domingo, marzo 11, 2007

EL DÍA EN QUE SE ESTRENÓ LA TIRANÍA

Tomado de El Nuevo Herald.com


El día en que se estrenó la tiranía
Por Vicente Echerri

A los que nunca sentimos el menor entusiasmo por la revolución cubana --por creer que nuestra democracia andaba bien (pese a las irregularidades del gobierno y los desmanes de sus cuerpos policiales) y que no era menester cambiarla, mucho menos de manera violenta--, el régimen de Fidel Castro fue, desde el comienzo, una desgracia atroz; y acaso desde antes, desde que se gestaba su triunfo en la conciencia pública como el famoso huevo del basilisco.

Para la mayoría de los cubanos --y muchos que sin serlo vieron esa revolución desde lejos con grandes esperanzas-- que sí se entusiasmaron y sí creyeron llegada la hora de la decencia y de la justicia con el triunfo revolucionario, el régimen que se imponía sobre el colapso institucional de la nación tuvo apenas un par de meses para mostrar su verdadera índole. El 8 de marzo de 1959, más de cuarenta miembros de la Fuerza Aérea eran condenados a altísimas sanciones a instancias del propio Castro, que desconoció el fallo del tribunal revolucionario que el 2 de marzo los había declarado absueltos.

Esta grosera aberración jurídica se llevó a cabo públicamente, en prolijas comparecencias televisivas en las que el líder de la revolución revocaba el veredicto de su propio tribunal e imponía uno nuevo con la explícita instrucción de condenar a los pilotos, artilleros y mecánicos de la aviación militar que, en el cumplimiento de su deber como soldados, habían hostilizado a los guerrilleros ahora en el poder. Castro justificó la monstruosidad diciendo que los aviadores eran ''enemigos potenciales de la revolución'' y que ésta ''no podía darse el lujo de ponerlos en libertad'', cuando en verdad se trataba de una medida de terror destinada a amedrentar a las fuerzas armadas y a toda la ciudadanía. La prisión que se abría para aquel grupo de jóvenes aviadores, en verdad se abrió ese día para todo el pueblo cubano, incluidos los millones de ingenuos que aplaudían sin entender.

El segundo juicio de los aviadores militares, que tuvo lugar en Santiago de Cuba el 7 de marzo, fue apenas una formalidad que se llevó a cabo sin la presencia de los acusados y en el que los abogados defensores se vieron acosados y obligados a abandonar la sala por la turba de partidarios del régimen que la atiborraba. Al final, el Dr. Carlos Peña Jústiz, acaso por el inmenso prestigio que tenía como defensor de causas célebres de revolucionarios en el depuesto gobierno de Batista, se quedó solo frente a los jueces. Su alegato, que tiempo después habría de costarle torturas y cárcel, concluyó con una advertencia al tribunal que era, al mismo tiempo, un aldabonazo a la nación y al mundo: ''Si ustedes condenan a estos muchachos que ya han sido absueltos, convertirán a Fidel Castro en el Napoleón del Caribe y a la Revolución en una tiranía''. La sentencia dictada al día siguiente, en que se condenó a los 43 acusados, venía a certificar ese sombrío pronóstico.

El cineasta Néstor Almendros --uno de aquellos primeros entusiastas que pronto se desencantó-- decía que la mayoría de los revolucionarios que terminaron en el exilio coincidían en que la revolución cubana había sido un proyecto esperanzador que luego se convirtió en una tiranía; pero que, curiosamente, en lo que no coincidían era en la fecha en que esto último había ocurrido. Su ironía servía para resaltar el autoengaño en que tantos y tantos ex castristas han incurrido una y otra vez a lo largo de casi cinco decenios.

El castrismo siempre fue una tiranía, desde su propia gestación, aunque contara al principio con el apoyo de algunos demócratas sinceros; pero si quisiera buscarse una fecha que marque el inicio de esa condición, ninguna es más precisa que el 8 de marzo de 1959, cuando la condena de 43 militares previamente absueltos puso al caudillo de la revolución cubana por encima de la ley. Lo que sigue es historia.

©Echerri 2007