martes, abril 02, 2024

Fallece Tomás Fernández-Travieso, testigo sobreviviente de la capilla ardiente donde esperaban los condenados para ser fusilados en la fortaleza de La Cabaña

Wenceslao Cruz

19 de mayo, 2024

Cuba y su historia - HOMENAJE PÓSTUMO A TOMMY FERNÁNDEZ-TRAVIESO


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Adiós a mi maestro Tomás Fernández Travieso

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Fernández Travieso fue acusado en 1961 por “cometer crímenes contra los poderes del Estado” y condenado a muerte, pero se salvó del paredón por apenas contar con 17 años.

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Por Daniel I. Pedreira

31 de marzo, 2024 

MIAMI, Estados Unidos. – En los últimos meses he perdido a varios de mis maestros y profesores, todos ellos figuras instrumentales en mi desarrollo académico, profesional y personal. La noticia del fallecimiento de otro de ellos, Tomás Fernández Travieso, me causa gran tristeza en varios niveles.

Para Cuba, Fernández Travieso representaba la valentía del presidio político cubano. Nacido en La Habana el 24 de septiembre de 1942, estudió en el Colegio de La Salle durante una época en la cual se involucró en la lucha contra la dictadura castrista como miembro del Directorio Revolucionario Estudiantil (DRE).

En 1961, junto a Virgilio Campanearía Ángel y Alberto Tapia Ruano, fue acusado en la causa número 136 de 1961 por “cometer crímenes contra los poderes del Estado”. Los tres fueron condenados a muerte, pero Fernández Travieso se salvó del paredón por apenas contar con 17 años. Sin embargo, fue condenado a 30 años de prisión, de los cuales cumplió 19.

Fue en prisión que Tommy, como le conocían sus compañeros de presidio, escribió cuentos cortos, poemas y una obra de teatro, Prometeo. Esta fue sacada de la prisión clandestinamente y puesta en escena el 20 y 21 de marzo de 1976 por el Grupo Prometeo del Miami Dade Community College.

Debido a esta presentación, la dictadura castrista extendió su condena y lo transfirió al presidio del Combinado del Este. En octubre de 1979, Fernández Travieso fue excarcelado gracias a una gestión del gobierno de Venezuela, entonces gobernada por el presidente Luis Herrera Campins.

Al llegar al exilio, Fernández Travieso obtuvo una licenciatura en Creighton University en Omaha, Nebraska. Radicado definitivamente en Miami, fue director ejecutivo de la organización de asistencia comunitaria Ayuda U.S.A., escribió la novela El Silencio del Ayer y varios cuentos, entre ellos El regreso, Mi hermano Johny, Muchacho, ayúdame a subir al caballo y La Casa de Fiestas, y obtuvo una maestría de la Universidad Internacional de la Florida (FIU). Fue este título el cual le permitió comenzar una nueva faceta como maestro, así cruzándose nuestros destinos.

El Sr. Travieso, como lo conocíamos sus estudiantes, fue mi maestro de español durante séptimo y octavo grado en la escuela George Washington Carver Middle School. En sus clases, Travieso nos abrió nuevos horizontes en la literatura española e hispanoamericana. Nos enseñó las obras de Alejandro Casona, José de Espronceda y otros gigantes de la literatura.

Entre los textos que más recuerdo de su clase esta “La canción del pirata”, obra del propio Espronceda, la cual Travieso nos hizo memorizar y recitar en clase. Confieso que no le puse esfuerzo a memorizarla, ya que siempre he considerado tener mala retentiva. Sin embargo, nunca olvidaré el poema.

“Y si caigo,

¿qué es la vida?

Por perdida

Ya la di,

cuando el yugo

del esclavo,

como un bravo,

sacudí”.

¿Qué nos estaría diciendo con su selección de ese poema? ¿Por qué insistía en que sus estudiantes nos lo memorizáramos? Me tomó mucho tiempo comprender el mensaje del poema, el cual tanto ilustraba el espíritu de Travieso.

