Esteban Fernández: NO QUIERAN BAILAR EN LA CASA DEL TROMPO
18 de septiembre de 2018
Escribo para los patriotas y sobre todo para los anticastristas descarriados. Si mis líneas llegan a un cubano bueno apartado de esta contienda, a ese es al que yo deseo atraer.
Si después de 60 años de atropellos, de abusos, de crímenes del régimen cubano hay quienes les sigue gustando aquello, que se vayan muy lejos de mí, a donde el diablo dio las tres voces, no me apetece en lo absoluto atraerlos a mis filas.
Sólo admito una discrepancia honesta de mi gente, de mis amigos, de los patriotas, y prefiero que la desavenencia se haga en privado en un esfuerzo porque yo subsane un error. Y viceversa. Solo intento de sacar de un fallo a las personas que quiero y que lo merezcan.
Cuando los antagonistas se lanzan a discutirme un punto de vista airadamente lo interpreto como que están tratando de “bailar en casa del trompo”. A los adversarios no les doy vela en este entierro, ni un vaso de agua en el desierto.
No entro en controversias, ni en polémicas, ni en dimes y diretes, porque todos mis conceptos han sido fríamente calculados, y avalados por 60 años de experiencia.
Si alguien quiere llevarme la contraria en Nuevo Acción de Aldo Rosado, o los blogs de Pedro Pablo Arencibia, de Adri Bosch, en el periódico Libre, no respondo, los ignoro. Si es a mi Email personal inmediatamente los coloco como “spam” y no se empatan de nuevo conmigo.
Puede ser que -en Facebook- entre la lista de 2000 amigos, haya varios que no piensan como yo. Hasta que me doy cuenta, hasta que se descubren e ipso facto los bloqueo.
Jamás usted me ve entrando en blogs ajenos, ni en ninguna página de Facebook, para llevarle la contraria a nadie, ni para discrepar de nadie. Esa es la casa de ellos y yo tengo la mía. Por eso creo que Facebook me respeta, porque no trato de importunar a nadie ni permito que nadie me incomode a mí.
Soporto estoicamente que alguien trate de enmendarme la plana una o dos veces, a la tercera sale el discrepante de mi casa como bola por tronera.
Mis grandes amigos, mis socios fuertes, mis hermanos de ideales, lo son precisamente porque estamos hermanados en una idea y en una causa común. Los que no piensan como nosotros hace rato que se quedaron en el camino.
No soy infalible, me equivoco en casi todo, menos en las cosas de mi patria, y como nadie entra a un quirófano a quitarle el bisturí de sus manos al cirujano que practica una operación de cerebro abierto, ni a decirle que “eso no se hace así”, yo no permito que nadie trate de quitarme la pluma de mis manos, ni cambiarme una simple coma, ni meter un dedo dentro del teclado de mi computadora.
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