El libro del coronel Manuel Rojas
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El que no se haya publicado en Cuba el libro de Rojas da mucho que pensar
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Por Rafael del Pino
EEUU
13/09/2019
Acabo de leer
Resistir y Perseverar: La solitaria y tranquila conciencia de la fuerza, el nuevo libro del coronel Manuel Rojas García
sobre su derribo durante el cumplimiento de una misión de combate y sus experiencias durante el cautiverio en manos de la UNITA en Angola. Lo considero muy interesante y una obligada lectura para todos los interesados en los conflictos en que estuvo envuelta Cuba en la segunda mitad del siglo pasado.
Cuando fue publicado su primer libro en portugués varios ex altos oficiales participantes en la guerra de Angola, residentes fuera de Cuba, en Europa y Estados Unidos, lo criticaron por haber asegurado en su testimonio algunas cuestiones que no eran ciertas como aquella de que las tropas cubanas no actuaban contra la UNITA a no ser para defenderse al ser atacados. Los críticos se basaban en que todo el que sirvió en Angola conocía de la existencia de “Los Olivos”; tropas especiales cubanas destinadas a luchar contra la UNITA y que eran independientes de las tropas regulares; primero comandada por el coronel Pineo, después por el general Tomasevich y por último por el entonces coronel Lusson, hoy general.
Es muy posible, que en los niveles de información que poseía Rojas por el cargo que desempeñaba no tuviera la menor idea de las misiones que cumplían esas fuerzas especiales antiguerrilleras cubanas puesto que era un órgano totalmente independiente de la jefatura de la Misión Militar cubana dirigida directamente desde La Habana por Fidel Castro. Yo llegue a conocer muchos oficiales acantonados en diferentes regiones de Angola que nunca oyeron hablar de “Los Olivos”. Además, cuando el derribo y captura de Rojas es posible que este tampoco tuviera conocimiento de la admisión explicita que le hizo Fidel Castro a Erich Honecker el 3 de abril de 1977 donde le afirmaba textualmente: “Nosotros entendemos que los asesores militares soviéticos están primeramente ayudándolos a organizar el ejército regular y no están interesados en ayudarlos en la lucha contra los bandidos. Resulta muy difícil para nosotros luchar solos contra los bandidos. Nuestros compañeros han tenido muchas dificultades y han empleado muchas horas amargas combatiéndolos. Los cubanos no podemos hacerlo solos. Hasta ahora las unidades cubanas han sido las únicas que combaten a los bandidos”. (“Archiv der Parteien und Massenorganisationen der ehemaligen DDR im Bundesarchiv” (Berlín), DY30 JIV 2/201/1292.)
Digo que Rojas podía no tener conocimiento de esta conversación porque la apertura de los archivos de la disuelta RDA se produce casi dos años después de su cautiverio. Es más, hoy día solo un reducido grupo de censores oficiales cubanos conocen esta información y por supuesto la mantendrán oculta hasta el día en que también se abran los archivos en la Isla.
Aunque el libro haya sido escrito más de dos décadas después de esos acontecimientos y probablemente Rojas ya haya descubierto las diferentes barbaridades cometidas por la dirección del país en esas aventuras en el momento que ocurrieron
y compruebe que sí, que efectivamente nosotros llevamos durante muchos años el peso de la lucha contra la UNITA, al escribir su testimonio que hacerlo en el contexto de lo que él conocía al momento del derribo y captura. No lo que pudo haber descubierto después.
Algo que me llamó mucho la atención fue la vehemencia con que Rojas en sus diálogos con Savimbi y otros jefes importantes de la UNITA aseguraba una y otra vez que los tropas cubanas no actuaban contra la UNITA y solo estaban allí para contener y rechazar una invasión de los sudafricanos. Y esta vehemencia no tiene otra explicación que la mala preparación que recibió en Cuba sobre la situación general en Angola ocultándole informaciones claves para alguien que iba a tener importantes responsabilidades.
