sábado, mayo 17, 2008

TIERRA EN TRANCE

Tomado de Cuba Encuentro.com

Tierra en trance

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De momento, el pobre régimen de incentivos revela los límites del gobierno en sus reformas agrarias.
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Federico Fornés, La Habana | 16/05/2008

El general Moeen U. Ahmed, al frente de Bangladesh, tiene algo que soplarle al oído a su distante colega cubano, Raúl Castro: alternativas para enfrentar la crisis alimentaria. Una de sus recetas es que si falta arroz, entonces se come papa.

No es una opción para Cuba. Su cosecha 2006/2007 fue un desastre. 35% de descenso en los rendimientos, hace que actualmente los consumidores apenas puedan llevarse el tubérculo a la boca. Las entregas, normadas mediante la cartilla de racionamiento, apenas distribuyen un kilo (o medio) per capita, cada un par de meses, si acaso. Es un producto refrigerado y suele podrirse rápidamente en los vianderos.

"Y eso sólo en La Habana, porque en mi pueblo — Alto Songo— nunca las ves, ni frías ni calientes", aclara Lidia Asunción, quien pasa temporadas en la capital "luchando unos pesitos". Vende rejillas para muebles, que ella misma teje en las quietas noches de su comarca.

Una piedra en el zapato

La crisis en los precios de los alimentos es una piedra en el zapato reformista de Raúl Castro y tiene la capacidad de hacer más tortuosa su política de reanimación del sistema.

( Vecinos en un organopónico de Alamar, La Habana. (JOHN MORGAN) )

De momento, ha obligado sacar de cuajo unos 400 millones de dólares más para lidiar con la inflación en los productos básicos y a ver cómo cada año se abulta la chequera alimentaria del país.

En 2007, la factura cerró en 1.500 millones de dólares, porque los importes experimentaron un incremento promedio del 23,7% con respecto a 2006.

"En 2008 los precios seguirán subiendo", advirtió en diciembre pasado el presidente de la Comisión Económica de la Asamblea Nacional, Osvaldo Martínez, en un discurso transmitido por la televisión local. Fue visionario, aunque no sea un mérito la predicción.

Esa "pesada factura", como le llamó el experto, arroja números más que inquietantes.

La Habana gastará 1.900 millones de dólares en las compras totales de alimentos en 2008, debido al alza de los costos internacionales y de los fletes. Es una tajada que se lleva casi la tercera parte del PIB.

Otra mala noticia: El presidente de Alimport, Pedro Álvarez, avanzó que las compras de alimentos a Estados Unidos llegarán en 2008 a unos 300 millones de dólares, sin posibilidades de incrementar el tonelaje, "debido a la restricciones del embargo de Washington", decretado en 1962 por la administración Kennedy para atascar de dificultades a la economía cubana.

El techo en las adquisiciones en Estados Unidos, un mercado geográficamente asequible y con precios competitivos, pone otra zancadilla al avance en un frente estratégico en el que el gobierno hace descansar buena parte de su "legitimidad" política.

Todavía más: No solucionar la cuestión alimentaria en Cuba convierte en una ficción cualquier intento desarrollista.

'Asunto de seguridad nacional'

Siendo ministro de Defensa en los terribles años noventa, el ahora gobernante formal, Raúl Castro, jerarquizó que "los frijoles eran más importantes que los cañones". No ha traicionado esa máxima y el tema, según afirma, es prioridad uno de su administración.

"Es un asunto de máxima seguridad nacional", dijo en la clausura del sexto pleno del Comité Central del Partido Comunista, celebrado en abril pasado, recordando a todos que en buena medida lo que queda de revolución se gana o se pierde en los mercados.

Por otra parte, no cabe esperar mucho de los aliados extranjeros.

En abril, el presidente venezolano Hugo Chávez abrió un pequeño paraguas alimentario para las naciones del ALBA, con un fondo inicial de 100 millones de dólares y la intención de financiar programas conjuntos y otras medidas anticrisis. Ese dinero es apenas una gota en el océano de necesidades urgentes en naciones tan empobrecidas como Nicaragua o Haití, integrantes del bloque regional.

Como antaño, la melopea oficial insiste en evitar más compras. El ministro de Economía, José Luis Rodríguez, indicó en diciembre pasado que era "preciso avanzar en el 2008 en la sustitución de las importaciones de alimentos como arroz, frijoles, leche, frutas y harina de trigo, así como pienso para la alimentación animal".

