Roberto Álvarez Quiñones: El mito mejor vendido por Fidel Castro
El mito mejor vendido por Fidel
Por Roberto Álvarez Quiñones
Los Ángeles
7 de Diciembre de 2016
La educación y la salud pública gratuitas como "obra genuina de la revolución" es en mi opinión el mejor y más sofisticado mito (doble) que Fidel Castro vendió a los cubanos y al mundo, entre los tantos que tejió en su andar como dictador, el más largo de la historia moderna.
Ambos servicios sociales, sin costo alguno para educandos y pacientes, conformaron juntos la joya de la corona de la propaganda castrista, por su sensibilidad en lo humano, y su gran alcance proselitista.
Digo que es el mejor vendido porque aún hoy sigue vivo, pese a que ya no existe. Y es el más sofisticado porque no es algo propiamente falso. Ciertamente desde los años 60 hasta 1991 los servicios de educación y de salud pública se expandieron por todo el país.
La falsedad radica en dos falacias:
1) Fidel Castro hizo creer a todos que ello se debía al sistema comunista implantado por él y el Che Guevara; aseguraba que era superior a los modelos socioeconómicos "burgueses" de Latinoamérica y todo Occidente.
2) Desde hace 25 años la educación y la salud pública en Cuba son un desastre.
Esos dos servicios clave alcanzaron notable nivel gracias a los subsidios de la Unión Soviética y al manejo irresponsable y caprichoso de dichos recursos financieros. En eso consiste el mito.
Por su narcisismo, y con propósito de propaganda política-ideológica, Fidel usó gran parte del dinero soviético para gastos sociales desproporcionados para la economía y el grado de desarrollo del país, en vez de precisamente dedicarlo al desarrollo de la nación, elevar el nivel de vida de los cubanos y garantizar los servicios de educación y salud masivos de forma autóctona, permanente y no postiza.
Fue un gran embuste asegurar que los avances sociales en Cuba eran producto de la economía estatal centralmente planificada. Nunca se habría podido lograr nada si hubiese dependido de la más improductiva y descapitalizada economía de las Américas. O sea, Fidel se acreditaba los honores y el tío Sacha pagaba la cuenta, con regalos entre 4.000 y 6.000 millones de dólares anuales.
Obviamente, al desaparecer la URSS todo se vino abajo. Brotó la mentira de la vitrina social de que tanto presumía el comandante. Hoy el régimen no habla de educación ni de salud pública. No puede.
Disparates y despilfarro
Fueron incontables las barbaridades cometidas por el difunto faraón cubano. En uno de sus arranques de locura se le ocurrió un plan "único en el mundo" que denominó Escuela en el Campo. Ordenó la construcción de 535 gigantescas escuelas de tres y cuatro pisos en los campos (40 de ellas para becados del Tercer Mundo), con una gravísima afectación para la economía nacional y la vida de los cubanos.
El comandante gastó miles de millones de dólares en los 20 años que duró su disparatado experimento, hasta 1991. Se emplearon diez millones de toneladas de cemento, se ensamblaron 2.000 ómnibus rusos (Girón) para transportar a los estudiantes. Se consumieron 16 millones de toneladas de alimentos y 15 millones de toneladas de combustible. Eso sin contar el equipamiento técnico y docente, uniformes, y todo el cuantioso avituallamiento necesario en general.
Con tan fabulosos recursos financieros se pudo desarrollar más la economía nacional y satisfacer las más agobiantes necesidades de la población.
La inmensa mayoría de los estudiantes secundarios y preuniversitarios fueron trasladados a vivir en aquellas escuelas y trabajar como peones agrícolas de media jornada. Los estudiantes de las ciudades eran llevados a trabajar en la agricultura por períodos entre 45 días y tres meses.
Al cesar los subsidios de Moscú aquellos enormes inmuebles campestres fueron abandonados. Algunos fueron convertidos en cárceles y otros en viviendas, que siguen vacías por falta de trabajadores que quieran laborar en terrenos llenos de marabú.
El daño social causado fue grande. Marcaron negativamente a cientos de miles de adolescentes en lo psicológico, familiar, moral, sexual, académico, educativo, y en las buenas maneras para comportarse socialmente.
A propósito, conviene recordar que en Cuba se institucionalizó el lavado de cerebro de niños, adolescentes y jóvenes. Se les inculca una visión distorsionada de la historia de Cuba y del mundo, se cultiva el antimperialismo, el "internacionalismo proletario", el desprecio a los valores democráticos y las libertades individuales. Se venera a Fidel Castro y su idiotez de que "el futuro pertenece por entero al socialismo", o la más tonta consigna de "Pioneros por el comunismo, seremos como el Che".
