domingo, septiembre 30, 2007

PUÑOS, BOTAS Y REJAS

PUÑOS, BOTAS Y REJAS

Por Jorge Olivera Castillo
Sindical Press

27 de septiembre de 2007

La Habana – www.PayoLibre.com – Esa es la cosecha. La materia prima para deshumanizar, exprimir, martirizar. En esas latitudes marcadas por el puñetazo vil, la patada rompe hueso y una hilera de barrotes deformes, vive Orlando Zapata Tamayo.

No eligió esas zonas donde se le trata como un depredador, una alimaña a la que hay que domesticar a cualquier costo. Simplemente cumple una retahíla de años a causa de su rebeldía. No acata el silencio en la profundidad de su celda. Clama, entre golpiza y golpiza, por que en Cuba se acabe la dictadura. Exige sus derechos. Los mismos que le arrebataron a la mayoría de los cubanos hace medio siglo.

Por tal actitud sufre los peores castigos. Se le golpea con alevosía. Lo han convertido en un objeto de entrenamiento para un tipo de pugilismo donde se cumple la máxima de "todos para uno". Es así como le tratan de inocular el socialismo, en el que no cree, un pelotón de esbirros siempre solícitos y briosos para la función.

Los golpes se estrellan hoy en una pobre anatomía. Dice la madre que su peso corporal apenas llega a las 100 libras. Él se niega a ingerir los alimentos que le proporcionan en ese infierno conocido como Prisión Provincial de Holguín. Sólo acude a las ligeras provisiones que le entrega Reina Luisa Tamayo Ranger cada vez que puede visitarlo. Una madre que exclama con ira y dolor. "me lo van a matar".

Zapata Tamayo se levanta entre el hambre y la probable orden para aporrearlo. Esa es la tónica que marca los días de este prisionero de conciencia. Un calvario que asume con la voluntad de un guerrero que saborea la victoria entre el ardor sádico de sus victimarios.

Lo sé porque no claudica a pesar de que el abuso es constante y abrumador. Resiste en el tiempo, vuelve a exponer sus vértebras al suplicio. Los verdugos persisten en cortar su voz. Anestesian su conciencia golpeándole el cráneo sin piedad. Cae, se derrumba, pero se niega a morir. Una y otra vez hace públicas sus disidencias. Acusa, sin miedo, a sus posibles asesinos. Grita contra la tiranía y piensa que la muerte digna, es mejor que una vida de rodillas.

Las angustias de Reina Luisa son tangibles. Es una madre que teme perder a su hijo entre la rabia de unos profesionales de la brutalidad.

A pesar de todo tiene fuerzas para denunciar. Enferma y al margen de sus escasos recursos se le nota combativa y dispuesta a no cesar en sus exigencias de justicia.

Tras enterarse de la nueva golpiza, va al combate con las únicas armas de su arsenal: La denuncia firme y un temperamento a prueba de adversidades.

¿Perderá la vida, en la cárcel, Orlando Zapata Tamayo?