viernes, mayo 18, 2018

Alberto Roteta Dorado.: José Martí bien distante de autorías intelectuales moncadistas y de partidos comunistas.

José Martí bien distante de autorías intelectuales moncadistas y de partidos comunistas.
 

Por: Dr. Alberto Roteta Dorado.
18 de mayo de 2018

Santa Cruz de Tenerife. España.- En 1973, a solo catorce años de que Fidel Castro hubiera llegado al poder, y a doce años de haber declarado – sin contar con su pueblo– el carácter socialista de la llamada revolución cubana, el infame dictador hizo dos planteamientos en torno a la imagen y al legado de José Martí, los que ejercieron una influencia negativa en las multitudes por el manipuladas, quienes cambiaron la percepción que hasta entonces se había tenido del considerado por todos los cubanos como su Apóstol.

Ya he afirmado antes que la palabra tiene un poder. Cuando se reitera tanto una misma idea, indudablemente deja su impronta en los que la escuchan. De esto se encargó el satánico líder comunista cubano desde los años iniciales de su desastroso, cruel y prolongado mandato. Al final logró desorientar a los menos instruidos, que al propio tiempo eran los más desposeídos, para quienes se suponía que el rebelde barbudo había hecho su revolución, según su eslogan de “para los humildes” y “por los humildes”. 

Así las cosas, empezaron a dudar del significado del bien merecido calificativo de Apóstol de Cuba, distinción ganada no solo por la entereza de su entrega a la causa de la nación cubana, sino por sus virtudes espirituales y éticas que lo asemejan a aquellos primeros seguidores del Cristo-Redentor, muchos de ellos también mártires, a los que sabiamente se les llamó Apóstoles; algo que se remonta, como es de suponer, a la etapa pre-fidelista.

Una vez convertida la patria de Martí en nación socialista y atea se pretendió eliminar todo vestigio de sentimiento de religiosidad, y sin duda, el concepto de un apostolado martiano había que sustituirlo a pesar de su profundo arraigo popular en tiempos en que se veneraba al bendito hombre de Dos Ríos de una manera bien diferente a como se empezó a hacer luego de la temible influencia de los cambios que llegaron a partir de 1959. 

Pero retomemos la idea de estos dos planteamientos hechos por el dictador Castro en sus años de mayor ímpetu y de sus grandes locuras en pos de cambiar de manera radical todo lo referente a la nación, incluida la manera de pensar y actuar de los cubanos.  

El primero de ellos fue haciendo referencia a las acciones terroristas de sus asaltos a los cuarteles del oriente del país en 1953. Veinte años después, durante su discurso en el acto del 26 de julio de 1973, dijo: “Martí nos enseñó su ardiente patriotismo, su amor apasionado a la libertad, la dignidad y el decoro del hombre, su repudio al despotismo y su fe ilimitada en el pueblo. En su prédica revolucionaria estaba el fundamento moral y la legitimidad histórica de nuestra acción armada. Por eso dijimos que él fue el autor intelectual del 26 de Julio”.

Con lo que retomó su absurda hipótesis que cual delirante idea estuvo en su pensamiento desde su defensa cuando el juicio del Moncada y durante el proceso previo a su sentencia. Para Fidel Castro, José Martí fue el autor intelectual del Moncada, y como él lo consideró así, todos tenían que aceptarlo. En cada colegio cubano, en cada centro laboral, en cada institución se repetía sin cesar aquella sentencia suya que muchos llegaron a creer, aunque más tarde, y por suerte para nuestra nación, y para el propio José Martí – donde quiera que pueda estar y desde otro nivel de conciencia despojado de sus vestiduras mortales–, aquellos que fueron engañados despertaron de su letargo profundo para retomar de nuevo la idea del Hombre-Apóstol, del más universal de los cubanos, el Maestro o el más simbólico de todos; con lo que el absurdo del asaltante intelectual ha quedado reducido a su manejo por parte de la alta cúpula que – lo crean o no– han de repetirlo.    

El segundo planteamiento hecho por Fidel Castro en 1973 resulta tan disparatado como el precedente, aunque tal vez, lo supera por su intención manipuladora justificativa para la no existencia en Cuba del pluripartidismo. Este concepto suyo también lo atribuyó injustamente a José Martí.  

(Siempre es desgracia para la libertad que la libertad sea un partido¨ ( José Martí Obras CompletasTomo 20, 25))

Fue el 11 de mayo de1973, al rendir homenaje a Ignacio Agramonte – tan olvidado en nuestros días– por motivo del centenario de su muerte, cuando se le ocurrió decir que en el Partido Revolucionario Cubano fundado por Martí: “podemos ver el precedente más honroso y más legítimo del glorioso partido que hoy dirige nuestra Revolución”, suficiente como para que a partir de entonces se repitiera – como se hizo con lo del autor intelectual– hasta el cansancio que existe una continuidad histórica partidista, y que el Partido Comunista de Cuba – que como todos saben no guarda relación alguna, ni tiene nada que ver con una organización de tipo comunista toda vez que se conoce con sobradas razones que el héroe cubano jamás profesó el socialismo– es una prolongación de aquella organización fundada por José Martí, cuyo fin y propósito siempre estuvo muy bien definido: servir de vehículo rector para la gesta independentista de 1895. “El Partido Revolucionario Cubano se constituye para lograr, con los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad, la independencia absoluta de la Isla de Cuba, y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico”, dice el Artículo Primero de las Bases del partido fundado por Martí. 