Travieso era muy reservado y humilde ante nosotros. Nunca supimos de su historial de lucha. Algunos sabíamos que había estado preso en Cuba, según algunos rumores entre los muchachos, “por tratar de matar a Fidel Castro”. Ni siquiera sabíamos que nuestro maestro de español era un autor y dramaturgo de peso en las letras cubanas.

Esa imagen, casi mítica, de aquel luchador por la libertad de Cuba, quedó plasmada en mi mente. Recuerdo el día que otro ex preso político y antiguo maestro mío, Eduardo Capote Rodríguez, me pidió que le entregara un libro. Al hacerlo, me sentí cercano a un grupo especial de cubanos que hicieron historia.

Nunca me imaginaría que, décadas más tarde, tendría interacciones similares a diario. Cuando el correo de Estados Unidos emitió el sello honrando al Padre Félix Varela, recuerdo que alguien le hizo llegar una hoja de ellos, la cual él guardó sin alardes, pero con un aire de patriotismo y orgullo, como el que guarda un tesoro.

Años después, ya graduado de la universidad, volví a reencontrarme con el Sr. Travieso. Pude mostrarle mis éxitos académicos y darle la satisfacción de que uno de sus estudiantes escribió varios libros. Pude compartir con él en varios momentos, como en el Primer Encuentro del Libro Cubano Exiliado celebrado en FIU en 2015. A Travieso le afectó mucho el fallecimiento de su esposa, Cecilia La Villa, también destacada luchadora anticastrista, ocurrido en abril de 2020. Este Jueves Santo se nos fue un gran maestro y un patriota cubano. Entre sus huellas, nos dejó a una nueva generación una lección de vida inmortalizada por las palabras de Espronceda en su poema:

“Que es mi barco mi tesoro,

que es mi dios la libertad,

mi ley, la fuerza y el viento,

mi única patria, la mar”.

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 LOS TOMMYS (Sobre Tomás Fernández-Travieso)

Por Nicolás Pérez Argüelles

Su nombre es largo porque tiene un apellido compuesto, pero sus amigos le decimos simplemente Tommy. Si te acercas a él, e introduces una mano en el medio de su pecho, y allí buscas, solo encuentras sencillez y amor por Cuba. Actualmente vive en una casa en Westchester frente a un lago tan apacible como él y está casado con una compañera de lucha. Ni remotamente se le ha ocurrido ser un líder de este exilio, ni ha intentado entrar en el mundo de los negocios porque no le interesa el dinero, evita las polémicas, y aunque su pluma es brillante no se ha dedicado al periodismo. Es maestro, educa. Solo ha publicado un libro porque es renuente al protagonismo y a las efímeras luces de las candilejas.

Cuando Tommy fue a prisión en Cuba tenía 17 años, era menor de edad. Como Oscarito Pla, Juan Estrada, Teodoro, un guajirito de ojos muy azules de las guerrillas de Güines que le fusilaron al padre y a un hermano a dos pasos de Eraise Martínez y de mí, Raúl Carmenate, Jesusito, Gabriel Astengo, Carlos Alberto Montaner, Fernando Marquet, miembro de la Brigada 2506, y tantos otros. Muchos de ellos no habían tenido tiempo de conocer mujer, no podían votar ni les permitían tomar bebidas alcohólicas, pero estaban autorizados a morir por Cuba.

Pertenecieron a una generación, piensan algunos que maldita, porque no tuvieron la suerte de seguir los pasos hermosos de Mahatma Gandhi o Martin Luther King, incluso los de la actual disidencia cubana. Hay quienes opinan que estuvieron del lado oscuro de la historia porque la posibilidad de optar por la oposición pacífica, por un diálogo o por una reconciliación nacional en aquel tiempo, era un sueño de medianoche. Por entonces no había en Cuba espacios para esas soluciones civilizadas que hoy aplauden los intelectuales de derecha e izquierda en el mundo.

