Manuel P. Villatoro del ABC de España: La mentira de Stalin sobre la toma de Berlín a los nazis que te has creído durante 70 años. En 1945, un experto organizó una estudiada sesión fotográfica para hacer creer al mundo que los soldados de Stalin habían hecho ondear la bandera roja en el Reichstag
La mentira de Stalin sobre la toma de Berlín a los nazis que te has creído durante 70 años
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En 1945, un experto organizó una estudiada sesión fotográfica para hacer creer al mundo que los soldados de Stalin habían hecho ondear la bandera roja en el Reichstag
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Por Manuel P. Villatoro
@ABC_Historia
27/02/2019
Finales de abril de 1945. Berlín es sólo una sombra de la ciudad que un día fue durante el Tercer Reich. En las calles donde antes paseaban orgullosas a paso de ganso las tropas de Adolf Hitler, ahora se lucha encarnizadamente por impedir inútilmente que los aliados avancen. Repentinamente, en la azotea del Reichstag (la sede del parlamento alemán), un soldado soviético avanza hasta el punto más alto del edificio e iza una bandera roja ataviada con la hoz y el martillo. El acto significa la derrota de los nazis en la Segunda Guerra Mundial y, debido a su importancia y su simbolismo, es capturado por un atrevido y suertudo fotógrafo. Esta es la versión oficial que se explicó al mundo desde la U.R.S.S. en relación a una de las instantáneas más famosas de la contienda, unos sucesos que nada tienen que ver con la realidad.
Y es que, esta instantánea no fue fruto del azar ni se produjo durante la contienda, sino que fue realizada en una curiosa sesión fotográfica varios días después de que los combates hubieran cesado. Todo ello, por orden de un avispado reportero con ganas de ganarse un hueco en la Historia. No contento con eso, el «artista» realizó además varios retoques en la imagen una vez que fue revelada para que causase el mayor impacto posible entre la población e, incluso, con el objetivo de que escondiera algunas vergüenzas del «glorioso Ejército Rojo». Esta gran mentira logró convencer a la población hasta la caída de la U.R.S.S. (momento en que la verdad sobre esta operación de propaganda salió a la luz).
Imágenes de la toma de Berlín - ABC
Esta historia es un claro ejemplo de como, a pesar de que se suele afirmar que una imagen vale más que mil palabras, en ocasiones la realidad puede ser tergiversada mediante el simple «click» de un cámara. Una afirmación que quedó corroborada hace apenas una semana tras la muerte del protagonista de «The kiss», la famosa instantánea que marcó el fin de la Segunda Guerra Mundial (y en la que se podía ver a un marinero dando un beso a una joven en mitad de Times Square). Y es que, a pesar de lo cuentan la leyenda, la realidad es que no fue un acto de amor debido a que la pareja no se conocía previamente.
En todo caso, esta curiosa mentira de Stalin es una de las tantas que se pueden leer en «Las 100 mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial», la tercera reedición de la famosa obra del historiador y periodista Jesús Hernández. Este libro, concretamente, fue con el que este experto en la Segunda Guerra Mundial se dio a conocer en el ámbito editorial en 2003. «Hoy muchos lectores saben de mi gracias a obras como “Enigmas y misterios de la Segunda Guerra Mundial” o “Breve Historia de la Segunda Guerra Mundial”, pero no tienen en su poder el libro con el que me di a conocer. Por eso lo he reescrito, he actualizado todos los datos y he añadido información que me ha parecido interesante para completarlo», afirma el autor en declaraciones a ABC.
La toma del Reichstag
Para entender la importancia de esta instantánea (conocida a la postre como «Alzando una bandera sobre el Reichstag», tal y como corroboran expertos como Gregorio Doval) es necesario viajar en el tiempo hasta el 16 de abril de 1945. Y es que, fue exactamente ese día cuando comenzó la Batalla de Berlín. Es decir, la última defensa a ultranza de la capital del Reich por parte de las escasas tropas alemanas que aún rendían culto a Hitler. En aquella época ya no era ningún misterio que los aliados (especialmente los soviéticos, quienes disponían de más de dos millones y medio de soldados y 6.000 carros de combate) avanzaban con el cuchillo entre los dientes hacia el último reducto del «Führer».