Por ejemplo: que en la Operación “Protea”, Sudáfrica ocupó Ongiva, la capital de la provincia angolana de Cunene, y Xangongo otra población neurálgica como nudo de comunicaciones importante a orillas del rio Cunene. A partir de esta operación en agosto de 1981 los sudafricanos toman el control de casi 50.000 kilómetros cuadrados de la provincia de Cunene en el territorio nacional de Angola; infligiéndole un duro revés a la SWAPO en su lucha por la liberación de Namibia. Ocupación que duró años y en cuyo periodo el gobierno cubano no realizó ningún intento por desalojar a los sudafricanos o por lo menos presionar al gobierno de Angola para que lo hiciera. La política del gobierno cubano continuó siendo la de concentrar sus esfuerzos contra la UNITA y evitar el enfrentamiento con Sudáfrica.
Es más, después de las derrotas aéreas que la aviación sudafricana nos ocasionó en la primera mitad de los años 80, cuando propuse al alto mando tenderles una emboscada a los envalentonados sudafricanos, el alto mando cubano no solo denegó la propuesta, sino que emitió una orden prohibiendo que voláramos por debajo del paralelo 16 para no interferir las operaciones de los sudafricanos ni causar ningún enfrentamiento. (Ver mi entrevista con el General Dick Lord exjefe de la aviación adversaria en Namibia páginas 424-433 de mi libro Los años de la guerra.)
Durante todo este episodio de la Operación Protea por parte de las SADF de Suráfrica nosotros teníamos en la base aérea de Lubango un escuadrón de MiG-21MF y un escuadrón de MiG-17F además de los diferentes Regimientos Moto mecanizados en las regiones de Lubango, Matala y Menongue y otros grupos tácticos como el de Tchanutete que fue golpeado por la aviación sudafricana el 4 de mayo de 1978 cuando intentaron socorrer a los SWAPO durante el asalto a Cassinga por parte de las SADF.
Sin embargo, durante la Operación Protea ni el gobierno cubano, ni el Estado Mayor General en Cuba, ni la Misión Militar hicieron algo para que por lo menos se apoyara con la aviación a las tropas angolanas que eran objeto de ataque por parte de las SADF dado que la base aérea de Lubango se encontraba dentro del radio de acción de combate de los MiG que teníamos basificados allí.
A esto era a lo que se referían los líderes de la UNITA cuando rechazaban el criterio de Rojas de que las tropas cubanas estaban en Angola solo para evitar las agresiones de Sudáfrica. En la página 83 de su libro Rojas describe el dialogo con el General de la UNITA Miguel Zau Puna cuando este le pregunta:
“—Si los cubanos están aquí para luchar contra los sudafricanos, ¿cómo es que ellos tienen tomado parte del sur del territorio angolano y Cuba no hace nada para expulsarlos?
—Los sudafricanos —rebatí— solo realizan incursiones rápidas en el sur del territorio angolano y se retiran a sus posiciones en Namibia, sin entrar en contacto con las tropas cubanas.”
Con esa respuesta, los jefes de la UNITA tuvieron que darse cuenta que Rojas estaba totalmente desinformado de la realidad y era una víctima más de los subterfugios que tejía el Napoleón caribeño dirigiendo operaciones militares a 10.000 millas de distancia, incluido hasta el reparto de caramelos a los soldados, como afirmó en su intervención del Consejo de Estado para ratificar la ejecución del general Ochoa.
Otras críticas que recibió Rojas giran alrededor de lo que escribe en su libro sobre que no se explicaba por qué Savimbi lo había liberado incondicionalmente sin haber ningún canje de prisioneros, cuando está perfectamente documentada la gestión del presidente Ronald Reagan con Jonas Savimbi; pudiendo haber influido de alguna manera quizás mis argumentos al presidente durante nuestro encuentro en Washington explicándole de que esa era la mejor opción. Critica injusta, pues Rojas no tenía posibilidades de saber eso tampoco y solo conocía las versiones del gobierno cubano. En Cuba están prohibidos mis libros por lo que nunca tuvo acceso a esa información que aparece en mi libro de investigación histórica Los años de laguerra.
