sábado, agosto 17, 2019

La mujer del cuadro Zoé Valdés: Muchos se preguntan, entre ellos el presidente en funciones, Donald Trump, si Bill Clinton estuvo relacionado a profundidad con Epstein.

 Nota del Bloguidta de Baracutey Cubano


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La mujer del cuadro

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Muchos se preguntan, entre ellos el presidente en funciones, Donald Trump, si Bill Clinton estuvo relacionado a profundidad con Epstein.
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Por Zoé Valdés
2019-08-15

No, no iré a hablarles de la célebre película La mujer del cuadro (1944) de Fritz Lang, con Edward G Robinson y Joan Bennett como protagonistas, aunque he tomado el título prestado.

Me referiré a la obra, por llamarla de alguna manera -o ‘cuadro’ (más apropiado en los versátiles sentidos que se le pudieran endilgar)-, que ha sido descubierta ayer en Nueva York, en la casa del millonario suicidado en prisión, Jeffrey Epstein, encargado principal de una de las más connotadas redes de pedofilia y prostitución de los últimos tiempos: Bill Clinton vestido de mujer, con un traje azul de fiesta, parecido al que llevaba Mónica Lewinsky cuando el célebre lechazo, y también a otro que posteriormente usó Hillary Clinton en una ceremonia oficial cuando ejercía de Primera Dama.

Sí, al parecer a este Presidente de Estados Unidos le van los trapos de fiesta femeninos de color azul eléctrico, que ni pintados, como anillo al dedo. Habría que añadir los zapatos rojos de tacón, tal como aparece en la mencionada obra, y el lucimiento de las piernas cruzadas al descubierto.

La pintura se le adjudica a la artista norteamericana de origen australiano Petrina Ryad-Kleid. Se especula que fue realizada a partir de una foto real. La obra, según especifica su contenido, muestra como ya expliqué al Presidente Bill Clinton vestido de mujer, en una pose muy femenina. Observa al espectador de frente y lo apunta con el dedo en un desafiante acto, propio de una transexual, acomodada en un butacón en medio de uno de los salones de la residencia del mismísimo Jeffrey Epstein.

El cuadro posee un valor desproporcionado en libras esterlinas en comparación con su valor artístico, que para mí es cero. A mi juicio no vale nada desde el punto de vista artístico. Aunque sea lógico que el valor añadido lo supone que el objeto del cuadro es un presidente norteamericano demócrata, Bill Clinton, quien anteriormente ya se ha visto enredado en numerosos escándalos de acoso sexual, violaciones y relaciones sexuales dentro del Buró Oval de la Casa Blanca mientras ocupaba el cargo presidencial, más precisamente con la becaria Mónica Lewinsky.

Muchos se preguntan, entre ellos el presidente en funciones, Donald Trump, si Bill Clinton estuvo relacionado a profundidad con Epstein, si realmente lo visitó, y si formó parte como cliente o de lo que fuera de esa red de prostitución pedófila. Por lo pronto el reo Jeffrey Epstein consiguió acabar con su vida en un segundo intento de suicidio, dentro de una de las cárceles de mayor seguridad de Estados Unidos. La sospecha de que fuese "suicidado" crece por minutos, dado que todos aquellos que se han visto relacionados de una u otra manera con los Clinton en situaciones conflictuales han aparecido muertos en extraños accidentes o mediante suicidios también no menos raros. La lista es larga.

Lo que sí hay que tener claro es que, en caso de que el que apareciera en ese cuadro hubiera sido el presidente Donald Trump, en estos momentos ya habría sido juzgado por toda la prensa internacional de izquierdas (que ahora por el contrario considerará una gracia maravillosa el hecho de que Clinton aparezca como una ‘trans’, sin tomar en consideraciones a las víctimas de la red de pedofilia y prostitución), estaría reclamándole la dimisión inmediata, el empeachement, un tribunal lo habría condenado sin pruebas suficientes, y su esposa y sus hijos, incluido el menor de edad, habrían sido a esta hora arrastrados por el lodo y hundidos en el fango de los improperios más absurdos.

Pero se trata de Bill Clinton, las ‘femilistas’ lo tomarán como un presidente ocupado y preocupado de la situación de la mujer, tanto que, miren ustedes, se coloca en su piel, de ahí la imagen. E inclusive se sentirán orgullosas de verlo sentado en pose putañera, calzado con tacones rojos (aun cuando los tacones sean un símbolo del heteropatriarcado), semejante a La mujer del cuadro (no a la de la película que ni siquiera conocerán), y que desde ahora existe la posibilidad de que empiece a representarlas.