¿Escasez de escuelas antes de 1959?
Otro pilar del mito es la afirmación de que en Cuba antes de 1959 apenas había escuelas públicas y maestros, y que la enseñanza universitaria era tan cara que resultaba inalcanzable para los hijos de los trabajadores.
Falso. En 1958, según el Anuario Estadístico de Cuba, había en la Isla 7.567 escuelas primarias públicas (gratuitas) y 869 privadas, o sea, 8.436 en total. De las escuelas públicas, 1.206 estaban en el campo. A mediados de los años 50 la educación pública contaba con 25.000 maestros, y la educación privada con 3.500.
También el sistema educacional público contaba con institutos de segunda enseñanza (bachillerato), escuelas normales para maestros, escuelas del hogar, escuelas normales de kindergarten, escuelas de comercio, escuelas de bellas artes, escuelas de agrimensura, escuelas de artes y oficios, escuela de periodismo, escuela profesional de publicidad y las escuelas tecnológicas, entre otras. Con más de 150 instituciones de ese tipo, en el curso 1955-56 la matrícula fue de 70.029 alumnos.
Hoy en día casi nadie en Cuba sabe que en la Universidad de La Habana la matrícula anual costaba solo 60 pesos —equivalían entonces a 60 dólares—, a pagar en tres plazos. Un joven podía graduarse de médico, ingeniero, abogado, arquitecto, contador público, o de doctor en Ciencias Sociales, en Filosofía y Letras, o en Pedagogía, con cinco pesos mensuales.
En la práctica eran gratis las clases, las prácticas de laboratorio, los deportes, el formidable Balneario Universitario en Miramar, con su piscina olímpica y la playa. Me consta que en el balneario por 50 centavos se podía almorzar bistec de palomilla, arroz, papas fritas, ensalada y un postre. También era gratuita la asistencia médica en la Clínica del Estudiante, que ocupaba el séptimo piso del actual Hospital Fajardo.
Claro, los estudiantes tenían que comprar libros y cosas para sus clases. En la librería universitaria ("Alma Mater") tenían bajos precios. A los estudiantes procedentes del interior del país sus familias debían costearles el hospedaje en alguna casa de huéspedes cercana a la universidad, que costaba como promedio 50 pesos mensuales, incluyendo desayuno, almuerzo y comida.
En 1958 Cuba contaba con un sistema de asistencia médica de alto nivel profesional y tecnológico. Había 35.000 camas de hospitales. Con una población de 6,6 millones de habitantes, había una cama por cada 190 habitantes, cifra superior a la de una cama cada 200 habitantes en países desarrollados. Estados Unidos tenía 109 camas por habitante. En 2013, hace tres años, había 38.642 camas, una por cada 289 habitantes.
A fines de los 50 Cuba registraba la tasa de mortalidad infantil más baja de América Latina, seguida por Argentina y Uruguay, según la Organización Mundial de la Salud. En médicos por habitantes en 1958 la Isla era solo superada por Argentina y Uruguay.
Derrumbe al cesar los subsidios
Al desaparecer la URSS, el dinero venezolano pudo solventar parte de los gastos sociales. Pero, dado el deterioro imparable de la economía castrista, la demanda de cash creció y los subsidios de Caracas resultaron insuficientes. Para colmo, el precio del petróleo se desplomó.
Hoy el sistema de educación en Cuba es una calamidad. Faltan libros de texto, libretas, lápices, uniformes, materiales y equipamiento tecnológico para las clases y para las prácticas de laboratorios. Tampoco hay suficientes maestros y profesores calificados, ni acceso a internet, ni programas de estudio modernos, propios del siglo XXI.
Los edificios y muebles de las escuelas sueltan los pedazos, en ruinas. Los fraudes y la corrupción campean entre el profesorado y el alumnado. Con "regalitos" al maestro, los alumnos son aprobados fraudulentamente. El presupuesto para la educación ha sido reducido drásticamente.
Mientras, en el sector de la salud lejos de aumentar el número de camas y de hospitales, son clausurados los existentes. Dese 2010 han sido cerrados 60 hospitales. Ya se perdió el 25% de la capacidad de hospitalización del país. La escasez de medicamentos es alarmante.
En 2010 fueron despedidos 47.000 empleados del sector de la salud. Los consultorios del médico de la familia se redujeron de 14.007 en 2006 a 11.506 en 2013, y siguen disminuyendo por falta de médicos, pues son exportados como esclavos de bata blanca para confiscarles el 75% de sus salarios en el extranjero. En pleno siglo XXI.
