martes, noviembre 14, 2006

LOS MORIBUNDOS TERCOS // EL DIA EN QUE MUERA FIDEL CASTRO

Los moribundos tercos




Por Carlos Alberto Montaner

El sábado 28 de octubre Fidel Castro llamó a los corresponsales de CNN en La Habana para demostrar frente a las cámaras de televisión que estaba vivo. En realidad, casi demuestra lo contrario.

El espectáculo fue muy penoso: vimos a un anciano senil, con el rostro desencajado, que leía el diario con dificultades, decía tonterías en tono grave (''vivimos en un mundo muy complicado'') y caminaba como una momia escapada de la tumba en una película mexicana de Juan Orol.

Además, para probar que seguía al mando de la nave, notificó que estudiaba por televisión los serios conflictos del planeta y tomó el teléfono y simuló que llamaba a un subalterno. Esto, seamos objetivos, lo hizo bien. Se colocó el auricular en la oreja y el micrófono en la boca. No se equivocó.

Poco antes de conocerse el testimonio fílmico del pésimo estado de salud físico y mental del Comandante, el coronel Hugo Chávez, que no se ahorra una sola oportunidad de decir cosas disparatadas (¿será un siniestro agente de la CIA?), probablemente con la intención de animar a su amigo moribundo, afirmó que Fidel Castro es un incontrolable viejo verde (supongo que verde oliva) que enloquece frente a las bellas azafatas del avión presidencial y las ataca. Según Chávez,
Fidel es un atacón, nombre con que en la jerga cuartelera de Venezuela se designa a los acosadores sexuales.

Chávez, claro, no señalaba este comportamiento con ánimo de censurarlo, sino con la mayor admiración. Pero ahí no terminaba la historia: tras revelar los espasmos de testosterona de Castro, Chávez agregó otra supuesta hazaña, esta sí evidentemente falsa: Fidel Castro --dijo--, ya recuperado, sale de noche a recorrer los pueblos de Cuba. Algo que no puede ser cierto: si Fidel Castro, en medio de la oscuridad, caminando y moviendo los brazos tal y como lo mostró la
televisión, se le aparece a un cubano desprevenido, lo mata instantáneamente de un infarto.

Para Raúl Castro y el resto de los herederos de la dictadura, la terca insistencia de Fidel en seguir más o menos vivo, sin apartarse totalmente del poder, comienza a ser un grave problema. Durante los primeros tres meses del traspaso de autoridad --que ya transcurrieron-- para ellos era conveniente que el Comandante continuara respirando.

Eso le dio espacio, tiempo y sosiego a Raúl para ocupar las instituciones, colocar a su gente y comenzar a gobernar. Comprobó, además, que la ciudadanía no tiene la menor intención de lanzarse a las calles a protestar, y que en los cuarteles tampoco hubo nada que se pareciera a un ruido de sables.

Los temores principales, pues, quedaron descartados. Pero, a partir de este punto, Fidel Castro ya ha dejado de ser un ángel tutelar y se ha transformado en un inconveniente. No sólo porque hay que consultarle las decisiones más importantes (y hasta algunas insignificantes), pese a que su capacidad de raciocinio, que nunca fue excesiva, ha disminuido sustancialmente, sino porque toda la cúpula de poder tiene que tratar de descifrar qué es lo que haría o hubiera hecho el Comandante ante cualquier problema concreto.

En la historia contemporánea sólo recuerdo tres casos parecidos. El primero fue el del dictador portugués Antonio Oliveira Salazar. Comenzó a gobernar con mano de hierro e ideas fascistas en 1932, pero en 1968 se cayó de una silla y se dio un golpe en la cabeza que prácticamente lo descerebró.

No murió hasta 1970, pero inconsciente y en estado vegetativo, la inercia de su autoridad continuó gravitando sobre su sucesor, el pobre Marcello Caetano, impidiéndole efectuar las reformas que el país necesitaba con urgencia. En España, poco después, Francisco Franco, aunque ya era un hombre enfermo y sin reflejos, se negó a apartarse del poder hasta su muerte (1975), hecho que acaso de alguna forma contribuyera a acelerar la posterior descomposición del franquismo.

Pero acaso el más significativo de los episodios del fin de los dictadores tercos haya sido el del tunecino Habib Bourguiba. El creador de la República de Túnez (1957), declarado presidente vitalicio en 1975, enloqueció de viejo en el poder, hasta que en 1987 le colocaron una camisa de fuerza y se lo llevaron dando gritos de la casa de gobierno. Fue el primer golpe de Estado psiquiátrico que recoge la historia. Es posible que a Fidel Castro tengan que hacerle algo parecido. Es como el perro del hortelano. Ni gobierna ni deja gobernar.

Fonte: Identificada en el texto
http://www.cubalibredigital.com

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El día en que muera Castro


Por Andres Oppenheimer
SAO PAULO, Brasil


El día que se muera el presidente vitalicio de Cuba, Fidel Castro, cuando sea que eso ocurra, varios países latinoamericanos enviarán sus más sentidas condolencias a la isla, y al mismo tiempo pedirán una apertura democrática . Lamentablemente, el país más grande de Sudamérica no estará entre ellos.

