lunes, noviembre 08, 2021

Luis Cino Álvarez desde Cuba: Mis recuerdos de Raúl Rivero


 Tomado de https://www.cubanet.org/

Mis recuerdos de Raúl Rivero

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Raúl, mi amigo el poeta, ha muerto, pero yo me niego a aceptar que ya no esté en el mundo de los vivos. ¿Como no va a estar, qué puede borrar su recuerdo, sus poemas?

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Por Luis Cino Álvarez

6 de noviembre 2021

LA HABANA, Cuba.- Ha muerto en Miami, a los 75 años, mi amigo el poeta y periodista Raúl Rivero. Y como pasa siempre que muere alguien a quien uno quiere mucho no acabo de interiorizar la triste noticia, tal vez para no tener que aceptar que es cierta, y resignarme a que se siga despoblando el mapa de mis afectos.

Rivero no era un amigo cualquiera. A él le debo no solo sus enseñanzas de periodismo y de la vida, sino también su confianza y el haber contado con su apoyo y sus consejos en tiempos muy difíciles, cuando se requería algo más que valor para proclamar el disenso y enfrentarse al régimen.

La primera vez que vi a Raúl Rivero fue en 1999, en el Barrio Chino de Centro Habana, en casa de una opositora llamada Estrella, que brindaba su minúsculo apartamento para que en él radicara Cuba Press, la agencia de prensa independiente que Rivero había creado en 1995.

Allí, en casa de Estrella, alrededor de una decena de periodistas de Cuba Press, y también los de Habana Press, la agencia que dirigía Jorge Olivera, hacían cola para leer sus reportes por teléfono para que fueran transcritos en el exterior y posteriormente publicados.

Recuerdo que llegué muy nervioso. Desde hacía años conocía y disfrutaba los poemas de Rivero. Y luego de que en 1989 rompió con el oficialismo y en junio de 1991 fue uno de los firmantes de la Carta de los Diez, lo admiraba todavía más, por su honestidad y valentía.

Así, pueden imaginar cuan intimidado me sentí cuando me vi frente al poeta, en la sala de Estrella, con su enorme humanidad descansando en un sillón que parecía a punto de deshacerse bajo su peso.

Me sorprendió su afabilidad. Simpatizamos enseguida. Me inspiró tanta confianza que, luego de una larga tirada hablando de literatura, la primera de las muchas que tendríamos por delante, me atreví a pedirle que valorara lo que yo escribía desde hacía un año para Nueva Prensa Cubana y hasta alguno de mis cuentos.

Rivero aceptó y así se convirtió en mi primer editor. Y también, sin petulancia ni alardes de didactismo, en mi maestro, el mejor que he tenido.

Sin dejar de ser exigente y severo cuando tenía que serlo, Rivero mostró una infinita paciencia conmigo, que quería ser García Márquez, Tom Wolfe, Hunter Thompson y Kapuscinki, todos a la vez.

Por suerte, me convencí pronto de que tenía que hacer mi estilo, y que imitar el modo de escribir de Raúl Rivero era definitivamente imposible.

A finales del año 2002, con Rivero y Ricardo González Alfonso, participé en la creación de la revista De Cuba, el primer medio independiente impreso que hubo luego de que el régimen castrista en 1960 pusiera la prensa a su servicio.

La revista, que fue una iniciativa de Rivero, luego de vencer numerosos obstáculos, pareció un sueño hecho realidad.

En el consejo de redacción estaban varios de los más importantes periodistas independientes de aquella época: Tania Quintero, Miriam Leiva, Oscar Espinosa Chepe, Jorge Olivera e Iván García, entre otros. Y éramos como una familia.

Solo logramos hacer dos números de la revista. La Seguridad del Estado arrasó con aquel sueño durante la ola represiva de marzo de 2003.

Raúl Rivero fue uno de los 75 encarcelados. Condenado a 20 años de prisión, lo enviaron a la cárcel de Canaleta, en Ciego de Ávila.

Nunca dejamos de intercambiar cartas durante el tiempo que estuvo en prisión. Yo, que le enviaba en mis cartas poemas de Ana Akhmatova, Evgueni Evtuchenko y traducciones de canciones de Bob Dylan para convencerlo de que era poesía de la buena, me proponía darle ánimo, pero en realidad era Rivero, y también Ricardo González Alfonso, quienes, tras los barrotes, me daban ánimo a mí, advirtiéndome que aquel por duro que fuese no era el fin de los tiempos.

La presión internacional consiguió que el régimen, bajo una licencia extrapenal, excarcelara a Rivero en noviembre de 2004.

Cuando nos despedimos, antes de su partida hacia España, Rivero me aseguró que algún día volveríamos a trabajar juntos. Y como los poetas tienen algo de profetas, sus palabras se cumplieron: luego de que en septiembre de 2016 nos reencontráramos en Miami, por invitación suya, ambos volvimos a trabajar en la revista de la Fundación Cubano-Americana.

Raúl, mi amigo el poeta, ha muerto, pero yo me niego a aceptar que ya no esté en el mundo de los vivos. ¿Como no va a estar, qué puede borrar su recuerdo, sus poemas? Si me parece oirle jaranear y ver su sonrisa jodedora destinada a aquellos que lo dan por difunto…

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Pedro Pablo Arencibia, bloguista de Baracutey Cubano, Raúl Rivero a su llegada a España en el 2005 y Ernesto Ortiz del Observatorio de Derechos Humanos. Foto en la Fundación Hispano Cubana. Todos antiguos colaboradores de la revista Vitral de la Diócesis de Pinar del Río, Cuba.

