Un mito fundado en la mentira. Carlos Espinosa Domínguez: El Gran Terror desatado por Stalin no fue más que una consecuencia lógica de la labor de Lenin
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Un mito fundado en la mentira
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La etapa inicial del régimen soviético sentó las bases de lo que vino después. El Gran Terror desatado por Stalin no fue más que una consecuencia lógica de la labor de Lenin
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Félix Dzerzhinski, rodeado por miembros de la Checa.
Por Carlos Espinosa Domínguez,
Aranjuez
18/11/2022
Al Comité Ejecutivo de Penza:
“Es indispensable aplicar sin piedad un terror de masas contra los kulaks, los popes y los guardias blancos. Encerrar a los sospechosos en un campo de concentración fuera de la ciudad. Telegrafiar ejecución”.
Telegrama enviado por Lenin el 9 de agosto de 1918.
Tras la desintegración de la Unión Soviética, salieron a la luz miles de documentos secretos que antes eran totalmente inaccesibles. Gracias a eso, se pudo conocer la verdad sobre la Revolución de Octubre. Hasta entonces, los herederos y continuadores de su legado crearon en torno a aquel acontecimiento una gran mentira que resultó ser muy rentable. Gracias a ella, durante más de setenta años se mantuvo en el poder uno de los dos totalitarismos que inundaron de sangre varias décadas del siglo XX. Uno, el comunista estaba sustentado en la ideología marxista-leninista; el otro, el nazi, en el nacional-socialismo.
Ya desde que se produjo la toma del Palacio de Invierno, empezó fraguarse el mito: Aquella fue una revolución heroica, en la cual el pueblo ruso se alzó contra sus amos y protagonizó una gloriosa hazaña. A su frente estuvieron los bolcheviques, que tenían como ideal liberar y guiar a los hombres y mujeres para construir un futuro luminoso. Una utopía que aseguraba garantizar la libertad y el bienestar de la humanidad. Pero los documentos, los testimonios y los archivos han sido implacables y han hecho que de aquella leyenda hoy no quede nada en pie.
La primera invención que es necesario desmentir es la de llamar revolución a algo que no lo fue. De hecho, los propios bolcheviques no la calificaron así. Ese fue un mito que nació más tarde. En febrero de 1917, el gobierno imperial se hallaba debilitado por un conjunto de huelgas, así como por la presión de la oposición liberal y los mandos militares. Eso provocó que el zar Nicolás II, desacreditado e incapaz de controlar la situación, se viese obligado a abdicar. Los rebeldes, integrados por un conjunto de organizaciones demócratas, socialistas y anarquistas, asumieron entonces el poder a través de un comité provisional de gobierno, dirigido por el social-revolucionario Alexandr Kérenski. Pero el Soviet de Comisarios del Pueblo, una asamblea popular formada por obreros, campesinos y soldados, también quería gobernar.
Los bolcheviques, el grupo más radical del Soviet, buscaban apropiarse de aquella sedición para derrocar al gobierno provisional, eliminar la asamblea constituyente, apropiarse del poder y establecer la “dictadura del proletariado”. Incapaz de aceptar que se abriera el camino a una democracia pluralista, Lenin recurrió a la fuerza. La noche del 7 de noviembre de 1917, los bolcheviques asaltaron el Palacio de Invierno de Petrogrado, sede del gobierno provisional, y capturaron a todos sus miembros. De inmediato fueron prohibidos los partidos políticos existentes, así como la prensa.
En su momento, aquel golpe de Estado recibió sorprendentemente poca atención en el extranjero. Los bolcheviques fueron hábiles y consiguieron enmascarar su asalto al poder presentándolo como un simple traspaso de competencias del ineficaz gobierno provisional a los soviets. Tampoco puede obviarse el hecho de que los bolcheviques debieron en gran medida su victoria a los imperios centrales, dedicados a la destrucción de la Rusia imperial, esto es, del frente ruso.
De igual modo, hoy se sabe que Lenin actuaba como agente de Alemania. Desde 1914, defendía la idea de la revolución como una vía para lograr la derrota de Rusia. Para que pudiesen llevarla a cabo, antes y durante los acontecimientos de octubre de 1917 los bolcheviques fueron generosamente sufragados por círculos financieros alemanes. Una ayuda que contribuyó a hacer poderoso e influyente su partido. Tras varios años de una guerra de agotamiento y desgaste, los alemanes se enfrentaban a la derrota. Una retirada de Rusia les permitiría poder transferir cientos de miles de soldados al frente occidental, lo cual les daba la posibilidad de salir triunfantes.
Aversión incondicional hacia el proceso democrático
De esa mitología quedan aún otros ejemplos, como el ampliamente difundido de la “cruzada capitalista” contra el joven Estado soviético. No existió tal cruzada, y la guerra civil la libraron las tropas nacionales enfrentadas. Pero me voy a detener en una figura que ha alcanzado la categoría de icono y que casi un siglo después de muerto se sigue venerando. Me refiero, naturalmente, a Lenin, a quien el Diccionario filosófico marxista (1946) define como “el más grande teórico y guía del proletariado mundial y de toda la humanidad trabajadora; creador del leninismo, el marxismo de la nueva época, de la época del imperialismo y de las revoluciones proletarias”.
A eso se agrega que “sus pensamientos nunca dejaron de concentrarse en la tarea de liberar a los trabajadores”, y en los días de la gran Guerra Patria, “la figura prestigiosa del gran Lenin inspiraba las hazañas inmortales de los pueblos de la Unión Soviética”. Y se concluye afirmando que “el nombre de Lenin, jefe y educador del proletariado mundial, vivirá eternamente en el corazón de la humanidad trabajadora”.
