viernes, marzo 09, 2007

SOY CUBANO // VISITA A AGUSTÍN TAMARGO

Nota del Blogguista.

El Nuevo Herald ¨prescindió ¨de los servicios de Agustín Tamargo desde hace años y no publicó nada de este honesto y brillante periodista, que en su carrera y vida muchas veces asertó y otras se equivocó, pero que siempre fue un PATRIOTA cubano al desearle lo mejor a su Patria.
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SOY CUBANO

Por Agustín Tamargo
El Nuevo Herald

Sobre mi mesa de trabajo encontré una nota. No sé de dónde vino, ni quién la escribió, acaso fui yo mismo en días que he olvidado. Pero quiero transmitirla a mis lectores porque creo que recoge un sentimiento colectivo. La nota dice así:

Soy cubano. Para algunos tal vez no es mucho, pero a mí me basta y me sobra. Soy cubano. Podría ser venezolano, español o norteamericano. Pero sería un modo de ser artificial, de voto y pasaporte, hijo del papel y la tinta, que no cuadra a mi naturaleza. Soy cubano. Un cubano integral, de las buenas y de las malas. Soy cubano. Tengo un himno y una bandera. Y tengo, sobre todo, una historia, llena de nombres, hechos y lugares gloriosos en la que bebo, como en una fuente, cada vez que me acosa el desaliento. ¿Podría cambiar por algún hecho histórico extranjero a Las Guásimas, Palo Seco y Peralejo? ¿Podría negociar por algo el 10 de Octubre, el 24 de Febrero, Baraguá, Playa Girón o El Escambray? Soy cubano. Cubano de café negro, de tabaco y de casabe, de son y de ron, de baile en La Tropical y de guateque guajiro. Soy cubano de hablar a gritos, de jugar a la pelota, de piropear a las mujeres. Y de bajar como un río de fuego por la escalinata de la universidad.

No soy un hombre, si se mira bien, soy una pasión que camina, y cuando enfrento la realidad última de mi vida, que es la de que no tengo patria, me vuelvo una verdadera furia. Por eso los extranjeros no me entienden. ¿Cómo van a entender que quien lo tiene todo siga pidiendo más? Y es que esos extranjeros no saben que ese todo, adquirido en tierra prestada y bajo sol ajeno, no puede curar una enfermedad fatal que se llama nostalgia de la tierra natal. Dicen que lo bello, cuando se pierde, se vuelve más bello todavía. ¿Y qué era Cuba desde que la bautizó Colón sino la tierra más hermosa que ojos humanos vieron?

Así, dentro del alma, carga el cubano a Cuba por todas partes como un escapulario para defenderse de la soledad. Podría decir también como un escudo. Con la historia de Cuba al brazo va el cubano por el mundo defendiendo a su tierra bienamada frente al envidioso y el calumniador. Cuba es su niña. Cuba es su obsesión y su desvelo. Cuba es su madre, pero es también su hija. Cuba es su amante lejana inolvidable. Los libros que el cubano no leía en la isla los lee ahora aquí. La música que allá no escuchaba la escucha ahora aquí. Los cuadros que allá no miraba los mira ahora aquí. El cubano no vive en una casa ni en un apartamento, vive en un baúl de recuerdos. Cada vez que abre ese baúl y encuentra una fotografía marchita por el tiempo sufre una herida. Cada palabra criolla que no conocía o había olvidado y redescubre de pronto se le transforma en un instrumento defensor de su autenticidad. En el hipódromo de Hialeah hay una hermosa guardarraya de palmas. No son palmas canas, ni palmetos, sino palmas reales, ésas que en Cuba coronan las lomas y las riberas de ríos. Están allí, pero fueron traídas de allá. Se asegura que por las noches un hombre solitario camina bajo esas palmas hablando solo. No es invención de nadie. Ese hombre soy yo.

