El humorista Nelson Gudín, ¨El Bacán¨, en ambigua reflexión desde Cuba sobre la censura: Nunca los inquisidores han tenido razón, en ninguna época, en ningún sistema social o político
Nota del Bloguista de Baracutey Cubano
Nelson Gudín Benitez escribió: ¨... los conquistadores españoles convirtiendo en lingotes de oro y plata varios siglos de orfebrería Maya, Inca y Azteca...¨ . Le apunto a Gudín que esa misma práctica la llevaban a cabo esas etnias cuando conquistaban otros pueblos indígenas pero para formar con ese oro y esa plata sus obras de orfebrería de diferentes carácter ya sea de carácter religioso o de otro tipo como ocurrió, sólo para dar un ejemplo, cuando los incas conquistaron a los pueblos mochicas en el actual Perú.
El popular humorista también escribió: ¨Al intentar contar los funcionarios públicos, los políticos, los militares, los altos dirigentes (en cualquiera de las esferas) que han traicionado, o desfalcado cuentas; o han sido agarrados con las manos en la masa, poniendo en riesgo, como sabemos, a una nación entera; o puestos al servicio de una potencia extranjera, no me alcanzan dedos, ...¨
¿Gudín se referirá a los jefes militares del Castrismo que autorizaron acciones y actividades subversivas, incluyendo invasiones, en contra de otros países que hubieran provocado represalias en contra de la nación entera cubana?
Algunas de esas acciones, actividades e invasiones fueron desde marzo-abril de 1959 las invasiones a Panamá en abril, Nicaragua en mayo, Santo Domingo en junio y Haití en agosto; todas en el mismo año 1959.
Otros ejemplos fueron :
1) Entrenamiento en Cuba de terroristas de otros países.
Un ejemplo está en la siguiente foto donde aparece Enrique Haroldo Gorriarán Merlo el cual, junto a otros, llevó a cabo el atentado en Paraguay de Somoza después que habían ensayado ese atentado en un campo de entrenamiento en Cuba.
Tomado de https://www.facebook.com/gudinbenitez/posts/3764266326934646
Por Nelson Gudín Benitez
La Habana
1 de Septiembre, 2020
Cuando inevitablemente me sorprendo pensando en mis colegas censurados (que un día no se levantaron por mí), y en los que callan (que un día nadie se levantará por ellos), recuerdo a Facundo Cabral. Según él, su abuelita, al enterarse tardíamente de la muerte de Gardel, dijo: ¡Ahora sí somos pobres los argentinos...!
Siempre he creído que, con el tiempo, los artistas nos volvemos mortales o inacabados: pequeñas piezas regadas en algún lugar, para que vuelva alguien desde la eternidad, o desde el futuro, y al ver nuestras alas destrozadas, intente reinventarnos nuevamente.
Nunca los inquisidores han tenido razón, en ninguna época, en ningún sistema social o político. Qué daño pudo hacer Lorca, Vallejo; qué tan peligroso Machado, Roque Dalton, Zenea, Plácido, Nazim Hikmet, Galileo, Giordano Bruno, Andréi Platónov, o los tantos defenestrados: todos silenciados cuando más los necesitábamos. ¿Acaso valió la pena negarles a varias generaciones de cubanos la opción de escuchar a los Beatles sin necesidad de esconderse? ¿A quién pudo ocurrírsele pensar que Lennon podía ser una amenaza? Tal vez, en el minuto que se tomaba la decisión de declarlo peligroso, componía John una de las canciones más bellas que se haya escrito sobre la guerra.
Los artistas siempre fueron, y hoy tal vez más, hombres sencillos, humanos. Los artistas, por naturaleza, son irreverentes, pero nunca peligrosos sociales, ni corruptos; porque no está en su esencia. Los artistas solo se deben a su obra; y sea cual sea su estética o discurso, ella pertenece por derecho propio al patrimonio cultural de la nación, aunque los poderosos se crean eternos y con prerrogativas para decidir o cambiar las fichas del futuro.
