BARACUTEY CUBANO

Por Manuel Vázquez Portal

Una de ellas se llama Laura Pollán. Es la esposa de Héctor Maseda, condenado a veinte años de prisión por pensar hondo y hablar alto, como pedía el duque de Rivas.

Y la otra Berta Soler. Esposa de Angel Moya. Afrodescendiente y fuerte como un boabad cuando lo condenaron a 20 años por resonar vigoroso y profundo como los tambores de sus ancestros y hoy, después de cinco años de celdas, con la salud quebrada.

Y aquella Alejandrina García. La esposa de Diosdado González Marrero, condenado a veinte años porque, como el cantor del Duero, que sin perseguir la gloria descubrió que no había caminos y empezó a hacerlos con sus propias huellas.

Y la de más allá Dolia Leal. La esposa de Nelson Aguiar. Un soñador empedernido quien también pidió al Quijote que le hiciera un sitio en su montura y aún sueña con una Barataria feliz, a pesar de que las tripas se le quieren salir del vientre por pésimas operaciones abdominales practicadas en su ya larga estancia en los calabozos.

Las fotos recorrieron el mundo. Sus bocas en un grito, mientras las arrastran. Sus cabellos desgreñados, mientras las empujan. Sus brazos torcidos, mientras las aprisionan. Pero no son gemidos lastimeros lo que profieren. Es la palabra libertad lo queda congelado en esas imágenes que las eternizan, que las dan al tiempo: las frentes luminosas, el rostro ennoblecido, nimbadas por el aura de la historia.

Traen a la memoria la tenacidad pacífica de los que un día en la India siguieron a Mahatma Gandhi rumbo a la sal de una nueva vida. Rememoran al chino solitario que con los brazos abiertos detenía un tanque de guerra en Tiananmen. Hacen renacer la eclosión anaranjada de los monjes budistas en Birmania hace apenas unos meses. Recuerdan a los seguidores de Martin Luther King cuando se dejaban abofetear en los ómnibus y las cafeterías de Nashville para hacer valer un sueño que tenían.

Las Damas de Blanco también tienen un sueño, un rostro y un nombre. Todas con más valor que quien escribió el torvo editorial del periódico Granma del día 24 de marzo sin nombrarlas. No están rendidas. A pesar de la agresión se ven altivas, orgullosas. Pero quien no tiene, ni tendrá, nombre ni rostro es ese garrapateador de órdenes superiores que trata de minimizarlas. Así de oscuros son los voceros fantasmales de las sombras.

Cuando emborronó, con léxico bilioso e intenciones malsanas, una de ellas ha recibido, incluso, una carta del propio presidente George W. Bush, así como financiamiento para publicar un libro sobre las experiencias contrarrevolucionarias de su esposo, se refería a Laura Pollán y a Héctor Maseda y al libro Enterrados vivos. Todos con nombres propios para el futuro. ¡Pobre! Como él está condenado a las tinieblas, quiere dejar sin nombres a los hijos de la luz. No desea que el pueblo sepa cómo se llaman, se llamarán sus nuevos héroes.

Y, peor que eso, con su tinta servil de amanuense del odio tildó de mercenarios a quienes luchan porque él mismo pueda un día escribir sin miedo. Más, la intención última de la plana que le dictaron no es sólo la de descalificar a las Damas de Blanco y a sus familiares, sino la de sembrar en la opinión pública una imagen distorsionada que les permita más adelante acometer actos aún más represivos y detestables contra ellas.

Hay que estar preparados para el zarpazo. Estemos alerta. Mucho peligro se cierne sobre las Damas de Blanco. Quedó claro que las intenciones del nuevo gobierno, más anciano que el viejo, son las de adueñarse de las aspiraciones de cambios del pueblo y arrebatarle el genuino liderazgo a la oposición cubana y ponerse al frente de la ebullición social con reformas potingues que les garanticen mantenerse en el poder.

El hecho de que les permitieran estar plantadas sólo poco más de dos horas --la vez anterior, hace tres años, se extendió por varios días, en el mismo sitio y con las mismas protagonistas-- y las desalojaran por la fuerza, a pesar de la presencia de la prensa extranjera, muestra sólo dos cosas: miedo a que el pueblo se les uniera y, por otra parte, enviar un mensaje de intolerancia que mantenga la población sumida en la filosofía del miedo. Para quien tuviera dudas las Damas de Blanco hicieron caer el último velo de las odaliscas impúdicas en esta danza sin sentido. Mírenlas en toda su desnudez. Por eso la rabia.