lunes, julio 18, 2022

El miedo al cambio. Luis Cino Álvarez desde Cuba: "Seis décadas de dictadura han conseguido que, como pájaros que han vivido siempre enjaulados, muchos cubanos le teman a la libertad"

 Nota del Bloguista de Baracutey Cubano


En una sociedad donde se  respeta la libre expresión, las ¨orejeras¨  y las ¨hemiplejias¨ en las ideas  las adopta aquel que las desea usar, pues no desconozco  que en el mundo hay muchas personas  que tienen el miedo a la libertad del que escribió Erich Fromm, las cuales  hacen dejación de su libertad y de su responsabilidad a otras personas, que, con cierta frecuencia,  las manipulan y confunden.

El miedo a la libertad es un libro escrito por el psicoanalista y psicólogo social Erich Fromm publicado originalmente en los Estados Unidos en 1941. La obra explora la relación cambiante entre la humanidad y la libertad poniendo énfasis en las consecuencias de la ausencia de la última y en las condiciones psicosociales que permitieron la emergencia del nazismo.

José Martí no quería que Cuba se convirtiera en la finca particular de un caudillo como había sucedido en otros países iberoamericanos después de concluidas las guerras contra la Metrópoli, pero para Martí no sólo los caudillos eran merecedores de fuertes críticas; también los pueblos llevaban su parte. En el segundo volumen de la edición de las Obras Completas de nuestro Apóstol, publicadas en el centenario de su nacimiento, y en sus páginas 50 y 51 se lee:

¨ De hombres que no pueden vivir por sí, sino apegados a un caudillo que los favorece, usa y mal usa, no se hacen pueblos respetables y duraderos.¨

Y con vistas a una convención de clubes independentistas donde se discutirían múltiples temas, manifestó:

“ … ¡que los pueblos no son como manchas de ganado, donde un buey lleva el cencerro, y los demás lo siguen .! ” (Obras Completas, Tomo 2, 17)

Martí no sólo criticó el control de un país por un caudillo; también criticó el control político de la nación por un solo partido político:

¨ Siempre es desgracia para la libertad que la libertad sea un partido¨ (Obras Completas,Tomo 20, 25)

En el artículo del relevante  intelectual  cubano Dagoberto  Valdés Hernández titulado Ante la pandemia, libertad y responsabilidad, se lee:

En el hondón del alma de la nación, los cubanos podemos encontrar esas dos carencias: el analfabetismo ético y cívico, por el cual desconocemos los valores humanos, las virtudes cívicas, las normas del buen vivir, las reglas del convivir. No es que los cubanos seamos más “malos” que los demás. Se trata de que durante más de medio siglo, el adoctrinamiento político desterró los principios morales considerados “burgueses”, durante 60 años la propaganda sustituyó a la información que forma ciudadanos en la pluralidad de pensamiento. Se trata de que el “mando único” en el pensar bloqueó el ejercicio del discernimiento personal y por tanto de las opciones que surgieran de ese discernimiento como decisiones libres y responsables.

Durante 60 años otros decidieron por nosotros, otros pensaron por nosotros, el paternalismo totalitario intentó controlar toda nuestra vida. Así se creó la “cultura del pichón” en la que no se enseñó a volar con alas propias a los cubanos sino a que un Estado providente como Dios, le traería todo al nido invalidando el ser y el quehacer de los “pichones”. Ni se dio pescado, ni se enseñó a pescar. Y eso ha provocado la segunda causa profunda de la actual indefensión de los cubanos: causó un daño antropológico que consiste en:

El daño antropológico en Cuba a causa del totalitarismo es el debilitamiento, la lesión o el quebranto, de lo esencial de la persona humana, de su estructura interna y de sus dimensiones cognitiva, emocional, volitiva, ética, social y espiritual, todas o en parte, según sea el grado del trastorno causado. El mismo ha surgido y se ha instaurado como consecuencia de vivir largos años bajo un régimen en el que el Estado, y más en concreto, un Partido único, pretende encarnar al pueblo, orientar unívocamente toda institucionalidad, interpretar el sentido de la historia y mantener el control total sobre la sociedad y el ciudadano. De esta forma subvierte la vida en la verdad, menoscaba su libertad, y vulnera los derechos y deberes cívicos, políticos, económicos, culturales y religiosos de las personas, lo que hiere profundamente su dignidad intrínseca, al mismo tiempo que provoca una adaptación pasiva del ciudadano al medio y una anomia social persistente.”[1]

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Tomado de https://www.cubanet.org/

El miedo al cambio

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"Seis décadas de dictadura han conseguido que, como pájaros que han vivido siempre enjaulados, muchos cubanos le teman a la libertad"

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Por Luis Cino Álvarez

17 de julio, 2022

LA HABANA, Cuba.- Ayer discutí con dos exprofesores septuagenarios, que luego de ver en Facebook un video de la protesta de la noche del 14 de julio en Los Palacios, Pinar del Río, escandalizados por las palabrotas que gritaban los manifestantes y por “su mal aspecto”, afirmaban que “antes que esa chusma tome el poder, es preferible que sigan los comunistas, que al menos mantienen el orden”.