Quienes tratan de legitimar la etapa soviética o por lo menos mantener a salvo algo de ella, sostienen que a Lenin se debe la creación de una revolución auténtica y liberadora. Solo que tras su fallecimiento, esa obra suya fue pervertida por Stalin. Es, por tanto, a este a quien hay que culpar de todos los errores y crímenes cometidos durante décadas.
Como ha hecho notar Anne Applebaum, durante sus muchos años como emigrado revolucionario Lenin era reconocido por su brillantez, pero también era rechazado por su falta de moderación y su espíritu faccioso. Asimismo, antes de que su partido llegara al poder se distinguía por defender posiciones extremas. Quien se tome el trabajo de leer sus famosas Tesis de abril (1917), comprobará que allí refleja claramente su aversión incondicional hacia el proceso democrático y la república parlamentaria. Esa postura fue acogida con hostilidad por la mayor parte de los dirigentes bolcheviques de Petrogrado, y en cambio halló una recepción favorable entre los nuevos miembros.
Fue Lenin quien en octubre convenció a la mayoría de sus compañeros para que apoyaran una insurrección armada lo antes posible. Sabía que si la transferencia del poder se hacía de acuerdo al voto del Congreso de los Soviets, surgiría un gobierno de coalición, en el cual los bolcheviques deberían compartir el mando con otras formaciones socialistas. Por eso reclamó que se apoderasen del poder mediante una insurrección militar antes de que se convocara el congreso.
No se conoce ningún documento firmado por él, en el cual condene o exprese su desacuerdo con lo que se acuñó como el terror rojo. Existen, por el contrario, pruebas irrefutables de que aquel a quien la propaganda del partido bautizó como “el más humano de los hombres”, no se inhibía en dejar por escrito disposiciones como las que encabeza este trabajo. En aquella orden telegráfica Lenin detallaba lo que se tenía que hacer: “1. Colgar (y digo colgar sin vacilación de manera que la gente lo vea) no menos de cien kulaks, ricos y chupasangres más conocidos. 2. Publicar sus nombres. 3. Confiscar su grano. 4. Identificar a los rehenes. Haced esto de manera que en centenares de leguas a la redonda la gente vea, tiemble, sepa y se diga: matan y continuarán matando a los kulaks sedientos de sangre”. Y al final añadía: “Encontrad gente más dura”.
Fusilen sin preguntar nada a nadie
Durante los años de la perestroika, el escritor Venedikt Eroféiev publicó una selección de telegramas de Lenin similares al antes reproducido. Copio algunos: “Al camarada Fiodorov, presidente del comité ejecutivo de Nizhni-Nóvgorod: En Nizhni se está preparando evidentemente una insurrección de los guardias blancos. Es preciso movilizar todas las fuerzas, aplicar inmediatamente el terror de masas, fusilar y deportar los centenares de prostitutas que emborrachan a los soldados, los antiguos oficiales, etc. Sin perder un minuto”. 9 agosto de 1918; “Al camarada Chliápnikov en Astracán: Aplique todas sus fuerzas en atrapar y fusilar a los prevaricadores y los especuladores de Astracán. Es preciso ajustar cuentas con esa basura de modo que lo recuerden para siempre”. 12 diciembre de 1918; “Al camarada Pajkis en Sarátov: Fusilen sin preguntar nada a nadie y sin subterfugios imbéciles”. 22 agosto de 1918. Por si alguien duda de la autenticidad de esos telegramas, aclaro que algunos aparecen reproducidos en las obras completas de quien los firma.
Pero no era Lenin el único que abogaban por el uso generalizado del terror. León Trotski sostenía que “el terror es eficaz contra la clase reaccionaria que no se decide a abandonar el campo de batalla. La intimidación es el medio más poderoso de acción política”. Y de Grigori Zinoviev son estas declaraciones expresadas en septiembre de 1918: “Para deshacernos de nuestros enemigos, debemos tener nuestro propio terror socialista. Debemos atraer a nuestro lado digamos a noventa de los cien millones de habitantes de la Rusia soviética. En cuanto a los otros, no tenemos nada que decirles. Deben ser fusilados”. Lo que no podía imaginar Zinoviev es que, dieciocho años después, su propio fusilamiento prepararía el terreno para los arrestos y ejecuciones en masa de los bolcheviques, ordenados por Stalin entre 1937 y 1938.
Para legalizar el terror de masas, el 5 de septiembre de 1918 el gobierno aprobó el famoso decreto “Sobre el terror rojo”. En él se reconocía la necesidad de “proteger a la República Soviética contra sus enemigos de clase aislando a estos en campos de concentración, fusilar en el mismo lugar a todo individuo relacionado con organizaciones de guardias blancos, conjuras, insurrecciones o tumultos; publicar los nombres de los individuos fusilados dando las razones por las que han sido pasados por las armas”.
Con eso, expresó entonces Félix Dzerzhinski, “nos atribuían finalmente de manera legal aquello contra lo que incluso algunos camaradas del partido habían protestado hasta entonces, el derecho de acabar sobre el terreno, sin tener que informar a nadie, con la canalla contrarrevolucionaria”. A él precisamente le tocaría la responsabilidad de fundar y dirigir “el brazo armado de la dictadura del proletariado”.
(Félix Dzerzhinski)
Para apoyar el ambicioso plan de los bolcheviques, entró en escena la Checa, iniciales de la Comisión Extraordinaria para la Lucha contra la Contrarrevolución y Sabotaje de Toda Rusia. Empezó como una pequeña agencia para investigar y hacer frente a la oposición al gobierno soviético. Sin embargo, a finales de 1917 y principios de 1918, no existía una oposición seria que amenazara al nuevo régimen. A pesar de eso, en los meses siguientes la envergadura y el poder de la Checa crecieron de modo muy notorio. En poco tiempo se convirtió en una policía secreta de nuevo cuño, que estaba por encima de las leyes y de lo que Dzerzhinski calificaba de “juridicismo puntilloso”. Algo que constituía una verdadera revolución copernicana.
