"No me faltes porque yo te sobro", advertencia del personaje Pedro
Lara a sus enemigos en la legendaria serie "Los Tres Villalobos", del
libretista cubano Armando Couto.
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Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
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5-15-2018
Donald Trump personifica para mí en vida real el coraje y la temeridad del Pedro Lara imaginario creado por la pluma privilegiada de Armando Couto. No anda con rodeos, habla para que lo entiendan y amenaza a sus enemigos con una agresividad que los pone a la defensiva. No sigue el protocolo de los políticos tradicionales que dan muchas vueltas para regresar al mismo lugar. Su forma tajante de expresarse y actuar lo hace objeto de las críticas de sus enemigos políticos, pero lo convierten en el ídolo de quienes nos hemos cansados de que nos engañen y estamos más interesados en los resultados que en las exquisiteces.
Y resultados está logrando a diario este dinamo humano a pesar de los ataques y las distracciones de una izquierda que no le perdona que haya hecho morder el polvo a Hillary Clinton en las elecciones de 2016. Aunque no lo estuve al principio, hoy estoy convencido de que Donald Trump es el hombre que necesitaban los Estados Unidos después de ocho años de un diletante de verborrea prolífica y modales refinados cuyo gobierno fue un verdadero desastre.
En junio de 2009, el recién estrenado Presidente Barack Obama llevo a cabo lo que se ha dado en llamar "El Viaje de las Disculpas". Se fue por el mundo hablando mal de los Estados Unidos y pidiendo perdón por el poderío militar norteamericano. Comenzó su discurso en la Universidad de El Cairo con el tradicional saludo musulmán de 'assalamu alaykum' e hizo repetidas referencias al 'Santo Corán', lo que no ha hecho jamás con la 'Santa Biblia'.
Llegó a proferir la barbaridad de que los Estados Unidos no fueron fundados de acuerdo con los valores de la cultura judeo-cristiana, sino que eran un crisol de muchas religiones. Todo esto para destacar que Occidente tenía una gran deuda con un Islam que había logrado éxitos extraordinarios desde el álgebra hasta la poesía. Y nadie niega sus contribuciones a la civilización pero nadie puede darme el nombre de algún musulmán entre los padres fundadores de los Estados Unidos.
En septiembre de 2012, Obama condenó la masacre desatada por Bashar al-Assad en Libia y lo amenazó con tomar represalias militares si cruzaba la línea roja de utilizar gases contra la población civil. El tirano sirio volvió a disparar gases contra la población civil y tanto el diletante Obama como
su línea imaginaria cambiaron el color de rojo para amarillo. Su única represalia fue contra las propias fuerzas armadas de los Estados Unidos.
(Presidente Donald J. Trump)
En los ocho años de su presidencia, Obama redujo el presupuesto del Pentágono en más de 900,000 millones de dólares, más de 100,000 millones por cada año de su gobierno. El Mesías dadivoso con el dinero ajeno optó por utilizar esos fondos para mantener a 50 millones de vagos que recibían sellos de alimentos. Su política internacional de pedir disculpas y retroceder ante los retos no puede ser descrita de otra forma que como la Doctrina del Bochorno. Los enemigos de los Estados Unidos tomaron nota y empezaron a servirse a sus anchas en diferentes escenarios del mundo.
Donald Trump vio el peligro y se propuso dar un giro de 180 grados a la forma en que el mundo miraba hacia unos Estados Unidos desarmados por Barack Obama. Desde que declaró su aspiración a la presidencia Trump le enfiló los cañones al mayor desastre de Obama en la conducción de la política exterior: el Acuerdo Nuclear con Irán. Dijo que el acuerdo era una desgracia y que procedería a anularlo tan pronto llegara a la Casa Blanca.
Y así lo hizo hace poco más de una semana. ¡Qué grata sorpresa esta de un político que tiene la vergüenza de cumplir sus promesas de campaña! Pero bueno, ya todos sabemos que Donald Trump no es un político al estilo tradicional. Es una especie de torero político que logra éxito agarrando por los cuernos a sus enemigos en cualquier ruedo en que se le enfrenten.
