Alejandro Armengol sobre una calle con el nombre de un legislador norteamericano demócrata por New York que era espía soviético
La calle del espía
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El legislador Samuel Dickstein (demócrata por Nueva York) se presentó en la embajada soviética y le brindó sus servicios. Por supuesto, por un precio, como en Casablanca
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Por Alejandro Armengol
Miami
18/03/2022
La Samuel Dickstein Plaza es un tramo de una cuadra, entre Grand Street y East Broadway, en el Lower East Side de Manhattan. Aún lleva el nombre del congresista y magistrado demócrata que se destacó como un fiero oponente del fascismo y un luchador infatigable contra los subversivos de cualquier ideología. El único problema es que —además de su labor en el Congreso y las cortes— Dickstein era un espía soviético.
Dickstein nació en el antiguo Imperio Ruso, en lo que hoy es Lituania, de padres judíos. La familia emigró a Estados Unidos en 1887, para así escapar del antisemitismo generalizado bajo el zar ruso Alejandro III. Asistió a la facultad de derecho en la ciudad de Nueva York y consiguió un trabajo en una prestigiosa firma de abogados. Pronto se involucró en la política local. Su ascenso fue asombroso. En menos de una década de servicio público, fue elegido para la Cámara de Representantes.
Una vez en el Congreso, Dickstein se opuso con vehemencia al fascismo e intentó agresivamente erradicar cualquier propaganda fascista antiestadounidense dirigida a los ciudadanos de Estados Unidos. Mucho antes de que el senador Joseph McCarthy comenzara su campaña contra la “amenaza roja”, Dickstein criticó a los subversivos que intentaban derrocar al gobierno.
La retórica de Dickstein la emprendió con fuerza contra los partidarios estadounidenses del movimiento nazi, los fascistas en el extranjero e incluso los comunistas.
Sin embargo, más allá de sus palabras, Dickstein se presentó en la embajada soviética y le brindó sus servicios. Por supuesto, a cambio de un precio, como en Casablanca. Comenzó a obtener pasaportes estadounidenses para dárselos a los agentes soviéticos que intentaban trabajar dentro de Estados Unidos. Costaba aproximadamente $3.000 obtener un pasaporte a través de Dickstein, equivalente a más de $55.000 en dólares de hoy.
Luego ofreció sus servicios a la NKVD, precursora de la KGB soviética, por $1.250 al mes (alrededor de $23.000 en 2021) para entregar información obtenida de su comité del Congreso. Los soviéticos le otorgaron a Dickstein el nombre en clave de “Crook” (ladrón). Años después Nixon declararía no serlo con vehemencia, al menos buscando que lo creyeran. Al parecer a Dickstein no le preocupó mucho mientras le pagaran.
En1945 Dickstein perdió su posición en la comisión del Congreso y abandonó el cuerpo legislativo. Terminó su carrera como juez en la Corte Suprema de Nueva York, donde pasó el resto de su vida. Dickstein Plaza de Manhattan no recibió su nombre hasta 1963, casi una década después de la muerte de Dickstein, aparentemente en honor al anciano jurista.
Los soviéticos dejaron de pagarle a Dickstein cuando dejó el Congreso en 1945, pero su servicio a la URSS pasó desapercibido hasta 1999, cuando Weinstein y Vassiliev publicaron The Haunted Wood: Soviet Espionage in America - the Stalin Era. El libro tuvo un acceso sin precedentes a los archivos antiguos de la KGB, lo que reveló hasta qué punto Dickstein había ayudado a la Unión Soviética. Pero 23 años después, Dickstein Plaza todavía lleva el nombre de un espía de la KGB.
© cubaencuentro.com
1957: Promoted to policy job at the State Department in Washington. 1959: Recommends quickly recognizing Castro-led government and writes memo describing Castro as moderate. Meets Castro during a State Department luncheon when Castro visits U.S. capital in April.
