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martes, septiembre 24, 2024

Roberto Álvarez Quiñones: Cuba: ¿por qué más carros y menos pollo?

Cuba: ¿por qué más carros y menos pollo?

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Hace meses están llegando a puertos cubanos barcos con autos procedentes de EEUU, mientras los buques con alimentos tienen que fondear afuera, en espera de que el régimen pague la carga.

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Por Roberto Álvarez Quiñones

Miami

22 septiembre 2024

¿Dónde debemos invertir los recursos, en cañones o mantequilla? Esta pregunta la formuló Paul Samuelson, Premio Nobel de Economía, en su Curso de economía moderna, publicado en 1948. Utilizó una frase del exsecretario de Estado William Bryan al promulgarse en 1916 en EEUU la Ley de Defensa Nacional para incentivar la producción de armas en tiempos de guerra, y de alimentos en tiempos de paz. Bryan la llamó "Ley de Cañones o Mantequilla".

Desde entonces esa disyuntiva devino tema académico. Recuerdo que, en la Facultad de Ciencias Comerciales de la Universidad de La Habana, el doctor José Alvarez Díaz (había sido ministro de Hacienda en el Gobierno de Carlos Prío) nos insistía en que los cañones no se comen y la mantequilla nunca puede faltar.

Pues bien, si hacemos abstracción del significado exacto de las palabras, las utilizamos metafóricamente y sustituimos cañones por automóviles, y mantequilla por alimentos, tenemos hoy en Cuba una versión muy a propósito del contrapunteo clásico de cañones (autos) versus mantequilla (pollos).

Como consecuencia directa del tope de precios de alimentos, junto con la retirada de exención de impuestos y de otros estímulos que les habían otorgado, las MIPYMES han reducido, y hasta suprimido, la importación de pollo, mientras muchos de esos empresarios privados están invirtiendo millones de dólares en la importación de "carros americanos" para uso particular, o comercial.

El tope de precios lleva a importar autos en vez de alimentos

Y es que, con la reducción de los precios del pollo impuesta a los comerciantes privados, estos no obtienen una ganancia razonable o incluso pierden dinero.

Recordemos que las MIPYMES no pueden importar directamente los pollos de los granjeros de Kansas y otros estados de EEUU al precio fijado por esos exportadores, que este año han oscilado en torno a 1.16 dólares por kilogramo, según el Departamento de Agricultura de EEUU.

Aunque subió 12 centavos con respecto al de 1.04 dólares de 2023, sigue siendo el precio más bajo para Cuba. Brasil, otro proveedor de Cuba, exportó pollo al mercado mundial en agosto (2024) a 2.09 dólares el kilogramo. Y en 2023 el precio brasileño fue de 1.98 dólares el kilogramo. Además, EEUU presenta la ventaja de su gran cercanía geográfica, lo que posibilita costos de fletes más bajos.

En los primeros siete meses del año (2024) la Isla importó 146.107 toneladas de carne de pollo de EEUU, equivalentes a 5.752 contenedores repletos de pollos congelados, por valor de 170,6 millones de dólares. Esa cifra fue muy inferior a las 163.492 toneladas importadas en igual periodo en 2023, equivalentes a 6.436 contenedores de pollo.

"No vamos a comprar más pollo hasta que arreglen esa locura"

Antes del tope de precios, impuesto por el régimen cubano el 8 de julio de 2024, ya cayó en casi un 12% la importación de "pollo americano". Y en estos últimos cinco meses del año habrá descendido mucho más.

Lo peor es que, a falta de carne de cerdo, de res y de pescado, el pollo importado por las MIPYMES devino la fuente regular de proteína animal de los cubanos, y ahora hasta eso parece estar también en proceso de extinción.

Hay que tener en cuenta que en Cuba las MIPYMES no pueden importar nada directamente. Están obligadas a hacerlo mediante las empresas estatales de GAESA que monopolizan el comercio con el mundo, y que les imponen abusivos costos adicionales. Por encima del precio estadounidense les cobran a las MIPYMES una abusiva comisión por sus "servicios".  

Ah, y otro detalle clave: según datos oficiales, en los últimos cinco años las ventas del sector privado en Cuba subieron desde un 4,1% al 44,4% del total nacional, mientras que las ventas estatales cayeron desde un 95,9% al 55,6%. Eso horrorizó a Castro II y sus apandillados, y fue precisamente una de las causas por las que han declarado la guerra al sector privado.