No tuvo que esperar mucho la flamante policía secreta para dar pruebas de su efectividad. Fue en la represión contra los funcionarios de Petrogrado, que se declararon en huelga desde que los bolcheviques se apropiaron del poder. Eso incluía a los funcionarios de varios ministerios, los de correos y telégrafos y los administrativos de los ferrocarriles, quienes se organizaron rápidamente. Esa huelga ponía en jaque al régimen soviético, al dejarlo escaso de brazos para ejecutar sus disposiciones.
No solo la prisión, sino la guillotina
El propio Lenin arremetió contra los huelguistas y llamó a implantar “un riguroso orden revolucionario”, que aplastara “sin misericordia los brotes de anarquía entre los borrachos, gamberros, contrarrevolucionarios y otros individuos”. La Checa se encargó de detener a los funcionarios indóciles y al comité de huelga organizado por los sindicatos. De ese modo, la insumisión fue cortada de raíz. Los funcionarios detenidos fueron sustituidos por otros de rango inferior afines al régimen soviético.
Entre el 11 y 12 de abril de 1918, la Checa llevó a cabo otra de sus ostentosas acciones. Realizó una redada durante la cual fueron asaltadas una veintena de sedes de los anarquistas en Moscú. Fueron detenidos 520 miembros, de los cuales 25 fueron ejecutados como “bandidos”. Ese fue, por cierto, un término que, a partir de entonces, se aplicó amplia e indiscriminadamente. Igual ocurrió con el de “enemigo de clase”: nunca se dio una descripción clara de qué era exactamente. Como consecuencia, eso sirvió para amparar las detenciones de todo tipo que aumentaron drásticamente a partir de octubre de 1917.
Una de las razones oficiales aducidas para justificar la represión fue el terror desatado por los blancos, que dejó una cifra de muertos que ha sido imposible precisar. Entre otras causas, porque el Ejército Blanco no tenía una estructura central, sino que estaba integrado por un conjunto de fuerzas que se unieron para luchar contra el bolchevismo.
Pero ante la explicación dada por el gobierno, cabe preguntarse por qué entonces el terror rojo comenzó mucho antes del comienzo de la guerra civil. De hecho, dio inicio desde que los bolcheviques desbancaron al gobierno provisional. El 1 de diciembre, Trotski adelantó: “En menos de un mes el terror va a adquirir formas muy violentas, a ejemplo de lo que sucedió durante la gran Revolución Francesa. No será ya solamente la prisión, sino la guillotina, ese notable invento (…) que tiene como ventaja reconocida la de recortar en el hombre una cabeza, lo que se dispondrá para nuestros enemigos”.
En realidad, el terror rojo estuvo dirigido a erradicar cualquier forma de oposición política e intelectual. Eso dio lugar a que la represión afectara no solo a representantes del régimen zarista, sino también a otros grupos socialistas, como los mencheviques, los anarquistas y los social revolucionarios o eseristas.
El filósofo y escritor ruso Yuri Kariakin reveló en un artículo que en 1922 Lenin ordenó a la Checa preparar una lista para expulsar del país o desterrar a sus lugares más remotos a los más ilustres médicos, historiadores, filósofos. Era el modo de asegurar su estricto confinamiento. Así, en el otoño partía de Rusia el llamado “barco de la filosofía”, en el cual iban 200 personas. Integraban la elite espiritual y moral de la nación. Ese era, apunta Kariakin, el buen resultado del diálogo, de la polémica filosófica e ideológica de Lenin con sus oponentes. Y añade: “Es asombroso que no haya ordenado hundir en la mar ese barco y culpar de ello a los piratas”.
El 30 de agosto de 1918, se produjo un intento fallido de asesinar a Lenin. Eso dio la excusa perfecta para intensificar el terror rojo y darle más poder a la Checa. Inmediatamente después del atentado, en Petrogrado se ejecutó a 512 miembros de la burguesía y las clases altas. El 5 de septiembre, 80 personas fueron fusiladas públicamente. Entre ellas, estaban dos exministros del Interior y el último presidente de la Cámara Alta del parlamento imperial. Y en la segunda quincena de ese mes, la lista de ejecutados se incrementó con 300 personas más. De acuerdo a los datos de los historiadores, ese otoño fueron asesinadas entre 1,600 y 8 mil personas en todo el país. Para los bolcheviques, esas medidas eran una respuesta legítima a los ataques de sus enemigos.
La Checa actuaba libremente y por su cuenta. Realizaba arrestos masivos, detenciones, torturas y ejecuciones, incluso sin procesos judiciales. Cuando estos se hacían, se creaba un tribunal compuesto por tres miembros, a los que se dio el nombre de troika. Los chequistas también aplicaban medidas represivas, que incluían confiscaciones de bienes, privación de alimentos, allanamientos de las casas, expulsión de los domicilios, divulgación de listas de “enemigos del pueblo”.
Una organización repleta de criminales y sádicos
Las checas provinciales, en particular, se excedían en la brutalidad, pues no tenían temor de ser denunciadas por diplomáticos o corresponsales extranjeros. Por otro lado, se establecieron los primeros campos de trabajo forzado. En mayo de 1919, la cifra de reclusos que había en ellos era de 16 mil; en septiembre de 1921, ascendía a 70 mil. A eso hay que agregar que se fomentó la delación. En la Rusia de Lenin, el terror y el crimen en masa pasaron a imponerse como forma de gobierno.