Casi la mitad de los 82.000 médicos cubanos graduados en la Isla (también se gradúan extranjeros) no están en la Isla. Prestan servicio en 67 países, fundamentalmente en Venezuela y Brasil. Por ello ha caído peligrosamente la atención médica primaria, y aún más la especializada.
Es triste el estado de los hospitales: falta de higiene elemental, pululan cucarachas y mosquitos, los pacientes tienen que llevar sus propias sábanas, almohadas, jeringuillas, y a veces hasta el yodo y el mercurocromo. Muchas intervenciones quirúrgicas no se realizan por falta de cirujanos, de puntos para suturas, o de algo tan simple como gasa para absorber la sangre. La poca comida para los hospitalizados es intragable.
Conclusión, Fidel engañó a todos con tal maestría que todavía dentro y fuera de la Isla siguen creyendo que la educación y la salud públicas son un estupendo "logro de la Revolución". A esos creyentes yo los invito a que vayan a Cuba. Visiten hospitales y escuelas, pero fuera del circuito reservado para los turistas.
Al no haber ya suficiente dinero extranjero regalado, y como expresión de la crisis económico-social que devasta la Isla, la educación y la salud pública hoy dan pena. Son una vergüenza nacional.
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Por Pedro Pablo Arencibia Cardoso
Salud
Al concluir la guerra, según plantea el Dr. Álvarez Sintes en su libro, los pueblos y ciudades del país estaban en la mayor insalubridad, no había prácticamente, ninguna organización de salud pública.
Entre 1898 y 1899 los muertos por enfermedades contagiosas fueron numerosos, alcanzando la cifra de 27 821; destacándose en particular, las cifras correspondientes a Tuberculosis (2 794), Malaria (1 907), Tifoidea (1 012), Fiebre Amarilla (136), etc.
¨Los salubristas cubanos, bajo la dirección de Finlay (1902-1908), logran disminuir la mortalidad por tétanos infantil a partir de 1903; erradicar la fiebre amarilla definitivamente en 1908; establecer de manera permanente la vacunación contra la viruela; y elaborar una avanzada legislación en materia sanitaria. Más tarde, al discutirse una nueva ley sobre la estructura del poder ejecutivo en la Comisión Consultiva, se aprobó una Secretaría de Sanidad y Beneficencia, que unía a los departamentos nacionales de Sanidad y Beneficencia, y que entró en funciones el 28 de enero de 1909. Este fue el primer Ministerio de Salud Pública (MINSAP) de Cuba, y del mundo. ¨(Álvarez, 2)
En las dos primeras décadas la labor con respecto a la salud pública fue tal que:
"El país es uno de los más sanos del mundo, como lo demuestran, los datos del último censo, que consignan la proporción de 14,2 de fallecimientos por cada 1 000 habitantes y los publicados por la Cámara de Comercio Americana de la Habana, en su folleto de fines de 1924, que consigna sólo el 12, 54" (Estos últimos años Tomo I, 410)
En 1958 había aproximadamente 97 unidades hospitalarias, de ellas, 47 prestaban servicios en zonas rurales (Abreu, 40), y 52 casas de socorro municipales además de alguna que otra instalación a cargo del estado y 242 clínicas mutualistas, de ellas 96 en la capital (Anuario Estadístico, 565 y 566 y Álvarez, 2). Las clínicas mutualistas, uno de los representantes de la salud rentada (la otra representante eran las consultas particulares o privadas), eran instituciones que por una módica mensualidad se tenía derecho a consulta, ingreso y cirugía así como a medicamentos; las había de poco más de 2 pesos mensuales, que eran la mayoría, hasta algunas de 10 pesos. En los años cincuenta, aproximadamente millón y medio de personas estaban asociados a las clínicas mutualistas:
En 1958 la tasa bruta de mortalidad de la población era del 6,4 por cada mil habitantes (Zuaznábar, 1) pese a la situación política y de confrontación armada que existía en el país; en 1953 había sido de 6,3 por cada mil habitantes. Esa tasa ubicaba a Cuba entre los países de menor tasa de América Latina y con índices que solamente alcanzaron muchas de sus repúblicas hermanas iberoamericanas veinte años después (Anuario Estadístico de 1988,629 ). La esperanza de vida al nacer era de 58.8 años y la mortalidad infantil en menores de un año era de 32,5 por cada mil nacidos vivos, la cual desde principios de siglo seguía una tendencia decreciente (Zuaznábar, 1) pese al existente rechazo social al recurso del aborto, rechazo que existía hasta en casos en que se presentaran malformaciones fetales en el embarazo, y la no invención todavía en el mundo de algunas pruebas de análisis de laboratorio clínico o algunos