Los niños no deben ser “escudos humanos”, ni terroristas ni electorales
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Nadie ha llegado tan lejos en el uso y abuso de los niños, de sus propios hijos.
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Por Federico Jiménez Losantos
2019-11-03
La última ha sido Irene Montero, que tiene una cuidadora, una salus, 24 horas al día para cuidar de su prole, pero acudió con su bebé a TVE para ganar la primera imagen del debate electoral, donde actuó como telonera de su macho alfa. En eso no se diferencia nada de Carolina Bescansa, que aun teniendo millones para varias salus y disponer de guardería en Las Cortes, montó el número de darle de mamar al bebé, al que luego ha archivado en alguna parte, pero denuncia ante jueces afines a quien pregunta dónde está.
La Erudita no le dio noche libre a parte del servicio. Pablo Alfa debe descansar para salir en El Hormiguero y calumniar a Amancio Ortega sin que Motos le pregunte qué pruebas tiene de que el fundador de Zara "evade impuestos" al donar las mejores máquinas para tratar el cáncer, ni qué gana en imagen si pierde dinero, lo único que le interesa, según Don Chaletón.
Sabíamos del nacimiento del tercero de la dinastía de los Pablenines, porque nos lo contaron como si hubieran inventado la maternidad. Se echó en falta que en el debate le preguntaran a Montero por los bebés que se mueren de hambre o por falta de cuidados médicos en Venezuela, donde ellos se amamantaron con el dinero robado por los narcocacos bolivarianos. ¡Las derechas, tan blanditas! Monasterio critica lo de Franco, pero no se atreve a censurar al Papa, y llega a decir que "no tiene nada que ver con la profanación". ¡Si la Abadía es jurisdicción del Vaticano y no de Osoro!
Hitler, Stalin, Palestina y Cataluña
Todos los dictadores y casi todos los presidentes democráticos han utilizado a los niños en campaña electoral. Hay retratos de Hitler y Stalin prácticamente idénticos, con un niño en brazos en carteles de propaganda, mientras asesinaban sin piedad a millones de criaturas de todas las edades. Obviamente, Reagan, cuando posaba con un niño en Oklahoma, no pensaba aniquilar a media Humanidad si no admitía la superioridad de la raza aria (no se conocía tanto como ahora la superioridad racial catalana separatista) pero a Stalin, como a Lenin, le era igual poblar la URSS de miles de niños con padres fusilados o en el Gulag, Sobrevivían vendiéndose y robando, pero eso no alteraba la marcha triunfal del socialismo al comunismo. Los niños judíos no eran, para Hitler, niños humanos, sino una subespecie exterminable. Pocas cosas más estremecedoras que el montón de botitas y zapatos de niños asesinados en el Guetto de Varsovia que pueden verse en el Museo del Holocausto de Jerusalén. Ese con el que Dolores Delgado compara al Valle de los Caídos, que hay que ser antisemita y siniestra.
Pero en la política moderna nadie ha llegado tan lejos en el uso y abuso de los niños, de sus propios hijos, como los terroristas palestinos, que los usan como "escudos humanos" en sus intifadas o esconderse armas en escuelas y hospitales para que, si hay tiros o bombas, haya niños muertos para la prensa occidental, ávida siempre de blanquear lo antioccidental, mejor si es antisemita, que siempre fue un rasgo distintivo de la izquierda anticapitalista. Basta leer "La cuestión judía" de Marx, cuyo abuelo era un rabino que se bautizó protestante para ascender socialmente en Alemania. En la URSS, todo el Gobierno de Lenin tenía ancestros judíos o lo era, salvo Stalin. Él prefirió la tradición rusa de asesinar judíos, el pogrom, cuyo fin básico era robar y violar, con la excusa de vengar a Jesucristo.
