Alberto Roteta Dorado: Sistema eleccionario cubano. ¿El más democrático del mundo?
Por: Dr. Alberto Roteta Dorado.
Santa Cruz de Tenerife. España.- Se ha comentado hasta el cansancio sobre las próximas elecciones de Cuba, no tanto por los comicios propiamente dichos –algo que no tiene ningún significado para el pueblo cubano, agotado ya ante la falsedad de un diseño de sistema que pretende dar una irreal imagen ante un mundo, que dejó de creerle hace mucho tiempo–, sino porque el presidente cubano, Raúl Castro, afirmó que dejaría su cargo en este nuevo proceso eleccionario, lo que presupone la existencia de un nuevo presidente, siendo esto, lo que ha suscitado tanta especulación, en su gran mayoría carente de sentido, toda vez que el secretismo de estado, y al propio tiempo, los incoherentes vericuetos del “sistema electoral cubano” (¿existe realmente un sistema electoral?), limitan la seriedad investigativa, y los “expertos” ávidos de opinar, acuden a la primera idea descabellada que les venga a su mente para lanzarla al mundo de los medios comunicativos.
Me resulta difícil poder tratar el tema de las elecciones cubanas, toda vez que quien escribe este artículo no tiene bien definido qué términos utilizar para hacer referencia a unas elecciones que en sí no lo son – ¿comicios, elecciones, simulacro de…, en fin…?–, o a aspectos que vistos desde la óptica del régimen, o de lo que oficialmente se publica en la isla, dice ser democrático, aunque en realidad esto sea una de las mas colosales utopías de estos tiempos, para no ser demasiado agresivo y no atacarles desde el inicio de estas líneas.
El primer aspecto que hemos de considerar es el referente al desconocimiento que tienen los cubanos acerca de una candidatura, en la que se supone figuren, por lo menos, dos aspirantes que se enfrenten como candidatos a la presidencia del país. Esto tiene como fundamento la idea de una “inexistencia de campañas electorales discriminatorias, millonarias, ofensivas, difamatorias y denigrantes. Los candidatos no pueden hacer campañas a su favor”, algo que establecen las inviolables leyes cubanas en este sentido.
Pero este aspecto resulta extremadamente ambiguo, toda vez que, independientemente de que “los candidatos no pueden hacer campañas”, no existen candidatos establecidos optando por la presidencia del país, sino que esto se refiere a los candidatos a las asambleas municipales del gobierno, que en realidad son por los únicos que vota el pueblo, es decir, que la participación popular queda limitada a este primer peldaño, que los comunistas cubanos han denominado elecciones parciales, y que de acuerdo a la Ley No. 72 de 1992, de la Ley Electoral, en dichas elecciones parciales se elige a los delegados a las Asambleas Municipales del Poder Popular y sus Presidentes y Vicepresidentes, proceso que tiene lugar cada dos años y medio.
Esta Ley establece además las elecciones generales, en las que “se elige a los Diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, su Presidente, Vicepresidente y Secretario al Presidente, Primer Vicepresidente, Vicepresidentes, Secretario y demás miembros del Consejo de Estado a los Delegados a las Asambleas Provinciales y Municipales del poder Popular y a su vez Presidentes y Vicepresidentes. Cada cinco años”.
Este diseño fue hecho de manera premeditada por quien quiso perpetuarse en el poder a la fuerza y a través de la manipulación de un grupo selecto de asambleístas, que son los que en última instancia, votan por la permanencia del presidente, y digo una permanencia del presidente, pues en Cuba se ha dado el caso de una continuidad durante casi cincuenta años de alguien que jamás fue elegido por su pueblo, y cuyo nombre no me gusta citar para no dañar lo que escribo.
El segundo elemento que debemos considerar al tratar el escabroso asunto de las elecciones de Cuba es el referente a las campañas previas a los comicios, algo que, se supone se haga, como en la mayoría de los países del mundo. Como ya sabéis en Cuba no se realizan campañas. “En el país los candidatos a las diferentes instancias no realizan campañas” (…) “Como no hay lista de partidos, se vota directamente por el candidato que se desee”, afirma la oficialista EcuRed, que al propio tiempo lo asume de «Defiende Raúl Castro partido único como garantía de soberanía». (Soy exquisito en las fuentes para que los lectores puedan ampliar sus horizontes y analicen lo que de manera oficial dan a conocer los defensores del régimen, y que ellos consideran un paradigma democrático).