Palabras de  Pedro Pablo Arencibia. actual editor del blog Baracutey Cubano, donde  toca tangencialmente  la entonces recien ola represiva  conocida como La Primavera Negra de 2003 y se nombra a  Raúl Rivero, Martha Beatriz Roque Cabello, Victor Rolando Arroyo Carmona, Ricardo González Alfonso  y a otros injustamente condenados en esa ola represiva. En esa actividad esta presente Blanca Reyes,  hoy viuda de nuestro amigo  Raúl Rivero.
IX Aniversario de la revista Vitral,   celebrado en julio de 2003. 
Palabras de Pedro Pablo Arencibia


Palabras de Raúl Rivero en la presentación del libro 'La libertad de la luz'

Raúl Rivero, Madrid
jueves 6 de septiembre de 2007


Queridos amigos:

En la Cuba crispada y en penumbras de los noventa y de principios del siglo XXI se producía un fenómeno que escandalizaba a la comunidad científica, indignaba al gobierno, producía tormento y sobresaltos en ciertas jerarquías y llenaba de alegría y esperanzas a la gente de la calle, al cubano de las dos hambres: las del pan y la justicia. El asunto es que la luz, toda la luz posible, había comenzado a aparecer por Occidente y para recibir pronto esas claridades era necesario mirar hacia Pinar del Río y esperar que comenzara circular la revista Vitral.

Los signos tangibles y reales de esa luminosidad imprevista son los 77 editoriales de la publicación que hoy presentamos en forma de libro en España, gracias al esfuerzo personal de muchas personas y a la gentileza y al compromiso con la libertad de esta Asociación de la Prensa de Madrid.

Si, desde las modestas instalaciones del obispado de Pinar del Río, monseñor José Siro González Bacallao, el ingeniero Dagoberto Valdés y un grupo de jóvenes que integraban el Centro de Formación Cívica y Religiosa de la Diócesis de esa provincia, echaron a andar un dinamo que funcionaba con un combustible que la dictadura había demonizado: la mezcla en armonía de confianza en el ser humano, respeto al pensamiento ajeno, pluralismo, amor por Cuba y solvencia profesional.

El fogonazo cayó como una bendición en una sociedad cerrada. En un país secuestrado por un discurso único donde los periódicos, las emisoras de radio y televisión y las arengas de los pícaros en el poder, salían, salen, de unos laboratorios del partido comunista.

Una bendición he dicho, pero una bendición siempre en peligro, acosada porque examinaba la realidad, registraba con mirada crítica el pasado y proponía la presencia de todos los hijos de esa tierra —pensaran lo que pensaran y vivieran donde vivieran— en los proyectos de una comarca inasible que los hombres llamamos porvenir.

La revista Vitral retrataba la vida real del país y junto a esas piezas fundamentales que son los editoriales, había reportajes, artículos, entrevistas, poemas, relatos y sueños, comprometidos con la verdad, con la fe en una evolución positiva y con el propósito de ayudar a pensar y a mirar sin los lentes graduados por el Estado, la alternativas de la vida cotidiana.

Con el bautizo de este libro, recordamos también la importancia del concurso literario que promovió el Centro Cívico y Religioso y las ediciones Vitral, donde decenas de jóvenes autores hallaron un espacio que, sin las camisas de fuerza de los concursos del Ministerio de Cultura, les permitió darse a conocer su obra.

Quiero regresar enseguida al libro de los editoriales, que es el motivo de nuestra reunión aquí esta mañana. Creo, y les propongo tan solo como una aventura inocente, que con una buena la selección y el ordenamiento de los títulos de la mayoría de esos pequeños ensayos, se puede acceder a un programa racional que conseguiría a corto plazo el establecimiento de la democracia y el respeto de los Derechos Humanos en Cuba.

La Libertad de la Luz es un autorretrato que se han hecho los autores. Han conseguido, no se sabe cómo, poner la cámara en la Punta de Maisí y apretar el obturador para que salgan en primer plano los detalles del monte y los solares, perfiles de fantasmas y dolores, la cara del verdugo y la esperanza, mientras ellos miraban desafiantes el lente en las inmediaciones del Cabo de San Antonio.

No puedo dejar en el olvido a otros focos de luz que convivieron (y siguen encendidos) en estos 13 años con Vitral, desde otros ángulos y con otras energías. Hablo del periodismo independiente cubano, que ni el gobierno, ni ningún cómplice habitual o transitorio, ha podido apagar de un manotazo, aunque 25 profesionales sin mandato estén bajo terribles sufrimientos en las prisiones del paraíso proletario.

Los convido a leer este libro para ver un país que se pretende ocultar con propaganda y que algunos invidentes voluntarios se niegan a ver tal como es.

Los invito a tener presentes a los hombres y mujeres que abrieron ese tajo en plena noche. A un hombre como nuestro hermano Dagoberto Valdés, que ha enviado hace poco este mensaje: "Como no tenemos nada en mano, nos sentimos más libres para abandonarnos en Manos del Señor de la historia... y para dejarnos acompañar y abrazar por manos solidarias".

Dagoberto, aquí están las manos de nosotros. por Cuba y solvencia profesional.


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