Esteban Fernandez: U.S.A. ARMY: EL NEGRO ARENCIBIA
Por Esteban Fernandez
14 de enero de 2019
¿Se acuerdan ustedes que a los negros que trataban de salir del país los amenazaban con 20 historietas diciéndoles que en los Estados Unidos le echaban los perros y discriminaban a los negros?
¿Verdad o mentira? ¿Exageración o realidad? Número uno, era cierto que, en esa época, en el sur, llevaban aquí a los negros “a la una mi mula”. Y dos, que LOS BLANCOS ANTICASTRISTAS CUBANOS NO PERMITIMOS NI SOPORTAMOS ABUSOS CONTRA NUESTROS COMPATRIOTAS NEGROS.
Y de eso me di cuenta sólo unos meses después de arribar aquí. En mi compañía en Fort Knox y Fort Jackson había de todo, ricos, pobres, hijos de ex millonarios, y guajiros de tierra adentro y hasta uno que presumía de tener piso de tierra en su casa. Y había un negro, bueno, chévere, simpático, y vigorosamente anticomunista.
Allí, entre nosotros, más que un compañerismo surgió inmediatamente una hermandad. Considerábamos que íbamos a jugarnos la vida tratando de lograr la libertad de nuestra tierra y eso une a cualquiera.
La cuestión es que un domingo un grupo de nosotros, entre ellos el negro Arencibia, nos pusimos nuestros trajes de gala, nos montamos en una guagua y nos fuimos de paseo y de parranda para el pueblo más cercano llamado Columbia, en Carolina del Sur.
Nos divertimos, nos reímos, disfrutábamos, casi nos parecía que estábamos en una excursión alejados de la disciplina del Army.
Cuando ya estaba comenzando a anochecer pasamos por un bar y alguien propuso entrar y darnos unos tragos. Perfecto, todos estuvimos de acuerdo.
Créanme que fue una de las sorpresas más grande que he tenido en mi vida: menos de cinco minutos después de haber entrado se nos acercó un norteamericano altísimo, fuerte -es lo que aquí le llaman “bouncer”- y nos dijo en forma amenazadora que “¡El negro no podía estar allí!”
Lo primero que a mí se me ocurrió decir en mi paupérrimo ingles fue: “Oh, he is not negro, he es CUBAN”.
Pero ¡Pa’que fue aquello! El escándalo fue vigueta, yo no tuve que decir más nada porque mis compatriotas -todos jóvenes menores de 25 años- salieron como fieras para echar el resto por nuestro hermano de color y de ideales.
Yo les aseguro a ustedes que nunca antes y nunca después un grupo de racistas en este país había visto ni escuchado a más 20 cubanos gritando y encabronados. Era la primera vez que los americanos descubrieron lo que era “la fiesta del guatao”.
No cedieron, y nosotros tampoco, y nos fuimos todos de regreso a nuestras barracas. Y no sé si ellos entenderían nuestros gritos de “Hijos de putas” “Maricones” y “Nos cagamos en el coño de las madres de todos ustedes” mientras poco a poco nos alejábamos.
Pero, como buenos cubanos, todos nos calmamos y nos tuvimos que reír cuando el negro Arencibia nos dijo: “¡Caballero, no era para tanto, si yo ni tomo bebidas alcohólicas!”
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