domingo, junio 25, 2006

LA DIVERSIDAD DE MIAMI AFLORA CON EL MUNDIAL

La diversidad de Miami aflora con el Mundial

DANIEL SHOER ROTHEl
Nuevo Herald


Tras los golazos del fútbol en Alemania, la adrenalina ha corrido a caudales en Miami hasta desembocar en La Casa de las Banderas. Desde los días que precedieron el estreno de la Copa Mundial, un torrente de aficionados al deporte de Pelé ha abarrotado el diminuto local de La Pequeña Habana.
Los primeros en manifestar su patriotismo fueron los brasileños, seguidos por los argentinos. Luego vinieron los alemanes, los portugueses y los españoles. También llegaron los centroamericanos buscando la bandera de Costa Rica. Otros hispanos optaron por la estadounidense, y numerosos cubanos adquirieron las de las 32 selecciones.
Eso no fue todo. Hubo venezolanos que compraron las banderas de Alemania y España para rendir tributo a sus ancestros. Y más sorprendente aún para la administradora de la tienda, Virginia Selph, fue cuando entraron un iraní y un croata.
Miami ha ostentado con mérito la diversidad de su población, sin embargo este Mundial ha puesto de relieve la forma en que el caleidoscopio de culturas, etnias y nacionalidades se entreteje en un solo pueblo, solidario con los países de origen de sus integrantes, pero también con el de sus vecinos en su nueva patria.
''Debido a los orígenes tan diversos de la población, hay una multiplicidad de lealtades que induce a que una persona favorezca a distintos equipos dependiendo de sus circunstancias'', indicó Juan Clark, un sociólogo de Miami Dade College especializado en las subculturas de Miami.
Ese sabor cosmopolita se sazona en esta Copa en tanto que los inmigrantes no sólo apuestan a las selecciones de sus naciones o regiones geográficas, sino también al de su tierra adoptiva, así como a las de sus orígenes étnicos. A eso, se suma los matrimonios mixtos entre parejas de dos nacionalidades y el resultado será el melting pot de una auténtica comunidad internacional.
''Aquí todo el mundo le va a todo el mundo, dependiendo del gusto de cada uno'', opinó Francisco Bergaz, un madrileño de 23 años que es fanático de la Liga Española. ``Se siente de alguna manera como si estuviéramos en Alemania: se ven aficionados con camisetas de casi todas las selecciones''.

Aregentina Vs Méjico --->


Fue así como Rafael Villotti, un napolitano de ascendencia judía que se crió en Colombia, se casó con una francesa y reside de Miami, se aventuró a entrar el viernes por la tarde al restaurante brasileño Porcao, en Brickell Bay Drive.
Vestido con el uniforme azul del equipo italiano, en medio de un bullicioso conjunto de eufóricos cariocas que tenían estampados por todas partes el verde y el amarillo de su símbolo patrio, Villotti se distinguía desde lo lejos.

Luego de celebrar esa mañana la victoria de la selección mediterránea contra la República Checa, Villotti decidió alargar el jolgorio de la jornada al ir a aupar a Brasil, con la esperanza de que la nación suramericana se encare con Italia en el partido final del Mundial.
''Somos multiculturales, pero también somos una ciudad unida'' manifestó el inversionista de 40 años. ``Sólo aquí el sistema permite que vengas a una fiesta brasileña de fútbol en plena Copa vestido con el uniforme de Italia''.
Aquí, en la encrucijada de las Américas, donde en los últimos años han arribado nuevos inmigrantes provenientes de Europa del Este, Asia, el Medio Oriente y hasta del continente africano, cada equipo que juega en Alemania probablemente puede hallar una fuente de apasionados admiradores.
En instancias, hasta los fanáticos de dos equipos archirrivales pueden dormir en una misma cama.
En el sexto piso de un edificio de Brickell, el argentino Walter Biancuzzo y la brasileña Solange de Souza comparten su nido de amor.
Si Biancuzzo llega primero a la casa, se apresura a colocar la camiseta albiceleste del once argentino encima de la brasileña. Si su esposa se adelanta, la camiseta que aparece arriba es la otra.
''Esa es la picardía, la salsa de la rivalidad... sólo aquí en Miami'', comentó Biancuzzo, de 34 años.
La pareja tiene una apuesta hecha. Si Brasil resulta triunfador, a él le tocará ir a trabajar vestido con la camiseta brasileña durante cinco días. Si por el contrario, gana Argentina, el penalty será para ella.
Ahora que Estados Unidos ha quedado fuera del cuadro ganador, los sudfloridanos se quitan una de las lealtades de la espalda. No obstante, las preferencias mixtas persistirán en un clima competitivo, pero a la vez cohesivo.
''Todos los fans de los equipos en Miami se aman entre sí'', aseveró Villotti. ``Mientras que un equipo europeo y uno latinoamericano lleguen a la final, la gente aquí va a estar feliz''.