LAS PERRETAS DEL SEÑOR FEUDAL
Las perretas del señor feudal
Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - Estamos picándole cerca a la rimbombante cifra de 100,000 médicos. El pasado año el Ministerio de Salud Pública de Cuba disponía de 72,416. Y no sería necesario repetir –porque ya devino lugar común- que en los hospitales, policlínicas y demás centros de aquí escasean los médicos en proporciones alarmantes.
Ahora es otro el dilema. Resulta que el dueño de la Isla está muy ofendido por la “falta despreciable de ética” en la que, según él, incurren nuestros paisanos que deciden irse a vivir por su cuenta a otras naciones, no porque les atraiga particularmente recomenzar de cero en tierras extrañas, muchas veces a edades que no son idóneas para la aventura, sino porque están hartos, desesperados, desesperanzados, y no les queda otro camino que huir del tenebroso caos impuesto por el dueño de la Isla desde hace ya medio siglo.
Asimismo esas fatídicas oleadas de emigrantes le ocasionan perretas al señor feudal porque (parece que recién lo descubrió) privan a nuestra economía de especialistas y personal calificado. Tampoco sería necesario repetir otro lugar común según el cual, cuando todos se marchan de un país es porque sobra el gobernante.
Lo que llama la atención es que justo el ofendido de marras ha sido el artífice de un plan que está dejando a Cuba sin médicos, siendo el país pequeño tal vez con mayor cantidad de estos profesionales por metro cuadrado.
No hay cifra, por alta que sea, que le resulte suficiente al régimen para expandir por el mundo su floreciente negocio de alquiler de médicos. Están convencidos de que exportar profesionales de la salud es mucho más fácil y más barato que hacer producir la tierra o resucitar la industria, condenadas a la esterilidad por decreto de lesa expropiación e incompetencia gubernamental. Lo que suceda con la tierra, con la industria o con la gente, no cuenta para ellos.
No se ha hablado suficientemente sobre la tragedia que representa hoy para la familia cubana este negocio de la exportación de médicos, con estatus de siervos de la gleba, que no obstante aceptan con prontitud, pues las limosnas que reciben como pago -mientras que el régimen dispone de los salarios reales-, es su única alternativa para ir capeando el temporal de la miseria.
Es de presumir que ningún otro de los proyectos engendrados por el señor feudal en los últimos cincuenta años –y han sido muchos sus engendros- haya provocado tantos divorcios, tantas disgregaciones familiares, tantas fracturas en el seno del hogar, tantos niños que crecen separados de sus padres...
La mayoría absoluta de los médicos de aquí, muy especialmente los menores de 50 años, o están rentados en el exterior, o ya regresaron, o se preparan para ir, o se encuentran en trámites o aguardan con una cierta impaciencia por su turno.
“Escapar” es la palabra de orden entre ellos, lo cual se traduce en el argot como ganar un poco de dinero, a la vez que se libran por un tiempo de la insoportable presión y la carga de trabajo que implica suplir el déficit dejado por los que están afuera.
Y es tan imponente el imperativo de escapar que no lo piensan dos veces a la hora de dejar atrás a sus hijos pequeños, justo en la etapa en que más imprescindible les resultan. Tampoco hay que culparlos demasiado sin antes detenerse a comprenderlos. Son víctimas del sistema, tanto por su formación ética como por sus necesidades concretas. Y sus niños lo son doblemente.
Se trata de una tragedia que, como tantas otras, dejará muy pocas referencias en blanco y negro para los historiadores. No existen las estadísticas para medir sus estragos en el espíritu y en la psiquis de nuestra gente. Eso por no volver a rizar el rizo relacionando los estragos socioeconómicos.
Y sin embargo, ahí tenemos al responsable absoluto de la tragedia poniendo el grito en el cielo porque, según él, los cubanos que deciden huir a cuenta y riesgo de la sombra nefasta de su régimen, están siendo objeto del “robo descarado de cerebros y de brazos productivos” por parte del país que los acoge. Se verán horrores, dicen que dijo Jehová. Pero no dijo que también se leerían.
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