A Tommy lo capturan acusado de ser uno de los responsables de un auto lleno de armas, parque, C4, blasting caps y mechas, y el 18 de abril de 1961 lo condenan a la pena capital conjuntamente con Virgilio Campanería, Alberto Tapia Ruano y 7 anticastristas más. Tommy estuvo en capilla ardiente con sus dos compañeros de lucha durante varias horas antes de la ejecución en una pequeña celda que olía a miedo y a muerte.

A Tommy en el último minuto le conmutaron la pena máxima a 30 años de prisión, pero sus dos jóvenes amigos no corrieron la misma suerte, fueron fusilados. Y me he preguntado muchas veces: ¿Qué pasó por la mente de aquel niño en aquellos instantes supremos? ¿Hasta qué punto se le desgarró el alma en el último abrazo que le dio a Virgilio y a Tapia Ruano antes de que cayeran en el paredón gritando a toda voz: ¡Viva Cuba Libre!...¡Viva Cristo Rey!...

Muchas veces he pensado en Tommy, en los Tommys, en los menores de edad de nuestro presidio político cuando algunos ingenuos y mal informados latinoamericanos opinan que los cubanos no hicimos lo suficiente para liberar a Cuba del comunismo.

Para eso, basta una sola respuesta: ¡Ahí está el digno ejemplo de los Tommys!

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De los archivos del blog Baracutey Cubano:

TESTIGO DEL SACRIFICIO

(HACE 50 AÑOS)

Por Tomás Fernández-Travieso


El sol se ponía cuando salimos del juicio. Luis Fernández-Caubí fue el único abogado que se atrevió a defender nuestra causa. El juicio demoró sólo 20 minutos; lo interrumpió varias veces el ruido de los tanques de guerra destacados en La Cabaña corriendo hacia Playa Girón: era el 17 de abril de 1961.

Cuando iban a fusilar, dejaban solamente en capilla a los condenados a muerte. El único que sabíamos que ya estaba allí era Carlos Rodríguez Cabo. A su compañero de causa, Efrén Rodríguez López, le pidieron 30 años. Lo habíamos dejado en la galera y cuando vino a despedirse de nosotros, muy apenado, dijo: “Miren, perdonen que les pida esto, pero seguro que ustedes no regresan. Salúdenme a Carlitos allá”. No pudo seguir hablando. Nos abrazó llorando. Caminando esposados cruzamos el puente levadizo. Abajo, en el foso, un palo solitario se alzaba delante de unos sacos de arena. Virgilio Campanería Angel y yo íbamos esposados juntos. Alberto Tapia Ruano venía solo.

Al llegar a la prisión, desde el patio al otro lado del rastrillo, muchos compañeros nos saludaron en silencio. Nos pasaron a través de una galera donde dormían los guardias, hasta llegar a la capilla (galera interior dividida en cuatro celdas con un pasillo central). Continuamos caminando por un largo pasillo. Cuatro guardias nos escoltaban. Atravesamos tres rejas con gruesos candados. Al entrar en la capilla, desde una de las celdas, la voz de Efrén, fuerte y decidida, nos saludó: “Parece que me quieren tronar (fusilar) también. Me elevaron la condena de 30 a paredón. Además, Carlitos estaba muy solo y no podía abandonarlo”, agregó riendo Efrén. Compartimos la información que teníamos del desembarco por Playa Girón que apoyaría el movimiento clandestino. Efrén y Carlitos eran de Rescate Revolucionario; Virgilio, Alberto y yo del Directorio Revolucionario Estudiantil. Nos metieron en una celda iluminada por una lámpara de luz fría con dos literas sin colchón y un hueco en el piso que servía de inodoro.

Al poco rato trajeron a Lázaro Reyes Benítez y a Filiberto Rodríguez Ravelo, ambos de Güines. Filiberto se había ganado el apoyo de “el marciano” ya que desde que llegó a La Cabaña insistía en que él era un extraterrestre y que estaba en contacto permanente con los marcianos. Después llegó José Calderín, quien junto a Lázaro y a Filiberto fueron a otra celda. Por último, Carlos Calvo Martínez; al igual que Virgilio y Tapita tenía 21 años. Lo acusaron de poner la bomba de El Encanto. Lo metieron en nuestra celda.