Al consultar las Bases y Estatutos del Partido Revolucionario Cubano se comprobará que no se hace referencia alguna a la idea de un partido único, como tampoco se menciona la de un pluripartidismo. Es lógico que si José Martí redactó estos documentos para fundamentar la existencia de esta organización y para precisar acerca de su funcionamiento no se extendiera haciendo disertaciones acerca de pluripartidismos o de partidos únicos, lo que no significa que fuera defensor de una tendencia o detractor de la otra. De cualquier modo, quien estudie detenidamente su obra podrá percibir sus conceptos de democracia, libertad y justicia bien distantes de cualquier idea totalitarista en relación con formas unidireccionales de dirección y liderazgo, lo que lo separa de la absurda idea manejada a conveniencia por el régimen comunista cubano.    

Ese no era el contexto, lo que no significa que esté negando el pluripartidismo; pero como ya he precisado en otros escritos, el legado martiano suele utilizarse de manera tergiversada y adaptada a su forma por la élite castrista de Cuba, y el propio Fidel Castro en el discurso antes mencionado no solo enfatizó en la idea de esa continuidad forzada que intentan ver, sino que se encargó de inculcar el concepto de que “Martí hizo un partido —no dos partidos, ni tres partidos, ni diez partidos—, en lo cual podemos ver el precedente más honroso y más legítimo del glorioso Partido que hoy dirige nuestra Revolución: el Partido Comunista de Cuba”. Es de suponer que para lograr la reunificación de todos los cubanos e impulsar la contienda de 1895 el Apóstol cubano solo fundara un partido, cuya misión la dejó bien definida desde sus inicios, toda vez que su propósito no fue otro que servir de instrumento favorecedor del sentido de unidad en la lucha.
(A raíz de la ascensión del Partido Republicano estadounidense al poder en 1883, escribió sobre lo conveniente que era para una nación que un partido político no permaneciera mucho tiempo en el poder:¨ La libertad ha de ser una práctica constante para que no degenere en fórmula banal. El mismo campo que cría la era, cría las ortigas. Todo poder amplia y prolongadamente ejercido, degenera en casta. Con la casta, vienen los intereses, las altas posiciones, los miedos de perderlas, las intrigas para sostenerlas; las castas se entrebuscan y se hombrean unas con otras.¨ (José Martí Obras CompletasTomo 9, 340))

Al parecer los “estudiosos” del pensamiento martiano olvidaron que Martí se propuso con su partido: “fundar en el ejercicio franco y cordial de las capacidades legítimas del hombre, un pueblo nuevo y de sincera democracia, capaz de vencer, por el orden del trabajo real y el equilibrio de las fuerzas sociales, los peligros de la libertad repentina en una sociedad compuesta para la esclavitud”.

Ya todos sabemos que en la Cuba castrista ese “ejercicio franco y cordial de las capacidades legítimas del hombre” no es posible a pesar de que también aparece en las Bases del Partido Revolucionario Cubano redactadas por Martí, y que los conceptos de democracia fueron trasmutados a partir de estrictas normativas que han de cumplirse con la mayor rigidez del mundo, resultando imposible el desarrollo pleno de esa “sincera democracia, capaz de vencer, por el orden del trabajo real y el equilibrio de las fuerzas sociales” a las que se refirió el bendito hombre de Dos Ríos. 

Igualmente prefieren eludir el mensaje expresado en el Artículo Quinto, por cuanto insiste en la idea de que el partido martiano no tiene por objeto llevar a Cuba una agrupación victoriosa que “considere la isla como su presa y dominio”, lo que resulta demasiado contradictorio en el contexto político actual en que Cuba ha quedado bajo el dominio y el control absoluto del Partido Comunista de Cuba, según ellos, la fiel continuidad del fundado por Martí.   

Pero si bien, al parecer han olvidado estas últimas palabras, la siguiente idea con la que pretendo concluir esta pequeña evocación al Maestro y Apóstol de Cuba en el 123 aniversario de su muerte, la han sepultado para siempre ante el riesgo de cualquier posible interpretación que contradiga los cánones del oficialismo. Por motivo de la inauguración de las clases orales en el Colegio de Abogados, durante su paso por México en 1875, Martí publicó en la Revista Universal lo siguiente:

“Al realizarse en la vida, las fórmulas se desenvuelven en aplicación, la concurrencia de derechos crea derechos especiales: los sistemas políticos en que domina la fuerza crean derechos que carecen totalmente de justicia, y el ser vivo humano que tiende fatal y constantemente a la independencia y al concepto de lo justo, forma en sus evoluciones rebeldes hacia su libertad oprimida y esencial, un conjunto de derechos de reconquista”. (Tomo VI. Páginas 234 a 236)

Con lo que se anticipó más de un siglo a lo que se pudiera interpretar como una descripción de la realidad cubana actual con su sistema político que domina por la fuerza y crea, por consiguiente, derechos carentes de justicia, como dijo el Maestro. 

El mejor tributo a su memoria deberá ser pues esa reconquista de los derechos perdidos.