Soy cubano. No quiero, ni puedo, ni acepto ser ninguna otra cosa. Ser cubano es hoy una prueba amarga, un desafío. Allá en la isla un sujeto inicuo que una vez metió en ella a los rusos mete ahora a los traficantes y a los turistas extranjeros con la misma finalidad: pisotear al nativo. Aquí en el destierro, la prosperidad material por un lado y la indiferencia del extraño por otro, hacen del cubano un ser solitario e incomprendido. Nadie lo entiende, nadie respeta su afiebrada vigilia en espera del amanecer de la libertad. Todos le piden que se olvide, que se adapte, que haga como el resto de los refugiados del mundo, que inicie una nueva vida. ¿Se puede, realmente, iniciar una nueva vida? ¿Dónde afincará sus raíces esa nueva vida? ¿En el Cuatro de Julio americano? ¿En el Dos de Mayo español? ¿En el 14 de Julio francés? No, no.

La historia de un pueblo no puede ser una falsificación copiada. La historia de un pueblo es una continuidad, el plebiscito diario de que hablaba Renan. De Diego Velázquez a Fidel Castro la historia de Cuba ha sido un largo peregrinaje hacia la única felicidad posible: la que proporciona la libertad. Cuba mató su indio, masticó su negro y se tragó su español y de esa misteriosa ceremonia de sangres mezcladas, de infinitos tonos, sacó al cubano.

Hombre de islas, hijo del sol, ese cubano lo ha sido todo sobre su tierra ardiente. Matemático y jugador de gallos, ajedrecista y cantor de puntos guajiros, hacendado y político, rumbero y profesor. Fernando Ortiz es el cubano, Miguel Matamoros es el cubano, Gastón Baquero es el cubano, Alvarez Guedes es el cubano, José Canseco es el cubano, el chinomulato Wifredo Lam es el cubano. ¿Se puede olvidar un país así sólo porque el anfitrión ocasional sea generoso y la mesa esté bien servida? Yo sinceramente creo que no. Como decía Martí de los que iban a su tierra cuando aún el español la ofendía con su presencia: Otros pueden, yo no puedo''.

Hasta aquí la nota misteriosa que encontré en mi escritorio. Apareció allí como una página testamentaria, como una botella al mar. Vino Colón, vino Hernán Cortés, vino la desolación de la huida en masa. Pero la isla está allí, Cuba está allí. Esperando con los brazos abiertos por sus hijos dispersos. Hijos a los que simboliza dolorosamente ese cubano que habla solo por las noches bajo las palmas de Hialeah.
Fonte: El Nuevo Herald
http:www.elherald.com

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Visita a Agustín Tamargo

Por Carlos Alberto Montaner

Hace unos cuantos meses yo convalecía en un apartamento de Key Biscayne que me había prestado mi amigo Mario Triay y su encantadora mujer. Agustín Tamargo conoció el episodio y le pidió a Juan Manuel Cao --uno de los grandes reporteros de la televisión hispana que pronto se dará a conocer como un excelente novelista-- que lo llevara a verme, violentando en alguna medida su legendario horror por las normas sociales convencionales. Agustín, que es una persona pudorosa y más tímida de lo que parece, quería testimoniarme su afecto, darme ánimo --esto lo deslizó amablemente en la conversación-- y recordarme que estamos al final de la pesadilla castrista. Aunque ''morirse es una costumbre que suele tener la gente'', como afirma la milonga, no parecía una buena idea dar ese paso antes de contemplar ''el día grande de soltar a los prisioneros'', como creo que escribió Andrés Eloy Blanco.

Le agradecí mucho el gesto, la conversación grata y extensa --revisamos desde la historia de la primera república hasta el sionismo, dos pasiones que compartimos-- y estoy seguro de que, cuando se marchó, yo me sentía mejor. Las penas, como en la canción de Sindo Garay, ya no me mataban.

Quiero devolverle la visita a Tamargo, ahora que es él quien ''cancanea'', pero deseo hacerlo a través del papel impreso. A fin de cuentas, aunque nos conocemos y apreciamos desde hace más de cuarenta años, y aunque le debo un centenar de gestos amables, el lugar en que más tiempo hemos convivido y dialogado es esta plaza amable y soleada, no exenta de discusiones, como debe ser, que todos los domingos Araceli Perdomo monta con enorme rigor en las dos páginas de ''opiniones'' de El Nuevo Herald, y a la que también suele concurrir Luis Aguilar León con su inacabable dosis de ingenio y cultura.

