Joe Biden / Donald Trump: Lo que está en juego. Miguel Sales Figueroa sobre las elecciones generales en Estados Unidos de América en el año 2020
Nota del Bloguista de Baracutey Cubano
Este artículo es complementario de un artículo del mismo autor titulado Biden, Trump y el futuro del castrismo, que examinaba el asunto desde el ángulo cubano. En este artículo el autor aborda con un prisma más general las elecciones en EE.UU. en este año 2020, ya que lo hace relación con las corrientes ideológicas que sacuden a la sociedad estadounidense.
Las encuestas son una valiosa herramienta para inferir resultados a una población a partir de una muestra cuando se cumplen todos los principios científicos para extraer verdaderamente una muestra representativa de la población a la cual se desean inferir los resultados obtenidos en la muestra. También son muy importantes: la manera en que se redactan y hacen las preguntas a las personas seleccionadas que conforman la muestra representativa de la población.
Es muy frecuente oir que una encuesta es sólo ¨una fotografía de ese momento¨. Pero de nada sirve esa fotografía, respecto a dar una visión de la realidad, si para hacer esa fotografía no se usó la abertura del lente y la velocidad correcta y se le pusieron al lente filtros de luz de diferentes colores. En este caso la inmensa mayoría de las encuestas del 2016, y quizás las del presente año eleccionario 2020, padecieron de usar filtros de carácter ideológicos, políticos o siguiendo aquello de ¨el que paga manda¨, prostituyendo, con ese actuar, esa rama dentro del Análisis Estadístisco que se llama Inferencia Estadística.
Joe Biden y el Presidente Donald J. Trump
Por Miguel Sales
Málaga, España
20 de octubre, 2020
La elección presidencial que culmina el próximo martes 3 de noviembre será un suceso tan insólito en la historia de Estados Unidos como lo ha sido el mandato de Donald Trump. Él y Joe Biden son de los peores candidatos que se han postulado en las últimas décadas. Trump irrita a la mitad del electorado por su carácter y su gestión anárquica; Biden desanima a la otra mitad por el marxismo de sus principios (marxismo más de Groucho que de Karl) y por su torpeza.
En esa situación, la mayoría de los votantes acude a las urnas no tanto a ejercer el sufragio en pro de un candidato que le entusiasma como a votar en contra de otro que le repugna. Muchos de los votan a favor de Biden lo hacen además con la mala conciencia de estar eligiendo a Kamala Harris como muy posible presidenta en un futuro próximo. La sucesión, bien por fallecimiento o por incapacidad del probable mandatario, es un tema que ya se baraja entre algunos congresistas, a iniciativa de la portavoz demócrata Nancy Pelosi.
Hasta que llegó la pandemia del COVID-19, en los primeros meses de este año, la buena marcha de la economía apuntaba a que Trump ganaría la reelección a sombrerazos. La irrupción del virus lo trastornó todo y los pronósticos son ahora más inciertos que nunca.
En medio de la epidemia y la consiguiente crisis económica, Biden se erigió en garante de la seguridad colectiva. La oferta de aumentar el aparato del Estado y el gasto gubernamental, sobre todo en lo relativo a educación y sanidad pública, resultaba atractiva para un buen número de votantes, especialmente en los estratos más pobres de la sociedad.
Pero en la medida en que los disturbios por motivos raciales han causado muertes y daños a la propiedad en el centro de algunas ciudades gobernadas por alcaldes demócratas, Trump va apareciendo como el candidato de “ley y orden”, capaz de atajar los desmanes de la extrema izquierda que apoya a su rival. Los síntomas de recuperación económica también operan a su favor.
De un modo a veces confuso, la base electoral del partido republicano vota ahora contra la multiculturalidad, la hipertrofia del Estado, el igualitarismo autoritario, el ecologismo anticapitalista, la barra libre a la inmigración, la tiranía intelectual de la corrección política en colegios y universidades, y la hegemonía ideológica del autotitulado “progresismo” en Hollywood y en los medios de comunicación. Esos factores hicieron posible el meteórico ascenso de Trump en la política nacional y siguen reforzando la reacción conservadora en Estados Unidos y, en gran medida, también en Europa. No sin razón, la derecha considera que esas tendencias van más allá del debate político y amenazan la supervivencia misma del Estado de Derecho y las libertades de la nación.
