EL PROTAGONISMO
EL PROTAGONISMO
¨ Hay dos clases de hombres, los que aman y construyen y los que odian y destruyen¨
Pero, como todos sabemos, toda moneda tiene dos caras y el protagonismo es como el colesterol que puede haberlo bueno y puede haberlo malo. Mientras el primero construye el segundo destruye. Mientras los primeros cumplen su misión de servicio colectivo superando obstáculos e ignorando agravios, los segundos desatan sobre los primeros la envidia y la diatriba como recursos extremos de quienes no son capaces de brillar con luz propia. Y, siguiendo con las metáforas, estos buscadores de notoriedad sin méritos crecen como la mala yerba, sin necesidad de abono ni de elaborados procedimientos de cultivo. Y, por desgracia, como la mala yerba se multiplican con mayor facilidad que los protagonistas útiles y edificantes.
No cederé, sin embargo, a la tentación de elaborar una lista de quienes considero los protagonistas buenos en este momento de nuestra convulsionada historia nacional. Es muy posible que incurra en omisiones que no solamente serían injustas sino que podrían desatar el tipo de confrontaciones infructuosas que, después de casi medio siglo de errores, me he prometido evitar a toda costa. Por otra parte, no ofreceré una lista de quienes considero protagonistas obstruccionistas porque, primero, no estoy dispuestos a dedicarles el tiempo que no merecen y, segundo, jamás les haría el favor de darles la publicidad gratuíta que tanto buscan y que tanto perjudica la causa de nuestra libertad.
Surge, en conclusión, la pregunta de ¿qué han de hacer ¨ los que aman y construyen ¨ de José Martí frente al reto de quienes ¨odian y destruyen ¨?.La respuesta no es tan difícil cuando la pregunta es contestada poniendo por delante el bienestar y la libertad del pueblo de Cuba. Trabajar ignorando agravios y con la mirada fija en la meta añorada de una nueva alborada de soberanía, libertad y justicia para la nación cubana. Trabajar sin prisa pero sin descanso como si tuviéramos la eternidad por delante. Trabajar con la generosidad de quien siembra un Árbol para que dé sombra a sus hijos, nietos y bisnietos. Confiar en que, después de tanto dolor y sacrificio, nuestro pueblo como en la parábola bíblica sabrá separar la buena de la mala yerba a la hora de emitir su voto en nuestra reivindicadora fiesta de democracia. Los sembradores quizás no disfrutemos de la sombra del arbol pero tendremos la satisfacción indescriptible del deber cumplido.
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alfredocepero@bellsouth.net
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