Confieso que antes de releer mi propia columna --un gesto de amor propio al que se someten todos los periodistas-- busco la de Agustín. Siempre he admirado su prosa rápida y al grano, tal vez un reflejo de la velocidad de su palabra, como puede constatar cualquiera de sus millares de oyentes. Estilo que la radio anuncia con el título mismo de sus editoriales: ''Al pan, pan, y al vino, vino''. Nada de eufemismos ni circunloquios. Nada de dorar la píldora. ¿Por qué esa prisa? Porque Agustín siempre tiene algo novedoso que decir, aunque el sempiterno tema sea la dictadura cubana o alguna nueva fechoría del infatigable comandante.

Hace treinta años que me di cuenta del raro talento de Agustín para encontrar el ángulo original que nadie había visto en el asunto que todos habíamos visitado, y al que parecía imposible extraerle una gota más de jugo. Por aquellas fechas circulaba entre los exiliados una antología de los textos periodísticos de Tamargo publicada bajo el pendenciero título de Furias e improperios, supongo que inspirado en el Contra esto y aquello de Unamuno. Si uno leía los artículos sin reparar en los matices, inevitablemente advertía la agilidad del lenguaje, la pasión del autor, el contenido ético y la buena gramática, pero si afilaba cuidadosamente la mirada siempre encontraba, además, argumentos sutiles, atinadas asociaciones históricas y un punto de vista inteligente. Era imposible pedirle más a un articulista.

Pero hay otra virtud aún más rara en este gran exponente del mejor periodismo cubano: la cordialidad cívica. Tamargo es siempre respetuoso, incluso con quienes le parecen equivocados. Eso se agradece. Ni hace ni contesta ataques personales. No pierde el tiempo en el intercambio de insultos, y puede cultivar un amplísimo abanico de amistades diversas que van desde figuras formadas en el fragor de la ya casi borrosa república, como Rolando Masferrer, Tony Varona o Rafael Díaz-Balart hasta Rafael Rojas, Emilio Ichikawa y Ramón Colás, cubanos jóvenes y brillantes criados a la teta marxista que tuvieron el coraje de pensar con sus cabezas, enfrentarse a la dictadura y partir al destierro. Tamargo, que no conoce la envidia ni la vanidad, sólo exige un requisito: el talento. Cuando hay inteligencia detrás de la palabra, entrega su amistad sin condiciones.

¿Qué más decir de este hombre singular y bueno? Muchas cosas, pero no hay espacio y lo más importante, Agustín, es devolverte la observación que, con mucha elegancia, me hiciste recientemente: estamos al final de un largo y doloroso proceso que tú conoces como nadie.

Debes llegar a Cuba, Agustín, con esa rica experiencia tuya, hecha de muchos aciertos y unos cuantos yerros --como nos sucede a todos--, a ponerle el hombro a la aventura de recoger los escombros, recuperar la libertad y ayudar a las nuevas generaciones a que rehagan la patria, consuelen a los desvalidos y empiecen una nueva andadura. Los que lleguen, Agustín, y los que están, van a necesitar esa voz honrada e insobornable que censura sin miedo lo que está mal o abraza con entusiasmo la obra bien hecha. Siempre es útil, Agustín, quien le llama pan al pan y vino al vino. Pero mucho más cuando lo hace pensando en Cuba ayer, en Cuba hoy y en Cuba siempre.

Abril 18, 2004
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AGUSTIN TAMARGO (1924-2007) Muere un patriarca del periodismo cubano

Por Wilfredo Cancio Isla

Agustín Tamargo, el periodista que con más pasión exaltó el nombre de Cuba y los cubanos en el exilio, falleció la noche del miércoles en Miami a los 82 años.

Tamargo, figura insigne del periodismo cubano del siglo XX y patriarca de la radio hispana en Estados Unidos, murió a las 10 p.m. en el Hospital Mount Sinai de Miami Beach, donde ingresó gravemente enfermo días atrás.

Su fallecimiento se produjo por un paro cardíaco luego de múltiples complicaciones derivadas del cáncer de garganta que combatía desde el 2004. Desde entonces tuvo frecuentes recaídas con crisis de neumonía, que obligaron a hospitalizarlo en varias ocasiones.

La noticia de su muerte cubrió de luto la mañana del jueves a la comunidad exiliada de Miami. Cientos de mensajes y llamadas inundaron desde muy temprano los espacios de Radio Mambí (710 AM), la emisora donde Tamargo trabajó por los últimos veinte años.

