DEBER DE POLICÍA Y DE VECINO
Deber de policía y de vecino
Por Vicente Echerri
El llamado del presidente George W. Bush --desde el podio de la Asamblea General de la ONU este martes-- a que en Cuba se acelerara el proceso hacia la democracia mientras ''el largo régimen de un cruel dictador se acerca a su fin'' provocó las esperadas protestas de la delegación cubana --que abandonó la sala-- y luego el airado discurso del ministro de Relaciones Exteriores del castrismo y de otros dirigentes amigos de Castro, como el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega.
Mientras escribo esta columna, el comentario de Bush sobre Cuba --apenas tres líneas en un discurso donde se abordaron los problemas de muchos otros países-- ha hecho más titulares de los que, en mi opinión, merece. Tal vez se deba a que Cuba sigue siendo, a casi medio siglo de iniciado el desastroso ensayo castrista, un sueño y un icono intocable de la izquierda internacional; y la posibilidad de que este símbolo se desplome les resulta una perspectiva intolerable. No encuentro ningún otro motivo para una reacción tan desmedida.
Sin embargo, la mención que Bush hizo de Cuba a mí me pareció convencional (si no en el contexto de la ONU, sí en la retórica del Presidente, que ha dicho cosas por el estilo muchas veces) e inexacta; ya que si bien Fidel Castro ha estado ausente de la directa acción gubernativa durante los últimos 14 meses y tal vez su régimen personal esté llegando a su fin, no es verdad que Cuba haya entrado ''en un período de transición'' por mucho que toda clase de augures se dediquen a afirmarlo. El que Bush lo diga desde ese púlpito mundial viene a prestarle crédito a un acontecimiento político que, hasta donde yo puedo ver, no está ocurriendo.
Por el contrario, en lo que dura la enfermedad de Castro, en Cuba ha habido un reordenamiento dinástico y un atrincheramiento ideológico de los continuadores del castrismo, quienes podrían hacer, llegado el momento, algunas reformas en la política económica, en las leyes migratorias, etc., pero que, en modo alguno, pondrían en peligro la tenencia del poder que es lo que el término ''transición'' sugiere. Este cuadro no excluye que la tal transición pueda producirse en algún momento del futuro, ya a corto plazo, que sería brusca, sangrienta y con inevitables patíbulos (que el Señor del Antiguo Testamento lo permita), ya a largo plazo, como último producto de un proceso de desmoronamiento rico en latrocinios y componendas.
No sé si las Naciones Unidas y su natural ineptitud puedan hacer algo para alterar este destino con su insistencia, como pedía en su discurso el presidente Bush, pero sí creo, que Estados Unidos --por razones de vecindad, de conveniencia política y económica y de solidaridad con el pueblo cubano-- puede y cuenta aún con los recursos para sanear el muladar infecto en que Castro y su cuadrilla de malandrines ha convertido a Cuba y, de paso, privar a la izquierda vociferante de esa santuario donde suelen acudir todos sus activistas y portavoces en obligada peregrinación. ¡Qué huérfanos se sentirían sin ese rinconcito de pura mugre tercermundista a las puertas de Estados Unidos! Sólo por esa colectiva frustración valdría la pena el súbito fin de ese régimen crapuloso esta misma noche.
Aunque lastime el prurito de independencia de muchos cubanos que leen esta página --que creen sinceramente que los problemas de Cuba nos conciernen sólo a nosotros y que, tarde o temprano, terminaremos resolviéndolos-- insisto en afirmar que nuestro primer deber patrio es buscar ayuda de la nación que más puede ofrecerla para salir de la pandilla que ha secuestrado a nuestro país, de la misma manera que uno llama a la policía si unos ladrones entran en su casa. Los norteamericanos están llamados por la historia a hacer de policías. En casi medio siglo, no los hemos llamado a cumplir con su deber con la suficiente convicción.
©Echerri 2007
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