Como era de esperar, la acción de Trump de cancelar el acuerdo con Irán provocó una reacción casi histérica en Bonn, Paris y Londres. Sus tres líderes le habían pedido a Trump que no lo cancelara. Ahora se han dado a la tarea de salvar el acuerdo en consultas conjuntas que incluyen nada menos que a Rusia y China. Pero Trump sabe que esta solución no es la mejor para los Estados Unidos. Porque los rusos y los chinos quieren a unos Estados Unidos preocupados por su seguridad y los europeos están más interesados en las ganancias de sus empresas que en la estabilidad del Oriente Medio y la seguridad nacional de los EEUU.
Por su parte, los críticos demócratas de Donald Trump y los miembros de la prensa que los acompañan dicen que, con su anulación del acuerdo, el presidente ha puesto al país al borde de una guerra y ha dañado la credibilidad de Washington en el campo internacional. Ambas cosas son erróneas. Al borde de la guerra lo puso Barack Obama cuando entregó más de 150,000 millones de dólares a los clérigos iraníes como soborno para que firmaran el acuerdo.
Obama dijo que esos fondos serían dedicados a mejorar las condiciones de vida del pueblo iraní. Pero confiables agencias de inteligencia como el mossad israelí han denunciado todo lo contrario. Esos fondos fueron enviados a Siria para financiar la guerra, entregados al Talibán para matar norteamericanos en Afganistán, utilizados para promover el terrorismo de Hamas y Hezbollah y mandados a Yemen para prolongar la guerra contra Arabia Saudita. Esa es la paz precaria de Obama. La paz que resulta del apaciguamiento y la cobardía.
En cuanto a la acusación de que, con la anulación del acuerdo, Donald Trump ha dañado la credibilidad de los Estados Unidos, el argumento se cae bajo el peso de la ignorancia sobre derecho constitucional. Donald Trump no ha cancelado de un plumazo un tratado debidamente aprobado por el Senado. Desde el punto de vista constitucional no habría podido hacerlo. Ha cancelado un acuerdo firmado por el titular del Poder Ejecutivo que necesita la aprobación del Senado para que cualquier acuerdo se convierta en tratado. Un documento que Obama no sometió al Senado porque no tenía los votos para que fuera aprobado. Numerosos senadores demócratas, que ahora defienden la permanencia del acuerdo, se negaron a apoyarlo por temor a ser atacados por el cabildeo israelí.
Obama optó entonces por su miope procedimiento de "tengo un teléfono y una pluma, y hago lo que me venga en ganas". Lo mismo que hizo con los mal llamado "dreamers" y, al igual que con ellos, le salió el tiro por la culata. Por lo tanto, Donald Trump, con su acción, no restó prestigio a los Estados Unidos. Al contrario. Eliminó el verdadero peligro de una guerra en que Irán tuviera a su disposición armas nucleares y puso en ridículo a un arrogante que jamás pensó que Hillary perdería las elecciones de 2016. No restó prestigio a los Estados Unidos sino demostró que esta no es una monarquía sino una republica constitucional donde se respetan las leyes y se siguen sus procedimientos.
Visto desde otro ángulo, los firmantes del acuerdo original que se proponen salvarlo confrontan una tarea galáctica. Trump ha prometido, y este hombre cumple sus promesas, tomar medidas enérgicas contra aquellos países que sigan haciendo negocios con Teherán. Además, estos países deben de tener en cuenta que el poderío financiero mundial de los bancos norteamericanos es gigantesco y podría resultar demoledor para quienes reten a Trump. Podrían verse obligados a optar entre negociar con Irán o negociar con los Estados Unidos. No hay que ser un genio para concluir cual es la mejor opción.
Por otra parte, es muy probable que, pasados estos primeros momentos de sorpresa, rabia y amenazas, los clérigos iraníes decidan que les resulta más beneficioso negociar un nuevo acuerdo con los Estados Unidos. Trump, el maestro de la negociación, ha dicho que está en la mejor disposición de negociar un acuerdo que resulte favorable a todas las partes. Lo mismo que está haciendo con el "hombrecito del cohetico" de Vietnam del Norte.
Concluyo citando un artículo que escribí en enero de 2014 y que titulé "No paz mundial sin Pax Americana”. Entonces dije: : "La verdad incontrovertible es que los Estados Unidos tienen que aceptar la realidad de un mundo ambivalente que está poblado por amigos y por enemigos. Su supervivencia como potencia mundial demanda la habilidad de premiar la lealtad de los primeros y confrontar con firmeza a los segundos". Esa es la doctrina que ha puesto en marcha el Presidente Donald Trump.
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