Ya estábamos todos. Un guardia trajo las sentencias. A mí me conmutaron la pena de muerte por 30 años de prisión “porque esta gente no va a fusilar a un menor de edad”, me explicaron todos. Ya no pude seguir compartiendo los cantos y los chistes de los demás. Me convertí en el depositario de sus recuerdos, el enlace con la vida. Yo sería el testigo de su sacrificio. Pasaron horas. No sé, ahí no existe el tiempo. Rezamos el rosario, todos teníamos rosarios. Por fin las tres cerraduras crujieron y pasos de botas resonaron en la capilla. El sargento Moreno llamó el primer nombre: “Carlos Rodríguez Cabo”. “Presente”, gritó con voz firme. Dos guardias con fusiles lo escoltaron hasta la puerta de nuestra celda. Nos abrazamos a través de los barrotes. Me encomendó a su hija, le dejaba su sortija y dijo: “ánimo, que tengas suerte”. Al rato el sonido de los fusiles FAL llenó la capilla, seguido de un tiro de pistola. “El sargento Moreno es el que da los tiros de gracia”, me habían dicho. Las tres cerraduras se abrieron otra vez, ahora para Efrén. Respondio: “Presente”.Me abrazó entre las rejas, le dejaba su fosforera a la esposa Los FAL sonaron cerca, seguidos de un tiro de gracia. El tercero fue Virgilio. En el último abrazo me dijo: “Tommy, voy a gritar un Viva Cristo Rey, Viva Cuba Libre, Viva el Directorio, que le va a traquetear los cojones. Alberto (Tapita) se abrazó a mí: “Ojalá que yo vaya después”. Abrazados escuchamos a Virgilio cumpliendo su promesa, sonaron los FAL y después tres tiros de gracia. “Alberto Tapia Ruano”, llamó Moreno. “La Virgencita me oyó”, dijo Tapita con alegría. Salió rápido. Quedamos Carlos Calvo y yo en la celda. “¿Crees que Tapita contó los tiros de gracia de Virgilio?... Fueron tres. De todas maneras él lo va a ver en el suelo, no hay tiempo de quitar los cuerpos entre uno y otro…”, dijo.

El cuarto fue Filiberto, quien, reconociendo su broma, me confesó: “Ya ni los marcianos pueden salvarme del trueno (paredón)”. Salió cantando el Himno Nacional. Le dieron dos tiros de gracia. “Lázaro Reyes Benítez”. “Presente”. Me abrazó y salió. “José Calderín”. “Presente”. El penúltimo abrazo y salió. Carlitos Calvo fue el último. Ya yo conocía toda su vida. Antes de que abrieran las rejas, me pidió: “Cuenta mis tiros de gracia y me lo dices allá arriba”.

Fueron ocho en La Cabaña, hace 50 años.

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TOMÁS FERNÁNDEZ-TRAVIESO, ex miembro del Directorio Revolucionario Estudiantil, fue condenado a 30 años de prisión por el régimen castro-stalinista de Cuba. La publicación en Miami de su obra teatral “Prometeo Desencadenado” le ocasionó una condena adicional. Cumplió 19 años de prisión. Actualmente reside en Miami. Recién publicó la novela, “El Silencio del Ayer”.

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"VOCES DE CUBA" PROGRAMA 68 - TOMÁS FERNÁNDEZ TRAVIESO

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CARTAS ANTES DE SER FUSILADOS

Carta postuma de Virgilio Campaneria Ángel



La Cabaña, Cuba Abril 17 de 1961 A mis compañeros estudiantiles y al pueblo de Cuba en general:

En estos momentos me encuentro esperando la sentencia del tribunal que me juzgo. La muerte no me preocupa, porque tengo fe en Dios y los destinos de mi Patria. Mi muerte será otro paso atrás de los que creen que pueden ahogar con sangre las ansias de libertad del pueblo cubano.
No le temo, que venga la muerte; yo voy feliz porque ya veo libre a mi Patria, ya veo como suben jubilosos mis hermanos la gloriosa Colina, ya no habrá más odio entre hermanos, ya no habrá gargantas que pidan paredón. Todo será amor entre cubanos, amor de hermanos, amor de cristianos.