Las cifras de muertos correspondientes a esa etapa varían de acuerdo a las fuentes que se consulten. El historiador Serguéi Volkov sostiene que entre 1917 y 1922, los bolcheviques acabaron con la vida de hasta 2 millones de personas. Sea esa u otra la cifra exacta, lo esencial es que arroja luz sobre el sangriento legado leninista. Un dato que puede ilustrarlo es que en varias semanas, la Checa ejecutó de dos a tres veces más personas que las condenadas a muerte por el imperio zarista, aunque conviene decir que a algunas de ellas se les conmutó por penas de trabajos forzados.
La violencia de la Checa llegó a ser de tal magnitud, que el 25 de octubre de 1918 en los medios dirigentes se llegó a poner en tela de juicio su actuación. Mijaíl Olminski, amigo cercano de Lenin y miembro del equipo editorial del diario Pravda, acusó a la policía secreta de considerarse por encima del Partido. Nikolái Bujarin y otros militantes veteranos solicitaron medidas para limitar “los excesos de celo de una organización repleta de criminales y de sádicos, de elementos degenerados del lumpen-proletariado”. Lev Kámenen fue más allá y pidió que sencillamente se eliminara.
Para poner freno a esas críticas internas, el gobierno limitó el poder de la Checa. Pero eso fue solo en el papel, porque en la práctica lo potenció. Para 1922, la Checa contaba con 137 mil soldados, 94 guardias de frontera y 31 colaboradores. En tiempos del terror rojo, Dzerzhinski hizo publicar el periódico El Semanario de la Checa. En él se hacía propaganda de la labor de esa policía secreta y se estimulaba “el justo deseo de venganza de las masas”. Asimismo, se relataban sin pudor ni reservas detenciones, ejecuciones e internamientos en campos. El periódico circuló durante seis semanas, entre septiembre y octubre de 1918.
Finalmente, tras la victoria de la guerra civil la Checa fue restructurada y pasó a llamarse Dirección Política del Estado (GPU). En esa refundación, se eliminó lo de “extraordinaria” para convertirse en una institución permanente como aparato de represión. Luego el GPU dio paso a la Dirección Política Estatal Unificada (OGPU), al Comisariado del Pueblo del Interior (NKVD) y, por último, al Comité de Seguridad Estatal (KGB). Todas esas organizaciones replicaron las medidas represivas de la Checa, que es reconocida como una de las fuerzas de inteligencia más brutales de la historia de Rusia.
Esa etapa inicial del régimen soviético explica la continuación estalinista y su atroz balance. El Gran Terror desatado por Stalin no fue más que una consecuencia lógica de la labor de Lenin, quien sostenía que “un buen comunista es también un buen chequista”. En ese sentido, es oportuno reproducir unas palabras escritas en 1995 por el brillante filólogo e historiador Dmitri Lijachov:
“Uno de mis objetivos es destruir el mito de que la época más cruel de la represión comenzó en 1936-1937. Pienso que en el futuro, las estadísticas mostrarán que la oleada de arrestos, condenas y destierros ya había comenzado a principios de 1918, incluso antes de la proclamación oficial, en ese otoño, del «terror rojo». A partir de ese momento, la ola simplemente se hizo cada vez más grande, hasta la muerte de Stalin”.
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UN GOLPE DE ESTADO QUE CAMBIÓ LA HISTORIA
El 7 de Noviembre/25 de Octubre de 1917 en el viejo calendario Juliano Vladimir Lenin, Leon Trotsky, y un grupo minúsculo de conspiradores asestan un golpe de estado/coup d'etat el cual posteriormente pasa a convertirse en la Revolución Bolchevique y por consecuencia se da paso a uno de los eventos mas significativos e influyentes del siglo XX.
Ya en Febrero del 1917 Rusia había tenido lugar una verdadera revolución donde los Comité de los Soviets, soldados, amas de casa, obreros, inteligentsia, Duma y otros sectores habian tomado lugar en una revuelta iniciada en Petrogrado donde un batallón del ejercito optó por la 'no acción' y se negó a reprimir a los manifestantes. Ante esta situación nada era "inevitable" como explica la sovietologia. Sencillamente el Tsar Nicholas II pudo haberse impuesto y reagrupar a otros batallones para terminar la rebelión con sangre. Pero como el Tsar era un hombre de caracter tibio y para evitar derramamientos de sangre y habiendo sido un hombre que quería todo menos ser gobernante renuncia a su cargo y es apresado, no antes sin saber el destino fatal que le esperaría al mismo y su familia unos meses despues. Eventualmente en ese periodo de tiempo entre Febrero y Octubre Alexander Kerensky un miembro prominente de la Duma y un moderado llegó a convertirse en el Segundo Presidente del Gobierno Provisional.
En la Revolución genuina de Feb de 1917 Lenin no tomo parte alguna. De hecho no estaba en Rusia.
Fue en el contexto de este periodo clave entre Febrero y Octubre de 1917 que Lenin regresa del exilio en Abril de 1917 organiza a su grupo minoritario de Bolcheviques y se las arregla para justificar en Octubre del 17 que el gobierno provisional les entregue armas ante la presencia de Alemanes cerca de Petrogrado. La justificación era armarse para defender Petrogrado de una posible invasión Alemana ya que por aquellos dias la 1ra Guerra Mundial estaba en pleno apogeo. Con esas armas Trotsky fundamentalmente dirige un golpe de estado quirúrgico a los lugares claves de la ciudad (Estaciones de correo, electricidad, puestos de gobierno y eventualmente el Palacio de Gobierno). Durante todo este tiempo Lenin permaneció escondido y disfrazado pues el valor nunca fue su fuerte. Al dia siguiente los habitantes de Petrogrado se levantaron y ni sabían lo que había ocurrido.
