viernes, junio 22, 2007

APOSTANDO POR EL ENEMIGO

Tomado de El Nuevo Herald.com


Apostando por el enemigo

Por Néstor Diaz de Villegas

Tocante a la democracia --que como un Zaratustra criollo Andrés Reynaldo busca, chismosa en mano, por todo Miami (Bailando con el enemigo, El Nuevo Herald, 14 de junio de 2007)-- habría que empezar por distinguirla, cuidadosamente, del partido político del mismo nombre. Pero, ¡ay!, luego de quemarse las pestañas, Andrés sólo logra aportarnos una listica de three amigos --Raúl Martínez, Joe García y Bob Menéndez-- que con la democracia en sí guardan la equívoca relación de pertenecer al ''museo de aquellos que nos provocan con particular intensidad la pregunta de qué les pasó'', como diría Henry James; y esto, sólo porque el Partido Demócrata, en la coyuntura actual, y dado que se trata del bando en que militan nuestros enemigos, debería ser también aquel en el que, estratégicamente, los cubanos tendríamos que alistarnos si nos quedara aún una pizca de imaginación.

Al menos, tal es la sugerencia que yo entresaco del citado artículo, y en la que veo, honestamente, muy pocas posibilidades, a no ser que la defección en masa de cubanos hacia el partido de los Clinton consiga eso que el articulista cree garantizado en lo concerniente al futuro de Cuba, v.g.: que su dinámica esté regida ''por las fuerzas políticas internas''. En otras palabras: dado que la ideología republicana no tiene ningún chance de influir positivamente en los acontecimientos, ¿por qué empecinarnos en lo que carece de futuro?

En este punto es donde aparece el famoso rayo de esperanza. También Jorge Luis Camacho, comentando a Reynaldo en el blog Penúltimos Días, habla de ''votar por el status quo, o votar por la esperanza de que, una vez en el poder, los demócratas promuevan una política menos dura con La Habana.'' ¿Por qué no inundar el partido de Nancy Pelosi, tomarlo desde adentro, forzarlo a compartir nuestros intereses? O, dicho en cubano: ¿por qué no apostar, alguna vez, por la yegua ganadora? Sólo que al más democrático de los jockeys se le pararían los pelos de punta a la mera mención de un hipódromo que lleve el nombre de Raúl Martínez. En cuanto a Joe García y Alfredo Durán, ¿no son la encarnación de todo lo que Reynaldo encuentra mal con el Partido? Y, ¿quién puede negar que Bob Menéndez es el canario en la mina de donde hemos salido achicharrados varias veces?

No cabe duda de que deberíamos militar en la izquierda --de hecho, creo que el exilio histórico es la verdadera izquierda. Pero sucede que la izquierda se ha corrido, y que en el lugar que debió ocupar un liberalismo fuerte, antitotalitario y enemigo de los despotismos, se encuentra hoy un grupo de adoradores de Castro, de celebrantes de sus crímenes. Es la izquierda la que está fuera de lugar, no nosotros. Movernos en el sentido contrario al de las manecillas del reloj significaría un retroceso. A este desplazamiento cósmico (de devastadoras consecuencias para nuestra democracia) es a lo que yo llamo ``la recesión de la izquierda''.

Pero volviendo al tema del futuro: Andrés Reynaldo comete el mismo error de cualquier demócrata al adjudicarse facultades precognitivas, y anunciar que la dinámica de lo que vendrá ''estará regida por las fuerzas políticas internas''. Semejante afirmación pertenece al repertorio clásico de las ''trovas'', o ''waltermittyismos'', y quisiera creer que un conocedor puntual de nuestra historia, como lo es Andrés, sabe que ninguno de los porvenires de esa desdichada isla ha estado, ni estará jamás, en las manos de las ''fuerzas políticas internas'', sino en las manos (y en los bolsillos) de los tabaqueros de Tampa, en la cabeza de un poeta exiliado en Nueva York, en el capricho geopolítico de un venezolano loco (y no hablo de Hugo Chávez), o en los contundentes cascos de los Rough Riders de Teddy Roosevelt. No hay nada más falso (ni menos deseable para Cuba) que una ``dinámica regida por las fuerzas políticas internas''.

Acto seguido Andrés pide al exilio un ejemplar endógeno de demócrata cuya ''contundente claridad'' sea equiparable a la de la derecha republicana. Pero, ¿no es esto demasiado pedir? ¿Podría acaso abogarse por el levantamiento del embargo y a la vez hablar clara y contundentemente de la dictadura? Si, según Andrés, ''no cabe dudas de que el levantamiento unilateral del embargo representaría una colosal [...] victoria política para el castrismo'', aun cuando, dos líneas más arriba, había regañado a Durán y al CDC por decirle al diario español El País que ''el embargo es un acto de guerra'', entonces, ¿no hablan, Reynaldo y Alfredo, con distintos lenguajes, de la misma contienda? ¿No ha sido clara y contundente la disidencia --vale decir, nuestras ''fuerzas políticas internas'', que por lo mismo fueron acusadas de derechistas-- en condicionar el fin del bloqueo al cese de las hostilidades? Y, ¿no resultan estos lenguajes zaratustrianos, ''más allá de derechas e izquierdas'', cada vez más falsos e inconcebibles? Sobre todo cuando se nos quiere hacer creer que, mientras las importaciones de productos agrícolas yanquis sobrepasan los $350 millones anuales, y las remesas de los exiliados rompen el récord del billón, Fidel Castro ''no ha perdido una sola oportunidad de aplazar'' la fiesta por esa victoria colosal.