''Mi padre estuvo siempre a mi lado, guió mis pasos e inspiró mi vida'', dijo su hija Eva Tamargo sin poder contener las lágrimas. ``Cuba fue su pasión y estos últimos meses se sentaba por horas en el jardín, rodeado de plantas, imaginándose que regresaba a Puerto Padre [su pueblo natal]''.

No se cansó de repetirlo en sus columnas y programas radiales más recientes, invocando incluso a Dios para que le concediera --al final de su existencia-- un único deseo: devolverlo a la tierra que lo vio nacer, en el oriente cubano, el 14 de agosto de 1924.

Tamargo estudió en Puerto Padre hasta nivel secundario y se incorporó al periodismo apenas con 15 años. En su localidad laboró en el semanario La Idea y en la revista Alborada, donde publicó algunos poemas de juventud.

Sus tempranas inquietudes literarias y simpatías con las ideas de izquierda le abrieron el camino hasta el célebre poeta Nicolás Guillén (1902-1989), a quien Tamargo presentó durante un acto en el Central Delicias de Puerto Padre, en 1940.

Con 17 años contrajo matrimonio con su amor de juventud y esposa de toda la vida, Rosalba Nápoles. En 1944 el matrimonio decidió mudarse a La Habana, donde Tamargo trabajó inicialmente como redactor y crítico cultural del diario Hoy, órgano de los comunistas cubanos.

Desde entonces trabó amistad con figuras del mundo político e intelectual que marcarían sus pasos posteriores: el periodista Rolando Masferrer, y los escritores Lino Novás Calvo y Carlos Montenegro.

Amante de las tertulias habaneras y de la vida cosmopolita, Tamargo quiso descubrir mundo y viajó a Nueva York en 1946. ''Fue un viaje de aventura, me interesaba la cultura y darme el chapuzón de esa gran ciudad'', recordaría años después al evocar su experiencia neoyorquina como empleado de factorías y restaurantes.

''Era un bohemio, un hombre con un talento desbordante, un impresionante poder de retención y una cultura enciclopédica, a pesar de que su formación fue totalmente autodidacta'', relató Pedro Yanes, fundador de la famosa librería Las Américas y amigo de Tamargo por más de 50 años. ``Su concepto de la amistad era sagrado, y sabía anteponerlo incluso hasta con sus adversarios políticos.''

Tras su regreso a Cuba en 1951, viviría una etapa de plenitud en el periodismo republicano. Trabajó como redactor en Unión Radio, popularizó su columna Póngale el Cuño en el diario Tiempo en Cuba, dirigido por Masferrer, y fue articulista de Avance. Su popularidad como comentarista político llamó la atención de Miguel Angel Quevedo, director de la legendaria revista Bohemia, donde Tamargo comenzó a escribir sus columnas en 1953.

Fue en esos años un tenaz opositor de la dictadura de Fulgencio Batista y colaboró con la Sociedad Nuestro Tiempo, que reunió a la vanguardia intelectual y artística de la época. Su posición política lo obligó a salir al exilio en Argentina en 1958, en momentos en que también fungía como director del Canal 2, propiedad del zar de la televisión Gaspar Pumarejo.

Un año después regresó de Buenos Aires a La Habana tras conocerse el triunfo de la revolución de Fidel Castro, y lo hizo en un vuelo especial donde viajó la madre del guerrillero Ernesto Che Guevara.

Pero tan pronto Castro comenzó a coartar las libertades civiles, Tamargo alzó su voz para oponérsele. ''Usted no quiere periodistas, lo que usted necesita es fonógrafos'', escribió el periodista poco antes de tomar definitivamente el camino del exilio en 1960.

Radicado en Nueva York, se sumó al proyecto de publicar Bohemia Libre en compañía de su colega y entrañable amigo Quevedo. En 1963, Tamargo se traslada a Venezuela para continuar la edición de Bohemia Libre hasta 1969, fecha del suicidio de Quevedo.

Fue Tamargo quien halló el cadáver de Quevedo, le cerró los ojos, recogió el arma, limpió la sangre y despidió el duelo del director de la famosa revista semanal. Reconocía orgulloso que su más preciada posesión eran las cartas privadas de Quevedo.

Tamargo volvió entonces a Nueva York donde dirigió los periódicos hispanos El Tiempo y El Diario La Prensa, antes de venir a Miami en 1980.