Las campañas dejan de tener sentido desde el momento en que no existen candidatos, al menos conocidos para el pueblo, a la presidencia del país, y esto guarda una estrecha relación con la eliminación del pluripartidismo. Al existir de manera oficial un partido único, el Partido Comunista de Cuba, se supone que solo existan propuestas desde el seno de este movimiento; pero dichas propuestas son desconocidas por el pueblo cubano, que ofreció su “voto” por un candidato municipal, que al propio tiempo lo hizo a favor de otros candidatos provinciales, y así sucesivamente de modo algorítmico hasta llegar a los diputados de la Asamblea Nacional, y todo un diabólico mecanismo incomprensible que, en última instancia, “dicen” que “eligen al presidente”, algo que tiene lugar con un secretismo total, y de manera esquemática “aprueban” por “unanimidad” al presidente del país, en este caso, el presidente del Consejo de Estado, lo que también reestructuró el llamado líder histórico de la revolución cubana en 1976, con lo que asumía de manera absoluta todos los poderes – al menos de manera oficial, por cuanto ya lo había hecho desde los años iniciales de su tenebroso mandato–.
El tercer aspecto es que no se tiene una idea precisa acerca del sistema de elecciones que se impuso en Cuba, toda vez que resulta incomprensible e inadmisible, y solo es defendido por los que resultan beneficiados y que han vivido, cual parásitos fagocíticos, a expensas de un sistema que les ha garantizado ciertos privilegios a cambio de lealtad y sumisión. No obstante, a una parte considerable de los cubanos – y prefiero no decir mayorías, ni un significativo por ciento, etc., para no caer en la especulación carente de sentido y de elementos objetivos para poder afirmar con certeza algo– no les interesa absolutamente nada acerca de las supuestas leyes de su país, y se adaptaron a un estado de mecanicismo y estatismo mental, del cual será muy difícil salir cuando tengan una verdadera democracia que en realidad no llegarán a comprender.
Otro punto a considerar es que, aunque parezca increíble, la mayoría de la población cubana actual no tiene otra experiencia de esta naturaleza, excepto la que han vivido a través de un simulacro de asambleas, candidatos, votaciones, decisiones, etc. – las últimas elecciones verdaderas celebradas en el país fueron las de 1958–, pero jamás han conocido de los mecanismos y directrices acerca de un sistema de elecciones, de votaciones y de toma de decisiones, que no sea la forma simulada que ha utilizado el régimen para hacerles creer que son copartícipes de una “democracia”, de ahí los estereotipos de “democracia participativa”, el “voto directo del pueblo”, y hasta las estrafalarias afirmaciones de Ricardo Alarcón y otros altos funcionarios de que Cuba tiene el sistema de elecciones más democrático del mundo, algo que han repetido hasta “la médula”, cual mantra perturbador que ha llegado inevitablemente a unas pobres mentes que, más allá del poder de pensar por sí mismos, se han conformado con la resignación a cumplir lo que se les manda.
No puedo concluir este comentario, aunque me extienda un tanto más y corra el riesgo de incomodar a mis lectores, sin mencionar dos de los principios generales que caracterizan al “Sistema Electoral Cubano”, y que me indignan sobremanera por su grado de falsedad. Me refiero a los referentes a la “total transparencia en los comicios”. (¿Cuáles comicios? ¿Existen en realidad comicios? ¿Podrá hablarse de transparencia?), así como, a la manipulada idea de una “alta participación del pueblo en las elecciones”. (Deben referirse a las elecciones parciales, las únicas en las que participa “el pueblo”, aunque habría que cuestionarse bajo qué condiciones de obligatoriedad participa, por cuanto, en las elecciones generales, en las que se supone, se elige al presidente, no existe participación popular).
Si no se comprende el sistema eleccionario no os preocupéis, no se trata de un déficit intelectual, sino del absurdo de un macabro diseño establecido para engañar y garantizar una perpetuidad en el poder (ellos tampoco lo comprenden, pero lo ejecutan).
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