He escuchado comentarios similares luego del estallido social de los días 11 y 12 de julio del pasado año, cada vez que se produce en algún punto de la geografía nacional una protesta en contra del régimen. Generalmente, esas opiniones, reforzadas por la narrativa oficial que presenta a los que protestan como delincuentes, antisociales y vándalos, provienen de personas blancas, mayores de 60 años, con formación universitaria, y situación económica de regular a holgada.  

Y por supuesto que a la elite burguesa del socialismo de la continuidad post-fidelista, que no hace colas, no monta en guaguas y no se aleja mucho de sus mansiones en Miramar, Siboney y Nuevo Vedado, les horroriza “el mal aspecto, la indecencia y la chusmería” de los participantes en las protestas, descamisados, en chancleta, andrajosos y que gritan insultos contra Díaz-Canel.   

En ese espanto hay mucho de racismo. Recordemos que en el siglo XIX, el miedo a los negros, el temor a que se sublevaran y convirtieran a Cuba en un nuevo Haití, retrasó varias décadas la lucha por la independencia. Hoy, uno escucha, además de a los acomodados, a los resignados y los indecisos, expresar su temor por “la negrada” que se tira a la calle a protestar. 

Uno de los exprofesores con los que discutía ayer, para nada simpatizante del régimen, me dijo que no creerá en la efectividad de estas protestas “hasta que no sean los blancos del Vedado quienes se tiren a la calle a gritar y a sonar los calderos”. 

En tales actitudes, además de racismo y elitismo, hay miedo al cambio. Seis décadas de dictadura han conseguido que, como pájaros que han vivido siempre enjaulados, muchos cubanos le teman  a la libertad. Les aterra, luego de haber delegado siempre todas sus responsabilidades en Papá Estado, el momento en que les toque a ellos decidir por sí mismos y ser absolutamente responsables de sus actos. La chantajista propaganda oficial les ha hecho creer que serán incapaces de valerse por sí solos y que es mejor se resignen y conformen con lo poco y cada vez menos y más malo que les da el Estado socialista porque “bajo el capitalismo sería peor”.

Aun así, a pesar del anticapitalismo que les inculcaron desde la escuela, muchos cubanos, sobre todo los más jóvenes, huyen del país hacia el capitalismo. No tienen valor para enfrentar al régimen, les aterra la represión, pero no vacilan en lanzarse a las aguas turbulentas y llenas de tiburones del Estrecho de la Florida o a arrostrar los peligros de atravesar Centroamérica para, cruzando fronteras, llegar a los Estados Unidos.  

Hay personas, paralizadas por el temor a las represalias del régimen, que justifican su inacción y su apatía, que más bien es cobardía, criticando al exilio y a la oposición interna tanto por lo que hacen como por lo que no hacen. Se quejan de la ausencia de líderes convincentes y de la falta  de programas de gobierno coherentes para el futuro los mismos que analfabetos en política, embrutecidos por el adoctrinamiento y la desinformación de los medios oficialistas, ignorantes de qué es la democracia y el estado de derecho, te dicen que están saturados de política e ideología y que no quieren escuchar teques sobre temas que para ellos resultan demasiado abstractos.

Y están también los pesimistas que creen que si hay una transición, inevitablemente dirigida “desde arriba”, no será hacia la democracia sino hacia otro tipo de régimen dictatorial, como ocurrió en Rusia con Putin. 

Para esos que dicen que les asusta lo que pudiera pasar si “esto” se derrumba, es como si la continuidad post-fidelista, con todo lo desastrosa que está resultando, pudiera ser eterna y significar el fin de la historia de Cuba.

Antes que a todos esos pusilánimes, apáticos y resignados pero que se creen superiores, prefiero a los que tienen la valentía que a ellos les falta para reclamar sus derechos y una vida mejor, no importa si son incultos y malhablados. Es más, para el enfrentamiento a la canalla castrista, para emparejar la pelea, los prefiero así.  


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