Esteban Fernández: Los peros
Por Esteban Fernández
27 de febrero de 2017
Cuando una mujer dice: “Tú eres el amor de mi vida, PERO…” ahí vienen por la goma por lo menos 30 defectos nuestros. La palabra más destructiva y desmoralizadora que existe es el “PERO”. Quede claro que no es una palabreja inesperada ni sorpresiva porque desde que alguien comienza a halagarnos ya comenzamos a prepararnos contra el “pero” que se avecina.
El supervisor en un trabajo nos dice: “Sí, chico, tú eres una bella persona, practicas el compañerismo con el resto de los empleados, eres simpático, chévere, llegas puntual”. Ahí ya nos entra el desespero esperando el odioso PERO. Y casi siempre llega: “PERO, tienes que mejorar la productividad y la apariencia personal” Mientras, hay un “pero envidioso” dedicado a la gente rica que dice: “Tener dinero es muy bueno PERO no garantiza la felicidad”.
A veces nos parece que “el pero” no acaba de aparecer en la conversación y siguen subiendo de tono los halagos y ya no aguantamos más y somos nosotros los que perdemos el hilo de la perorata por muy buena que sea en nuestro favor y pensamos: “¡Contra, que trabajo le está costando a este tipo soltarme el PERO!”.
Pero, hay un ‘pero’ que es muy rápido y certero, es el ‘pero’ de advertencia: “¿Vas a la fiesta?” “Sí, PERO me tengo que ir temprano”, “¿Te gusta la carne de puerco”? “Sí, pero me cae mal”. El peor PERO del mundo es cuando el médico dice: “Todo luce bien, PERO no estoy seguro, vamos a hacerte unas radiografías…”
Desde muchachos ya nuestros padres nos preparan para el futuro con cien mil “PEROS”. Para todas y cada una de las cosas que pedimos permiso para hacer nos dicen: “Sí, está bien, PERO ten mucho cuidado…”. Mientras tanto desvirtúan completamente nuestros “peros” con un rotundo “No hay “peros” que valgan”.
Es decir las pláticas eran más o menos así: “Mami ¿puedo ir al río Mayabeque a nadar un rato?” Y ella decía: “Me encantaría darte permiso PERO después del torrencial de agua que cayó dicen que el río está muy crecido y profundo”, “PERO, mamá, en la parte donde yo me meto está bajito”. Y tajante me respondía: “No hay PEROS que valgan”.
Increíblemente el PERO está tan incrustado en nuestros cerebros que es la única palabra que nos cuesta mucho trabajo decir en Inglés a pesar de que perfectamente sabemos que se dice “but”. Decimos, por ejemplo: “Yes, I’m going to the party PERO don’t wait for me I’m going to be late” Los americanos se pasan la vida preguntándonos: “What is PERO?” El “pero alardoso” es cuando decimos: “¿Vamos a correr juntos?” Y nos responden “O.K PERO te voy a dejar atrás”… Hay un ‘pero’ que me gusta y es cuando la mexicana chaparrita nos dice: “Soy chiquita PERO picosa…”
Sinceramente yo prefiero a las personas que rápidamente me lanzan sin contemplaciones el “PERO”. Digo: “Tengo planes de poner un negocio” y me responden inmediatamente: “Pero ¿con qué dinero tu cuentas para eso?”. Es decir que gracias al PERO no me permitieron estar perdiendo una hora explicando mi fantasmagórico e inalcanzable proyecto. Odio el PERO refiriéndose a una mujer de esta forma: “Sí, es buena gente y bonita PERO es muy puta …”
El “PERO para justificarse” es cuando le decimos al dueño de la fonda: “Oye, que caro está ese bisté” Y responde: “Efectivamente, PERO es de la mejor calidad, es carne de primera”… El PERO del decepcionado es: “Yo la amo, PERO no se lo merece”
Hay otra cosa importantísima que los hombres debemos aprender con respecto a las mujeres: No ponerles “peros” a la comida que han cocinado con mucho esmero, ni a sus vestimentas y zapatos nuevos (aunque nos pidan nuestra opinión) ni a sus siluetas después de haber engordado 50 libras.
Hay un PERO muy peligroso que es como “tentar y buscar el PERO que puede finalizar un romance” y es: “¿Tú me quieres?” porque si contestan: “Sí, pero…” se jodió la cosa… Hay un PERO que nos pone “en 3 y 2 pichando Vinagre Mizell” y es cuando nos dicen: “Préstame 50 dólares PERO no sé cuando puedo pagártelos”.
Y para terminar quiero darles una información: Ese es uno de los motivos por los cuales yo escribo mis columnas. Es para evitar que me interrumpan mis ideas con los consabidos PEROS. Los “peros” siempre llegan después y suenan así: “Sí, tienes razón PERO te faltó decir esto y aquello”. Desde luego, toda regla tiene su excepción.
Y hubo un PERO espectacular y fue aquel lector que me escribió diciéndome: “Tus columnas son una mierda PERO ya yo me he acostumbrado a leerlas, así es que sigue mandándomelas”. Y yo le contesté: “No hay problema, PERO para hacer bueno el concepto que tengo sobre ti no solamente debes leerlas sino comértelas después”.
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