sábado, marzo 08, 2008

EN RECUERDO DE AGUSTIN TAMARGO

En recuerdo de Agustín Tamargo


Por José A. Arias

Toda persona agradecida suele recordar con orgullo a quienes han contribuido a su formación cívica e intelectual.

He tenido la suerte de conocer a eruditos cuyo dominio de la historia pudo haber sido la envidia de cualquier historiador de oficio; he leído crónicas de verdaderos maestros de la pluma; me ha tocado la suerte de alimentar mi propio intelecto con la sabiduría de quienes poseen un amplio diapasón intelectual, pero nunca vi a nadie capaz de conjugar tantas virtudes en una personalidad, por añadidura honesta, sincera y, sobre todo, tenazmente apasionada en defensa de su razón.

Hombre sin complicaciones ni dobleces, accesible y común, que ni se ataba a propósitos preestablecidos ni permitía que lo hicieran en su nombre. Gentil de patria chica catapultada a su isla toda y al mundo por su voz. Andaba con Cuba a la espalda, era parte de su conciencia, estaba en su cerebro. Sabía de ella todo: de su historia, de su música y su folclor, de su literatura y su arte. Conoció por desventura las veleidades y las rémoras que protagonizadas por los que le hirieron, nunca dejó de denunciar con vehemencia.

Fue coetáneo de nombres grandes en los anales del siglo XX cubano. Conoció a Jorge Mañach, el filósofo; a Leví Marrero, el historiador y gran geógrafo, a Gastón Baquero, el escritor y cronista; a Virgilio Piñera, el poeta; a Julián Orbón, el músico. Se movió entre ellos y otros muchos con proyección e imagen propia. Y pensar, como solía decir con orgullo, que sólo era un autodidacta. Su gran título se lo dio la vida, que lo consagró entre sus compatriotas, quienes pudieron o no coincidir con él, pero le respetaban.

Cuando llegue el momento, él también será testigo; estará bajo la sombra de sus palmas reales y merodeará inquieto cada noche cuidando con celo la libertad de su patria; sólo que ya no será en medio trasplantado. Estará en su terruño del oriente cubano que tanto amó y que nunca olvidó. No es difícil avizorar que alguna institución en Puerto Padre llevará su nombre para exaltar su presencia y testimoniar el respeto que merece el gran maestro que fue Agustín Tamargo.


Miami