asemeja a una ecuación cuadrática, o sea, de las que se igualan a cero. El hombre sabe que está obligado a dejarse llevar y bailar al compás de los EEUU, pero le aterra el sonido de la música. Algo así como: “quiero pero no quiero”.
Es tan errático el comportamiento de Raúl que pretende que la Casa Blanca lo colme de concesiones solo ofreciendo algunas migajas. En resumen, reclama que le levanten el embargo y le brinden regalías económicas, financieras y comerciales. La posibilidad de que las grandes empresas de telecomunicaciones estadounidenses provean a la isla de la infraestructura moderna del Internet de alta velocidad no está dentro de sus planes. Tampoco el asumir cambios en la legislatura vigente que reconozca derechos y libertades a los cubanos.
El paso de jicotea y la resistencia a las necesarias reformas da la apariencia de que la élite de la dictadura vive enajenada de la realidad. En menos de un año Barack Obama concluye su gestión como presidente, y el que lo sustituya, sea demócrata o republicano, no tendrá el interés o la urgencia de dedicarse a un tema que es de la cosecha y cuyos frutos recogió otro. Tampoco toman en cuenta la indetenible debacle económica, política y social que sufre el gobierno de Nicolás Maduro. El sustituto de Hugo Chávez está peor que un guanajo encima de un zinc caliente y con los actuales precios del petróleo no tiene escape.
Barack Obama gana su osada apuesta materializada en el cambio de política hacia Cuba con cualquier desenlace. Para Raúl Castro solo hay dos caminos. Uno, es acceder al abrazo del oso hasta que pierda el aliento apretado en su pecho. El otro, quedarse varado y seguir atormentado con las imágenes de los momentos finales de Muanmar el Gadafi en las calles de Libia. Estas son las únicas ofertas en el menú cubano
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