La cacareada "Gran Revolución Socialista de Octubre" no había sido mas que un golpe de estado quirúrgico basado en el manual de Curcio Malaparte y con elementos fascistoides, organizado y dirigido por un grupo minoritario de conspiradores, sin participación alguna de obreros ni Soviets. En la imagen y la mente de muchos se perpetuó este momento mediante imagenes que no fueron mas que la dramatización ficticia el gran director Sergei Eisenstein y Grigori Aleksandrov que recrearon los eventos de Petrogrado ajustandose a la propaganda y al imaginario sovietico en su famoso film (basado en el libro de Reed y con el guion del mismo) 'Los 10 dias que estremecieron al mundo' estrenada el 20 de Enero de 1928, 11 años despues del evento.
Comenzaba el "sistema soviético" sobre las bases de la fuerza, la represión, la censura y la sangre. Le seguirían a todo ello la creación de la Cheka que luego bajo otros nombres diferentes pero un mismo proposito (en el orden interno vigilar y reprimir y en el orden externo espiar e infiltrar), una brutal guerra civil bajo el gobierno de Lenin, las políticas del terror rojo, el comunismo de guerra, hambruna, Gulags, propaganda y la expansión del imperio en su periferia, en las provincias del Baltico, en las distintas nacionalidades musulmanas y asiaticas. Bajo el regimen Estalinista se le dio continuidad en casi todos sus aspectos al sistema leninista - le siguieron las Grandes Purgas, la ampliación de los Campos de Concentración (Gulags), el asesinato masivo de campesinos y nacionalidades rebeldes. Al culminar la 2da Guerra Mundial vendría la imposición forzada del sistema sovietico a los Checos, Hungaros, Polacos, Alemanes y otras naciones que desde sus inicios se rebelaron ante la ocupación y control de Moscú. Los primeros en rebelarse fueron los Hungaros con su revolución brutalmente aplastada en 1956, luego le siguieron los Checos y la posterior ocupación Sovietica en 1968 y los Polacos ante los cuales casi hubo una ocupación - creando en todo ese proceso la llama de la rebeldía y la disidencia desde abajo que motivó a Mikhail Gorbachev a continuar el socialismo con rostro humano que habian comenzado los Checos en el 68.
Una de los legados de la Revolución de Octubre de 1917 fue el establecimiento del Sistema Sovietico que fundó sus bases en el Leninismo para luego tener continuidad en el Estalisnismo y con ello se inició la practica sistematica de la falsificación y manipulación oficial de fotografias donde "enemigos" eran invisibilizados.
Lenin y Trotsky en el 2do Aniversario de la Revolución Rusa. 1919.
Lenin: números, datos e imágenes de los crímenes del primer dictador comunista
Uno de los mitos históricos más aberrantes del siglo XX es presentar a Lenin como el dictador “bueno” de la URSS, y a Stalin como el “malo”, en un intento de salvar el mandato del primero.
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Mar 8·11·2016
AVISO: este artículo contiene imágenes que pueden herir tu sensibilidad
Las cifras de víctimas del leninismo, de noviembre 1917 a enero 1924
- Más de un millón de personas asesinadas por motivos políticos o religiosos.
- Entre 300.000 y 500.000 cosacos asesinados.
- Cientos de miles de trabajadores y campesinos asesinados por hacer huelgas.
- 240.000 muertos en la represión de la rebelión de Tambov.
- Más de 50.000 prisioneros de guerra blancos ejecutados.
- Entre 3,9 millones y 7,75 millones de muertos por hambrunas entre rusos, kazajos y tártaros.
Una revolución comunista que abortó la democracia en Rusia
Para desmitificar a Lenin hay primero que romper otros mitos. El más básico es que cuando estalló la Revolución bolchevique el 7 de noviembre de 1917, los comunistas no derrocaron al Zar -que ya no reinaba- sino que abortaron la incipiente democracia en Rusia, aprovechando la crisis surgida entre conservadores y socialistas. Tras el asalto violento al poder por parte de los comunistas, estalló una guerra civil que duró cinco años, y en la que -ya desde el poder- se enfrentaron los bolcheviques -que resultaron vencedores- contra todos sus rivales. Era el comienzo de una sanguinaria dictadura que duraría más de 70 años, hasta la desaparición de la URSS en 1991.
Chekistas bolcheviques asesinando a un detenido, en una obra del pintor lituano Ivan Vladimirov (1869-1947).
Lenin ya había adelantado sus planes: dictadura y represión violenta
Poco antes de esa revolución comunista, en el verano de 1917 Lenin escribió un libro, “El Estado y la Revolución”, trazando cómo sería su dictadura. Entre otras consideraciones, el futuro déspota tiraba de la demagogia más burda y arremetía contra la democracia parlamentaria:
“Decidir una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el Parlamento: he aquí la verdadera esencia del parlamentarismo burgués, no sólo en las monarquías constitucionales parlamentarias, sino en las repúblicas más democráticas.”
