sábado, febrero 24, 2007

EL DISCURSO DEL PASADO

Tomado de El Nuevo Herald.com


El discurso del pasado
Por Andrés Reynaldo

Sin duda, el epicentro del espíritu revolucionario de América Latina se está desplazando a Venezuela. Esto es mala noticia, sobre todo, para los venezolanos. El voto de confianza que la Asamblea Nacional otorgó al presidente Hugo Chávez para gobernar por decreto durante 18 meses probablemente sea estudiado en breve como asignatura de un curso dedicado al suicidio de las democracias. Y ojalá que la oposición antichavista se cure en salud con los errores de la oposición anticastrista.

Venezuela, al igual que Cuba en 1959, careció de los recursos intelectuales y la solidez institucional para corregir los males de su sociedad. El caso venezolano era aún más escandaloso, considerando que su enorme riqueza petrolera era una garantía natural de amplio bienestar ciudadano. En ambas naciones se daba un grado abismal de separación entre el discurso político del pueblo y el de los sectores más ilustrados, democráticos y creativos de sus respectivas elites. Los cubanos, por ejemplo, fallamos todavía en articular una crítica al castrismo que abarque sus claros antecedentes; algunos de los cuales se remontan a la gesta de independencia.

Tradicionalmente, en ese vacío han operado largas familias de demagogos. Cuba los tuvo antes de Fidel Castro y Venezuela antes de Chávez. La época pone en sus manos los instrumentos ideológicos, la diversidad de los medios de propaganda, la perfección de las técnicas represivas, en fin, la sensibilidad. A unos se les hizo fácil desarrollar el teatro de una democracia que no significaba nada, o muy poco, para la mayoría. A otros les vino de maravilla la estructura totalitaria del fascismo y el comunismo. Todo dependía, en definitiva, de cuánta sangre se quisiera llevar en las manos, cuáles alianzas nacionales e internacionales era necesario forjar y para qué se quería el poder. (Chávez, lo mismo que Fidel, lo quiere entre otras cosas para ser un líder mundial.) Entonces, puesto que en el pasado está el origen de la dictadura, ¿para qué apelar a un discurso opositor cuya más firme referencia es el pasado?

Otro paralelo entre las oposiciones venezolana y cubana es el abandono de la calle antes de que fuera suprimido el derecho a huelgas y manifestaciones y el aparato policíaco contara con la capacidad de reprimir a cada uno de los huelguistas o manifestantes por separado. He aquí una lección de fascistas y comunistas que merece ser aprendida: quien pierde la calle pierde el poder. Inhabilitadas las instituciones civiles para moderar al gobernante, las fuerzas armadas venezolanas quedan como últimos garantes del orden. A éstas hay que apelar, hora tras hora y en masa, antes de que su vocación constitucional sea sustituida por un espíritu de cuerpo basado en la corrupción, los eficaces fantasmas de la amenaza exterior, el temor a sus propios órganos de inteligencia y las tentaciones de un protagonismo providencial.

Las democracias no son estructuras platónicas. Su efectividad y, por consiguiente, su legitimidad, dependen de la capacidad de sus gobernantes y ciudadanos para sostener en conjunto un viable estado de derecho. A Chávez, elegido por notable mayoría, no le cuadra este modelo. La oposición, sin duda, se halla en una trampa. Se viste de tintes antidemocráticos si aboga por la caída de un presidente electo. Pero, a su vez, no puede dejar de ver la dictadura que se le viene encima. Cualquier mensaje que eluda este dilema va a sonar irreal frente a la retórica del chavismo que, pese a sus groseros defectos, impone la dinámica del discurso político. ¿Por qué no tomar al toro por los cuernos? ¿Por qué no presentar a Chávez en su pomposa desnudez como la recalcitrante continuación de una experiencia civil podrida por décadas de corrupción, como el más destilado producto del pasado, como el representante de un circo democrático no menos fraudulento que el de sus predecesores?

Por supuesto, nadie escarmienta con dictadura ajena. Pero los venezolanos ya deben estar sospechando que en estos 18 meses les va el futuro, cuando no la vida. Que un día van a despertarse con rejas en las ventanas y espías en la familia. Y tendrán que preguntarse en voz baja, en voz muy baja y durante amargos años, por qué les ha caído esa desgracia. A ricos y pobres. A negros, blancos, indios y mestizos. Con el único consuelo de ver a los chavistas de hoy convertidos en las víctimas del chavismo de mañana. Con la única ambición de lograr escapar de su pródiga tierra. Todo, como en Cuba, por no saber descifrar a tiempo las razones primeras, fatales y autóctonas que sirven de pedestal a sus tiranos.