martes, abril 29, 2008

EL DERRUMBE DE LA HISTORIA

Tomado de http://www.patriadigital.com


El derrumbe de la historia

Por Orlando Fondevila Suárez

Cuentan que Napoleón Bonaparte, al arengar a sus soldados momentos antes dela batalla, les prometía que, de portarse como buenos guerreros dignos de ély, claro, caso de obtener la victoria, les autorizaría a ponerles su propionombre, Napoleón, a los hijos que tuvieran. Nada menos. Los hijos de losmaltrechos soldados que sobrevivieran, podrían llevar el glorioso nombre del Emperador. A tamaños niveles de soberbia irracional pueden llegar algunos "iluminados". Y de sumisión ovejuna algunos pueblos, o al menos grandes mayorías del mismo bajo ciertas condiciones. Lo cierto es que algo de esto hemos padecido los cubanos desde aquellos fatídicos días de enero de 1959, en los que Castro recibiera irreflexivo y fervoroso cheque en blanco para lo que sería desde entonces una historia de tropelías.Uno tras otro se irían produciendo los controles y prohibiciones. El totalitarismo se fue haciendo con la sociedad cubana a un ritmo frenético. Tanto que, apenas 8 años después de la conquista castrista del poder, el régimen ya había demolido todas las instituciones de la Cuba republicana, se había hecho con el control absoluto de la industria, de la agricultura, de la educación, de los medios de prensa. En menos de una década, a fuerza de propaganda y de terror, Castro alcanzó un dominio de la sociedad que sobrepasaba el de cualesquiera de los otros Estados totalitarios. Pocas veces, en tan escaso espacio de tiempo, un tirano había conseguido tanto. El ego de Castro, su conocida soberbia, se elevaron a niveles más allá de la locura. Castro se creyó Dios. Y legiones de súbditos y mansos (y aguerridos) creyentes, le adoraron como tal. Fue todopoderoso, omnisciente y omnipresente. Hizo profecías a diestro y siniestro (sobre todo a siniestro). Fue querido y temido. O al menos así fue visto por grandes masas de cubanos inermes ante lo que veían como una fuerza de la historia.Sucumbieron, también, al espejismo, intelectuales y políticos de medio mundo. De ese medio mundo que se mueve entre la magia y la impostura, siempre a la búsqueda de paraísos y de salvadores. Y del que forman parte igualmente cierta legión de insensibles, o codiciosos u oportunistas. Los unos y los otros han servido como soportes de la mayor estafa política y ética del siglo XX.

Pero la historia se derrumba. El castrismo -y el tirano que lo fundó- se van deshaciendo en sus propias heces. Ya nada queda del ideal o del encantamiento. Ahora sólo pueden contar con la complicidad de los canallas. En la hora del derrumbe, asistimos a toda una confabulación para la salvación de la tiranía. El intento de legitimar a Raúl Castro, vendiéndole como a un reformador o un protodemócrata no es más, en el mejor de los casos, que humor negro.Es flaca la memoria de algunos, feble la ética de otros, y púber la ingenuidad de otros más. Desde inicios de los noventa hasta nuestros días el régimen castrista ha venido viviendo una grave crisis. Como sabemos, desplomado el sórdido mundo soviético, el castroestalinismo, perdida su fuente de manutención, se deslizó hacia niveles cochambrosos aún mayores que los de siempre. La tiranía, asustada, procedió de mala gana a hacer algunas "reformas". Aceptaron entonces el otrora vituperado mercado libre campesino. Admitieron la libre circulación del dólar. Consintieron el llamado "cuentapropismo", aunque imponiéndole , no obstante, mezquinas restricciones. Estimularon la remisión de remesas del odiado exilio. Compraron muchas conciencias de muchos intelectuales con ridículas mesadas en moneda convertible y con ciertas permisividades para viajes y estancias en el exterior. Abrieron las puertas a las codiciosas inversiones extranjeras, particularmente entusiastas la de los españoles. Toda una estrategia de sobrevivencia. Todo, como siempre, unido a una feroz propaganda y a la represión de siempre. En fin, el manipulador eufemismo del "período especial". Castro aceptaría a regañadientes las "reformas", pero advirtiendo socarronamente su carácter coyuntural y dejando en claro que los revolucionarios debían confiar, porque el poder permanecería inamovible en sus manos. Realmente Castro y sus secuaces, sempiternos embaucadores, han sido sin embargo claros en lo referente al fiero e inalterable control absoluto del poder. ¿Cómo, conociéndoles, puede alguien inteligente y honesto creerles?

En el transcurso de este calamitoso período irrumpió con fuerza en la escena el fenómeno Chávez. Pero Venezuela no es ni de lejos lo que era la URSS, ni el atrabiliario "gorila rojo" es un personaje confiable, ni seguro su futuro político. Chávez no puede, por sí solo, evitar el derrumbe. Por eso buscan el contubernio con la Unión Europea, facilitado por España. Por eso hasta rezan para que el Partido Demócrata gane las elecciones en Estados Unidos. Por eso maniobran para dividir al exilio y desactivarlo y ponen toda su fe y sus recursos para echar a los congresistas cubanoamericanos comprometidos incansablemente con la causa de la libertad de Cuba. Por eso despliegan todas las malas artes de la propaganda, la mentira, la descalificación y la represión para anular a la oposición interna. Lo que quieren, lo que buscan desesperadamente es sobrevivir al derrumbe. Eternizar la tiranía. ¿Lo conseguirán? Pienso firmemente que no. Mas, depende de que los cubanos, sobre todo los cubanos, no nos confundamos. Y de que sepamos librar esta batalla, con inteligencia y firmeza, en todos los frentes. Estamos en un minuto clave de nuestra historia. Si lo dejamos pasar, nos aguardan largas décadas de tiranía.