Pobre Cuba, cuanto has sufrido, pero la Cuba nueva surge del odio para sembrar el amor, de la injusticia para sembrar la justicia, justicia social, no demagogia engañadora de pueblo; una Cuba madura porque ya conoce todos los engaños y a los farsantes; una Cuba para los cubanos y “con todos y para el bien de todos”.

A ti, estudiante, te cabe la gloria de liberar a la Patria y de levantar esa Cuba nueva.
¡VIVA CRISTO REY!
¡VIVA CUBA LIBRE!
¡VIVA EL DIRECTORIO REVOLUCIONARIO ESTUDIANTIL!

Firma: Virgilio Campaneria Ángel
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ÚLTIMA CARTA DE ALBERTO TAPIA RUANO

Queridos viejos:
Acabo de recibir hace unos momentos la ratificación de la Pena de Muerte y es por eso, ahora que estoy en el final, que les escribo estas líneas. No me creerán pero puedo asegurarles que nunca he tenido tanta tranquilidad espiritual como en ese momento: me siento con sinceridad muy contento presintiendo que dentro de poco estaré con Dios , esperando y rezando por Uds.
Hoy en el juicio vi a mis hermanos y padrinos llorando Y eso por que? No y mil veces No. Se que lo de hoy es doloroso para Uds., pero quiero que se sobrepongan y piensen que Dios en su infinita bondad me ha dado esta gracia de ponerme a bien con El, y todos deben de agradecérselo.
Adiós viejucos, tengan mucha fe en la Vida Eterna que yo intercederé por todos Uds.

! VIVA CRISTO REY !

Besos y abrazos, no lágrimas, a todos.
Adiós hermanos, padrinos y familia

FE EN DIOS.

Alberto


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Tomado de http://www.hermanos.org

Carta del 20 de abril de 1961 de Rogelio González Corzo a sus padres, escrita minutos antes de ser fusilado por el régimen de Castro.


20 de abril de 1961

Queridos padres y hermanos:

Sé lo que representa para ustedes el momento en que reciban la noticia de mi muerte encontrándose ustedes lejos de donde yo estoy. Quiero decirles que esto fue siempre lo que yo le pedí a Dios. Creo que hubiera sido para ustedes un sufrimiento mayor moral y quizás físico si hubieran estado aquí y hubieran tenido que pasar por todo este tiempo que entre mi prisión y mi muerte duró 32 días.

No tienen en ningún momento que abochornarse de mi prisión y fusilamiento, al contrario, espero que estén orgullosos de su hijo y que sepan adoptar una postura correcta en el momento en que Dios y la Patria pedían el sacrificio de su hijo. Quiero que sepan que era la única postura que podía tener en situaciones como la que está atravesando la patria en estos momentos.

Esto lo estoy escribiendo a las 2 a.m. del día 20 de abril. Estoy en una celda que le dicen capilla, ya que mi muerte es cuestión de minutos. Quiero que de esta manera sepan ustedes que mi último pensamiento en la tierra fue para ustedes y mis queridos hermanos.

Padres, hermanos, sólo tengo una terrible preocupación, pero confío que siendo mi última voluntad esta preocupación deje de serlo y se convierta en una gran alegría, ella es la vida espiritual, la vida religiosa de ustedes. Saben que siempre mi preocupación fue la Religión Católica y tratar de hacer la voluntad de Dios; en estos momentos estoy seguro que la estoy cumpliendo y quiero que esta muerte mía, de la cual deben de estar orgullosos, sirva para que ustedes papá y mamá, me hagan la promesa de ir a misa todos los domingos y de confesar y comulgar los dos y después hacerlo regularmente.

