jueves, marzo 28, 2019

Roberto Álvarez Quiñones: Los Rusos en Venezuela, una Jugada Peligrosa


Los Rusos en Venezuela, una Jugada Peligrosa

Por Roberto Álvarez Quiñones

Ejercicios militares en Venezuela con las banderas del país suramericano y de Cuba al fondo. (Foto @ Twitter/ ceofanb).

La reciente llegada a Caracas de dos aviones rusos con unos 100 soldados y 35 toneladas de “material desconocido”, según reportaron los medios, tiene todas las trazas de ser una petición de Raúl Castro a Vladimir Putin de situar militares rusos en instalaciones estratégicas de Venezuela para que sirvan de escudos contra posibles ataques aéreos de Estados Unidos.

La idea parece ser que al saber Washington que hay soldados rusos en Fuerte Tiuna u otras instalaciones militares clave venezolanas, se abstenga de bombardearlas, pues de hacerlo pueden morir soldados rusos y ello podría causar un conflicto entre ambas superpotencias atómicas.

Claro, falta por ver cuál será la respuesta del gobierno de Donald Trump a esta jugada castro-chavista. Una posible respuesta puede ser que Washington le diga a Putin, con firmeza, que ha ido demasiado lejos y que debe retirar sus soldados de Venezuela o Rusia va a sufrir nuevas y fuertes sanciones económicas, u otras medidas.

Pero especulaciones a un lado, lo que sí queda muy claro es que Maduro y los invasores cubanos están dispuestos a acabar con lo que queda de Venezuela antes que soltar el poder por las buenas. O sea, si no los paran por la fuerza la dictadura castro-chavista va a sobrevivir, al menos a corto plazo.

Por eso cobra extraordinaria fuerza la valiente y democrática posición del secretario general de la OEA, Luis Almagro, quien hace unos días dijo:

¿Hasta qué punto puede llegar la cobardía de la comunidad internacional para no tomar acción en Venezuela? Y agregó que “deben mantenerse abiertas todas las opciones”.

El arresto reciente de Roberto Marrero, jefe de Despacho del presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, y la escalada de asesinatos y torturas de la dictadura de Caracas que han sido revelados en los últimos días, evidencian la gravedad de la tragedia venezolana.

O lo que es lo mismo, mientras fuerzas cubanas ocupen Venezuela, Raúl Castro y el Partido Comunista de Cuba mantengan el control y la iniciativa militar-represiva, estratégica y política en esa nación, y continúe la asistencia financiera, comercial y política de Moscú y Pekín, no podrá haber solución pacífica para poner fin a la peor dictadura en la historia de Sudamérica.

(Aviones de combate rusos en Venezuela, podrían convertirse en un desafío para Washington. (WikiCommons).)

Una rebelión militar interna sería lo mejor para derrocar a Maduro, pero es difícil que ocurra debido a la abrumadora red de espías cubanos en el sector castrense que lo impiden. Generales, coroneles, y otros altos oficiales cubanos controlan a la oficialidad venezolana. Según fuentes locales, Cuba tiene en Venezuela 9 batallones de combate, uno de ellos en Fuerte Tiuna, sede del Ministerio de Defensa. Circulan rumores de que recientemente fueron enviados hacia Venezuela otros 5,000 soldados cubanos.

Pocos saben que el General Castro y su Junta Militar son quienes incitan a los jerarcas chavistas a que maten, torturen, repriman más y se involucren en el narcotráfico y en el robo al Estado, porque mientras más se embarren con crímenes más tienen que aferrarse al poder, pues de caer Maduro irán a la cárcel, en Venezuela, en EE.UU, o en La Haya.

El teniente venezolano Ronald Dugarte denunció ante la OEA que torturadores cubanos aplican salvajes castigos a los prisioneros políticos, y que él mismo vio cómo un capitán del ejército torturado orinaba sangre. La guardia de seguridad personal que protege a Maduro está a cargo de cubanos del MININT.

Y es lógico, Maduro se formó políticamente en La Habana. Allí fue adoctrinado y reclutado a mediados de los años 80 por la inteligencia cubana y comenzó a trabajar para el Departamento América de Manuel “Barbarroja” Piñeiro.

Táctica cubana, ir cerrando el cerco contra Guaidó

El arresto de Marrero y la “siembra” en su casa de dos fusiles y una granada para acusarlo de terrorista tienen el sello inconfundible de la Seguridad del Estado castrista, heredera de la KGB soviética y la STASI germano-oriental (heredera a su vez de la GESTAPO nazi).

Esa táctica cocinada en La Habana consiste en ir cerrando el cerco a Guaidó pero tanteando con cautela a ver cómo reacciona Washington. Si al apresar a cercanos colaboradores de Guaidó no pasa nada bien fuerte, que vaya más allá de sanciones a individuos, la conclusión del castro-chavismo será que si encarcelan a Guaidó tampoco va a pasar nada fuerte que lleve a la pérdida del poder.