Todas las gestiones que se hicieron a partir de ese momento están en Los años de la guerra Capitulo 13, páginas 322-328, incluyendo la carta de Savimbi asegurándome la liberación de los prisioneros. Hay que ser muy ingenuo para pensar que el presidente de un país africano sin importancia alguna como Costa de Marfil pudo influir en la decisión de un personaje como Savimbi. Recuerdo perfectamente las palabras del Jefe del equipo de Seguridad Nacional del presidente Reagan, Frank Carlucci, cuando tratamos la situación y le pregunté si había seguridad de que Savimbi cumpliera su palabra. Respondiéndome con su característico sentido del humor: “El deporte nacional de ustedes es el baseball y saben bien que el que pone los bates y las pelotas, pone las reglas del juego y Savimbi no va a sacrificar el juego si le falta el bate de los Stinger”.
Savimbi, que no era ningún santo, en nada diferente a Fidel Castro, no entendía mi negativa a viajar a Jamba y no aceptar la invitación que me envió con Jorge Más Canosa el director ejecutivo de la Fundación Cubano Americana. Sin embargo en nuestro encuentro fue muy amable pero hubo algo que evidenciaba la ausencia de química entre él y yo. Me parecía estar hablando con un clon de Fidel Castro con la piel negra.
Recuerdo el asombro de Savimbi cuando le dije que mi negativa a viajar a Jamba era porque esos cubanos que combatían contra ellos eran mis hermanos y mi problema no era con ellos sino con Fidel y Raúl Castro que los habían embarcado en estas aventuras, enlutando familias, acabando de arruinar el país, metiéndonos en un callejón sin salida solo por las ínfulas napoleónicas de un ególatra.
El que no se haya publicado en Cuba el libro de Rojas en español da mucho que pensar. En primer lugar es evidente que el estalinismo continúa vivito y coleando en el gobierno cubano y no es esta la primera vez que se manifiesta. Por lo tanto se requiere citar ejemplos anteriores concretos de muchos combatientes cubanos que han sufrido sus embates, proporcionando fechas, lugar, así como nombres y apellidos de los que sufrieron esas graves consecuencias..
Comencemos por el derribo por parte de los guerrilleros de la UNITA en la región de Cuango al sur del país del helicóptero MI-8T tripulado por el capitán Raúl Vigo el 11 de noviembre de 1982, cinco años antes del derribo de Rojas. En el helicóptero viajaban además de la tripulación, nueve combatientes cubanos pertenecientes a “Los Olivos”, grupo que estaba encargado de las operaciones de la lucha contrainsurgente contra los guerrilleros de la UNITA. En este derribo, como resultado de la explosión del helicóptero se salva solamente el copiloto teniente Hernando Martínez al ser expulsado por la explosión. Hernando Martínez logra escapar del lugar y caminar junto a un rio por varias jornadas, herido, con fuertes quemaduras hasta que es encontrado por combatientes namibios de la SWAPO que lo conducen a las tropas cubanas. Lo envían de regreso a Cuba y acusado de cobardía lo expulsan de las Fuerzas Armadas.
Si este oficial que no llegó ni siguiera a caer prisionero de la UNITA sufrió semejante maltrato, es evidente que la política estalinista de considerar traidores a los prisioneros de guerra se comenzaba a aplicar a rajatabla en los estamentos de las fuerzas armadas cubanas.
El vergonzoso episodio de Granada es otra muestra irrefutable de ese estalinismo sin precedentes de los gobernantes cubanos.
Todavía me pregunto: ¿Cómo puede explicar el gobierno cubano de la época, que 48 horas antes de la invasión norteamericana a Granada, informándole Washington por vía diplomática que intervendrían en la isla y que además podían ayudar en la evacuación del personal civil, ignoraran esa nota?