Lenin abogaba “por la destrucción del parlamentarismo burgués” y “por una República de los Soviets de diputados obreros y soldados, por la dictadura revolucionaria del proletariado“. Esa dictadura implicaría “una serie de restricciones impuestas a la libertad de los opresores, de los explotadores, de los capitalistas” (al final las aplicaría a todo el mundo), y añadía: “es evidente que allí donde hay represión hay violencia, no hay libertad ni democracia”. En el libro, además, ya adelantaba con absoluta franqueza y antes de llegar al poder que la violencia la usaría “tanto para aplastar la resistencia de los explotadores como para dirigir a la enorme masa de la población, a los campesinos, a la pequeña burguesía, a los semiproletarios, en la obra de “poner en marcha” la economía socialista.” Uno de los más estrechos colaboradores del dictador comunista, León Trotsky, escribiría años después las palabras de Lenin a quienes se mostraban reticentes al uso del terrorismo: “¿Creéis realmente que podemos salir victoriosos sin utilizar el terror más despiadado?”
Funcionarios de la Cheka de Uman en 1920.
En tres años Lenin multiplicó por 18 el aparato represor del zarismo
Nada más tomar el poder los comunistas, empezaron a organizar su aparato represor. Una de las primeras medidas de la dictadura bolchevique fue instaurar la Chrezvycháinaya Komíssiya (más conocida como Cheka), un cuerpo de policía política fundado el 20 de diciembre de 1917, cuando Lenin llevaba algo más de un mes ejerciendo como dictador en concepto de “Presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo”. La policía secreta zarista, la temible Ojrana, había llegado a tener a unos 15.000 miembros, encargados de detener a enemigos políticos, encarcelarles, torturarles e incluso ejecutarles sin ninguna orden judicial. A finales de 1918 la Cheka ya tenía 40.000 agentes, y dos años más tarde ya eran 280.000 chekistas. En tres años los bolcheviques había multiplicado por 18 el volumen del aparato represivo del zarismo.
Mujeres asesinadas por la Cheka de Járkov, Ucrania. Aún vivas, los chekistas les cortaron los pechos y les quemaron los genitales, introduciéndoles carbones dentro.
Los perversos métodos de tortura y asesinato de la Cheka
Si la Ojrana se había caracterizado por sus métodos brutales, la Cheka comunista superó en todos los sentidos el grado de crueldad de su predecesora zarista. Entre sus métodos de tortura y de asesinato contra disidentes políticos, clérigos ortodoxos y otras personas consideradas enemigas por los bolcheviques hay que citar salvajadas como las siguientes, documentadas por el historiador ruso Alexander Nikolaevich Yakovlev y por los Archivos Estatales de la Federación Rusa, entre otras fuentes:
- Lapidaciones, es decir, apedrear al reo hasta quitarle la vida.
- Crucifixiones, un método usado contra muchos sacerdotes y religiosos.
- Estrangulamientos.
- Arrojar a los reos a calderos de brea hirviente.
- Ahogamiento de reos en aguas heladas.
- Arrancarles el cuero cabelludo a los reos. Una práctica que se hacía, por ejemplo, en la Cheka de Járkov, en Ucrania.
- Ahorcamiento.
- Obligar a los reos a ingerir plomo fundido.
- Empalamiento.
- Matar a los reos arrojándolos a altos hornos.
- Castraciones.
- Enterrar a reos vivos, práctica perpetrada en la Cheka de Kremenchuk.
- Desollamientos, es decir, arrancarle la piel a tiras a los reos. La Cheka de Járkov usaba la piel arrancada a los presos para elaborar guantes.
Piel arracada de las manos de detenidos en el sótano de la Cheka de Járkov, Ucrania. Los chekistas utilizaban peines metálicos y tenazas para aplicar esta horrenda tortura.
- Escalfar al reo, es decir, arrojarle agua hirviendo hasta matarlo.
- Decapitaciones.
- Desnudar a reos, atarles y arrojarles agua fría en pleno invierno hasta congelarles, una práctica de la Cheka de Orel, a 360 Km de Moscú.
- Matar a los reos tirándolos al mar o a un río maniatados (es lo que hacía periódicamente con sus prisioneros la Cheka de Kholmogory en el río Dvina).
- Atar a víctimas desnudas en torno a barriles rodeados de clavos, y hacerlos rodar hasta que los reos morían, una práctica de la Cheka de Voronezh.
- Atar jaulas con ratas a los cuerpos de los presos y atizar a los roedores con hierros candentes hasta que se abrían paso entre los intestinos de los reos, una práctica usada por la Cheka de Kiev y que años después incluiría George Orwell en su famosa novela “1984”.
Monjes ortodoxos asesinados por la Cheka en 1919.
La salvaje persecución contra los cristianos y otras religiones
Con la Revolución bolchevique de 1917 se inició una persecución religiosa sistemática que supondría, a lo largo de la historia de la URSS, el asesinato de entre 12 y 20 millones de cristianos. En 1914 la Iglesia ortodoxa rusa tenía 55.173 iglesias, 29.593 capillas, 550 monasterios y 475 conventos: los comunistas clausuraron y destruyeron la amplia mayoría de ellos. Algo parecido ocurrió con las 5.000 sinagogas judías y las 25.000 mezquitas musulmanas que había en territorio ruso en 1917. Antes de la Revolución también había 112.629 sacerdotes y diáconos y 95.259 monjes y monjas de la Iglesia ortodoxa. Los comunistas desataron contra ellos una brutal persecución. Según Yakovlev, unos 3.000 sacerdotes, religiosos y monjas fueron asesinados ya sólo en 1918 con métodos tan brutales como los antes citados. Muchos laicos fueron acosados, torturados, detenidos y asesinados. El historiador Dimitry V. Pospielovsky dio cuenta de la brutalidad de los rojos contra los sacerdotes con casos como los siguientes:
- Un sacerdote de 80 años llamado Amvrosi fue brutalmente golpeado a culatazos antes de ser asesinado.
- Otro sacerdote llamado Dimitri fue llevado a un cementerio y desnudado, y cuando trataba de santiguarse antes de ser asesinado, un bolchevique le cortó el brazo derecho.