En su contra, el que fuera uno de los líderes más poderosos de la primera mitad del siglo XX apenas pudo interponer 800.000 combatientes. Y la mayoría de ellos, además, no eran más que unos pobres niños reclutados de las «Juventudes Hitlerianas» con falsas promesas de gloria y un futuro imperio alemán comandado por un Hitler que, según se decía, resurgiría de sus cenizas. Mentiras. Estos pequeños soldados estaban acompañados, a su vez, de miles de ancianos armados y entrenados a la carrera por los restos de las escasas unidades que habían logrado sobrevivir a los continuos combates los aliados en media Europa. Eran, en definitiva, los estertores de muerte de un Reich que trataba de tomar sus últimas bocanadas de aire aún a sabiendas de que la suerte estaba más que echada.
Instantánea modificada
Con el paso de los días, la situación se recrudeció todavía más para los defensores, quienes –a pesar de todo- estaban resueltos a defender al «Führer». Un líder que, para muchos, ya había perdido la cabeza hacía semanas. «El 23 de abril, el general Weidling, comandante de la batalla de Berlín, informó a Hitler de que solo quedaba munición para dos días de combate. No obstante, afirmó que defendería sus posiciones mientras el cerco soviético se cernía sobre la ciudad, a escasas manzanas del búnker donde Hitler se sumía en sus delirios. El 30 de abril, Berlín era un infierno encarnizado en el que los rusos tenían un objetivo primordial: capturar el simbólico Reichstag, defendido con vigor por su guarnición», explica Chriss Mann en su obra « Las Grandes Batallas de la Segunda Guerra Mundial».
La misión de los soviéticos no era sencilla, pues entre los muros del edificio gubernamental se defendían nada menos que 5.000 miembros de las tristemente famosas Waffen-SS, las tropas más ideologizadas de toda Alemania. «El Reichstag se convirtió en una auténtica fortaleza. Para ello se minaron todas las calles que conducían al edificio, se colocaron barricadas y se cavaron trincheras y fosas antitanque. Los alemanes dispusieron varias piezas de artillería en el exterior y se hicieron fuertes en los sótanos, reforzados con vigas de hormigón y acero», determina Hernández en su obra «Las 100 mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial».
A pesar de la defensa a ultranza del Reichstag, los soviéticos sabían del golpe moral que supondría para sus enemigos perder este edificio. Por ello, los rusos cargaron sus fusiles Mosin-Nagant y sus subfusiles PPSh para, a finales de abril, tomarlo al precio que costara. Y es que, como es mundialmente conocido gracias a la «Orden 227», Stalin no tenía problema en anteponer los objetivos a la vida de miles de sus soldados. A los militares del Ejército Rojo no les quedó más, finalmente, que combatir por cada una de las habitaciones del enclave para expulsar de él a los soldados de las SS.
La gran mentira
En medio de aquel caos, en medio de toda aquella vorágine de muerte, la versión oficial del gabinete de Stalin afirma que el 30 de abril (cuando todavía no se había tomado totalmente el Reichstag y aún resistían varios cientos de alemanes en varias de sus salas) un soldado soviético logró llegar hasta el tejado del edificio. Una vez allí, descolgó la bandera con la esvástica e hizo ondear el paño soviético con la hoz y el martillo simbolizando así la toma de Berlín.
Aquel momento –según lo que contó la U.R.S.S.- fue tan impactante que un fotógrafo lo inmortalizó para la posteridad con su cámara, dando lugar a una de las instantáneas más conocidas de toda la Segunda Guerra Mundial. La verdad es bien diferente, pues la imagen fue un montaje que se realizó el día 2 de mayo en base a lo que, según algunos combatientes, había sucedido varias jornadas antes, pero había sido imposible de inmortalizar.
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