En Holguín, un socio de una MIPYME llamado Yendry hace unos días explicó la crisis profunda que padecen con el tope de precios y afirmó categóricamente: "No vamos a comprar más pollo hasta que arreglen esa locura". Muchos otros empresarios en el país dicen lo mismo.

Mercedes Benz, Tesla, BMW, Cadillac, Land Rover…

Vista ya la "mantequilla", veamos ahora los "cañones". Hace meses están llegando a puertos cubanos barcos con automóviles procedentes de EEUU. Y eso ocurre mientras otros buques con alimentos (fundamentalmente, pollo congelado) tienen que fondear afuera en espera de que el régimen les pague la carga para descargarla. Se advierte así que el régimen no tiene cash para pagar esos alimentos, y los negocios privados no quieren comprar más pollo.

Con la inhibición de las MIPYMES para importar pollo muchos empresarios privados invierten en la importación de automóviles. Si en el primer semestre de 2024 las importaciones cubanas de vehículos desde EEUU sumaron 36 millones de dólares, según el US-Cuba Trade and Economic Council  y casi se cuadruplicaron los diez millones de dólares de todo el año 2023 (cuando fueron autorizadas esas compras bajo una licencia del Departamento del Tesoro), dicha importación se estima que supere los 50 millones de dólares al finalizar 2024.

Se importan solo algunas marcas: Mercedes Benz, Tesla, BMW, Land Rover, Cadillac, Nissan, Toyota, Ford, Kia, y Chevrolet. Carros de uso, con miles de millas recorridas. Por supuesto, las cuatro primeras marcas mencionadas son autos caros y esos son los que rinden más ganancias a GAESA.

Por ejemplo, un Tesla de uso de 2020 se vende en 70.000 dólares. Un Kia Río de 2019 cuesta 26.000 dólares, y un Toyota Tacoma de uso se vende en 51.000 dólares. O sea, el régimen "clava" en grande a los compradores cubanos.

Por un carro con un precio de 20.000 dólares el Gobierno cobra 10.000 dólares por encima al comprador cubano por "logística y documentación", otros 8.000 dólares por el pago del flete del barco que llevó el vehículo a Cuba, 6.000 dólares más en impuestos. Se agregan otras coimas y el vehículo al final sale en 50.000 dólares.

Los automóviles no se comen y enriquecen a la mafia de GAESA

El ministro de Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila, reconoció que los precios que se cobran son muy altos y anunció que serán reducidos, pues el margen de ganancia de GAESA "será bajado de 30% a 20%".

Pero eso está por ver y, además, el ministro mintió. La ganancia es mucho mayor. Si a un vehículo con un precio de 20.000 dólares se le aplica una tasa de ganancia del 30%, eso arroja 6.000 dólares de ganancia. Pero el comprador está pagando 50.000 dólares, no 26.000 dólares.

En el mundo normal (capitalista) la ganancia promedio de las agencias de venta de automóviles, que varía según el tipo de carro, oscila entre 4% y 7%, según las fuentes especializadas. Pero en Cuba el margen de ganancia, que es tramposamente enmascarado, alcanza hasta un 150% y más. Algo único a nivel mundial.

Con este negocio de carros del "enemigo" la dictadura se embolsa millones de billetes verdes que en una medida nada despreciable vuelan graciosamente hacia las cuentas bancarias que los vividores "revolucionarios" tienen allende los mares.

Volviendo al contrapunteo metafórico entre automóviles y pollos (cañones y mantequilla), con el tope de precios y la arremetida comunista contra la propiedad privada, en la práctica el régimen está aumentando la importación de automóviles (con los cuales lucra) y desestimulando —o frenando— la importación de alimentos que hace rato es incapaz de producir. Baste decir que la "revolución" desde hace más de 40 años dejó de producir carne de pollo de engorde.

Como diría el profesor Alvarez Díaz, los vehículos no se comen. Y agreguemos ahora que enriquecen a la mafia de GAESA. Eso, en un país en el que la población pasa hambre, simplemente es un crimen. Uno más de Raúl "el Cruel" y sus compinches, todos bien alimentados y millonarios. 


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