PROTAGONISTAS DEL CAMBIO
Por Oscar Peña
Una honesta reflexión se impone entre todos los cubanos que componen de una forma u otra el exilio cubano y la oposición interna. Hoy más que nunca todos debemos tener valentía para hacer un acopio de seria meditación, madurez, inteligencia y profundo amor a Cuba para evaluar y revisar nuestro activismo y tratar --en momentos vitales-- de proyectarlo con efectividad. Fidel Castro se ha oxidado. Su régimen no ofrece alternativas al pueblo de Cuba. ¿Y sus contrarios? Tampoco los contrarios --aun teniendo la razón de nuestra parte-- hemos resultado hasta hoy atractivos a la población cubana.
Costará esfuerzo admitirlo, pero es la realidad. Ni la disidencia interna ni los exiliados hemos logrado todavía clasificar dentro del pueblo cubano como protagonistas o fichas importantes del cambio. Aun no contando el régimen con aquella amplia base de apoyo popular que tuvo, no hemos logrado que esa desilusión nacional, ese despertar, se transforme en simpatía y apoyo a los contrarios. Y para buscar la respuesta a esa realidad no debemos sólo esgrimir el real miedo del pueblo a la represión. También han sido nuestras torpezas, negligencias políticas, el discurso exótico y la falta de iniciativas criollas y viables las que no han logrado motivar a nuestro favor a la sociedad cubana, y el no enfocar nuestro trabajo político en el valioso material humano que dentro de las instituciones del régimen existen. En Cuba no todos son esbirros, ni todo está perdido. Esa atención que se les da en Miami cuando llegan y ya --con excepción de hablar de sus experiencias-- no son efectivos, hay que dársela en Cuba cuando están dentro de las redes del régimen para que sean útiles al cambio.
Definitivamente tenemos que acabar de entender que la luz al final de túnel cubano no la enciende Washington, ni la Comunidad Europea, ni la ONU, ni la OEA, ni la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra, ni ningún gobierno o institución extranjera. Toda la solidaridad mundial que se recibe es importante, pero no es decisiva. Es sólo complemento del trabajo inteligente, práctico y tenaz que seamos capaces de proyectar dentro de Cuba y en el exilio.
No debemos desalentarnos por los nuevos extremismos de Ramiro Valdés. Los funcionarios torpes como él son nuestros mejores aliados. En sistemas de larga trayectoria totalitaria y paternalista no hay derrumbes súbitos de sus estructuras y tampoco son saludables porque sus pueblos no están preparados para cambios bruscos y acelerados. Es sólo con una alta visión política como se alcanzan proyecciones sólidas. Para que la oposición interna y el exilio logren ser un imán cubano que contagie y sume a los indiferentes, a los desilusionados, a los que sólo piensan en irse de Cuba y a los que dirigen en las diferentes instancias del régimen, tenemos que proyectar el mensaje acorde con la larga realidad existente dentro de Cuba y no con la que quisiéramos. Debemos proyectar la edificación del nuevo edificio cubano, planteando construir pisos sobre las bases existentes. Es inteligente no aullar más y echar miedo sobre futuros pases de cuenta. Primero porque paraliza al que necesitas sumar y segundo porque es un tema muy escabroso y complejo para el terreno que nos espera. Allá en la isla también hay gente que están esperando por pasar cuenta a muchos exiliados que ejecutaron o cooperaron con el asesinato de sus familiares en la década del 50 y en la de Fidel Castro.
La oposición interna y el exilio con sus medios de divulgación deben implementar un movimiento de contacto nacional por encima de las directivas y acciones del régimen para prohibirlas. Es necesario un contacto diario y permanente de pueblo a pueblo, un acercamiento práctico, astuto y amplio con toda la sociedad, incluyendo aquellos que aparentan no querer renovarla como los conocidos dirigentes y funcionarios de actitud talibana. Es en la conversación diaria y en el contacto civilizado entre cubanos que moveremos las fichas nacionales. Desde Raúl Castro hasta el administrador del cine de Jaruco pueden ser parte del cambio. Esa es la alternativa, la receta cubana para no seguir esperando por milagros que no existen. En cada municipio, provincia, organismo nacional y en cada salón internacional las autoridades de Cuba tienen que sentir el respetuoso reto de la presión cívica de otros cubanos.
Es muy importante que la disidencia interna no sólo sea narradora para el exterior de los problemas de Cuba, y que el exilio no sólo sea un altavoz o repetidor de sucesos y noticias; más importante es saber convertir ambos frentes en parte de las soluciones. Ojo histórico: todos tenemos que acabar de entender que no sólo de las rígidas autoridades del régimen cubano actual es y será la responsabilidad del incierto destino de nuestra nación: también lo será de sus contrarios por no saber oponerse.
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