instrumentos de la electromedicina(como es, por ejemplo, el equipo de ultrasonido) los cuales permiten detectar tempranamente problemas serios en el embarazo. La esperanza de vida de 58.8 años era superior en esa época a la de muchos países de América Latina y el Caribe, y mayor que las que alcanzaron veinte años después todos los países de África, salvo Argelia y Túnez (Anuario Estadístico 1988, 627). La cifra de mortalidad infantil cubana de 32,5 correspondiente a 1958 era todavía en la primera mitad de los años ochenta mejor que la de muchos países de Latinoamérica en esos años: Paraguay (45,0), Ecuador (69,5), Brasil (70,6), Méjico (53), Colombia (50), Bolivia (124,4), Honduras (82), Perú (98,6), Argentina (35,3), El Salvador (35,1) y Guyana (36,2) (Anuario Estadístico de 1988, 629). América Latina en su conjunto presentó aún en el año 2001 la cifra de 32 (Granma, 5). Cuba en estos dos últimos parámetros tenía índices pertenecientes al Primer Mundo de esos años según los datos de la UNICEF que aparecen en la Tabla de la página 16 del Material de Estudio Nro. 3 del Ministerio de Educación; los valores de Cuba en 1958 en estos dos parámetros con respecto de los Países en Desarrollo y Países menos Desarrollados fueron similares o mejores que los que ellos presentaron en 1992:
En China y Vietnam la mortalidad infantil en 1996 era respectivamente de 34 y 40 por mil nacidos vivos (Robaina, 35).
Todo esto debemos de enmarcarlo en el desarrollo incipiente que existía de las vacunas y, en general, del desarrollo de las Ciencias Médicas en esa época a nivel mundial (por ejemplo, la vacuna antipoliomielítica que se aplica en Cuba desde hace cuatro décadas fue creada por Albert Sabin a principios de la década de los sesenta), aunque debo recordar que en esos años los niños de entonces recibimos de manera masiva y gratuita en las escuelas, yo era alumno de escuela pública, las vacunas contra el tétanos y el tifus. Existen cifras de una muy citada encuesta de 1957 de la Agrupación Católica Universitaria realizada a una muestra de 2 500 familias de obreros agrícolas que difieren mucho de esos índices (Pino, 119-120) y que a mí personalmente, me hacen cuestionar la representatividad de la muestra o la fiabilidad de las fuentes indirectas por mí consultadas sobre esa investigación, aunque conozca que en el ambiente rural las cifras de morbilidad y mortalidad de muchas enfermedades eran muy superiores a las que se presentaban en el entorno urbano. La prostitución, de la que se habla en el Análisis Globalizador, se había reducido extraordinariamente pese a la propaganda de algunas agencias de viajes extranjeras, publicadas también en algunas revistas extranjeras, que promocionaban a Cuba como el burdel de América. El bajo índice de enfermedades venéreas que presentaba el país y la información aparecida en el periódico El Mundo del 14 de febrero de 1958 que plantea, que aproximadamente 11 000 personas vivían de la prostitución, hablan del bajo índice de prostitución del país. Debo aclarar que en esa cifra se encuentran: los dueños de casas, burdeles y bares, las matronas, los proxenetas, el personal de servicio y limpieza, los policías corruptos, etc. y los llamados inversionistas, que eran los que echaban a andar el negocio (Abreu, 49). Esa actividad se llevaba a cabo generalmente en zonas muy específicas y era criticada y rechazada socialmente.
Los tres sistemas nacionales de salud (estatal, privado y mutualista) existentes al triunfo de la Revolución de 1959, no cubrían las zonas rurales más apartadas del país. En 1959 se inició la construcción acelerada de 50 hospitales rurales (Informe Anual 1976, 22). A finales de la década de los cincuenta, la muerte por enfermedades diarréicas agudas, muertes fácilmente evitables, ocupaba el tercer lugar entre las causas de muerte para todos los grupos de edades y en primer lugar para los menores de un año (Informe Anual 1976, 45); esta situación continuó hasta 1963 en que ocupó el quinto lugar con el 6,0% del total de defunciones del país. La corrupción administrativa en el sistema nacional de salud estatal provocaba que se dieran tristes situaciones como, por ejemplo, la del hospital psiquiátrico ubicado en la localidad de Mazorra; otra mácula en ese sistema de salud estatal es que frecuentemente se utilizó la asistencia médica (en particular los ingresos hospitalarios) con fines políticos dada la existencia de un sistema pluripartidista con elecciones periódicas y el oportunismo de algunas personas.
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