Traducción al español de la nota diplomática: “El personal cubano estacionado en Granada no son el objetivo de las acciones de las tropas norteamericanas allí. Estados Unidos está listos para cooperar con las autoridades cubanas en la evacuación de su personal hacia Cuba. Estados Unidos está conscientes de que el personal cubano armado no tienen ni el armamento ni las reservas de municiones requeridas para una acción prolongada. Por lo que mantener una posición beligerante solamente provocará una perdida sin sentido de vidas humanas. Estados Unidos no desea presentar la retirada del personal cubano armado como una rendición. Finalmente, lamenta los choques armados entre hombres de ambos países y considera que ello ha ocurrido debido a la confusión y accidentes provocados por el hecho de que los cubanos estaban cerca de los sitios operacionales de las tropas multinacionales”.
Sin embargo, no obstante tener fondeado el buque Vietnam Heroico en Georgetown se le ordenó zarpar vacío, teniendo capacidad para evacuar a los constructores que desempeñaban sus labores en el aeropuerto en construcción y que al final tuvieron que deponer las armas ante la maquinaria bélica totalmente superior en armamentos y hombres. ¿Quién ha respondido por el engaño al pueblo cubano con el parte oficial del gobierno de la época a través de todos los canales de televisión informando que los últimos cuatro combatientes se habían inmolado abrazados a la bandera cubana? ¿Para qué necesitaba el gobierno cubano mártires a ultranza? ¿Por qué las represalias degradantes con los oficiales y personal hechos prisioneros? ¿Por qué degradan y expulsan de las fuerzas armadas a los teniente coroneles Jesús Mateo y Rafael Gil que solo eran los tripulantes del avión AN-26 que cumpliendo órdenes, trasladó al enviado especial de Fidel Castro para que resistieran la invasión y se inmolaran?
Otro de los más significativos ejemplos de la tergiversación de la verdad fue la batalla de Cangamba. Los combatientes cubanos escribieron páginas heroicas junto a los soldados angolanos de las FAPLA al ser sitiados por guerrilleros de la UNITA en combates que duraron varios días. Sin embargo, las máximas autoridades del gobierno cubano y los jefes que en ese momento se encontraban al frente de la Misión Militar Cubana jamás han aceptado la responsabilidad de los reveses sufridos por la falta de previsión, por la complacencia, el acomodamiento y la rutina diaria que les impidió evaluar correctamente la situación militar y los peligros que acechaban en aquel momento.
Siempre se ha ocultado la disparatada decisión ordenada desde La Habana de enviar dos columnas blindadas a campo traviesa desde Huambo y Menongue, 500 y 200 kilómetros de distancia respectivamente para socorrer a las tropas sitiadas en Cangamba, la primera comandada por el general Romerico Sotomayor y la segunda por el coronel Suarez. Por la irracional planificación ambas se perdieron, quedaron sin combustible y la UNITA prendiendo fuego a la yerba seca que alcanzó a las columnas, estos se vieron obligados a abandonar los vehículos y ser rescatados por helicópteros.
Después vino lo peor. Al no poder socorrer a los combatientes sitiados, Fidel Castro desde La Habana da la orden de extraer a los combatientes cubanos en helicóptero en la primera pausa que se hiciera en los combates. La extracción se realizó satisfactoriamente dejando a su suerte a los combatientes angolanos que fueron aniquilados por la UNITA en cuanto se reanudaron las hostilidades. La desfachatez del gobernante cubano fue tal que culpó a bombardeos de la aviación Surafricana el aniquilamiento de la Brigada de las FAPLA. Años después cuando viaje a Sudáfrica para entrevistar a los jefes de aviación que fueron adversarios nuestros, estos me aseguraron que nunca hubo tal bombardeo y me mostraron las páginas de la bitácora de las misiones que cumplían y en ninguna aparecen ataques. Simplemente hicieron vuelos a muy grandes alturas para ser detectados intencionalmente por los radares cubanos y que tuvieran que destinar el 50% de los aviones de caza a dar cobertura a los que bombardeaban Cangamba. De esta forma reducían al 50% la presión que tenían los guerrilleros de la UNITA. El fantasma de su culpabilidad persiguió a Fidel Castro hasta su muerte. Para tratar de justificar lo injustificable destinó enormes recursos fílmicos y financieros para hacer un documental sobre esa batalla y encargó a varios escritores oficialistas que editaran también un libro apologético elogiando su genio militar.
