EL ISRAEL QUE SOMOS
El Israel que somos
Por Vicente Echerri
El Estado de Israel cumple 60 años de existencia y los judíos y sus amigos lo celebramos. Se trata de la respuesta milagrosa al amor de un pueblo por su patria ancestral luego de 19 siglos de exilio y también del modo con que el Occidente cristiano ha querido pagar --a veces a regañadientes-- una deuda secular de atropellos y crímenes contra sus hermanos mayores en la fe del Dios único, que es, junto con la justicia social, la gran contribución del judaísmo al mundo.
Para los árabes y sus simpatizantes --que también los tienen-- esos 60 años de Israel son vistos como una humillación y se traducen como fracaso. Los palestinos, muchos de los cuales abandonaron sus tierras cuando la fundación del estado sionista (para vivir refugiados y como ciudadanos de segunda clase en otros países árabes) consideran que la conmemoración es la de una catástrofe.
Desde estas dos perspectivas tan opuestas y tan hostiles diríase que los planes de paz y reconciliación auspiciados por Estados Unidos --una de cuyas tantas ceremonias protocolares tendrá lugar en estos mismos días-- constituyen un reiterado ejercicio de futilidad en el que ya muy pocos creen y menos aún le prestan atención. El conflicto entre palestinos y judíos tiende a perpetuarse frente a la indiferencia de los occidentales.
Para los musulmanes, sin embargo, la presencia sionista en Palestina constituye una irritante laceración --a su orgullo, a sus principios, a su fe--; y para los judíos este encono que se manifiesta en la actualidad con intermitentes acciones terroristas es fuente de intranquilidad y de peligro que no pueden darse el lujo de desconocer.
Los mahometanos, que ya una vez reconquistaron Jerusalén luego de haber estado casi un siglo en poder de los cruzados, aspiran a que la historia se repita y que el surgimiento de una gran potencia islámica en la región, capaz de enfrentar y derrotar a Israel en el campo de batalla, terminará por darles la supremacía. De ahí que muchos de ellos apuesten actualmente a la carta de Irán, aunque, al mismo tiempo, se sientan recelosos de la preponderancia del chiísmo. No es un secreto que el fundamentalismo iraní tiene un proyecto hegemónico regional y que utiliza de peones a varios grupos terroristas, en Irak, Líbano y Palestina. Los árabes sunitas se encuentran ante la alternativa de plegarse a los dictados de los persas o resignarse a convivir con Israel. Parecería que, de los dos, lo último les resulta el trago más amargo.
Israel, por su parte, sabe que se encuentra en un riesgoso umbral en el que su existencia está en peligro; umbral que podría medirse por el tiempo en que Irán llegue a adquirir o fabricar armas nucleares. Teniendo en cuenta lo pequeño que es territorialmente el Estado judío, cuando los iraníes hablan de barrerlo del mapa no están haciendo una metáfora. Puesto que las intenciones belicosas iraníes son bastante obvias, no es temerario pronosticar que Israel --hasta ahora la única potencia nuclear del Oriente Medio-- debe haber contemplado, si es que no decidido ya, el atacar a Irán antes de que ese país pueda convertirse en una amenaza real. Es de prever que una decisión de esta naturaleza difícilmente se llevaría a cabo bajo el liderazgo del actual primer ministro israelí (tenido por muchos como un hombre timorato) y que encontraría muy escaso respaldo en Barack Obama, si éste resultara electo a la presidencia de este país. Luego, un ataque israelí a Irán --que necesariamente involucraría a Estados Unidos-- no se produciría antes de las elecciones en Israel (que casi seguramente llevarán al poder al radical conservador Benjamin Netanyahu. Si Obama fuese electo (algo que no creo y que espero Dios no permita), Israel estaría muy tentado a atacar a Irán antes del cambio de gobierno en Washington el próximo 20 de enero.
Sin demérito para las aspiraciones de los palestinos, creo que no debemos dudar de parte de quién debe estar nuestra simpatía y solidaridad en este conflicto que se avecina. Si sólo fuera porque Israel representa la avanzada de nuestra civilización en medio de una región bárbara y uno de nuestros aliados más leales, su supervivencia, próspera y segura, debe contarse entre nuestras incuestionables prioridades. Además, gracias al peso de nuestro legado histórico, en Occidente todos somos judíos.
©Echerri 2008
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