A la legalidad constituida y los valores tradicionales, los radicales de izquierda oponen una presunta legitimidad constituyente (insuficiente por falta de consenso), basada en la convicción de que la Historia tiene un sentido unívoco y que ellos lo han descubierto. Esa certidumbre de estar en el lado correcto de la Historia y esa fe en la bondad automática del “progreso” sustentan la irritante superioridad ética de que hacen gala las élites urbanas de ambas costas en Estados Unidos.
Esa cosmovisión ha calado lo suficiente en la población de California o de Nueva York, pero ha suscitado alarma y ha movilizado a la América profunda, que constituye el sólido núcleo de 60 millones de ciudadanos que votan por Trump. Ese es el electorado que los gurús de la demoscopia subestimaron en 2016 y que las encuestas de 2020 tampoco reflejan cabalmente. Por eso la elección de este año será mucho más reñida de lo que vaticinan los sondeos de opinión.
Biden podría ganar si consigue mejorar los resultados que Hillary Clinton obtuvo en 2016 en los Estados decisivos -Arizona, Florida, Míchigan, Carolina del Norte, Pennsylvania y Wisconsin- que pueden caer de un lado u otro del espectro político e inclinar la balanza. Pero las encuestas indican que en esos Estados la diferencia en intención de voto se sitúa alrededor del 4 por ciento, con lo que apenas supera el margen de error estadístico.
En el momento actual, el triunfo de Biden representaría una importante victoria de los partidarios del socialismo, tanto dentro de Estados Unidos como en el resto del planeta. Los Castro, Maduro y Kim Jong Un de este mundo se frotan las manos al recordar lo bien que les fue en la era Obama e imaginando la benevolencia que pueden esperar de un futuro gobierno Harris-Biden, tanto monta.
La reelección de Trump no sería el antídoto definitivo contra el populismo iliberal que afecta hoy a buena parte de la sociedad estadounidense, pero sí actuaría como un dique que tal vez permita el rearme moral de la mayoría centrista, presente en ambos partidos, que no desea verse arrastrada por los radicales del #MeToo, el Black Lives Matter, el Proyecto 1619 y la “(in) cultura de la cancelación”. Esa mayoría que hoy vota, a veces tapándose la nariz y no precisamente por miedo al virus, para elegir al candidato que considera el mal menor.
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Una persona le envió esta pregunta a un gran amigo mio: Hola J....,
Me interesa y mucho, conocer desde tu punto de vista, cuales serían las dos o tres (o varias las que consideres esenciales) razones para votarle a Trump en estas elecciones. Confío en tu pensamiento, a partir de las lecturas de tu libro.
Esto fue lo que le respondíó mi gran amigo:
Esto puede ser largo. Deja ver cómo puedo abreviarlo.
Hay dos tipos de razones. Unas son (las positivas) por lo que ocurriria con una administración Trump y las otras son (las no negativas) para evitar los que ocurriría con una administración Biden-Harris.
Comenzaré por enumerar algunas de las positivas:
- Que continúe la simplificación de los taxes y la eliminación de regulaciones innecesarias.
- Que continúe una reforma escolar que potencie los vouchers y mayor libertad de elegir una escuela.
- Que continúe el proceso de paz en el Oriente Medio que por fin logra progresos gracias a la más acertada estrategia de sacar a los palestinos de las fórmulas, que antes era condición necesaria.
- Que continúe el proceso de un intercambio más equilibrado con otros países.
- Evitar que hagan packing de la corte suprema y acaben con la división de poderes.
- Evitar que nos arruinen con su Green New Deal
- Evitar que suspendan el frackling , liquiden la recién alcanzada independencia energética, nos vuelvan a hacer dependientes de los terroristas, y suban los precios de la gasolina y la electricidad a la estratósfera.
Nótese que no menciono los defectos de carácter de los candidatos. Me parece irrelevante. Que Trump tenga un ego que se lo pisa o Biden toquetee a las niñas es feo, pero nada tiene que ver con las virtudes o defectos de sus programas. El problema de Fidel Castro no era su ego, que quizás sí sea similar al de Trump, sino que destrozó Cuba. Trump no destroza Estados Unidos, sus oponentes sí pueden hacerlo.
Más relevante me parece la progresiva demencia senil de Biden y que nos quieran tomar por estúpidos. Se supone que se vote por el presidente, no por el vice, y si Biden gana absolutamente todo el mundo sabe que quien va a mandar va a ser la Kamala y no solamente ella, sino también el Bernie, la Warren y hasta la Ocasio Cortez.
Para mí esta elección es un no brainer.
Etiquetas: Biden, Donald Trump, EE.UU., EEUU, eleciones, extrema izquierda, ideologías, Joe Biden, Miguel Sales, Trump
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