EL CICLO FATAL DE LA DEPENDENCIA ( I )
El ciclo fatal de la dependencia (I)
Por Jorge Olivera Castillo, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Las premisas que sirvieron como soportes teóricos en la construcción de la llamada revolución cubana, hoy naufragan sobre un mar de contradicciones.
Todo el arsenal retórico lleva la marca del desgaste y obliga a adoptar expresiones que van del abatimiento a otras fatigas de la carne y el espíritu.
El patriotismo que aún sirve como herramienta en manos de los políticos para recrear ambientes que determinen el carácter indoblegable y entusiasta de las multitudes en torno al liderazgo del partido comunista, se ha convertido en un ritual mecanicista que nada tiene en común con los sentimientos de la mayoría.
Es posible afirmar esto a partir del paulatino e indetenible éxodo de cubanos hacia otros países. Cálculos conservadores estiman en alrededor de dos millones de personas que han optado por irse. Unos con mejor suerte que otros. Pues el índice de muertos en el intento podría superar las 50 000 personas. La mayoría ahogados en el océano tras asumir los riesgos de una evasión en precarias embarcaciones.
Actualmente el índice de cubanos con la ilusión de marcharse del país alcanza porcentajes alarmantes. Algo que aumenta el rango de la catástrofe es la alta tasa de jóvenes deseosos de enfrascarse en este tipo de empresa.
Aunque el gobierno trate de ocultar la realidad por diversos medios, tanto publicitarios como coercitivos, es fácil constatar las incidencias de un fenómeno que ha echado raíces sobre el tejido social.
Basta enrolarse en una encuesta anónima y discreta en cualquier barrio para obtener datos de relevancia de máxima utilidad para desmentir el discurso oficial que subraya la cohesión y la unanimidad en torno a políticas que en realidad reproducen la doble moral y la apatía.
En los últimos años la deserción de artistas de reconocido prestigio y de glorias del deporte ha sido una constante, lo que demuestra fehacientemente las aristas de una crisis que podría culminar con un éxodo masivo como los ocurridos en 1980 y 1994. En esos años más de 150 000 personas, muchas identificadas con la ideología del gobierno, incluyendo miles de militantes de la juventud y el partido comunista, eligieron formar parte del inmenso grupo que dejaba constancia de su rechazo encima de balsas y botes.
Tener evidencia fidedigna del apoyo con que cuentan las autoridades del país, es harto difícil. No por gusto se criminaliza la libertad de expresión y otros derechos que intervendrían a favor de una transparencia en asuntos en los que la veracidad permanece bajo las sombras de la manipulación.
El patriotismo no es un pilar creíble de la arquitectura revolucionaria, es apenas una coartada para favorecer parte del mito en relación a un proyecto político que ha basado su grandeza a partir de efectos mediáticos.
Cuando se citan términos como identidad, soberanía, independencia, no es factible pensar en realidades objetivas si se trata de Cuba. Es preferible detenerse en cuestiones que determinen, si no oportunas rectificaciones, al menos espacios para otros razonamientos de mucho provecho como antídoto contra los espejismos.
La revolución cubana es un subproducto de la guerra fría. De no ser por la cercanía a los Estados Unidos y la naturaleza aventurera del liderazgo político ligada a sus afanes mesiánicos, la Unión Soviética no hubiese invertido la enorme cantidad de recursos financieros en el sostenimiento de un satélite que, en ciertos momentos, llegó a resultarle incómodo, pero que definitivamente le servía para su ecuación imperial.
Pocos países han sido destinatarios de una ayuda de tal magnitud. Alrededor de 4 mil millones anuales de rublos llegaron a crear un ambiente de desarrollo virtual, hasta el declive y desarticulación de la URSS en 1991.
La dependencia alcanzó límites de escándalo. Incluso en la Constitución de la República se rendía honores a la metrópoli con un estilo marcado por el vasallaje.
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