Pero además no hacía falta ver las bitácoras; era elemental que si Cangamba estaba a más de 200 kilómetros al norte de Cuito Cuanavale y la aviación sudafricana no poseía radio de acción suficiente desde su base en Rundu en Namibia hasta Cuito Cuanavale para librar acciones combativas durante los episodios en esa región a finales de la guerra; que los sudafricanos se fueran a arriesgar a volar 200 kilómetros extra hacia la profundidad de Angola para apoyar el sitio de una brigada que ya estaba liquidada. El cargo de conciencia del Napoleón caribeño no lo dejaba dormir tranquilo. Fueron innumerables errores uno tras otro que ocasionaron aquel desastre. Y él lo sabía muy bien. En aquel descalabro también influyó la incapacidad del jefe de la aviación cubana en aquel momento en Angola, el teniente coronel Rubén Martínez Puentes. Que después sería nombrado jefe de la DAAFAR por Raúl Castro y que los cubanos también conocen muy bien por la pésima ejecución de la operación que condujo al derribamiento de las avionetas de hermanos al rescate en aguas internacionales.
Creo que bastan estos pocos ejemplos del estalinismo kubiche para darnos cuenta lo difícil que resulta para cualquier militar cubano expresar libremente su pensamiento y mucho más escribir testimonios que no satisfagan los niveles de servilismo que les exigen los inquisidores de la cultura.
Antes de entrar a analizar en detalle este trabajo de Rojas voy a traer un solo ejemplo de por qué el gobierno cubano sencillamente decidió vetarlo y no publicarlo. Y esta vez cito un ejemplo personal. En Septiembre 22 de 1983 se me otorga el premio testimonio en el Concurso de las Fuerzas Armadas con el libro Nuestra trinchera del cielo. (Ver fotografía de la página de la revista Verde Olivo) Era un modesto libro sobre la aviación en diferentes etapas y especialmente tocaba las acciones combativas de la Fuerza Aérea en Angola. El tiempo transcurría y el libro seguía sin publicar hasta que un día el general Sixto Batista de la dirección política de las FAR me cita a su despacho para informarme sobre el libro. Me da diferentes pretextos por la demora en la publicación y al final me pregunta si yo tenía algún inconveniente en dedicarle el libro al ministro de las FAR Raúl Castro. Le respondo afirmativamente y que cuando saliera publicado le dedicaba un ejemplar. Inmediatamente me corrige y me aclara que esa no era la dedicatoria a que él se refería, sino que en la segunda o tercera página escribiera una frase de agradecimiento al general Raúl Castro por las enseñanzas que habíamos recibido de él transformándonos de guerrilleros a militares altamente profesionales. En la forma que me cambio el rostro se dio cuenta que yo no iba a hacer semejante cosa y me despidió diciéndome “¡Piénsalo bien!”. Cuatro años después, el 28 de mayo de 1987 cuando rompí definitivamente con la tiranía mafiosa de los Castro todavía no se había publicado y por supuesto nunca se publicó.
Pero hablemos del coronel Manuel Rojas. Espero que mis opiniones en este escrito no provoquen que lo condenen al ostracismo. Del manicomio de la Plaza de la Revolución que ha regido el destino de nuestro pueblo por más de sesenta años se puede esperar cualquier cosa. Más ahora, que nuevos relevos sin historial “revolucionario” necesitan crear sus dosieres para calzar las ascensiones a las cumbres y el disfrute de “las mieles del poder”. Rojas puede profesar la ideología que prefiera, lo cual respeto. Lo que sí puedo decir es que el piloto de caza que conocí y que fue mi subordinado en misiones aéreas importantes para nuestra nación es un hombre de honor.
