EL TERROR EN CUBA TIENE UN LIMITE
El terror en Cuba tiene un límite
ABC. Valladares necesitó silla de ruedas después de que le negaran los alimentos durante 46 días
POR Carmen Muñoz
MADRID.
El disidente cubano que sobrevivió ocho de sus casi 22 años de cárcel solo, desnudo y sin salir de una celda tapiada, asegura que la «capacidad de asimilar el terror tiene un límite y al pueblo de Cuba le está llegando ya ese límite». El escritor y embajador observa señales procedentes de la isla -manifestaciones de jóvenes que osan llevar las pulseras de plástico con la palabra «cambio», ya en el debate diario- que indican que los cubanos «están perdiendo el miedo, y cuando la gente pierde el miedo es que se acerca el fin de la tiranía».
Acusado por el régimen de Castro, que ya prometía convertirse en una férrea dictadura, de «enemigo potencial de la revolución por convicción moral», fue encarcelado en diciembre de 1960 con apenas 23 años. Armando Valladares relata a ABC su versión, convertida en best-seller traducido a 18 idiomas con el nombre de «Contra toda esperanza». Su esposa, Martha, se inspiró para elegir el título del libro en un versículo de la Biblia: «Durante casi 22 años -explica Valladares-, los dos vivimos con una fe inquebrantable contra toda esperanza». Martha no le esperó de brazos cruzados -tras conocerle en prisión, pues era compañero de celda de su padre-, sino que inició una campaña internacional por su liberación.
Abuelos gallegos
De abuelos gallegos, nacido en Pinar del Río en 1937, el ex preso político asegura que cuando Castro llegó al poder él era un estudiante «corriente» de Artes Plásticas (Bellas Artes), «ni siquiera un líder estudiantil». Pero como había «mucho analfabeto y mucho cargo que cubrir», el universitario de clase media se convirtió en funcionario del gobierno revolucionario, «algo imposible si hubiera pertenecido a los cuerpos represivos de Fulgencio Batista», como le acusa la dictadura cubana. Su «delito», relata, fue negarse a tener sobre la mesa de su despacho un cartel con la siguiente leyenda: «Si Fidel es comunista, que me pongan en la lista que estoy de acuerdo con él». Unos meses después, en 1961, Castro hizo público su abrazo al marxismo.
Cuando ya le habían robado la mitad de su vida sometido a las vejaciones más inimaginables, Armando Valladares fue liberado en octubre de 1982, a los 45 años, después de las gestiones del ex presidente francés François Mitterrand. Martha y Armando se casaron «de verdad» en la iglesia de San Kieran de Miami, aunque ya lo habían hecho por poderes en la cárcel. «En la boda cantó la tuna madrileña y salió en el «Hola»», recuerda. Tras una breve estancia en París, se instalaron en Madrid, donde residieron hasta 1991. Luego se trasladaron a Washington y al final a Miami.
Tres hijos españoles
Su paso por España fue de lo más fructífero. Además escribir «Contra toda esperanza» y colaborar con ABC, Armando Valladares y su esposa adoptaron a sus tres hijos en tres diferentes puntos de la península: Alicante, Gijón y Santander. Mientras residía en este país, el entonces presidente Ronald Reagan le nombró embajador de Estados Unidos ante la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, puesto que siguió ocupando bajo el mandato de George Bush padre. De sus años en España guarda buenos recuerdos pero también algunas «espinas». Una, cuando las fuerzas de seguridad españolas descubrieron «una conspiración urdida por Castro para envenenarme en un restaurante». Otra, no haber conseguido la nacionalidad española, la de sus hijos y la de sus abuelos: «Fernando Ledesma, entonces ministro de Justicia en el Gobierno de Felipe González, dijo que mientras él estuviera en ese puesto jamás me daría la ciudadanía española».
Primer hispano
Al veterano preso político, poeta, embajador, relaciones públicas y pintor, Ronald Reagan le entregó la Medalla Presidencial del Ciudadano, «el primer hispano que recibió» el máximo reconocimiento civil estadounidense. Ha expuesto, solo o con otros pintores, y sus cuadros están colgados en un centenar de hogares españoles o americanos, entre ellos, «en el de Emilio y Gloria Estefan». Su última aventura se desarrolla en Cantabria, en el proyecto de la Ciudad del Cine y las Artes, que no es un parque temático al uso.
Valladares no ha perdido el contacto con la oposición en la isla. Cada semana transmite a Cuba dos programas de radio en directo a través de una emisora privada, en los que participan los disidentes. El embajador está convencido de que «en Miami no hay líderes de la oposición, quienes van a dirigir el cambio están en Cuba, nuestra misión es apoyarles desde el exterior». Se deshace en elogios hacia otro preso político, Oscar Elías Biscet, condenado a 25 años. Biscet preside la Fundación Lawton de Derechos Humanos, es médico de profesión y «el primer activista en contra del aborto en la isla».
El exiliado cubano considera «saludable desde el punto de vista democrático» las discrepancias entre la disidencia interna. No cree que la «transición» en su país «se esté manejando de forma correcta»: «La inmensa mayoría del pueblo cubano no quiere una transición de Fidel a Raúl, que es tan asesino, tan represor y tiene las manos tan manchadas de sangre como su hermano».
La única salida que acepta es «el fin de la tiranía, la disolución de los cuerpos represivos, la libertad de todos los presos políticos y la convocatoria de elecciones libres». Sin olvidar que «todos los que tienen las manos manchadas de sangre deben responder ante la Justicia, porque no se puede levantar un país encima de la impunidad, no se pueden justificar ni olvidar los crímenes y torturas cometidos en Cuba durante 50 años». Valladares apoyaría «toda iniciativa que tenga como objetivo acabar con la tiranía», pero afirma que no respaldará «ningún chanchullo» que no sean elecciones libres.
Tras una vida de película -dos décadas de terror-, a Valladares le gustaría que «Contra toda esperanza» llegara por fin a la gran pantalla. «El actor Andy García quiere llevar mi libro al cine y está trabajando en ello. Néstor Carbonell (también actor cubano) ya tiene escrito el guión». La película arrancaría cronológicamente donde concluye «La ciudad perdida» (2005, dirigida por Andy García), en los primeros y sangrientos momentos del régimen de Castro.
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