Hace siglos, el poder eclesiástico se arrojó el derecho de quemar millones de libros privándonos de, solo sabe Dios, cuánta valiosa información. También lo hizo Hitler y Napoleón; y los conquistadores españoles convirtiendo en lingotes de oro y plata varios siglos de orfebrería Maya, Inca y Azteca; además de, candela en manos inquisidoras, limitar a la oralidad todas las leyendas de las milenarias culturas precolombinas. Los censores de entonces nos privaron de la sabiduría guaraní, y aymará que tanta falta le hacen al mundo de hoy donde el hombre se ha convertido en depredador del hombre.
Mientras, a la espera del concilio final, en el que irremediablemente le tocará a la pandillita de censores salir de la guarida a rendir cuentas, no a los olvidados, sino a la historia; sigo yo, tranquilamente, en la soledad de la noche, apuntándoles, desde mi más profundo silencio, con una de mis armas: la poesía.
De mi libro: En el lugar del ciervo
CULPABLE
Si al menos esperaran
los gritos del alba,
o pasara alguien arrastrando un pedazo de luz,
mis asesinos de estos días
comprenderían que solo soy un poeta
sentado al final de la hoja,
un hombre ante su última y definitiva muerte;
alguien nacido para morir,
y vuelto a nacer, tantas veces,
como tantas fueron mis muertes anteriores.
Soy culpable.
Lo saben mis asesinos.
Vociferan y no puedo verlos,
buscan
y la prueba no está en mis vísceras.
Ya desgarraron los ojos,
parte de la piel fue desprendida
al compás de la furia
y de los gritos.
Soy culpable.
En algún momento
quedarán quebrados los últimos huesos.
Entonces quemarán la lengua,
—¡Su inútil lengua! —dirán los asesinos,
y tendrán razón.
Un poeta solo requiere de sus manos.
¡Ah, mis manos!
No se atreverán a palpar los dedos
antes de mutilarlos;
por su sangre pasaron una a una las palabras
que pudieran involucrarme,
los versos
de los que ya es inútil arrepentirse.
No se atreverán.
Los asesinos de estos días
les temen a mis manos.
Los artistas no son ciudadanos censurables, ni traidores. Ni los de Cuba ni los de ninguna parte del planeta. Posiblemente esos (los traidores), están ahora besando alguna mano; hasta el día en que, sin que el reverenciado se dé cuenta, le asesten la mordida.
Me sobran dedos tratando de contar cuántos de mis colegas (en el humor) han decidido abandonar este país en las últimas décadas; y los que logro recordar lo han hecho en busca de mejor mercado para su obra, o por cuestiones familiares, y hasta por probar suerte o porque les dió la real gana. Al intentar contar los funcionarios públicos, los políticos, los militares, los altos dirigentes (en cualquiera de las esferas) que han traicionado, o desfalcado cuentas; o han sido agarrados con las manos en la masa, poniendo en riesgo, como sabemos, a una nación entera; o puestos al servicio de una potencia extranjera, no me alcanzan dedos, ni uniendo las manos de todos los inquisidores a lo largo y ancho de este amado país al que no he decidido abandonar nunca, aún cuando he tenido las más increíbles y tentadoras ofertas.
De mi libro: La ciudad y el loco.
APUNTES DEL CAMINANTE
Yo,
que conozco todos los rincones;
que fui calle, puente,
muro de una ciudad ajena;
que amé el ruido y el hollín;
que fui reja, pez y fuego;
que aspiré a toda la luz para evitar la noche.
Yo: desnudo, descalzo, roto;
sucio ante los ojos del mundo,
sin poder gritar ni correr.
Yo, el poeta,
me invento una ciudad donde guardar los sueños.
Nelson Gudín Benítez.
La Habana, 1 de septiembre del 2020.
Etiquetas: Bacán
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