Antes de contarles por qué Brasil probablemente se quedará mudo en lo que hace a pedir libertades políticas en Cuba, permítanme compartir con ustedes lo que estoy escuchando en círculos diplomáticos latinoamericanos. Según me dicen varios embajadores, cuando Castro fallezca por lo menos media docena de países de la región incluirán una línea en sus mensajes señalando que la muerte del presidente cubano cierra una era en la historia cubana, y debería abrir otra.

Algunos de ellos, como Costa Rica o El Salvador, probablemente pidan abiertamente reformas políticas. Otros, como México, Perú, Colombia y Chile, probablemente hagan lo mismo más sutilmente. Dirán que Castro será recordado como un gran defensor de la soberanía cubana, y que esperan que Cuba inicie ahora un período de reconciliación nacional - una forma elegante de decir que llegó la hora de permitir libertades escenciales.

Sin embargo, esta semana, tras la victoria electoral del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, le pregunté en una entrevista a su principal asesor de politica externa - y presidente del gobernante Partido de los Trabajadores - Marco Aurelio García, si Brasil se unirá a los países que pedirán una apertura en Cuba. Y su respuesta fue un categórico "no".

García, que también fue el jefe de la campaña de reelección de Lula, me señaló que "Brasil no va a pedir eso. Te voy a decir lo que Brasil va a pedir: Brasil va a pedir que se deje a Cuba resolver sus problemas. Yo creo que lo mejor que puede pasar es que Cuba pueda resolver sola sus problemas. Eso significa que no se hagan presiones desde afuera".

¿Porqué?, le pregunté. Hay principios internacionales que exigen la defensa colectiva de la democracia. Además, cuando en Brasil había dictaduras de derecha, acaso García y sus compañeros que ahora están en el gobierno, y que entonces estaban escondidos o en el exilio, no pedían una presión internacional para lograr una apertura política en su país?

"Yo estoy absolutamente convencido de que presiones foráneas son muy malas'', respondió García. "Y más en un país que tiene un sentimiento nacional muy fuerte."

¿Cómo saber cúal es el sentimiento nacional de los cubanos?, le pregunté. ¿Cómo saberlo si Cuba no ha permitido una elección en más de cuatro décadas, y no hay libertad de expresión?

"Bueno, ahi no seremos nosotros los que vamos a decir cómo debe Cuba resolver sus problemas. Déjame decir concretemente lo siguiente: ahí tenemos una divergencia con Estados Unidos", respondió García.

Está bien, respondí. No estoy diciendo que Brasil debiera apoyar el embargo comercial de Estados Unidos a la isla. ¿Pero por qué no hacer como México y las democracias europeas, que hacen las dos cosas: oponerse a las sanciones económicas de Washington a Cuba, y al mismo tiempo a la represión política de La Habana sobre su propio pueblo?, pregunté.

Sin salirse de su línea, García admitió tácitamente que espera ver cambios políticos en la isla tras la desaparición física de Castro.

"Yo creo que eso se resuelve si nosotros no hacemos presiones desde afuera. A mi juicio, esa es la tendencia normal. Cuba va a tener su proceso político. Es normal que exista una evolución política en el país", dijo García. "Obviamente la muerte de Fidel crearía circunstancias nuevas, teniendo en cuenta que ejerce un liderazgo indudable en el país".

Agregó: "Creo que la sucesión no sería simplemente una sucesión, sino que traerá consigo otras cuestiones de naturaleza política. Pero lo que a nosotros nos preocupa mucho es que si se suman muchas presiones, incluso los objetivos que algunos persiguen van a ser más difícil de ser alcanzados".

Mi opinión: no estoy de acuerdo. García tiene razón en que presiones demasiado burdas, o punitivas, serían contraproducentes. Pero creo que sería de gran ayuda para la oposición pacífica en Cuba que los países latinoamericanos hagan presiones positivas, sugiriendo respetuosamente de que la muerte de Castro abrirá un nuevo período en la historia cubana, y ofreciendo ayuda económica condicionada a una gradual apertura democrática.

Un viejo dicho de la revolución mexicana dice que "no hay general que resista un cañonazo de 50 mil dolares". Pues bien, creo que será muy difícil que los generales cubanos puedan resistir un cañonazo de 5 mil millones de dolares la comunidad internacional para la reconstrucción de Cuba, a cambio de que la isla deje de ser un estado policíaco.

Fonte: El Nuevo Herald
http:www.elherald.com

2 Comments:

At 5:49 a. m., Anonymous Anónimo said...

Openheimer es un analista politico brillante. Y lamentablemente lo que narra acerca de la posicion politica de Brasil respecto al tema cubano, es solo una mustra mas de hipocrecia por parte de la comunidad internacional.

Lula acaba d dar un espaldarazo a Chavez y Ortega. No creo que pueda esperarse mucho mas de el.

Saludos.

 
At 5:50 a. m., Anonymous Anónimo said...

En cuanto a la columna de Montaner, lucida y simpatiquisima!

 

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