Y si Castro II y Maduro mediante este tanteo lograsen llegar hasta Guaidó, habrá sido por el rechazo reiterado al uso de la fuerza en Venezuela por parte del Grupo de Lima y de toda la comunidad internacional con excepción de EE.UU. Al oponerse al uso de la fuerza se les da impunidad a Maduro y a los invasores cubanos. Quienes no están dispuestos a ayudar a los venezolanos es mejor que no lo digan, pues al decirlo apuntalan a la tiranía.

Sancionar a ‘la fuente’ de la tragedia

El castrismo es la fuente del cataclismo venezolano. En marzo de 1981, dos meses después de instalarse Ronald Reagan en la Casa Blanca, el secretario de Estado, general Alexander Haig, le propuso invadir Cuba y acabar con el castrismo para ponerle fin a la guerra en El Salvador, según narran William Leogrande y Peter Kornbluh en su libro “Diplomacia encubierta con Cuba”.

Haig sostenía que para evitar que los guerrilleros comunistas tomasen el poder en San Salvador había que "ir a la fuente" del problema, que era Cuba. Reagan estuvo pensándolo, pero desistió, pues nadie más en Washington quería comenzar la nueva administración con una guerra.

Luego ningún otro Secretario de Estado volvió a responsabilizar al castrismo por su intervencionismo en la región, hasta Mike Pompeo: "Cuba es el verdadero poder imperialista en Venezuela” denunció recientemente. Y el vicepresidente de EE.UU, Mike Pence afirmó: "Ha llegado el momento de liberar a Venezuela de Cuba".

Hoy no se trata de invadir a Cuba, sino de que la ONU, y todas las democracias exijan la salida de Venezuela de los únicos invasores reales, los cubanos. Para ello hay que sancionar al régimen de Castro-Díaz-Canel en vez de alabar sus "reformas", ir a pasear por La Habana y hacer negocios en la isla. Y hay que hablarle fuerte a Rusia y China, o aplicarles sanciones si siguen apoyando a Maduro.

Cuba, el país más intervencionista en el continente

Y si de intervenciones militares se trata, hablemos en serio. Desde la independencia de España y Portugal no ha habido en América Latina un Estado más intervencionista que el castrista. Ha pisoteado la soberanía de 15 países: 8 sudamericanos, Bolivia, Argentina, Chile, Colombia, Venezuela, Perú, Brasil y Uruguay; y 7 de Centroamérica y el Caribe: República Dominicana, Granada, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Honduras y Panamá.

Washington en el siglo XX intervino varias veces en Centroamérica y en el Caribe e impuso dictadores. Pero desde 1965 intervino para derrocar tiranías o impedir la “cubanización” de República Dominicana (1965) y Granada (1983); y en Panamá (1989) para apresar al narcotraficante dictador Manuel Antonio Noriega, gran aliado de los Castro.

Sin embargo, las intervenciones castristas han sido para intentar derrocar gobiernos elegidos democráticamente e implantar tiranías totalitarias procastristas. Tan tempranamente como en abril de 1959 Fidel Castro envió un contingente invasor armado a Panamá de 200 hombres, 82 de ellos cubanos, que desembarcó en un lugar llamado Nombre de Dios.

Cuba entrenó, armó, financió y dirigió las guerrillas que en los años 60 invadieron Argentina (presidente Arturo Ilía, elegido democráticamente), Venezuela (presidentes Rómulo Betancourt y Rafael Leoni, elegidos) y Bolivia (presidente René Barrientos, elegido en 1966). Las intervenciones se dispararon luego de la Conferencia Tricontinental de La Habana (1966). Allí se lanzó el llamado a la lucha armada para la “liberación nacional” de los pueblos, al compás de la incendiaria consigna del Che Guevara de “crear, dos, tres...muchos Vietnam”.

Se desató una ola de desembarcos y despliegue de guerrillas rurales y terroristas urbanos, entrenados y armados por los Castro. En Uruguay (Tupamaros), Argentina (Montoneros), Colombia, Perú y Venezuela. En Guatemala y El Salvador Fidel Castro orquestó las guerras civiles más sangrientas de la historia del continente luego de la Revolución Mexicana: 200,000 muertos en Guatemala y 75,000 en El Salvador.

Para colmo, Cuba es el único país de Latinoamérica que ha intervenido con tropas al otro lado del Atlántico (Africa y Medio Oriente). A Angola fueron enviados 427,000 cubanos, y a Etiopía otros 40,000 a combatir contra Somalia.

Ahora las botas cubanas evitan la caída de la peor dictadura que en la historia de Sudamérica. Por eso es necesario que las democracias sancionen al castrismo por sus desmanes en Venezuela, y le exijan que retire sus hordas invasoras.

Conclusión, solo con las fuerzas cubanas fuera de Venezuela es que podrá producirse la fractura en el mando militar para sacar a Maduro de Miraflores. De lo contrario será inevitable una intervención liberadora, esa que hoy rechazan tantos gobernantes. Pero para entonces habrá habido más muerte, hambre, dolor y emigración masiva de los venezolanos. ¿Es eso justo?

(Alvarez Quiñones es periodista y escritor radicado en el sur de California. Durante más tres décadas ha publicado artículos sobre el curso de la economía mundial. Es un experto en temas internacionales, con énfasis en asuntos cubanos).