Los comunistas de la rama bakuniniana no dudaban en matar niños con bombas que tiraban en sitios frecuentados por gente corriente, sin perfil político. "Cuanto más inocentes, más culpables son", decían Netchaev y compañía, frase copiada por Bertolt Brecht para justificar las masacres de su jefe Stalin. El fin siempre justifica los medios para gente sin conciencia. Pero lo importante es la técnica del terror, siempre idéntica: despojar de la condición humana a sus víctimas, y hacer fácil cualquier crimen. La ETA lo hizo tan bien que hasta fue bendecida por sus curas, abyección a la que no llegó la Iglesia Ortodoxa rusa, que condenó sinceramente los abusos a los judíos. No sólo la religión, una ideología abstracta como el comunismo puede borrar todas las barreras morales contra el crimen, sea de los niños-soldados, sea contra niños. Cataluña ejemplifica la inhumanidad totalitaria: niños muy pequeños llevados por sus padres a cortar carreteras sentados, o sacándolos de clase. Señoritos jugando a palestinos en Tele-Odio o en TV3.
¡Salvemos a Greta del abuso electoral!
La Junta Electoral Central, de la que no teníamos noticia desde que prohibió la presencia de Vox en el debate de las elecciones, ha reaparecido con una resolución tremenda: abrir expediente a Sánchez y La Sexta por el uso electoral de la Moncloa. ¡Hasta 300 euros podrían caerle de multa a Tres-capas-de-calzoncillos! Claro que, para él, será una propina en Dubai. Y si paga la empresa, calcúlese el estropicio en las cuentas. En cuanto a Sánchez, lleva dos años utilizando el dinero público para hacer campaña electoral en beneficio de su persona y su partido. ¡Y se dan cuenta ahora!
Pero nunca es tarde para hacer algo. Teresa Ribera, ministra de Transición Ecológica, Climática, Ambiental y Calefacción Boreal ha invitado a Greta, la víctima de abuso infantil más famosa del mundo, a venir a España, que, con Chile tomado por el terrorismo callejero, albergará la cumbre del Cambio Climático. La pobre niña, que ha hecho ricos a sus padres a cambio de convertirse en una zumbada sin escolarizar, que mira con odio guionizado por la secta a los que la ven como un fenómeno de feria, dice que no puede llegar a España a ilustrar con sus conocimientos a los científicos. Porque Greta se niega a tomar un avión, que contamina. El velero del niño Casihragui, que cuesta millón y medio de euros, es distinto.
Pero con 16 años, Greta no estudia ni se trata de sus serios trastornos psicológicos: Asperger, Trastorno Obsesivo Compulsivo y claros síntomas de esquizofrenia paranoide, mesianismo y omnipotencia infantil, fantasías inducidas por sus padres y amplificadas por el enorme negocio de empresas veganas que se benefician de las legislaciones proteccionistas occidentales.
En cualquier país civilizado, una niña que a los 16 años ya va a clase porque está salvando el Planeta sería arrebatada inmediatamente de las manos de esos padres sin escrúpulos y entregada a los servicios sociales. Nadie que no esté idiotizado por la ideología progre y que la haya visto en ese zoco de todos los delitos, salvo, hasta Greta, del tráfico de menores mirando poseída a la cámara y recitando el "¡Cómo os atrevéis!" dejará de advertir que esta niña acabará mal, mucho antes que el Planeta, y que la única forma de evitarlo, o de intentarlo, con los medios hoy al alcance de la psiquiatría, la psicología y el tratamiento de las disfunciones cognitivas, es sacarla del circo mediático, desprogramarla del papel de Juana del Arco Iris y tratar de que se parezca a una niña algo trastornada pero de sólo 16 años. Eso lo haría una ministra que no sea indiferente al abuso infantil, ante una menor que habla en nombre de la ciencia y no ha hecho el bachiller. No de una ministra de Sánchez, que no sé cómo no le ha mandado ya el Falcon.
¡Dejad a los niños en casa y en paz! ¡Al menos en campaña electoral!
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