- Otro viejo sacerdote que intentaba detener la ejecución de un campesino fue golpeado, asesinado y desmembrado a sablazos por los bolcheviques. Esta forma de deshacerse de los cadáveres no fue un caso aislado entre los crímenes bolcheviques contra el clero ortodoxo.
- En el Monasterio de San Salvador los rojos mataron al abad, de 75 años, escalfándole y decapitándole.
- A Hermógenes, Arzobispo de Tobolsk y Siberia, le ataron piedras a la cabeza y le arrojaron al río Tura, donde murió ahogado.
- En Voronezh a siete monjas las mataron hirviéndolas en un caldero de alquitrán.
- En Pechora, un anciano sacerdote llamado Rasputin fue atado a un poste de telégrafo, tiroteado y su cadáver entregado a los perros para que lo devorasen.
- En mayo de 1920 Lenin ordenó la ejecución masiva de todos los sacerdotes que fuesen contrarios al comunismo: fueron asesinados entre 14.000 y 20.000.
Los granjeros I. Afanasyuk y S. Prokopovich, maniatados y desollados vivos en una Cheka en Ucrania.
La represión de los granjeros kulaks
En el verano de 1918 los bolcheviques tuvieron que hacer frente a una rebelión de los kulaks, campesinos de Ucrania y del Cáucaso que eran propietarios de sus propias tierras y que se oponían a las políticas de colectivización comunistas y a la confiscación masiva de sus producciones de grano. Lenin envió una orden escrita a los bolcheviques de Penza para que ahorcasen públicamente a por lo menos 100 renombrados kulaks, a fin de usarlos como escarmiento contra los demás, y para que tomasen rehenes para forzar a los demás a someterse a los comunistas. En otra orden Lenin fue aún más claro: “Hay que formar inmediatamente una troika dictatorial (usted mismo, Markin y otro) implantar el terror de masas, fusilar o deportar a los centenares de prostitutas que hacen beber a los soldados, a todos los antiguos oficiales, etc. No hay un minuto que perder.”
El asesinato de miles de desertores del Ejército Rojo y de sus familias
El Ejército Rojo sufrió 3 millones de deserciones en 1919 y 1920. El primer año fueron arrestados por la Cheka 500.000 desertores, y casi 800.000 el segundo. Miles de ellos fueron asesinados, y sus familias fueron tomadas a menudo como rehenes y asesinadas para chantajear a los desertores. Un reporte típico de la Cheka afirmaba lo siguiente:
“Provincia de Yaroslavl, el 23 de junio de 1919. La sublevación de desertores en el volost de Petropavlovskaya ha sido sofocada. Las familias de los desertores han sido tomadas como rehenes. Cuando empezamos a disparar a una persona de cada familia, los Verdes comenzaron a salir de los bosques y se rindieron. Treinta y cuatro desertores fueron fusilados como ejemplo.”
Entre agosto de 1920 y junio de 1921 se produjo en Tambov una gran rebelión antibolchevique con apoyo de desertores del Ejército Rojo, provocada por las masivas requisas ordenadas por los comunistas. Los rebeldes reunieron a un ejército de unos 40.000 hombres. Los bolcheviques aplastaron la rebelión. Entre las ejecuciones masivas y los internamientos en el Gulag murieron 240.000 civiles.
La brutal represión de los cosacos
Otro grupo que sufrió la brutal represión comunista fueron los cosacos, una etnia de origen turco. Muchos de sus miembros lucharon en el Ejército blanco, junto a los zaristas, en la Guerra Civil rusa. Entre 1918 y 1919 llegaron a formar una República independiente, de carácter democrático. Los bolcheviques dirigieron contra ellos una durísima represión. El historiador Michael Kort ha estimado que entre 300.000 y 500.000 cosacos fueron asesinados en 1919 y 1920, de una población de 1,5 millones.
En primer plano, el cadáver del telegrafista Ponomarenko en la Cheka de Járkov, Ucrania. Le cortaron la mano derecha y muestra cortes profundos en la cabeza. Al fondo se ven los cadáveres de otras dos víctimas de los chekistas.
La creación por Lenin de una red de campos de concentración: el Gulag
En abril de 1919 Lenin firmó un decreto para crear un sistema de campos de concentración que copiaba la Katorga zarista, que en 1916 contada con casi 20.000 reclusos, según cifras publicadas por Stephen G. Wheatcroft. La nueva red de campos de concentración recibió el nombre de Glávnoie upravlenie ispravítelno-trudovyj lagueréi i koloni (Dirección general de campos de trabajo). Era el nacimiento del Gulag, el mayor sistema de represión soviético. El primero de esos campos se había establecido en 1918 en Solovki, en las islas Solovetsky del Mar Negro. Nuevamente las cifras de la dictadura comunista acabaron superando con creces a las del zarismo en poco tiempo: a finales de 1920 ya había 84 campos con unos 50.000 prisioneros políticos. En octubre de 1923 ya eran 315 campos con 70.000 prisioneros. Los allí detenidos eran utilizados en trabajos forzados como mano de obra esclava. Entre la población reclusa había muy altos índices de mortalidad, debido a las durísimas condiciones de estos brutales centros de reclusión, en los que a menudo los presos morían de hambre o asesinados por sus guardianes.