En Miami se convirtió desde 1984 en una figura emblemática de la radio en español y del periodismo local. Laboró como director de noticias y comentarista en WRHC-Cadena Azul, Unión Radio, WQBA-La Cubanísima, WSCV-Canal 51 y, finalmente, en Radio Mambí.

''Tamargo va a ser recordado como un hombre excepcional y un cubano difícil de igualar'', expresó anoche Salvador Lew, quien introdujo a Tamargo en Cadena Azul. ``Un tipo único, caballeroso y decente, a quien no le importaba pasar necesidades económicas si podía hacer su trabajo en favor de la causa de Cuba''.

Lew recordó que ``al principio Tamargo dudó si iba a dar la talla en el medio radial, porque él se sentía más un escritor de prensa escrita''.

Pero las dudas se disiparon en poco tiempo. En la radio miamense Tamargo hizo historia con el popular programa Mesa Revuelta y su columna de análisis político Al pan, pan y al vino, vino, que terminaba siempre con una reafirmación de su cubanía: ``Cuba primero, Cuba después y Cuba siempre''.

Fue también columnista dominical de El Nuevo Herald desde 1987. Su última colaboración se publicó el 19 de marzo del pasado año.

Nunca quiso asumir la ciudadanía estadounidense. Nunca votó en una elección presidencial, ni en Cuba ni en el exilio. Nunca manejó un automóvil, ni abandonó la pipa de fumar, ni siquiera en los días de la enfermedad.

La obsesión por el regreso a una Cuba democrática se acrecentó en los últimos años, afectado ya por la enfermedad. Declaraba que su mayor miedo era ``morir sin ver otra vez el sol de Oriente''.

''Quisiera morir en una vieja cama, en una vieja casa, de un viejo pueblo que está a la orilla del mar'', afirmó en una entrevista del 2003.

Ayer la emisora Radio Mambí dedicó sus espacios habituales a rendir tributo al periodista fallecido, mientras se transmitían mensajes de condolencia de los congresistas cubanoamericanos, líderes comunitarios y público en general.

''Partió este gladiador dejando sembrada una huella de dignidad y patriotismo entre nosotros'', dijo el comentarista Armando Pérez Roura, director de Radio Mambí. ``Estamos tristes como todo el que lo conocía y sabía que Tamargo era un valor de nuestra cultura y nuestra historia''.

Lo sobreviven su esposa Rosalba y siete hijos: Ariel, Manuel, Lila, Saúl, Nora, Eva y José Luis. Además de seis nietos y un biznieto.

El velorio de Tamargo se efectuará hoy a partir de las 6 p.m. y hasta la medianoche en la Funeraria Caballero Rivero Woodlawn, ubicada en la 8200 SW 40 St, Miami.

Mañana habrá una misa en su memoria, a las 12:30 p.m., en la Iglesia St. Kieran (aledaña a la Ermita de la Caridad), en el 3605 S. Miami Ave., Coconut Grove. La ceremonia será oficiada por Monseñor Agustín Román. El entierro será a las 3 p.m. en el Cementerio Woodlawn Park de la Calle Ocho y la 32 avenida.

wcancio@elnuevoherald.com
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MUERE UN GIGANTE EN LA LUCHA POR LA LIBERTAD DE CUBA AGUSTIN TAMARGO

Por Ariel Remos
Diario Las Américas
Florida
E.U.
Infosearch:
Francisco Díaz
Dept. de Investigaciones
La Nueva Cuba
Marzo 9, 2007

Agustín Tamargo es otro gigante de la lucha por la libertad de Cuba, que cae en campaña sin ver cumplido su ideal de regresar a esa Cuba que llevaba en su corazón hoy, después y siempre, que le obsesionaba y con la que comprometió su vida. Sabíamos que estaba delicado por la dolencia que interrumpió sus esperados y escuchados programas por Radio Mambí, pero la noticia la mañana de este jueves, de su fallecimiento, no puede ser más estremecedora. Muere a los 82 años tras una larga y cruel enfermedad que afectó irónicamente su garganta. Durante décadas su voz batió los aires con un mensaje de denuncia, un análisis siempre profundo de la situación cubana, una esperanza consoladora de victoria final. Diríamos que comentarista radial era una de sus facetas como periodista con experiencia en cada uno de los medios informativos. Porque, más que eso, era un escritor de primer orden, de prosa vibrante y fluido estilo. Sus artículos eran enjundiosos.

