domingo, marzo 25, 2007

UNA FAMILIA ANCHA Y AJENA

Tomado de http://www.cubaencuentro.com

Una familia ancha y ajena

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Las posibilidades de una reconciliación sobre bases pluralistas permitirán hablar sin hipocresía de un gremio de escritores cubanos.
viernes 23 de marzo de 2007 6:00:00
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Por José Prats Sariol, México DF


Como cualquier otra, en cualquier época o país, la familia literaria cubana no existe. La mentira huele a argucia demagoga, esparce un perfume charlatán, de farsa o simplicidad. ¿Dónde hallar un asidero que aguante el embuste?

No, ni falta que hace. Mucho menos respecto de Cuba en este 2007. La treta —venenosa o cándida— de inmediato remite a sustantivos de metálica banda militar: unanimidad, maridaje, monolito. Los escritores —como otros artesanos— ni necesitamos ni queremos formar un pelotón.

Tal vez el sentido sea un familia donde hay primos que no se conocen o ni se hablan, hermanos que el trópico o el alcohol condujo a flotar, un tío calavera y otras malas personas, la eterna tía solterona y la lesbiana, gays y machistas leninistas entre los abuelos, solitarios cuñados que no resisten hablar de literatura y mucho menos reunirse con otros escritores, entenados chismosos (informantes de la Seguridad) o marrulleros, madres talentosas pero fanáticas, parientes corruptos entre palabras huecas…

En fin: una familia tan ancha como el Estrecho de Florida y tan ajena como las ruinas del marxismo. Una familia falsa. Ni las palabras nos unen, porque cada cual, a Dios gracias, dice las suyas.

Palos de ciegos

¿Hubo acaso una familia literaria cuando José María Heredia regresó a Matanzas en 1836, desgarrado y melancólico, para sólo estar cuatro meses e irse de nuevo y morir aquí en Toluca? ¿Cuántos intelectuales de la época fraternizaron con Plácido, el mulato hijo de la Beneficencia, tras la Conspiración de la Escalera? ¿Quiénes se solidarizaron con el fusilamiento de Juan Clemente Zenea, en el mismo paredón donde a sus pies hoy celebran la Feria del Libro? ¿Cuántos de la "hermandad" de escritores cubanos habían leído a José Martí en 1895? ¿No hubo entonces, entre la impoluta comunidad de escritores criollos, desde autonomistas hasta pro anexionistas, es decir, enemigos del credo independentista martiano?

Raúl Castro junto a Fernández Retamar, César López y otros escritores de la 'familia'. (AP)

Y en el pasado siglo XX: ¿Cuántos estuvieron de acuerdo en concederle a Bonifacio Byrne el pomposo y subdesarrollado título de Poeta Nacional? ¿Era muy armónica la familia de marras cuando aparece la Revista de Avance en 1927? ¿No había escritores racistas cuando Nicolás Guillén comienza a publicar en "Ideales de una raza", página —por cierto— del Diario de la Marina? ¿Quiénes aplaudieron la de nuevo flaca decisión de otorgarle a Agustín Acosta el título regalado décadas antes a Byrne?

¿Hubo unanimidad cuando la polémica entre Jorge Mañach y José Lezama Lima en Bohemia (octubre de 1949)? ¿Coincidían los criterios de los militantes del Partido Socialista Popular —Marinello, Carlos Rafael Rodríguez, Portuondo, M. Aguirre…— con los de Raúl Roa o Alejo Carpentier, con los de Gastón Baquero o Fernando Ortiz?

La enternecedora imagen de cofradía sufre o de una ignorancia sibilina o de una abismal falta de escrúpulos, o más bien de ambas, como ejemplifica el perínclito ministro de Cultura. Palos de ciegos, ante la impertinente realidad que se les escapa.

Un último ejemplo —entre muchos— anterior a 1959: ¿Cuáles de la familia corrieron al Palacio Presidencial el 25 de febrero de 1958, para que el sargento ensangrentado les impusiera la Orden del Mérito Intelectual José María Heredia, a excepción digna de Medardo Vitier? ¿Acaso en aquella vergonzosa farsa no fue José María Chacón y Calvo quien agradeció a Batista la distinción? ¿No fue José Rodríguez Feo, un homosexual —para que los "valientes machos" mediten—, quien desde las páginas de Ciclón denunciara la abyección?

Pero ahora —magia artística que Fouché codiciaría— resulta que fabrican una entelequia, un irreal estado de apacible armonía letrada que espantaría a los Ángel Rama de hoy, a cualquier estudioso de los circuitos literarios y de sus contextualizaciones económicas, sociales y sobre todo filosóficas.

