sábado, junio 21, 2008

LA COMUNION DEL DIABLO

Nota del Blogguista

Para conocer el contexto de las palabras de Juan Pablo II sobre el Che Guevara puede leer en el número 23 de la revista Vitral las siguientes palabras :

Che Guevara se halla ante el tribunal de Dios

Otro periodista le preguntó, también en castellano, por su pensamiento sobre Che Guevara, un protagonista de la historia reciente de Cuba, a lo que Su Santidad contestó: «Ahora se halla ante el tribunal de Dios. Dejemos a nuestro Señor el juicio sobre sus méritos. Ciertamente, estoy convencido de que quería servir a los pobres».

Una solución justa entre las ideologías opuestas

Se le pidió, también en italiano, que diera un juicio sobre los últimos cuarenta años de historia del pueblo cubano, y dijo: «No estoy totalmente al corriente de estos problemas. Estoy estudiando, pero según las noticias que nos refieren también los obispos, parece que hay progresos. Por ejemplo, la escolarización, las escuelas; también el ámbito de la salud. Estoy convencido de que es así, porque lo hacían en todas las partes los seguidores de Marx; también el bloque soviético lo hacía. Desde este punto de vista hay progresos, progresos en el orden de los medios, quizá haya menos progresos en el orden del ser humano, de los derechos de la persona. Aquí es donde hay que progresar. Vivimos entre dos ideologías opuestas: la marxista, comunista, y la liberal, individualista. Hay que hallar siempre, buscar siempre, la solución justa».

Un periodista le preguntó en inglés cuáles piensa que serán los efectos de su visita para el pueblo cubano, a lo que respondió, citando un proverbio italiano: «Quien viva, lo verá».

La revolución de Cristo es revolución de amor

De nuevo en italiano le preguntaron si es posible conciliar la revolución de Cristo y la de Castro, a lo cual respondió: «Hay que comenzar por la palabra revolución, porque se ve que es una palabra muy analógica: puede ser revolución de Cristo, pero puede ser revolución de Castro, y no solamente, también una revolución como la de Lenin. Así, pues, son dos civilizaciones: la revolución de Cristo quiere decir revolución del amor; en cambio la otra es la revolución del odio, de la venganza, de las víctimas».

Por último, en polaco, un periodista le preguntó si el efecto de su visita a Cuba será el mismo que se registró tras su visita a Polonia en 1979, a lo que respondió: «Repito lo que he dicho antes: Quien viva lo verá. No soy un profeta».

Para leer más sobre esa conferencia de prensa puede hacer click en:

http://www.vitral.org/vitral/vitral23/enVuelo.htm

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La comunión del diablo

Por Andrés Reynaldo

Suele decirse que las naciones tienen los gobiernos que se merecen. Por mucho que uno se resista a estas simplificaciones, no cabe duda de que llevan algo de verdad. Al menos en el caso cubano. Hay un sórdido sedimento en nuestra estructura profunda que aún le da raíz al castrismo. El asunto es complicado. Es como si la vida nacional transcurriera a perpetuidad en opuestos planos, de manera que el bien nunca atenúa el mal. Planos en perverso desequilibrio, para colmo, ya que con frecuencia el mal consigue sofocar al bien.

En ese panorama de desenfrenada abyección se inscribe un reciente artículo sobre Ernesto Che Guevara, en realidad una apología, de monseñor Carlos Manuel de Céspedes, publicado en Granma. Durante años, la Iglesia Católica ha solicitado a las autoridades un espacio en los medios. Tras la visita del secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone, esta posibilidad cobró cuerpo. Algunos nos preguntábamos de qué podrían hablar los representantes de la Iglesia sin irritar el estrecho marco de expresión oficial. ¿Hablarían de los presos políticos? ¿De la ausencia de libertades? ¿De las violaciones de los derechos humanos? Bueno, era una incógnita que ahora Carlos Manuel nos despeja inequívocamente: van a hablar de lo mismo que habla la dictadura, con la misma entonación, la misma gramática y el mismo desprecio por la más elemental decencia.

Carlos Manuel recuerda que una vez Juan Pablo II dijo que el Che le inspiraba respeto, puesto que había luchado en nombre de los pobres. En esa anécdota, nuestro culto prelado parecía buscar una patente de corso. Ignoro si la cita está sacada fuera de contexto. Sea como sea, si Karol Wojtyla dijo eso del Che cometió un error imperdonable. Se olvidó de quién era el Che y, peor aún, se olvidó de quién era él. Se olvidó de los mártires de la Iglesia polaca. Se olvidó del padre Jerzy Popieluszko. Y se olvidó de Cristo. De igual manera que cometió una monstruosa pifia al demorar en condenar los abusos contra menores cometidos durante décadas por sacerdotes católicos en Estados Unidos, con la cómplice aquiescencia de sus obispos. Por lo demás, si asesinar, corromper y destruir en nombre de los pobres sirve de absolución, vamos a terminar rehabilitando a Hitler, Pol Pot, Stalin y Mao, entre otros tiranos y genocidas de marca mayor.

Cada vez que se toca este tema, sale alguien a moderar con el detalle de que la Iglesia cubana tiene que morderse la lengua para no desaparecer. Igualmente se acusa que es muy fácil criticar desde Miami. Respuesta número uno: nadie les reprocha que se muerdan la lengua, sino que hablen como hablan de su amo los sirvientes pusilánimes. Segunda respuesta: la comodidad de lanzar una crítica desde el exilio no cancela el derecho a la crítica. Uno pudiera conformarse con que la Iglesia volcara todas sus energías en una angélica misión pastoral, haciendo la vista gorda a los desmanes de la dictadura. Incluso hasta sería explicable que su papel se rebajara a una mera gestión inmobiliaria. Pero, obviamente, gente como Carlos Manuel está jugando otro juego. Y ese juego huele a azufre.

Hay que tener un rostro de piedra, la dignidad de una yegua en celo y el corazón encharcado de estiércol para haber jurado imitar a Cristo y terminar alabando al hombre que conducía, con pedante frivolidad, los fusilamientos de la crema y nata de la juventud católica. ¿De dónde vienes tú, Carlos Manuel de los Palotes, a ofendernos con esas repugnantes paparruchadas de nostálgica viuda, llorando por un extranjero que disfrutó matar, maltratar y ningunear a los cubanos? ¿Qué te obliga, en tu vejez y ya cerca de la muerte, a revolcarte tan ligero de ropas en la infamia de una dictadura que ha herido con alevosía a tu nación, tu cultura, tu Iglesia y tu familia? ¿Será que tu vanidad ha devorado tu persona? ¿Será que tu deuda con el castrismo la pagas con lo que debes a Dios?

Asco dan estos curas que chupan la bota de su verdugo. Asco da también el silencio de los obispos de la isla. ¿Cuál es el miedo? ¿Cuál es la mordaza? Si la dictadura y el Vaticano están de luna de miel, ¿tenemos que lavarles las sábanas? ¿Cuánto vamos a sacrificar los cubanos a esta diplomacia de peluquería? ¿Cuál torcido acápite de romana disciplina exime a vuestras Eminencias de caminar el Via Crucis de su pueblo? ¿Cuántos espíritus van a iluminar con la hostia de la mendacidad?

En el altar del Che, Carlos Manuel ha oficiado misa.

Que el Señor se apiade de su alma.