Lenin animó a ejecutar en masa a huelguistas
Las huelgas también fueron sofocadas de forma sanguinaria. El 16 de marzo de 1919 la Cheka asaltó la factoría de Putilov, en la que sus trabajadores se habían declarado en huelga seis días antes, acusando al gobierno bolchevique de haberse convertido en una dictadura: 900 trabajadores fueron arrestados, y 200 ejecutados sin juicio alguno. La represión violenta, los encarcelamientos, la toma de rehenes y los asesinatos en masa fueron los métodos más usados por los bolcheviques para sofocar estas huelgas, tanto en las fábricas como en el campo. El 29 de enero de 1920, ante las huelgas de los trabajadores de la región de los Urales, Lenin envió un telegrama a Vladimir Smirnov animando a utilizar el asesinato en masa contra los huelguistas: “Me sorprende que usted tome el asunto con tanta ligereza y no ejecute inmediatamente un gran número de huelguistas por el delito de sabotaje.” Incluso se recurrió a estos métodos para sofocar las protestas de trabajadores al ser obligados a trabajar en domingo, como ocurrió en Tula, un malestar que los bolcheviques atribuían, sin más, a una “conspiración contrarrevolucionaria forjada por espías polacos”. Se estima que cientos de miles de trabajadores y campesinos rebeldes fueron ejecutados entre 1918 y 1922.
Asesinados por la Cheka de Kiev, Ucrania, en 1919.
La ejecución en masa de prisioneros de guerra
A finales de 1920 el propio Lenin dio su aprobación para el asesinato en masa de 50.000 prisioneros “blancos” y civiles en Crimea, a tiros o por ahorcamiento, en una de las mayores masacres de la Guerra Civil Rusa. Las víctimas de este crimen se habían entregado, según relata Robert Gellately, tras la promesa bolchevique de que habría una amnistía para ellos si se rendían.
Los cadáveres apilados de víctimas de la hambruna rusa en Buzuluk, en la región del Volga, invierno de 1921 a 1922.
Lenin usó el hambre con fines políticos: de 3,9 millones a 7,75 millones de muertos
Uno de los episodios más dramáticos de la dictadura de Lenin fue la hambruna rusa de 1921 y 1922, que afectó a unos 27 millones de personas y mató a entre 3 y 5 millones y que fue provocada, en gran medida, por las requisas masivas de grano ordenadas por los bolcheviques, la denominada Prodrazvyorstka (copiada y ampliada por los comunistas, como otras cosas, de la Razvyorstka, la requisa de grano zarista en la Primera Guerra Mundial). El grano requisado se usaba a menudo para exportación. Este exterminio mediante el hambre no fue algo accidental o que la dictadura bolchevique tratase de evitar: se hizo de forma intencionada e incluso se buscó con ella un fin antirreligioso, como escribía Lenin en una carta de Lenin al Politburó el 19 de marzo de 1922:
“Ahora y solo ahora, cuando las personas se consumen en áreas afectadas por la hambruna y cientos, si no miles, de cadáveres yacen en las carreteras, podemos (y por lo tanto debemos) perseguir la eliminación de propiedades de la iglesia con la energía más frenética y despiadada y no dudéis en sofocar la menor oposición. (…) Debemos perseguir la eliminación de los bienes de la iglesia por cualquier medio necesario para asegurarnos un fondo de varios cientos de millones de rublos de oro (no olvidéis la inmensa riqueza de algunos monasterios y lauras). (…) Todas las consideraciones indican que más adelante no lo haremos, porque en ningún otro momento, además del hambre desesperada, nos dará ese estado de ánimo entre la masa general de campesinos que nos garantizaría la simpatía de este grupo, o, al menos, nos aseguraría la neutralización de este grupo en el sentido de que la victoria en la lucha por la eliminación de la propiedad de la iglesia, de manera incuestionable y completa, estará de nuestro lado”.
Este uso de las hambrunas como método para conseguir objetivos políticos ya lo había adelantado Lenin en 1891, cuando se negó a colaborar con una campaña de ayuda a los hambrientos de la ciudad de Samara. Según Lenin el hambre tiene “numerosas consecuencias positivas”, pues “destruye no solamente la fe en el Zar, también en Dios” (citado por Stéphane Courtois, Nicolas Werth, Jean-Louis Panné, Andrzej Paczkowski, Karel Bartosek y Jean-Louis Margolin en “Le livre noir du communisme”, 1997).
Bolcheviques requisando grano a campesinos, en una obra del pintor lituano Ivan Vladimirov (1869-1947). Estas requisas provocaban un gran descontento y fueron, en gran medida, causantes de la letal hambruna de 1921 y 1922.
La hambruna rusa no fue la única en el territorio de la URSS durante la dictadura de Lenin. Hambrunas similares las sufrieron los kazajos (1919–1922, entre 400.000 y 750.000 muertos) y los tártaros (1921-1922, entre 500.000 y 2 millones muertos), todos ellos bajo dominio soviético. Sumando estas cifras a las de la hambruna rusa, tenemos entre 3,9 millones y 7,75 millones de muertos a causa del hambre, una situación provocada -insisto- por el propio régimen comunista.
Las hambrunas y las pésimas condiciones de vida dieron lugar a rebeliones en la URSS, hoy poco recordadas por la mayor parte del mundo. Una de las más significativas, además de la ya citada de Tambov, fue la de Kronstadt en marzo de 1921, cuando civiles, soldados y marinos de la flota soviética de Báltico se alzaron contra los bolcheviques. El Ejército Rojo sofocó la rebelión ejecutando a miles de personas. Y a día de hoy, tipos como el diputado comunista Alberto Garzón aún se atreven a ensalzar a esa dictadura criminal diciendo que representaba “Paz, Pan y Tierra”…
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1 Comments:
Justo seria enviar este formidable articulo a los miembros del partido de los Democratas en los EUA, y a ver que tienen que decir de tanta bestialidad .
Excelente trabajo del Sr. Carlos Espinosa Dominguez.....Lo felicito !!
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