Que mis hermanos Manolito e Isidro hagan ejercicios espirituales, anualmente, que se confiesen y comulguen mensualmente y vayan a misa todos los domingos. Traten de ser buenos esposos con esas dos joyas que tienen, Laurita y Fifí, a las cuales también les pido mejoren su vida espiritual. Para mi sobrín Carlos Manuel que le digan lo mucho que su tío lo quería, que murió para que tuviera una Cuba digna y católica y por favor que vaya a un colegio católico. Recuerden que es más importante salvarse que saber inglés. A mi ahijado y mis dos sobrinas muchos besos. Que vayan a colegio católico y que sean buenos hijos todos.

En estos momentos en que la muerte toca a la puerta sabrán, padres y hermanos, que estoy con gran tranquilidad, lo mismo que todos mis compañeros, ya que ello me abre las puertas del cielo y de la dicha eterna. Además, me lleva al lado de abuelito y de mis abuelos donde, si Dios quiere, los espero a todos.

Recuerden, no lamenten, esto es lo mejor. Recuerden que los espero en el cielo, que tengan fortaleza como yo la tengo en estos momentos y que me voy con una sola preocupación de su vida espiritual. Por favor, no la abandonen, que en ningún momento mi problema vaya a afectar al catolicismo de ustedes, al contrario, lo fortalezca.

Sin más, esperándolos en el cielo, queda su hijo, que nunca los olvida y los espera con los abuelos,

Rogelio
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Artículo sobre  los padres de Ileana Puig, la testimoniante junto a Lilo  Vilaplana en el   programa de  homenaje póstumo  a Tommy  Fernández Travieso del  espacio Cuba y su historia. Manuel ¨ Ñongo¨  Puig, el padre de Ileana,  fue fusilado el 20 de abril de 1961 en el marco de la invasión de la Brigada de Asalto 2506 a Bahía de Cochinos, Cuba.  El artículo  de Ninoska es del año 2010.  Ileana Puig ha tenido un  puesto relevante en Radio Mambí y es biznieta del relevante Senador y tribuno José Manuel Cortina, dueño  al que la tiranía Castrista le robaron la Hacienda Cortina, la Casa del Estudiante Universitario de la Universidad de la Habana que se encuentra al costado de donde se encuentra la tarja del lugar donde murió José Antonio Echeverría el 13 de marzo de 1957 al comenzar a dispararle  a un  auto policial que bajaba por esa calle (¿Universidad?) que es la prolongación de la calle  Jovellar si mal no recuerdo. Por cierto: José Manuel Cortina ofreció  parte de sus tierras para una ley de  Reforma Agraria promovida por Fulgencio Batista, la cual no fue aprobada por el Poder Legislativo de la República de Cuba anterior a 1959 ....

ÑONGO Y OFELIA


Por Ninoska Pérez Castellón.
Abril, 2010
Murió Ofelia Arango. Como a tantos cubanos, le tocó morir en el destierro, lejos de su amada Cuba. Fue madre, esposa, viuda, profesional, hermana, amiga, cubana hasta la médula y sobre todas las cosas, una patriota.

Cada vez que miro la foto de Ofelia y su esposo Ñongo Puig que aparece en el libro de su primo Néstor Carbonell, And the Russians Stayed, no puedo evitar sentir el daño que el régimen de Fidel Castro infligió a tantos cubanos. Aquella risueña pareja llena de juventud, amor y fe en el mañana, agarrados de mano en la playa de Varadero, jamás pudo imaginar que unos meses después con la llegada a Cuba de una doctrina llena de odio y rencor, sus vidas cambiarían para siempre.

