LA BATALLA DE FIDEL CASTRO CONTRA INTERNET
La batalla de Fidel Castro contra Internet
Por Elías Amor Bravo, Valencia
¿Conoce alguien de un país en el que el acceso a Internet se contemple como un delito? ¿Sabe alguien de la existencia de presos políticos por el mero y sencillo acto delictivo de consultar contenidos en Internet? Más aun, ¿tiene alguien conocimiento de un país en el que alguien pueda ponerse en huelga de hambre para tener derecho al acceso a Internet?
Estas preguntas tienen una respuesta evidente. Si descontamos las dictaduras totalitarias comunistas de Asia, el único posible, el único ridículo internacional es el régimen castrista en Cuba. Los medios se han hecho eco en los últimos días, mientras las Madres de Blanco volvían a realizar sus protestas cívicas en La Habana en medio de campañas de hostigamiento y persecución sin precedentes, que en Cuba se persigue y castiga a quiénes desean acceder libremente a Internet. En el régimen de Fidel Castro, la sociedad de la información y del conocimiento está prohibida. Uno de los grandes avances de nuestro tiempo, posiblemente el más importante de todos, la capacidad para trasladar y procesar grandes volúmenes de información a través de la red de redes, está prohibido en Cuba. Y buena prueba de ello, Guillermo Fariñas, lleva más de 45 días en huelga de hambre, con grave riesgo de su salud para conseguir que el gobierno de Castro elimine las barreras y restricciones al uso de Internet en la Isla, un claro ejemplo de que los derechos humanos no van bien en Cuba.
Cabe preguntarse por qué el régimen de Castro se opone a que los ciudadanos cubanos tengan acceso libre a la información en Internet, y qué tipo de motivos se pueden utilizar, si es que existe alguno, para restringir el avance de la sociedad de la información y del conocimiento en la Isla. Sabido es que durante más de cuatro décadas, la política de cerrojo informativo que se ha practicado en Cuba ha sido un apoyo evidente al arraigo y firmeza del régimen político. Un buen ejemplo son las noticias sobre la economía cubana. Siempre editadas en tono triunfalista, siempre basadas en cifras cuantitativas y en no menos ocasiones, fruto de la propaganda más que de la realidad.
Me vienen a la memoria escenas de la película “Guantanamera” en la que el chofer cuestiona, ante el burócrata funerario del régimen, la información que se escucha en la radio sobre cosechas y producciones obtenidas en las tierras de explotación colectiva, mientras se come un plátano que ha adquirido a un vendedor del mercado negro.
La distancia entre la Cuba real, la sociedad civil que se abre camino con grandes esfuerzos, y la Cuba oficial, la que ostenta el régimen, el ejército y el partido comunista único, también es muy amplia en el acceso a la sociedad de la información, el Internet y las comunicaciones. Durante décadas, los cubanos han sabido que sus dirigentes tienen un nivel de vida y bienestar que, en absoluto, es comparable a la media. El privilegio de la obediencia y respeto a las doctrinas oficiales del régimen comunista, significa en Cuba más de todo, más posibilidades para entrar y salir del país con cierta libertad, más capacidad para adquirir determinados bienes y servicios, para vivir lejos de las zonas congestionadas de población y con mayor delincuencia, o para disfrutar de todo tipo de prebendas. El único coste es político, acompañar al líder a coro en todos sus discursos y pataletas, y seguir al pie de la letra su adoctrinamiento trasnochado. Poco esfuerzo ciertamente el que se exige a la clase dominante en el castrismo.
Instalados en esa cultura de la obediencia ciega, los cubanos no tienen acceso a locales en los que poder chatear libremente con ciudadanos de otros países, como los que se abren todos los días en bibliotecas de las ciudades occidentales. Los centros oficiales, es decir, toda la economía cubana, tienen restringidos los accesos a intenet, y se sigue y persigue las rutas que dejan los “navegantes” en los equipos.
En las instalaciones turísticas, los cubanos no pueden acceder a los ordenadores. El cierre informativo, durante décadas concentrado en Granma y en la radio y televisión, ahora se pretende conseguir con Internet. Pero mucho me temo que esta batalla está perdida, y que Fariñas será un adalid de esta gesta que pronto en Cuba será una realidad. Mientras que los familiares de Miami sigan viajando de turismo a la Isla con todo tipo de dispositivos electrónicos de comunicación, incluidos los deseados portátiles, cada vez más pequeños y libres, el bloqueo en Internet será una ilusión.
Aquellos ciudadanos con acceso al área del dólar, y con familiares en Estados Unidos, van a poder disfrutar de una serie de comunicaciones, que reforzarán esa dualidad creada en Cuba tras el período especial. El régimen lo sabe y prepara esas “mesas redondas” de la batalla ideológica de las ideas para reconquistar terreno. Tiempo perdido. Nada qué hace contra Internet. Por mucha represión que se acentúe en la Isla, en este aniversario de la “primavera de La Habana”, la sociedad de la información y del conocimiento se abrirá paso en la Isla. Con dificultades, pero lo hará.
La calidad de la educación de los cubanos y su deseo de aprender y conocer más allá de los límites imposibles de su régimen, les hará demandar de forma creciente las nuevas fuentes de información. Tarde o temprano, el régimen tendrá que ceder en este terreno, y se abrirá una nueva brecha. Sólo hay que esperar.
Marzo 21, 2006
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