El último contacto que tuve con Rojas fue en un vuelo de entrenamiento, precisamente en un avión de doble cabina igual al que fue derribado. El vuelo consistía en demostrarle maniobras evasivas contra misiles infrarrojos disparados por un avión enemigo, realizando nosotros reversiones a pequeña altura para provocar que la interferencia de la tierra dislocara el cabezal del misil enemigo. En los manuales soviéticos los límites de alturas para las reversiones eran no menos de 3.000 metros sin embargo la practica nos había demostrado que se podían hacer a 1.000 metros aplicando determinados parámetros y maniobras extremas en los límites aerodinámicos del avión. Rojas debe acordarse bien de aquel día; en su libro de vuelo seguro está apuntada la fecha. Fue aproximadamente un año antes de mi ruptura con la dictadura. Nunca más volvimos a tener ni hemos tenido contacto.
Considero que Rojas es un hombre muy valiente que no se deja intimidar. Lo pude comprobar cuando era un simple cadete en la escuela de aviación de Krasnodar en la desaparecida URSS donde fue enviado junto con su grupo para que volaran el MiG-21 después que se habían graduado en los MiG-15 en China. Se había creado un problema político serio con los soviéticos que les exigían que firmaran una carta condenando a China por los enfrentamientos armados que tenían lugar en sus fronteras con la URSS.
El jefe de la Defensa Antiaérea de la URSS, Mariscal Savinski, en compañía del comandante Diocles Torrealba y el comandante Raúl Curbelo jefe de la DAAFAR nos pidieron a los jefes que cursábamos la Academia Superior de la Fuerza Aérea Yury Gagarin en la URSS, que fuéramos con ellos a Krasnodar para solucionar el problema. A pesar de que Curbelo les pidió que no buscaran problemas con los soviéticos sobre los enfrentamientos con los chinos, los cadetes siguieron renuentes a condenar a China y llegaron a decir que si querían enviarlos de regreso a Cuba que lo hicieran pero que no firmaban. El vocero principal de ese grupo era el cadete Manuel Rojas.
Regresaron a Cuba graduados en el Mig-21 y comenzaron su perfeccionamiento, varios perdieron la vida en el camino y otros entre ellos Rojas llegaron a ser aviadores muy bien preparados y dispuestos a cumplir las misiones que se le asignaran. Entre los pilotos que seleccioné para la “Operación Pico” contra la Republica Dominicana que había detenido uno de nuestros buques procedentes de Angola estaba por supuesto Manuel Rojas.
En este testimonio Rojas ha tenido la valentía de narrar todo lo que vio y vivió durante su cautiverio en manos de la UNITA. Sin proponérselo, lo escrito por Rojas sobre la UNITA confirma las afirmaciones que hacia el jefe de la Misión Militar Cubana en Angola general de división Arnaldo Ochoa de que “Nos habían enviado a una guerra perdida”. Criterio que firmó su sentencia de muerte a manos de los Castro.
Rojas cometió otro pecado capital. Por hacer lo que un verdadero jefe de aviación debe hacer. Volar al frente de sus hombres en misiones de combate. Después que yo terminé mis servicios en Angola como primer jefe de aviación en ese país, ninguno de los siete jefes que me sustituyeron a través de los años fueron capaces, por incapacidad o por miedo ponerle los fondillos a un avión de combate y salir a combatir al frente de sus hombres. Rojas fue el único que lo hizo por lo que honor merece.
Lo que es indignante e inaceptable son los subterfugios utilizados por el régimen cubano para mellar el prestigio y la reputación del coronel Rojas, utilizando los gastados métodos de “asesinato del carácter” contra todo aquel que muestre discernimiento, sensatez e independencia de criterios. Con solo leer las veladas acusaciones que tuvo que soportar, insinuándole que debió haberse pegado un tiro antes de caer prisionero (páginas 135 y 136) es suficiente para darse cuenta hasta donde es capaz de llegar el estalinismo de la mafia gobernante cubana para degradar y humillar a cualquier ciudadano. Y lo más paradójico de todo es que ese proceder oprobioso implantado desde el mismo inicio de su dinastía, fuera alimentado por quienes después de alcanzar las montañas orientales se rindieron cobardemente a los mismos canallas que habían asesinado a sus compañeros que llevaron al combate en el asalto al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953.
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