En otro orden era elocuente en la improvisación apoyado en una memoria prodigiosa. Apasionado en el debate, pero basado siempre en un razonamiento silogístico. Con una honestidad a toda prueba, siempre dispuesto a rectificar si creía que se había equivocado. Integro siempre para no faltar en ningún momento a sus lealtades.

Fue Tamargo un autodidacta, que no habiendo pasado el cuarto grado de lo que frecuentemente solía blasonar, llegó a poseer una vasta y polifacética cultura. No había tema de literatura, arte, historia, política, filosofía, de que no tuviera conocimiento y tejiera comentarios sustanciosos. Pero esos conocimientos poco hubieran valido si no hubieran estado respaldados por un talento para aplicarlos siempre con puntería. Sus preguntas eran tan inteligentes que sugerían siempre la mejor respuesta. Y sus respuestas tenían siempre la solidez del que sabe lo que dice.

( Nota de bogguista. Agustin Tamargo muri'o en el Hospital Monte Sina'i de Miami Beach, pero su deseo era " morir en una vieja cama, en una vieja casa, de un viejo pueblo al lado del mar" . Foto de Puerto Padre, su puebo natal )

Nació Tamargo en Puerto Padre, provincia oriental de Cuba, en 1925, y se dedicó al periodismo desde muy joven. Fue articulista del periódico “Avance” desde 1944, redactor-jefe del diario “Tiempo”. Era colaborador semanal de la revista “Bohemia”. En 1958 asumió la dirección del Canal 2 de TV, cargo al que renunció en protesta por la intervención del régimen comunista. Ya en el exilio en 1960, fue director de la revista “Kena”, redactor-jefe de la revista “Resumen”, y subdirector de la edición de la revista “Bohemia”, todas en Caracas, donde vivió muchos años. Desde 1980 se vinculó con la popular radioemisora Radio-Mambí, creó uno de los programas radiales de exposición, preguntas y respuestas, de más audiencia, “La Mesa Revuelta”, por donde ha desfilado la mayoría de los talentos del exilio y del extranjero, siendo muchos de ellos contribuciones a la cultura.

En cuanto se supo la noticia de la muerte de Tamargo, La Brigada de Asalto 2506, emitió una nota de pesar: " Por la presente la Asociación de Veteranos de Bahía de Cochinos Brigada 2506, extiende sus condolencias a los deudos del veterano y brillante periodista e incansable luchador por la libertad de Cuba, y miembro del staff informativo de Radio Mambí, Agustín Tamargo. Hacemos extensivo nuestras condolencias a la nación cubana en el exilio y hacemos votos por que pronto sea una realidad la vuelta a la democracia y la constitucionalidad en nuestra patria, ese anhelo que tantos dignos cubanos y patriotas no pudieron ver”.

En Washington, el Centro por una Cuba Libre manifestó: “Ha muerto en el exilio el cubano y periodista Agustín Tamargo. De otros podrá decirse que amaron a Cuba y a la libertad tanto como él, pero nadie más que él. Batallador incansable por la libertad, enemigo de todas las tiranías, su muerte es una gran pérdida para su país, pero su influencia en los destinos de Cuba continuará mientras hayan cubanos que conozcan de su prédica, y se atrevan a seguir su ejemplo”.

Tamargo murió a las 10 de la noche del miércoles, pero la noticia no se supo hasta que en el programa “La noticia y Ud.”, en el que participó en un tiempo el propio Agustín, su director de Radio Mambí Armando Pérez Roura la lanzó al aire. En el orden personal, Tamargo era sumamente cordial, amable, cortés, de trato exquisito. Deja por ello una estela de afecto, simpatía y admiración. Al momento de redactar esta nota no se tienen los detalles sobre los oficios fúnebres que se le harán al ilustre periodista.

DIARIO LAS AMERICAS envía su más sentida condolencia a su viuda, señora Rosalba Nápoles de Tamargo, sus hijos Ariel, Manolo, José Luis, Saul, Nora y Carlos Briceño, Eva y Lila, y demás familiares. Que descanse en la Paz del Señor el alma de Agustín Tamargo.