Del 59 al nuevo siglo sobran los ejemplos de que la familia era y es bastante heterodoxa: ¿Qué tan compenetrada anduvo la familia cuando clausuran Lunes de Revolución, o antes, cuando desde sus páginas arremetían contra Orígenes? ¿Cuáles condenaron las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) y las compararon con los gulags de Stalin? ¿Qué tan hermanos fuimos cuando el caso Padilla, desde 1968 hasta principios del 71? ¿Reaccionamos unánimemente cuando el inolvidable discurso de Castro en la clausura del Congreso Nacional de Educación y Cultura, van a hacer 36 añitos orgánicos de militancia ejercida o sufrida?

El llamado oficial

Ya en el nuevo milenio: ¿Quiénes de la familia protestaron públicamente hace cuatro años, cuando metieron preso a Raúl Rivero y la Seguridad del Estado amenazó a sus amigos con regalarnos el mismo camino, tras fusilar a tres infelices y condenar a penas máximas, en juicios sumarios, a disidentes pacíficos y periodistas independientes?

¡Ah, la familia! El llamado oficial parece una obra de Samuel Beckett, un homenaje al teatro del absurdo y de la crueldad. ¿Hay que recordar lo acaecido tras el "destape mediático" a tres comisarios de los dulces setenta? ¿Cuál honestidad pueden exhibir los escritores de la familia que aparentan ignorar el texto clave, que se resisten a estudiar —con razón— el discurso de Castro? ¿Apenas serán sadomasoquistas, dentro de lo que se llamó "izquierda militante"?

¿Debe estar unida nuestra familia ante párrafos de aquel discurso mucho más específicos, directos y demoledores —aunque ya se iniciaba la tesitura totalitaria— que las cacareadas Palabras a los intelectuales en junio de 1961?

Sé de un escritor —promotor de talleres— que justificó la ausencia de arrepentimiento y el no sacar ahora el "trapo sucio" porque el Señor de las Moscas está viejito y enfermito. Sé de otro que deja su sabiduría como crítico de narrativa en la puerta de la Casa de las Américas. Sé de un cubano-sueco inspirado en la zanahoria editorial y ahora ciego ante el látigo…

¿Pero acaso la reaparición de los pavones no provocó una reacción sólo posible en una sociedad represiva, llena hasta el tope de viejos pánicos, como denunciara el sin par talento dramático de Virgilio Piñera, causa también del ostracismo oficial de que fuera víctima hasta su muerte?

¿Entonces? ¿Dónde está la familia? Claro que entre nosotros hay grupos —como en el Londres de Virginia Woolf o en la Atenas de Eurípides—, lo que no puede abundar —mientras la dictadura exista— es el espíritu gremial, hasta La soledad del corredor de fondo abre suspicacias, como saben algunos amigos novelistas que viven en la Isla.

Cuando algunos escritores cubanos —dentro o fuera del caldero— se empeñan en disfrazarse de Madre Teresa de Calcuta, los indicios avizoran que los lobos se disfrazan de abuelitas. Lamento no compartir el optimismo de algunos analistas, apoyarme en el viejo refrán: "Perro huevero, aunque le quemen el hocico". Raúl Castro y su círculo de poder —hermanísimo en postrimería incluido— son de esa raza.

La desesperación fabrica espejismos, pulimentados por el archipiélago exhausto, por casi medio siglo de posposiciones, de futuro… ¿Sabrán los tan familiares escritores —obra artística aparte— que ven visiones dignas de Durero o de Goya?

Un acto de amor

Pero la familia literaria cubana es un acto de amor. Tan amoroso que poco repara —alguna vez les volverán a dar visa— en que al espejismo sobre los hueveros se añade la "generosa" ayuda del embargo y demás medidas entrometidas de la administración estadounidense, quizás hoy más altaneras y mediocres que las acumuladas desde el segundo mandato presidencial del general Dwight Eisenhover.

Una vez Miguel Barnet me contó que en una recepción en París Reinaldo Arenas le bañó la cara con el trago. Merecido homenaje al sainete de una familia literaria cubana. ¿Resentimiento contra la familia? ¿Por qué no?

El diccionario dice de resentido: "Víctima de maltrato". Nada más propio de la tal familia que los agravios, llevamos siglos en el asunto. Y nada indica que desaparecerán totalmente en una Cuba democrática, pero entonces —no tan tarde como sueñan algunos— no habrá el miedo de hoy, hijo de un sistema concebido para aherrojar cualquier acto creativo en nombre de una utopía perversa.

Cuando ocurra, la familia —sin cursivas irónicas— literaria no aplastará al otro porque piensa diferente, no discriminará a los que no viven donde nacieron. Tan disímiles como siempre, podremos hablar sin bozales sobre patria, individuo, dignidad…

Las posibilidades de una reconciliación —como en el antiguo "campo socialista" europeo— sobre bases liberales, pluralistas, son las únicas que permitirán hablar sin hipocresía sobre la familia de escritores, porque el miedo al Estado-Partido quedará como una deshonra a cada uno y a lo que llamamos nación cubana. Hasta entonces — de súbito o progresivamente— parece ridículo estarle arañando a los buitres una ramita de olivo.