La revolución llegó a Cuba con la fuerza de un vendaval, destruyendo todo lo que encontró en su camino. El paredón de fusilamiento, la represión y los encarcelamientos eran la orden del día en un país que había caído bajo la nefasta influencia de un encantador de serpientes. Pero a Cuba nunca le faltaron hombres y mujeres soñadores. Cuando hay principios y se lucha por un ideal, es difícil sustraerse a las obligaciones. Ñongo Puig había logrado salir de Cuba y se podía haber quedado en el exilio. Junto a su hermano Rino, casado a su vez con la hermana de Ofelia, Iliana, tomaron el camino más difícil, el de luchar contra la injusticia que prevalecía en su patria, hasta ver a Cuba libre. Activos dentro de la Resistencia, luchando por poner fin a la ola de muerte y represión que arrasó a Cuba a partir de 1959, ambos fueron arrestados. Rino fue condenado a 15 largos años de prisión, Ñongo fue asesinado frente al paredón de fusilamiento un 20 de abril de 1961, mientras Ofelia se encontraba en prisión. Es difícil, por un sólo instante imaginar algo así. Las últimas palabras de aquel joven idealista a su esposa antes de morir fueron; “Ofe, tranquila, hay muchos que no saben por lo que mueren, yo si sé que muero por una causa justa y noble.”

Tras aquella hora de infortunio, Ofelia, marchó al exilio con su corazón roto y sus cuatro pequeños hijos, Manuel Enrique, Claudia, Carolina y Mónica. Trabajó, estudió y no se dejó vencer por la adversidad ni por las heridas que jamás se borraron de su corazón. Hoy me pregunto: ¿quién preparó a nuestras madres a enfrentarse a la vida después de la maldita revolución que ha derramado tanta sangre y causado tanto dolor a Cuba? ¿Quién las enseñó a abrirse camino en una tierra extraña, siempre con la frente en alto, siempre con el bienestar de sus hijos como prioridad? ¿De dónde, me pregunto, sacaron las fuerzas estas mujeres para secarse las lágrimas, no quejarse, trabajar duro y trasmitirnos los valores, los ideales y los principios por los que supieron entregarlo todo? Son heroínas, las verdaderas heroínas de nuestros tiempos. Son faro y luz que nos enseñaron el camino con el ejemplo de sus vidas. Nuestro compromiso con la causa por la que lo dieron todo, es ineludible.

En una ocasión Ofelia me llamó tras haber escuchado a un oyente en mi programa radial que abogaba por el mejoramiento con el régimen de Fidel Castro. Me citó las palabras de Voltaire: “Quien es misericordioso con los crueles, termina siendo cruel con los misericordiosos.” Era su forma de decirme, que el hacer concesiones con los victimarios, siempre perjudicaría a las víctimas. “No dejes nunca de hablar de Cuba, no olvides nunca a aquellos que lo dieron todo a cambio de nada y murieron con una estrella en la frente” fue su consejo.

En el 2003, junto a Mirta Iglesias nos dimos a la tarea de recoger testimonios para el Libro Cuba Mía, Ofelia escribió lo siguiente:

“Cuba es mi Patria. Tengo ahora una segunda patria que he aprendido a querer, pero Cuba es mi Patria. Era bella, hermosa, radiante, alegre, suave, acogedora, confiada, inteligente, bondadosa, triunfadora y era libre. En Cuba nací, allí me crié, pasé mi infancia, mi adolescencia, me hice mujer, me casé y nacieron mis cuatro hijos. En ella pasé los momentos más felices de mi vida y también los más dolorosos. Cuando me fui dejé todas mis raíces, todos mis recuerdos, toda una vida. Pienso en ella siempre. No la olvido nunca. No la puedo olvidar. Sé que algún día volveré, porque ella volverá a ser libre. Y allí en mi Patria descansaré.”

Para quienes fuimos arrancados de niños de nuestro suelo, y hemos vivido nuestras vidas en tierra prestada, a veces los recuerdos son simplemente unas cuantas fotos en blanco y negro. Decía el escritor chileno Alberto Baeza Flores: “La peor desdicha es no poder regresar a lo que se amó un día, al sitio donde se vivió y se fue feliz”. Regreso a la foto en Varadero. Ofelia y Ñongo con sus manos entrelazadas, acariciados por la brisa de un mundo desaparecido. Medio siglo después los veo nuevamente tomados de la mano, de regreso a esa Cuba que tanto amaron y por la que supieron vivir y morir tan dignamente.
Adiós Ofelia.




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