LA MALA MEMORIA
Por Lucas Garve.
Fundación por la Libertad de Expresión
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - La población cubana en un 70% aproximadamente nació después de 1959. Este dato significa que la mayoría de la población insular posee una memoria marcada por un relato de la nación conformado por la visión de quienes asumieron el poder ese año.
( Martín Morúa Delgado, la medalla de probidad del congreso cubano llevaba su nombre hasta 1958 )
Uno de los temas principales del nuevo relato impuesto después del 59, fue el de la discriminación racial durante los gobiernos del período pre – revolucionario. El régimen se atribuye la erradicación de la discriminación racial, a la vez que reivindicaron los objetivos del sector negro y mestizo de la población. Los incorporaron sin opción al carro de los cambios estructurales, políticos y sociales y, de esta manera, se suprimía cualquier otra reclamación proveniente del mismo sector, mientras que los igualaba dentro de la sociedad al precio de someterlos a una incondicionalidad política absoluta. La discriminación racial fue eliminada, pero lamentablemente el racismo no dejó de estar latente en la sociedad.
De esta manera, una serie de ideas preconcebidas para garantizar la supervivencia del modelo revolucionario fueron trasladadas a las masas negras en peores condiciones económicas.
Principalmente, el modelo del héroe vencedor respondió absolutamente al del diseño esbozado con unos 160 años de anticipación en el fundacional Papel Periódico de La Habana: hombre blanco joven, nacido en buena cuna, dominador de mujeres y negros esclavos, sin duda de su masculinidad. Una vez más, el papel del negro como participante activo de los cambios fue escamoteado en la historia nacional.
Si la memoria histórica del período anterior a 1959 se revisó bajo el lente revolucionario, podemos afirmar que la parte correspondiente a la vida del sector negro de la sociedad fue puesta en función de garantizar la sumisión de éstos a la idea del reconocimiento agradecido del mencionado sector racial a una nomenclatura política que, en definitiva, barrió de manera institucional con la discriminación racial, pero no con el racismo como una de las tendencias colectivas subyacentes en la sociedad.
A pesar de todo lo anterior, evidenciar el papel de víctima de las desigualdades sociales y económicas producto de los errores del propio sistema impuesto no garantiza para nada salir del bache. Una mala memoria evidente lastra a buena parte de los negros, desposeídos antes y ahora.
Es esa mala memoria la que empobrece un discurso reiterativo que los somete a no encontrar una salida efectiva para la recuperación de un lugar en la sociedad que a los ojos de muchos resulta inalcanzable. De ahí, las posturas escapistas a veces y otras que prefieren equivocadamente como expresión de rechazo a las reglas y normas de la sociedad en que nacieron.
Privilegiar la diferencia racial con el objetivo de marcar una diferencia política o añadirla a la última, equivale a establecer zanjas de diferenciación a una incorporación poblacional necesaria a las filas de una oposición que se necesita mayoritaria para promover el cambio que hoy muchos desean, pero no consiguen avizorar.
Lamentablemente, hay quienes se convierten en modelos de esta postura y pregonan en oficinas y salones su condición de negros damnificados por el socialismo, cuando realmente no han hecho nada o muy poco por ser ellos mismos mejores y por alcanzar un nivel profesional que los identifique como tales. Y lo peor, hay quien los escucha, aunque no pretendan concederles más que el beneficio de una cena y un café.
Hay que recobrar la memoria, la que nos ha sido escamoteada, tergiversada o escondida de mil formas por los grupos hegemónicos que han llevado a Cuba a este punto. Solamente así podrá resolverse el problema negro, para llamarlo de cierta forma y, además, el de la nación cubana.
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