Un aumento en la producción doméstica de leche está ahorrando al país miles de dólares por una menor importación del lácteo, según las autoridades. Como contrapartida, escasea la disponibilidad en el mercado negro, por lo que el kilo subió de dos a tres convertibles.

Aunque con la distribución racionada el Estado garantiza a precios populares una magra canasta básica, que dura entre los primeros 7 y 10 días del mes, las tensiones para cubrir las necesidades del resto son agobiantes.

Se calcula que más del 10% de la población padece de anemia. En las provincias orientales, el Programa Mundial de Alimentos reparte desde principios de los 2000 suplementos a niños hasta tres años, ricos en vitaminas y minerales, y acaba de renovar un acuerdo hasta 2012.

La crisis alimentaria internacional, de la que se temen no pocos episodios de violencia en unas cuarenta naciones del Tercer Mundo, llega en el peor momento para la agricultura cubana.

Éxito difícil

Con más de la mitad de la tierra cultivable del país "ociosa o deficientemente explotada", la reforma diseñada y aplicada por las autoridades, a toda carrera, no podrá ser exitosa en el mínimo plazo deseable.

Se trata de un esquema descentralizador en la toma de decisiones, que entrega poder a los municipios, tierras en usufructo a todo aquel que esté dispuesto a explotarlas y mejores incentivos financieros a los agricultores privados que, con tres veces menos terrenos que el Estado, son responsables de casi el 70% de la producción alimentaria.

La situación "es compleja y requiere de medidas integrales que la dirección del país se empeña en buscar. Mientras, queda en el aire la pregunta: ¿Y quién trabaja en el campo?", inquirió hace unos meses el periódico oficialista Granma, aludiendo las imparables migraciones del campo a la ciudad, donde vive más del 70% de la población.

Demográficamente hablando, la Isla ha dejado de ser un país agrícola, cuando con urgencia necesita serlo. Resulta inviable la vía china o vietnamita de incrementar la producción mediante más brazos, por lo que se impone una alta productividad y rendimiento que sólo los campesinos privados han demostrado, con menos tierras y recursos.

Pero, hasta ahora, un pobre régimen de incentivos en el campo revelaría los límites a los que está dispuesto a llegar el gobierno en su programa de reformas agrarias. El segmento rural, sobre todo en las zonas estatales, ha sido discretamente urbanizado durante décadas, aunque no modernizado.

¿Alguien imagina a los productores con haciendas propias, Toyotas todoterreno, piscina y vacaciones en Cancún? Para la nomenclatura son datos delirantes.

Desde principios de los sesenta, Fidel Castro puso la economía a los pies de la política. Es su tesis de oro para el mantenimiento del control.

"To'el mundo comiendo de su mano. Ese fue su sueño y casi lo logró", dice un vendedor ambulante de cítricos y verduras que se esconde en un portal hasta que pase "la monada (policía)". No dispone de licencia para tal negocio.

Movidas cautelosas

El actual mandatario debe superar esa visión estratégica que adormeció al aparato productivo y fomentó el más profundo irrespeto hacia el trabajo, si aspira a una funcionalidad del sistema mediante la receta china: liberalización económica y puño político.

Sólo que esa liberalización nunca tendrá las magnitudes del socio amarillo, donde poco más de la mitad de las empresas son privadas.

El poder en la Isla se moverá muy cauteloso en la correlación entre libertad económica y control político. Es difícil que decida crear una estructura de pequeñas o medianas empresas que, luego por la izquierda, puedan ser compradas u operen con dinero del exilio, un fenómeno que ya está instalado de modo marginal en bienes y servicios.

Entretanto, qué sucede ahora mismo. Los precios al detalle siguen escalando en cualquiera de los circuitos de distribución. En medio de un supermercado habanero, una señora se asombra de que el paquete de puré de tomate italiano, de medio kilo, ya va por 1.20 CUC, cuando hace un par de meses se compraba por un convertible. El actual precio significa el 7% del salario promedio en Cuba.

En segundos, su indagatoria con el agente de ventas del piso se tornó beligerante.

"Qué usted quiere, señora. Son los precios del petróleo y la crisis mundial en los alimentos. Todo va a seguir subiendo", sermoneó el funcionario. Ella dejó el paquete sobre el estante y se largó refunfuñando.

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