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Por Aldo Rosado-Tuero
Actualmente las noticias sobre el descubrimiento de Ana Belén Montes, la analista del Pentágono, como espía al servicio del gobierno cubano, han causado estupefacción y asombro, pero debemos recordar que hay muchos casos de igual o más espectacularidad que le han precedido.
Mucho antes de que el caso de Ana Belén explotara, ya se sabía de la enorme infiltración que habían logrado el comunismo internacional y la hoy extinta Unión Soviética, en las más altas esferas gubernamentales de este país.
El más notorio de los casos lo constituyó el de Alger Hiss, que fue descubierto como miembro de una célula comunista dentro del gobierno norteamericano, después de haber escalado hasta los más altos niveles dentro del Departamento de Estado, hasta el grado de llegar a ser Consejero del Presidente Franklin Delano Roosevelt, en la Conferencia de Yalta, donde Churchill, Stalin y Roosevelt, decidieron como se dividiría al mundo después de obtenida la victoria contra las potencias del eje Roma-Berlín-Tokio.
Hiss escaló, apoyado por elementos encubiertos dentro del aparato gubernamental norteamericano hasta ser “clerk” del famoso juez de la Corte Suprema Oliver Wendell. Después sirvió a Franklin D. Roosevelt en “el Nuevo Trato” (New Deal) desempeñando varias posiciones.
En 1936 ingresó al Departamento de Estado y rápidamente ascendió hasta llegar a ser Consejero y acompañante del Presidente F.D. Roosevelt. En 1945 presidió la reunión de San Francisco en que se creó la ONU y también ocupaba la Presidencia de la Fundación Carnegie.
Como dato curioso, vale destacar que en el juicio contra Hiss testificaron a su favor muchos distinguidas figuras norteamericanas que lo describieron como ‘bueno, honesto, patriótico”. Adlai Stevensson, lo describió como “confiable y leal americano”.
Todo eso se desplomó en el juicio en que fue condenado por perjurio, el traidor Alger Hiss.
Otro de esos casos, en la misma época lo constituyó el descubrimiento de Harry Dexter White, colaborador muy cercano al Presidente Truman, quien lo había nombrado como el fundador por Los EE.UU. del Fondo Monetario Internacional y Asistante del Secretario del Tesoro, Henry Morgenthau. Cuando se descubrió que Dexter White le enviaba secretos del gobierno americano a la URSS, éste murió “convenientemente”, la noche anterior al comienzo de su juicio por espionaje.
Ha sido casi una constante la infiltración de los enemigos del american way of life y de la democracia a través de funcionarios no electos, pero que se sitúan en posiciones de toma de decisiones. Recordemos el importante papel jugado en el cuarto piso del Departamento de Estado (el lugar donde se toman las decisiones más importante) por William Weyland, que tanto ayudó a pulir la imagen de Fidel Castro con los “policymakers” y que tanto hiciera por hacer salir a Fulgencio Batista del poder. Weyland no era otro que el ex miembro de la Brigada Lincoln—de las Brigadas Internacionales—que pelearon en la guerra civil española, del lado de los rojos y que contaban con comisarios políticos nombrados por Moscú. Weyland fue uno de esos Comisarios, bajo el nombre de Rogelio Montenegro.
Por lo tanto no debe de asombrar a nadie, la facilidad con que se mueven dentro de este país los quitacolumnistas que actúan al servicio de Fidel Castro y sus herederos. Son muchos años de paciente e inteligente labor de infiltración, que ahora rinden sus frutos. Hay muchos funcionarios, en puestos claves, que están al servicio de los enemigos de esta nación y actúan diariamente, en silencio, como el comején, para socavar los cimientos de la democracia. Hay que estar con el ojo alerta, porque siguen los topos ahí, entorpeciendo la labor de los verdaderos norteamericanos, que defienden nuestra civilización.(Publicado en la edición del martes 26 de junio del 2007)
Etiquetas: (Harry Dexter White, Alger Hiss, comunista, cuba, EE.UU., EEUU, espía, espionaje, Guillermo Arturo Montenegro Wieland, Guillermo Montenegro, Samuel Dickstein, soviético, William A Wieland
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